Una parte muy importante de las personas jóvenes atendidas por CRE está integrada por jóvenes en riesgo, cuyas familias tienen dificultades para mantenerles y que afrontan, además, una muy difícil emancipación obligada en condiciones de vulnerabilidad, baja o no reconocida cualificación, desempleo, extrema precariedad laboral o trabajo sumergido y escaso nivel de competencias digitales para el empleo.

La población joven de 16 a 30 años que participa en programas de CRE , casi se ha duplicado en relación al año anterior y manifiesta encontrarse en muchas ocasiones en un callejón sin salida.

El bajo estado de ánimo generalizado en los y las jóvenes con dificultades sociales y laborales deviene en un problema estructural. Las personas jóvenes son un grupo en el que el confinamiento ha producido un mayor impacto psicológico y su bienestar emocional aparece hipotecado por el estado de incertidumbre vital en el que se encuentran. La movilidad laboral demanda especialización, pero continuar estudios requiere un desembolso económico y la necesidad de ingresos dificulta la continuidad de la formación.

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