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LA SALUD SIN LIBERTAD

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La intervención de Cruz Roja en los centros penitenciarios va más allá del apoyo social y alcanza los problemas de salud. Hay proyectos contra las adicciones en 25 provincias y una casa en Granada para personas liberadas por enfermedad.

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parte 1 prisiones

España sigue siendo uno de los países de Europa Occidental con mayor número de población reclusa: 126,2 personas por cada 100.000 habitantes -el ranking mundial lo encabeza Estados Unidos, con una tasa de 655-. Si comparamos la cifra con otros países vecinos, Francia cuenta con 105,3 personas por cada 100.000 habitantes, mientras que Portugal se acerca a España con 124,2. Son datos extraídos del informe anual SPACE I de estadísticas penales 2020, realizado por el Consejo de Europa y la Universidad de Lausanne, que recoge las estadísticas penitenciarias y penales de los 47 estados miembros. A 31 de mayo 2021, había 56.055 personas internas en el centenar de Centros Penitenciarios y de Inserción Social (CIS) existentes en toda España, según la web de Insituciones Penitenciarias. De ellas, el 92,61% son hombres y el 7,39 % son mujeres; sus edades están comprendidas sobre todo entre los 31 y los 60 años; y una de cada tres tienen origen extranjero, muchas de ellas sin redes de apoyo familiar en España. También hay grupos de especial atención, como los niños de 0 a 3 años que viven con sus madres, o las personas que presentan problemas de adicción. 

Desde sus distintos proyectos, Cruz Roja atiende más de 6.000 situaciones relacionadas con los centros penitenciarios, tanto de internos/as como de familiares. En los centros, la intervención de Cruz Roja se divide entre el área social y el área de salud, ambos con un mismo objetivo: mejorar el proceso de reinserción de las personas reclusas.  

"Dentro de los centros, la intervención se divide en el Área Social y el Área de Salud, siempre con el objetivo de mejorar el proceso de reinserción de la personas penadas" 

Durante este reportaje, nos centraremos en la labor que Cruz Roja realiza en los centros penitenciarios desde el Área de Salud. La pandemia ha frenado muchos proyectos del Área Social -talleres infantiles, programas culturales o actividades lúdicas-, pero la asistencia de personas con enfermedades no solamente ha seguido su curso, sino que se ha visto reforzada. Y todavía podría ir a más, según los propios coordinadores. Destacan los programas de intervención en adicciones, que permanecen activos en 25 provincias españolas, aunque se adaptaran durante el confinamiento más estricto. También los dispositivos de acogida para personas reclusas con enfermedades graves, como el SIDA, que son liberadas de manera condicional por sus duras circunstancias. 

parte 2 prisiones

Encerrar la adicción

El historial delictivo de los reclusos españoles es muy diverso, pero principalmente destacan los robos (39,7%) y el tráfico de sustancias (17,26%). Muchas personas han sido condenadas por otros motivos, pero también manifiestan esa enfermedad crónica que supone la adicción. Por ello, entre los programas más importantes de Cruz Roja en los Centros Penitenciarios está el de 'Personas con Inadecuada Gestión de su Adicción en Prisión', activo desde 1991. También es uno de los más antiguos que quedan en la financiación del IRPF estatal. Se gestiona de forma nuclear desde la Oficina Central de Madrid, pero se aplica en 25 provincias españolas, cada cual con un centro adscrito, excepto en el caso de Ciudad Real y de Murcia, donde hay dos. Según los datos de la Organización, casi 4.500 personas se vieron beneficiadas por él durante 2020.  

"Dentro de prisión, la ventaja que tenemos es la alta adhesión de las personas reclusas al tratamiento", explica Juan Jesús Hernández, coordinador del Área de Salud de Cruz Roja en los CIS de España. Mientras que el personal médico del centro se encarga del diagnóstico de la enfermedad adictiva, la Organización complementa este servicio con un equipo de psicólogos, trabajadores sociales y personal voluntario. "Excepto en unos pocos casos donde viene decretado por el juez, es un programa voluntario, y son los propios reclusos quienes solicitan entrar en él. En parte, porque supone una mejora de sus condiciones en prisión si el informe de evolución es positivo, pero también porque les proporciona otra actividad para pasar el día y moverse entre módulos", reconoce. Los cuestionarios de satisfacción del año pasado dieron una media de 4'76 sobre 5. 

"Dentro de prisión, la ventaja que tenemos es la alta adhesión de las personas reclusas al tratamiento contra las adicciones. En parte, porque supone una mejora de sus condiciones en prisión, pero también porque les proporciona otra actividad diaria" 

El objetivo es completar la intervención sanitaria con la parte psicosocial y, para ello, se realizan sesiones de terapia individual, pero también talleres en grupo muy variados. Los hay de apoyo a la desintoxicación o mantenimiento de la abstinencia, pero también para la mejora de los hábitos saludables, la prevención de la sobredosis, la actuación ante la sobredosis de un compañero o la apuesta por la actividad física. "Por ejemplo, el año pasado se detectó un aumento de recaídas a la vuelta de las salidas de permiso, así que se generaron los talleres 'Vida Extra'. En ellos se conciencia al interno de que si está dentro y disminuye el consumo, no puede subirlo drásticamente al salir, porque ha bajado su nivel de tolerancia y es más fácil que sufra sobredosis", pone como ejemplo. 

¿Y qué pasó durante la pandemia? Pues como en todo, hubo que reinventarse. Cruz Roja no se podía permitir que la población reclusa se quedara totalmente aislada, ya que de por sí lo está, y esta vez además sin visitas. "Para mantener el contacto, el equipo apostó por unos cuadernillos. Cumpliendo con todos los protocolos, se entregaban en prisión, pasaban 48 horas en cuarentena, los internos los rellenaban, de ahí otras 48 horas, y entonces se recogían para llevarlos a la sede", relata Hernández. Poco a poco, la comunicación escrita dejó paso al contacto telefónico y, en la última fase, a pequeñas psicoterapias grupales por videollamada. "A día de hoy, todo ha vuelto a la normalidad, pero ya veremos, porque son entornos muy vulnerables ante el contagio", precisa. 

Como dice Juan Jesús Hernández, la atención a las personas con problemas de adicción en las prisiones es uno de los "proyectos estrella" de Cruz Roja. "De no estar la Organización, es un aspecto que se quedaría sin cubrir, y supone un factor de estabilidad. El mayor valor está en el equipo que, en algunos casos, lleva más de 10 años de trabajo a las espaldas, así que conoce perfectamente el entorno y establece vínculos personales. Así que 20 horas semanales y 600.000 euros al año de financiación es muy poco", lamenta. 

parte 3 prisiones

La escucha de Alhena

Hablamos con Alhena Pérez mientras está de camino a prisión. Es psicóloga y, desde el año pasado, la técnica a cargo del proyecto de Gestión de la Adicción en Palencia. "Nos tocó arrancar el programa con cuadernillos durante la pandemia", coincide. Trabaja en régimen cerrado con personas de primer grado. "Quienes están en segundo grado, tienen más libertad de movimiento y talleres sociales con otros usuarios, pero aquí, solamente pueden salir de la celda cuatro horas al día", remarca. Por eso, sus usuarios/as conceden gran valor a las sesiones de terapia individual, que se producen dos veces a la semana. "Por un lado, saben que un informe de evolución favorable puede suavizar sus medidas penales y se esfuerzan. Y a la vez, necesitan ese trato humano", afirma. 

"He tenido una buena acogida: enseguida que me ven, están dispuestos a contarme su historia. Hablamos de adicciones, pero también trabajamos temas transversales, como la autoestima o las habilidades sociales, que les pueden ayudar", explica la psicóloga. La actitud ante la terapia suele ser positiva. "También es verdad que, en primer grado, lo tienen más complicado para acceder a determinadas sustancias, porque no hay salidas ni permisos. El mayor problema está en el tráfico de psicofármacos a nivel interno", admite. No obstante, se muestra satisfecha en este primer año de trabajo. "Aparte de la adicción, ha caído el consumo de tabaco y metadona, ha mejorado el deporte y la alimentación, y sobre todo, dicen que se sienten más escuchados", celebra Pérez. 

parte 4 prisiones

Liberar la enfermedad

“Estar cada vez más cerca de las personas vulnerables a través de acciones integradas, realizadas esencialmente por voluntariado ”, he ahí la misión de Cruz Roja. Por más que la situemos en el marco penitenciario, no cambia. Al trabajar con personas penadas, se tiene muy en cuenta la necesidad de "humanizar" su día a día, y por ello, la entidad se ha hecho cargo de los distintos dispositivos de acogida para personas reclusas con enfermedades graves. Una garantía reconocida en el artículo 91 del Código Penal, que establece la posibilidad de suspender o suavizar la ejecución de la pena en ciertos casos, como personas mayores de 70 años o con una enfermedad incurable. "Es una cuestión de solidaridad en línea con los valores de nuestra Organización", explica Mar Echenique, responsable de Salud Mental de Cruz Roja en los CIS españoles. 

"Que una persona tan enferma tenga que terminar sus días cumpliendo una condena en prisión es muy duro. A través de este programa, procuramos darles un entorno de convivencia mejor, en contacto con la naturaleza", prosigue. Pese a que la iniciativa llegó a activarse en varias provincias de España, como Huelva o Madrid, actualmente solo está adscrita una casa de acogimiento en Granada. "Nos gustaría que fueran más, pero hay un problema de falta de recursos, ya que las subvenciones han pasado a ser autonómicas", lamenta la coordinadora. También ha cambiado la tipología de las enfermedades que atienden, porque si bien antes todos eran afectados por el SIDA, ahora se incluyen otras patologías graves, crónicas y asociadas a la salud deteriorada. 

"Que una persona tan enferma tenga que terminar sus días cumpliendo una condena en prisión es muy duro. Queremos darles un entorno de convivencia más humano" 

Hablamos de personas que no tienen redes familiares ni recursos económicos. En el hogar de acogida conviven con perfiles vulnerables que también son víctimas de enfermedades graves, pero no tienen nada que ver con el ámbito penitenciario. Al ser plazas tan limitadas, no todos pueden ser admitidos. "La casa no está preparada para personas con un alto grado de dependencia, por ejemplo. También intentamos facilitar la convivencia, así que les pedimos que se comprometan a cumplir unas normas. La colaboración en las tareas depende de su estado de salud, pero es más importante el respeto hacia los demás o que no consuman ninguna sustancia adictiva", comenta. Así y todo, Echenique desearía contar con más plazas para una asistencia más personalizada.  

La atención que se ofrece en este programa de acogida es muy integral. "No solo se les proporciona cama, desayuno y cena. También se trabaja con ellos a nivel psicológico y de inserción laboral si las condiciones de la persona lo permiten. Incluso intentamos que accedan a prestaciones sociales o puedan integrarse en la sociedad si su estado de salud mejora", asegura. Se trata de hacerles la vida un poquito más humana. 

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La hospitalidad de Sole

Soledad García es la directora de la casa de acogida con la que trabaja Cruz Roja en el caso de liberados por enfermedad. Está situada en las afueras de Granada, alejada de la vida urbana y en contacto con el medio rural. En total, la vivienda cuenta con 8 plazas para personas vulnerables, de las cuales tres se reservan para quienes proceden de instituciones penitenciarias, aunque actualmente hay cuatro. "En su momento había plazas disponibles y es gente que lleva tiempo con nosotros. La idea era que algunos/as residentes se integraran en la vida social y fueran llegando nuevas personas, pero es difícil, y con la pandemia más", comenta la responsable. Siempre reciben la supervisión de un monitor, que va rotando en turnos de 8 horas, durante todos los días del año. 

El día a día depende mucho de la situación personal de cada conviviente, ya que se adapta al estado físico de la persona. Por la mañana, la mayoría acude a gestiones sociales y médicas -por ejemplo, a las sesiones de quimioterapia-. También hay un tiempo acotado para las tareas del hogar, como son la lavandería, la limpieza o la cocina, donde cada cual se involucra según el grado de su enfermedad. "Es muy importante que adquieran, en la medida de sus posibilidades, hábitos y rutinas para seguir activos", subraya Sole. La convivencia transcurre como en todas las casas, con sus más y sus menos. "A veces se enfadan, pero en general, tienen buena relación. Unos ayudan a los otros y se sienten parte de una familia. Es algo que también les pasa con el voluntariado", continúa. 

"El trabajo del voluntariado en las prisiones permite romper el aislamiento de los internos/as y ayuda a mejorar sus capacidades sociales para la posterior reinserción" 

Cruz Roja se encarga de acompañarles y trasladarles, además de organizar talleres y actividades variadas. Desde el cuidado del huerto, al aprendizaje de hábitos saludables o la terapia para la gestión de las emociones. "Se ha hecho mucho hincapié en el autocontrol y la gestión de la impulsividad y la agresividad. También hay una parte lúdica, con actividades en la naturaleza o visitas a los pueblos de los alrededores, para que no estén totalmente aislados", narra. Con todo, las personas enfermas recuperan un poco de autoestima arrebatada, "sobre todo la que perdieron al ser dependientes dentro de la prisión". Y por eso, algunos no quieren marcharse, ni siquiera con subvenciones económicas. "Sienten que dejan el hogar", apunta la directora.  

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Una labor neutral, necesaria y humana

"Odia el delito y compadece al delincuente". La frase pertenece a Concepción Arenal (1820-93), activista social que estuvo en los orígenes de Cruz Roja y centró buena parte de sus reflexiones en el ámbito penitenciario. De quienes realizaban este voluntariado solía decir: "Si no logran hacer el bien que se proponen, al menos harán otro". Al impulsar actividades sociales y culturales para las personas privadas de libertad, o al atender los aspectos relacionados con su salud, las personas que forman parte de Cruz Roja están yendo más allá de lo que imaginamos. Su trabajo permite romper el aislamiento de los internos/as y ayuda a mejorar sus capacidades sociales para la posterior reinserción.  

Por tanto, su labor ayuda a construir una sociedad mejor. 

Para estas acciones, se dispone de escasa financiación externa, principalmente venida de la Administración Pública. La Organización busca sumar el apoyo y compromiso del sector privado, a la vez que abrir nuevas vías de subvención. Porque humanizar la vida de las personas dentro de las prisiones es una labor fundamental, que demuestra la existencia de la solidaridad. Incluso anima a ejercer entre los propios reclusos/as una valiosa labor de voluntariado interna, canalizando la ayuda de unos a otros. Por todo ello, Cruz Roja seguirá apostando por las personas privadas de libertad con la imparcialidad, neutralidad y universalidad que caracteriza su labor. 

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