Han pasado 6 meses, pero la crisis en Ucrania y otros países afectados continúa dejando datos dramáticos sobre la virulencia del conflicto y sus consecuencias. ACNUR (la Agencia de la ONU para los Refugiados) estima a 17 de agosto que el número de personas refugiadas de Ucrania que han cruzado Europa se eleva a los más de 6 millones y medio (6.657.918); de esta cifra, más de la mitad (3.840.568) han solicitado asilo temporal en los distintos sistemas nacionales de protección europeos. La mayoría de personas desplazadas son mujeres, niños, niñas y adolescentes y personas mayores. 

Son personas que han tenido que dejar todo atrás para escapar con vida. Miles de civiles han resultado heridos o han fallecido y muchos de ellos necesitan ayuda psicológica después de haber vivido situaciones traumáticas. Además de las infraestructuras que han sido destruidas o dañadas, los efectos residuales del conflicto persisten seis meses después: salud mental, desafíos, pérdidas salariales, separación familiar… que afectan tanto a los que han huido como a los que se han quedado.

La respuesta humanitaria del Movimiento

Desde febrero de 2022, la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (IFRC), el Comité Internacional de la Cruz Roja (ICRC) y 48 Sociedades Nacionales han trabajado juntos para brindar asistencia básica a 5 millones de personas, mejorar el acceso al agua limpia para 8 millones de personas y llegar a 718.000 personas con intervenciones de salud. Una respuesta humanitaria que ha sido neutral, imparcial e independiente en todo momento. 

En los últimos seis meses, el Movimiento ha brindado asistencia humanitaria esencial (asistencia sanitaria incluido el apoyo a la salud mental, agua y saneamiento, servicios y apoyo a las evacuaciones voluntarias de zonas afectadas por conflictos armados…). La Cruz Roja Ucraniana, junto con el CICR, ha estado apoyando a las personas afectadas por las hostilidades en Ucrania desde 2014. El Comité Internacional amplió su respuesta, con unos 700 empleados trabajando en 10 ubicaciones en todo el país. Desde febrero de 2022, miles de voluntarios y voluntarias se han movilizado en Ucrania y en los países limítrofes: Bielorrusia, Hungría, Moldavia, Polonia, Rumanía, Rusia y Eslovaquia, además de en el resto de Europa. Aprovechando nuestra presencia local, el conocimiento y la experiencia de la Organización, Cruz Roja fue en muchos casos la primera en responder en algunos de estos países. 

Una nueva vida en España

España es uno de los países donde han recalado las personas ucranianas que han huido de la guerra, la miseria y un futuro incierto. A 12 de agosto de 2022, Cruz Roja Española ha atendido a 112.416 personas (67% mujeres, 33% hombres) gracias a la ayuda de 7.754 personas voluntarias. Por otro lado, se han acogido a 112.159 personas refugiadas en el marco del sistema de acogida e integración de la Secretaría de Estado de Migraciones. Cerca de 257 personas han podido restablecer el contacto familiar, y se han atendido 12.710 demandas tanto por teléfono como por redes sociales. Para atender a todas estas necesidades, se han movilizado 17.390 vehículos.

La infancia es uno de los colectivos que más sufre ante situaciones de guerra o conflicto. El propio Derecho Internacional Humanitario (DIH) vela por los niños y niñas, y puntualiza que requieren de una “protección especial” frente a estas circunstancias. Hasta el 12 de agosto de 2022, Cruz Roja Juventud ha aliviado el pesar y las preocupaciones de cerca de 10.349 niños y niñas, que han participado en actividades de ocio de la Organización. Los Equipos de Sensibilización e Información en Emergencias (ESIE) han proporcionado espacios de juego seguro mientras las familias realizaban los trámites correspondientes en su llegada a España. Estos equipos especializados en infancia también han atendido a los niños y niñas procedentes de Ucrania en los espacios de ludoteca ubicados en los centros de acogida y alojamiento de las familias ucranianas, ofreciendo un entorno de ocio educativo, participación y tiempo libre.

Tanto estas actividades, como el resto de acciones que se han llevado a cabo desde todas las asambleas territoriales de Cruz Roja han sido posibles en muchos casos gracias a las alianzas tejidas entre Cruz Roja y el sector público y privado. Multinacionales y microempresas, artistas y clubes de fútbol, fundaciones, ayuntamientos y otras instituciones públicas de todo el territorio español se han movilizado para colaborar, donar o recaudar fondos que ayuden a Cruz Roja a desempeñar su labor con las personas que han huido del conflicto en Ucrania. A principios de mayo se habían obtenido 20 millones de euros, de los que 8,4 millones llegaron de diferentes empresas y fundaciones, y cerca de 690.000 euros las donaron las administraciones públicas.

Los datos no dejan de ser cifras: números. Pero las historias que hay detrás, las que realmente llegan al corazón, superan cualquier tipo de cifra. Y las hay. Por supuesto que las hay.

Las historias de quienes llegan dejando todo atrás

Karina lo ha perdido absolutamente todo: su piso, sus amistades, su vida. El testimonio de Tatiana también es una muestra de la dureza de lo vivido: “Tienes que decidir entre tu hijo, tu pareja, tus padres… Y decidir si permanecéis juntos, o huyes”. Olga, voluntaria de Cruz Roja Ucraniana, no tiene forma de contactar con su familia. “Un día tienes tu vida normal, y haces lo que todos los días… y al día siguiente, no. Ya no tienes nada, no puedes hacer nada, y tienes que esconderte”, declara, por otro lado, Amina, refugiada ucraniana en España. “Quiero empezar una nueva vida, conseguir los permisos para trabajar, y alquilar un piso si puedo… y vivir”, dice por su parte Igor, refugiado ucraniano en España. 

Son muchos los relatos de personas que durante los últimos 6 meses han llegado a nuestro país. Cada uno diferente: único. A Svetlana Prus, por ejemplo, la crisis de Ucrania le pilló actuando en Kiev. Estuvo sobre las tablas hasta un día antes de que estallara el conflicto. Empaquetó todo y unos días después llegaba junto a su familia a uno de los centros de acogida de Cruz Roja en Palma de Mallorca. “Quiero que mis hijos estudien y vivan en un país libre”, opina esta actriz ucraniana, intérprete durante los últimos 20 años. No esconde que le gustaría volver a su país, pero sabe que quizá no sea el momento. “Nunca olvidaremos toda la solidaridad que hemos recibido”, dice.

Ni Malvina ni Oleksandr (conocido también como Sasha) tienen en mente volver a su Ucrania natal. La primera llegó a España hace ya cuatro años, y después de haber sido ayudada por Cruz Roja, ahora trabaja en la Organización como mediadora en Castellón. “Yo he pasado por ese programa, y ahora puedo transmitir y ayudar a otras personas que estén pasando por eso”, explica. El segundo ya se encuentra trabajando en una empresa de Madrid, puesto al que accedió tras haberse formado también en Cruz Roja a través de distintos talleres de información y orientación laboral. Con intenciones de afianzar su vida en España, Sasha confiesa que tener empleo supone un “subidón moral”.  

El pequeño Eric ha cumplido su primer medio año de vida en España. Él y su familia han recibido asistencia de Cruz Roja en su transcurso desde Burgos hasta Vigo, donde les esperaban unos amigos ucranianos que podían alojarles durante un tiempo en su casa. Su historia es la historia de muchas otras personas que han llegado a nuestro país buscando un futuro mejor, y contando en muchos casos con familiares o amistades que les han ofrecido sus hogares. “Nunca tendremos tiempo de agradecer todo el cariño y el apoyo que hemos recibido de España y de Cruz Roja”, apunta Marsha, la madre de Eric. 

El aprendizaje del idioma, la plena integración

Polina, voluntaria de Cruz Roja en Barcelona, y una de las personas que ha atendido a las personas ucranianas que han llegado en los últimos meses a la Ciudad Condal, reconoce que, al escuchar su idioma materno, se quedan “más relajados”. “Incluso dicen ‘¡Gracias a Dios!’”, expresa la voluntaria. Tras la llegada, y la bienvenida en su propia lengua, toca sin embargo seguir avanzando. Y una de las formas de hacerlo es mediante el aprendizaje del español.

“Entendemos que es la herramienta lingüística fundamental para poder comunicarse, integrarse y desarrollarse en las sociedades que les acogemos”, sostiene Soledad Suárez, responsable del servicio de aprendizaje del idioma en Cruz Roja en La Rioja. En estos momentos, el programa en La Rioja cuenta con casi 90 personas extranjeras.

“Mi vida era tranquila”, cuenta Anna Lysenko, alumna refugiada ucraniana. “Tenía trabajo, mi casa… todo. Ahora, estoy sin nada, ni trabajo, ni casa… una parte de mis amigos y familia están en Ucrania. Mi vida está destruida”, admite. “Estamos muy agradecidos a Cruz Roja, que hace los cursos de castellano que nos ayudan tanto. Los profesores son amables, muy inteligentes, muy alegres. Estamos muy agradecidos”, incide Anna.

José María Lozano es voluntario docente de Cruz Roja en La Rioja y cuenta que por norma general todas las personas son “muy abiertas de mente” y tienen ganas de aprender. “Los ucranianos tienen un nivel, no exagerado, pero sí un nivel alto de estudios en sus países”, cuenta. “Hay dos objetivos”, corrobora por otra parte Coral Ferrero, voluntaria docente de Cruz Roja en La Rioja. “Uno es más profesional, enseñar estructuras, elementos del idioma, lo más cotidiano, lo que pueden usar… pero, por otro lado, el estar ahí escuchando. Me enseñan fotografías, sobre todo los ucranianos, y se echan a llorar. El hacer una broma sencilla, que sonrían, que se les olvide esto que llevan encima, los traumas que han vivido y siguen viviendo…”, añade. “Establecemos una relación muy bonita con ellos”, asegura Soledad Suárez.

Cruz Roja Española sobre el terreno

Mientras miles de personas de Cruz Roja trabajaban en España para facilitar la integración de las personas que se han visto obligadas a abandonar su país, otras muchas trabajaban desde los países limítrofes con Ucrania para apoyar la respuesta desde el terreno. Es el caso de Sara Escudero, delegada internacional de Emergencias de Cruz Roja en Polonia, que al estallar el conflicto estaba en Polonia y se ha encargado de ayudar a la Cruz Roja Polaca en toda la gestión del voluntariado y la parte de personal.

Desde allí nos contaba la complejidad de una operación como la que llevan a cabo: “A diferencia de lo visto con otras poblaciones desplazadas, las personas que huyen de Ucrania no se quedan en un único punto, sino que se siguen moviendo. Cuando cruzan la frontera de Polonia los perdemos de vista. No podemos hacer un seguimiento total, y eso entraña una gran dificultad.  Lo bonito, por otro lado, es que es una operación muy integral. Trabajamos con Ucrania, con los países de la frontera, con España… por lo que, aunque es complejo, está reforzando nuestra Unidad a muchos niveles. A una familia que hemos recibido en Polonia de repente se la recibe en España unos días después. Es la grandeza de Cruz Roja: en cualquier punto podemos ayudar. Hay retos enormes, pero también apasionantes, para ayudar a muchas personas y familias”.

También David Esteban y Albert González, ambos personal de Cruz Roja, viajaron a Záhony (Hungría) bajo el marco del ERU (Emergency Response Unit) de Salud para ayudar a las personas refugiadas que llegan desde Ucrania. “Nuestra función ha sido dar soporte a la Cruz Roja Húngara, con el mandato del gobierno húngaro, para dar atención médica a los refugiados que cruzaran por esos puntos fronterizos”, explicaba Albert.

Dentro del plan de acción desarrollado durante los 3 meses que ha durado la actuación (de abril a junio), la parte psicológica ha sido una de las más relevantes. “Creo que en estas situaciones de crisis humanitaria no hace falta ser un experto en psicología clínica para ofrecer y dar bienestar a la persona que tienes delante. En la mayoría de los casos es suficiente con prestar atención a la persona y preguntarle si está bien y si necesita algo. Que sepa que estás ahí. Que sea consciente de que hay alguien presente ofreciendo comprensión, bienestar y confort”, explicaba Esteban. 

El Síndrome de Ulises: el trauma de abandonar tu vida 

Precisamente los problemas psicológicos son una de las huellas más evidentes que está dejando el conflicto sobre la población. La angustia, el insomnio o las pesadillas son algunos síntomas comunes en personas que han abandonado Ucrania debido a la guerra. Se conoce como “síndrome de Ulises” al cuadro de estrés crónico y múltiple que se desencadena al dejar atrás el mundo conocido en situaciones extremas tales como una guerra.

Llegar a otro país en el que existe una red de apoyo y acompañamiento no borra todo lo vivido; por eso mismo, contar con ayuda psicológica resulta fundamental. El trastorno de estrés postraumático, frecuente en estas circunstancias, se manifiesta de muchas formas y refleja la dolorosa experiencia que supone abandonar repentinamente el país del que se procede. Son las heridas menos visibles que deja el conflicto y que desde Cruz Roja tratan de paliar a través de una asistencia psicológica especializada. 

Los Principios prevalecen ante todo

La Neutralidad, la Imparcialidad y la Independencia, algunos de los Principios Fundamentales de Cruz Roja, son garantes para salvar vidas y aliviar el sufrimiento de las personas, especialmente en situaciones como la de Ucrania. Es así desde hace más de 160 años, cuando la batalla de Solferino evidenció la necesidad de compartir una serie de preceptos que fueran perdurables y eternos ante los conflictos. 

“Ahora es cuando más útiles y más muestran su potencialidad los Principios, cuando el acto humanitario se ciñe a atender las necesidades de las personas sin ningún otro tipo de filtro que su vulnerabilidad, sin que deba preocuparnos ni ocuparnos, en ese preciso momento, la causa”, señala Toni Bruel, coordinador general de Cruz Roja Española. 

Y así seguirá siendo. La crisis de Ucrania no acabará cuando la gente deje de cruzar la frontera, sino cuando vuelvan a sus hogares, de forma segura, decididos a reconstruir su vida allí. En el momento actual, y en ese momento futuro, Cruz Roja seguirá estando a su lado.