¿Quiénes son más vulnerables ante la soledad no deseada? - Cruz Roja
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Todas las personas pueden sufrir en algún momento de su vida situaciones de aislamiento social y sentimientos de soledad no deseada, sin embargo, hay personas que atendiendo a determinados condicionantes presentan mayor vulnerabilidad ante la soledad no deseada y un mayor riesgo de sufrirla, como pueden ser las personas mayores, las personas migrantes o refugiadas, las mujeres en dificultad social, las personas con discapacidad, las personas con enfermedades crónicas o de larga duración, las familias monoparentales o las personas reclusas y exreclusas.
La percepción social más extendida identifica la soledad como un problema exclusivo de las personas mayores y es cierto que la edad es un factor desencadenante de riesgo, principalmente por la pérdida de redes y conexiones sociales, pero no es el único.
La soledad no deseada no es una cuestión exclusiva de la vejez, aunque es en esta etapa, y en mayor medida en la vejez avanzada, cuando se producen cambios muy relevantes que tienen impacto en las personas y que pueden generar e incrementar sentimientos de soledad, como la pérdida o disminución de redes sociales, cambios en los roles sociales (como la jubilación), en la movilidad o en otros aspectos de la capacidad funcional (enfermedad, hospitalización, etc.) o en las relaciones con la comunidad o en las condiciones de vida.
La pobreza, el desempleo, los problemas de vivienda, de salud o los conflictos familiares son factores que afectan el equilibrio emocional y repercuten en la autoestima y provocan un sentimiento de vergüenza, de aislamiento, que hace que las personas reduzcan sus contactos sociales.
Muchas personas, independientemente de su edad, género u origen, experimentan eventos de crisis en su trayectoria vital que pueden interrumpir sus conexiones sociales como el duelo por la pérdida de un ser querido, la maternidad joven, el desempleo, la aparición de problemas de movilidad o dependencia, la jubilación, el hecho de que los hijos abandonen el hogar familiar, el divorcio, la emigración, la entrada en una situación de pobreza, la pérdida de la vivienda o la institucionalización por tener que ingresar en una residencia, centro de acogida o en prisión pueden ocasionar una pérdida de contacto con el entorno.
La soledad puede tener importantes consecuencias para la salud de las personas socialmente aisladas con impactos a nivel físico, psicológico y social, ya que incrementa las posibilidades de enfermar, disminuye la satisfacción vital y predispone a sufrir alteraciones en la salud física y mental.
La soledad es un fenómeno complejo que comprende desde emociones hasta procesos cognitivos que incluyen a la persona y a la comunidad, que engloban numerosas variables personales, sociales y culturales y está muy influenciada por el entorno y los hábitos de vida.
No hablamos por tanto de un problema individual, sino de un problema social provocado por múltiples factores y actuar frente a las consecuencias de la soledad es un desafío que requiere del compromiso y la participación activa de toda la sociedad. Porque todas las personas podemos hacer algo frente a la soledad no deseada.
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