Centroamérica se enfrenta a una crisis de movilidad y desplazamiento forzado sin precedentes, tanto en complejidad como en escala. El flujo migratorio que recorre la región, se caracteriza por ser movimientos mixtos de población que involucran a personas de diversas nacionalidades (Centroamérica, Caribe y Cono Sur) y su incremento y evolución han convertido a Centroamérica en un lugar de tránsito y destino para las personas migrantes. Los principales patrones de movimiento son los dirigidos hacia América del Norte, México, Costa Rica y Panamá, así como flujos de retorno desde los Estados Unidos y México a los países del Norte de Centroamérica. Durante 2022, los movimientos migratorios aumentaron significativamente en la frontera terrestre entre Panamá y Colombia y en la frontera suroeste de los Estados Unidos.

Según la Organización Mundial de las Migraciones, el número de migrantes retornados desde los Estados Unidos al Norte de Centroamérica aumentó un 583% en el primer trimestre de 2022 en comparación con el mismo período del año anterior. El número de personas refugiadas y solicitantes de asilo en países de Centroamérica y México ha pasado de 44.554 en 2017 a 499.252 en 2022.

En suma, más de un millón de personas centroamericanas han sido desarraigadas de sus hogares, siendo la violencia y persecución los principales motivos que empujan al emprender la ruta migratoria. Estas causas del desplazamiento incluyen situaciones de extorsión, despojo de tierras y viviendas, reclutamiento forzado, violencia sexual y de género contra mujeres y niñas y violencia contra personas LGBTIQ+, por parte de las pandillas. Los grandes movimientos de migrantes que viajan individualmente y en grupo han aumentado en número e incluyen altas proporciones de unidades familiares, mujeres y niños no acompañados y separados, muchos de ellos en situación de vulnerabilidad. Los principales impactos que la violencia tiene sobre las personas migrantes tienen que ver con impactos sobre la salud mental y física, perdidas económicas, pérdida del “proyecto de vida”, perdida de los medios de vida y la deserción escolar.

La inestabilidad política, la inseguridad alimentaria, los efectos económicos adversos causados por la pandemia de COVID-19 y los desastres naturales se suman a los impactos de la violencia, actuando como factores aceleradores de la movilidad humana en la región.

En este contexto, el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja ha asumido el compromiso de trabajar con instituciones públicas y organizaciones de la sociedad civil para responder a las necesidades humanitarias de las personas migrantes en situación de vulnerabilidad, de sus familias y de las comunidades que acogen a estas personas.as personas migrantes en situación de vulnerabilidad, de sus familias y de las comunidades que acogen a las personas migrantes.

 

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