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SEGUIR ESTUDIANDO, SEGUIR CRECIENDO

Seguir estudiando, seguir creciendo
Seguir estudiando no siempre es fácil. A veces la vida se interpone: las barreras lingüísticas, la falta de apoyo o el peso de sentirse fuera del sistema son una realidad. El programa Promoción del Éxito en Jóvenes de Cruz Roja busca darle una vuelta a esta situación.

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La adolescencia y la juventud son etapas de cambio, de búsqueda y, a veces, de incertidumbre. No siempre el camino es sencillo, y cuando las oportunidades parecen cada vez más difusas e inalcanzables, contar con una mano amiga puede marcar la diferencia. Lo saben bien muchos jóvenes en exclusión social que se enfrentan al ámbito académico sin un conocimiento sólido del idioma y la ausencia de redes de apoyo lo suficientemente estables. Con la idea de ayudarles en este proceso nace Promoción del Éxito en Jóvenes (PEJ), un proyecto de Cruz Roja que brinda apoyo social y educativo a jóvenes de entre 16 y 30 años en riesgo de exclusión que se encuentran o quieren comenzar una formación en educación no obligatoria. 

“Siempre decimos que no somos una academia de clases particulares”. Así se expresa Isidora Emborujo, una de las 5 personas voluntarias de Cruz Roja en Vitoria que forma parte del proyecto. Isi, como suele llamarla todo el mundo, ofrece acompañamiento educativo, pero no en exclusiva. El proyecto también incluye talleres temáticos sobre una diversidad de áreas (técnicas de estudio, oratoria, competencias digitales…) y, lo más importante, un espacio cómodo, dotado y autogestionado de aprendizaje.

“Siempre decimos que no somos una academia de clases particulares”

“Hablamos mucho con el voluntariado de lo importante que supone tener un lugar seguro, tranquilo y respetuoso que aporte confianza”, cuenta Emi Galvecha, responsable de Cruz Roja Juventud en Álava y también la principal encargada del proyecto. “Hemos notado que cuando se crea un vínculo no puramente académico, sino también cercano y humano, de ‘cuenta conmigo, te voy a ayudar en lo que pueda’ todo funciona mejor”, indica.

Las cuatro paredes del aula a la que acuden los 13 participantes con los que cuenta el proyecto desde el pasado septiembre se convierten también en un hogar. Van un total de cuatro horas a la semana repartidas en dos horas los lunes y dos miércoles y el tiempo, sin duda, da para mucho.

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Quien la sigue, la consigue 

Omar Lelou llegó a Vitoria desde Senegal en el año 2020. Por aquel entonces, era un adolescente de 15 años que solo hablaba francés. “No entendía nada”, confiesa ahora con un fluido español. Omar es una de las personas que ha formado parte de PEJ, lo que ha resultado un apoyo fundamental para aprender el idioma y afianzar sus conocimientos. Después de formarse en mecánica, el joven nos cuenta en primicia que acaba de comenzar a trabajar en un taller y está muy ilusionado por la oportunidad.

Sus palabras hacia el proyecto están llenas de calidez. “Cuando llegaba a Cruz Roja y no tenía deberes, sacaba igualmente los libros y seguía aprendiendo. Recuerdo que mi profesor estaba contento, incluso me subía la nota. En Cruz Roja me ayudaron mucho con los deberes, pero también con mi actitud, con el castellano…”, evidencia Omar. Incluso a veces la actualidad era suficiente para crear un espacio donde expresarse y practicar: “Si no teníamos nada que hacer, hablábamos sobre las noticias del día, qué estaba pasando, lo discutíamos; nos iban corrigiendo las palabras que decíamos mal… eso me ayudó muchísimo también”, añade.

Omar es el rostro, también la voz, de un perfil mayoritario en PEJ: las personas migrantes. “Algunas están recién llegadas y, aunque han estado escolarizadas, el nivel que tienen no se adapta al de aquí y no porque ellas no quieran o no pongan interés, sino porque hay una primera barrera de ‘no nos entendemos’ que hace muy difícil todo”, estima Emi, que remarca que este tipo de obstáculo supone un “hándicap muy fuerte”.

“A lo mejor quieren seguir estudiando, pero por motivos ajenos a ellos, no pueden”

Relacionarse es otro de los grandes retos a estas edades. “No conocen a nadie, están desubicados, no saben cómo expresarse…”, alega. Las situaciones familiares en ocasiones no son fáciles, y ello influye de manera decisiva en la continuidad educativa. “A lo mejor quieren seguir estudiando, pero por motivos ajenos a ellos, no pueden”, menciona.

Fabiola Paz, de 17 años, no duda en señalar la mejora que ha experimentado con el estudio desde que forma parte del programa. Ella es una de las participantes que llevan desde el pasado 30 de septiembre en PEJ. “Participo porque quería tener un ambiente diferente para poder estudiar, además de obtener ayuda por parte de los profesores”, cuenta. Fue la psicóloga de Cruz Roja a la que asiste la que se lo recomendó para que pudieran ayudarle a organizarse y, sin duda, “ha sido de mucha ayuda”.

La experiencia, hasta el momento, es “genial”. A Fabiola le ayuda mucho saber que puede resolver sus tareas en Cruz Roja y llegar a casa con la “tranquilidad” de haberlas hecho. Confiesa que le costaba seguir el ritmo de primero de bachillerato, pero ahora, y gracias a la ayuda del voluntariado a la hora de atender sus dudas, considera que ha superado con creces el obstáculo al que se enfrentaba.

Respecto al futuro, tiene claro que quiere dedicarse a la medicina, “más específicamente, quiero ser cirujana cardiovascular. “Me apasiona: me interesa mucho el funcionamiento del cuerpo humano, además de saber que puedo salvar vidas”, dice Fabiola. “Y quiero ejercer mi carrera aquí, en Vitoria”, apostilla. 

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Ayudando después de la jubilación

Cuando hace 4 años Isi vio en el periódico una pieza que invitaba a hacer voluntariado en materia escolar en Cruz Roja no dudó. Acababa de jubilarse y le pareció una idea estupenda. La derivaron a PEJ y el resto, como se suele decir, es historia. “Llegué cuando solo éramos 3 personas voluntarias, todas de una edad parecida, mayores, jubilados…”, sostiene.

Para ella su participación en PEJ tiene mucho que ver con “acompañar” a la juventud en su crecimiento: “Que sean capaces, autónomos… tratamos todo tipo de cuestiones, también alimentación, higiene del sueño, uso de redes sociales…”, enumera. Son 4 horas a la semana, admite, pero 4 horas “enriquecedoras para su vida cotidiana”. Y lo son a todos los niveles.

“El otro día llegó un chaval nuevo que necesitaba ayuda en una materia y una compañera, que lleva con nosotros un año y medio, se sentó con él y estuvo contándole dónde podía encontrar la información… Hay personas que tienen interés, necesidad y voluntad de salir adelante”, explica Isi, que considera muy positivo dar a conocer la labor tan importante que realiza el voluntariado de la organización: “Ahí estamos a macha martillo y, hablo por mis compañeros también: no nos vamos”, concluye con satisfacción.

“Mutuamente podemos compartir y aprender los unos de los otros”, agrega, por otro lado, Emi. También se siente identificado con estas palabras Juan Carlos Múgica. Él llegó al proyecto después de 42 años trabajando en Mercedes Benz (en distintos departamentos y categorías). Había dedicado sus dos primeros años de jubilación a viajar y formarse (aprendiendo inglés, haciendo teatro, practicando yoga…) y su vitalidad continuó intacta cuando aterrizó en el programa. 

“Mutuamente podemos compartir y aprender los unos de los otros”

“Como persona inquieta que soy, sentía que me faltaba algo, y cuando fui a Cruz Roja a ver cómo podía ayudar a otras personas, me hablaron sobre este proyecto, que en ese momento era nuevo”, declara. La idea le gustó y lleva desde entonces colaborando estrechamente varios años con Cruz Roja. Si echa la vista atrás, “en la mayoría de los casos, más que estudiar y hacer deberes” a los y las jóvenes “les gustaba interrelacionarse, hablar de cultura general, política, religión, trabajo futuro, sueldos… diversos temas”, indica Juan Carlos, que admite que también había espacio para contar problemas en casa (si los tenían) e incluso “en algunos casos, sus intimidades”.

Del resto de personas voluntarias solo tiene buenas palabras: “La ilusión, formación y ganas como equipo de avanzar y mejorar en lo posible el proyecto es impresionante”, comenta. La satisfacción es todavía más grande cuando algunos participantes con dificultades han podido alcanzar el éxito: “Algunos con muy corto conocimiento escolar han sido capaces de terminar para poder incorporarse al mundo laboral. Otros con más actitud y conocimientos nos dejaron con el bachiller terminado y siguen estudiando la carrera”, cuenta Juan Carlos.

Cuando eso sucede, la alegría es absoluta: “A veces, aunque hayan terminado hace unos años, nos llaman para contarnos cómo están, qué están estudiando, incluso para contarnos alguna nota que han sacado. Por todo esto merece la pena pasar unas horas ayudando en lo posible”, remarca Juan Carlos. Por todo ello, Emi lo tiene también claro: “La juventud no está perdida hoy en día, lo que pasa es que hay muchas dificultades que, si no se atajan, hacen más difícil el proceso”. Y ahí, en ese viaje lleno de retos, pero también con fascinantes expectativas por delante, interviene Cruz Roja.

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