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La Bultaco Alpina, una moto con (mucha) historia - Ahora

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La Bultaco Alpina, una moto con (mucha) historia

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LA BULTACO ALPINA, UNA MOTO CON (MUCHA) HISTORIA

La Bultaco Alpina, una moto con (mucha) historia
Un incidente en plena carrera de motos hizo que se encendiera una bombilla en la mente de Manel Fabregat. Miembro de la Compañía Alpina de Cruz Roja Barcelona, se dio cuenta de lo necesario que era una unidad de moto que asistiera en eventos deportivos de esa clase. Así fue como nació la Bultaco Alpina, mucho más que una moto.

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parte 1 bultaco alpina

Corría el año 1969. Manel Fabregat Ferrer, miembro de la sección de esquí de la Compañía Alpina de Cruz Roja Barcelona, y experimentado piloto de trial y enduro (modalidad deportiva del motociclismo anteriormente conocida como todoterreno), sufre, en una carrera de Manresa, una salida de pista. Tras la aparatosa caída, y tras varias horas sin nadie que lo echara en falta, Manel Fabregat se recompone y, tras un arduo esfuerzo, logra llegar a la línea de salida. Cuando lo hace, una idea late en su mente: para evitar que eso que le ha sucedido le pase a alguien más, hace falta crear una unidad de motoristas de montaña. Dicho y hecho. 

Han pasado más de 50 años de aquel (lejano) momento. Manel Fabregat tiene ahora 79 años y una memoria más que lúcida: “Recuerdo que me caí en unos campos; de hecho, no me maté de casualidad. Y cuando pude regresar eran las 23h de la noche y nadie se había dado cuenta de que faltaba un corredor. De ahí surgió la idea de formar un equipo que se dedicara a controlar los accidentes en estas competiciones”, puntualiza. Así fue cómo surgió la Unidad de Moto Alpina, con Fabregat al frente. 

“De ahí surgió la idea de formar un equipo que se dedicara a controlar los accidentes en estas competiciones”

Quien también recuerda esta historia es Isidre Monferrer, ligado a Cruz Roja desde el año 1972. Él, junto a otra treintena de personas (de media), también formó parte de la Unidad de Moto Alpina de Cruz Roja Barcelona, donde reforzaron y apoyaron numerosos eventos deportivos, y ayudaron en emergencias y otro tipo de situaciones, como preventivos. Hace ya años que la Bultaco Alpina, la célebre moto que se creó para este fin desapareció (solo queda de ella una réplica), pero Monferrer, con 73 años y voluntario todavía de la Organización, recuerda perfectamente esa época donde las dos ruedas les condujeron a parajes inhóspitos, enclavados en las montañas, y les permitieron ayudar a muchas personas.  

La historia de la Bultaco Alpina es (ya) historia de Cruz Roja.  

parte 2 bultaco alpina

Los orígenes de la Bultaco Alpina 

Manel Fabregat competía en su tiempo libre y se le ocurrió que algunas de las motos que empleaba se pudieran ceder a la Organización. Ese fue el primer paso para conformar la Unidad de Moto Alpina de Cruz Roja Barcelona: poco a poco, y con buena letra. “Empezamos con triales y todoterrenos. En seguida, los clubes deportivos lo aceptaron perfectamente”, recuerda Manel Fabregat.  

Tanto fue así que poco tiempo después la Federación Motociclista Española los contrató, junto con Cruz Roja Madrid, para prestar servicio en la carrera de los Seis Días de Navacerrada (Madrid), una competición de motociclismo que se desarrollaba durante casi una semana. A ella acudían pilotos de distintos países, y durante los seis días de la carrera se abarcaba una ruta de entre 200 y 300 kilómetros. “Fue un éxito”, recuerda Isidre Monferrer. Después de eso, no hicieron falta muchas más demostraciones. Cruz Roja compró seis motos nuevas para la Unidad de Moto Alpina, momento clave para definir el peculiar diseño de la Bultaco Alpina. 

“Manel Fabregat tenía contacto, por aquello de que también era piloto, con Francisco Bultó”, explica Monferrer. Bultó era el empresario fundador y propietario de las marcas de motocicletas Montesa y Bultaco. Fabregat y él se pusieron manos a la obra para dar vida a un nuevo modelo que respondiera a las necesidades de la Compañía Alpina de Cruz Roja Barcelona. Para ello, tomaron como referencia la Sherpa T con accesorios, eso sí, que la hicieran más versátil, como una mayor autonomía, doble asiento (para poder llevar a otra persona) o un amortiguador reforzado. Hoy en día, se considera a la Bultaco Alpina como uno de los primeros modelos conceptuales de moto trail (es decir, esa moto mixta que se sitúa entre la moto de carretera y la moto de montaña). 

La carrera de los Seis Días de Navacerrada supuso un antes y un después

Alrededor del año 1971, la Unidad de Moto Alpina ya participaba de forma muy habitual en eventos deportivos. “Prácticamente cada domingo teníamos servicio”, recuerda Isidre Monferrer. Su presencia, eso sí, despertaba curiosidad entre los pilotos. “Nos veían a los mismos en cada carrera, y nos preguntaban: ‘Pero, ¿vosotros cobráis?’. Cuando les decíamos que no, contestaban que ellos, en nuestro lugar, no estarían allí todos los domingos”, sostiene Monferrer, que también advierte que, aunque no hubiera remuneración como tal, normalmente sí disfrutaban de alojamiento y comidas, “como el resto de organización” de la cita deportiva pertinente.   

Además de esta cuestión, otra fue haciéndose más y más popular: cuál era la moto que llevaba la unidad. Tanto éxito causaba el vehículo que la marca Bultaco decidió, finalmente, que saliera a la venta para que otras personas pudieran disfrutar de ella. Bautizaron al modelo, cómo no, como “Bultaco Alpina” en homenaje a la compañía que la había auspiciado. 

parte 3 bultaco alpina

La unión hace la fuerza 

Poco a poco, la Unidad de Moto Alpina fue cubriendo un mayor territorio y ganando mayor prestigio y popularidad. Dejaron atrás Cataluña para participar en una carrera de Albarracín, e incluso se desplazaron hasta una concentración de motos en Austria y en Andorra. Las dos ruedas, por supuesto, siempre les acompañaban. 

“Hemos vivido muchas emergencias en montaña, rescates… todo muy relacionado con el tema del motor, donde nos fuimos especializando, a nivel técnico y de soporte”, expresa Isidre Monferrer. Con fluctuaciones entre la cantidad de motos de las que disponían (llegaron a tener 10 en la unidad), conforme pasaba el tiempo fue siendo cada vez más normal la degradación de los vehículos y la consecuente reparación que ello implicaba. “Cada año nos hacían un repaso desde fábrica”, recuerda Monferrer.  

El sistema en las carreras o eventos deportivos, por otro lado, era simple. “Nos intercalábamos: dos motos por cada unos cuantos participantes. Así hacíamos un barrido. Para ello, también dividíamos el circuito en varios sectores”, cuenta Isidre Monferrer. “No estábamos estáticos”, corrobora Manel Fabregat, “hay que recordar que nos intercalábamos con los corredores, y que hacíamos la misma carrera que ellos: el mismo circuito”, agrega.  

"Hemos vivido muchas emergencias en montaña, rescates..."

En el año 1985, el material resultaba algo limitado, pero la vocación no cesaba. Cuatro años antes, en 1981, se había incorporado al servicio un jeep 4x4 con el que también desarrollaban sus tareas. Por esas mismas fechas, asistieron a los Seis Días de Enduro en Alp (Girona), el “servicio más grande que hicimos”, puntualiza Monferrer. Participaron 150 personas y más de 30 vehículos. A ello había que sumar que no solo los seis días de competición había presencia de la unidad de motos de la Compañía Alpina, puesto que “había que contar los dos de montaje previo y los dos de desmontaje”, señala. Cada servicio era una aventura. 

Pero, si hay que resaltar algo de todos los momentos vividos (y son muchos), Isidre Monferrer no duda en apuntar hacia el factor humano. “Manel era serio, un profesional del mundo de la moto, pero también había momentos de relajación”, rememora. Quizá por ello, no duda en advertir que la mejor experiencia de su vida es haber formado parte de la Unidad de Moto Alpina. “Todo son miles de anécdotas”, señala.  

Recuerda, en concreto, un motorista que faltó en una de las carreras que cubrieron. “Se hicieron las diez de la noche y no aparecía. Todos pensábamos que le había pasado algo. De golpe y porrazo, alguien dijo: ‘No será que se ha ido a su casa, que era de esta zona’. Y justo: fuimos a su casa y estaba cenando”. A raíz de eso, los clubes deportivos fueron implantando normativas: “Si te retirabas, tenías que dar aviso”.  

“La unidad duró unos treinta años. Anécdotas hubo muchas”, asevera también Manel Fabregat: “Rescatar a corredores, personas que se despistaban y acababa bajo de un barranco, el que se quedaba sin gasolina… Uno que se estampó con una vaca”, pone como ejemplo. “Y tormentas que nos cogieron en media carrera, con la consiguiente búsqueda de un refugio donde fuera”.  

Isidre Monferrer sabe bien de lo que habla. “Me acuerdo de una vez en la que estuve todo el día en un cruce de caminos. Llovía a mares y todos los corredores tardaban en pasar unas dos horas. Y al finalizar la primera vuelta, volvían a pasar tres horas después. Estaba empapado, hasta los huesos y tiritando de frío. Entonces vi una masía a unos 200 metros. Salía humo de la chimenea, así que me dirigí hasta allí. El matrimonio que vivía me hizo sentarme delante de la leña, y me dieron una taza de caldo caliente. Así pude volver reanimado para la segunda vuelta”. 

parte 4 bultaco alpina

Una unidad que pervive en la memoria 

Hoy la Unidad de Moto Alpina es un recuerdo. Un recuerdo, eso sí, que pervive y perdura. “Sé que en Navarra había algo similar, quizá en País Vasco también… incluso aquí, en Barcelona, alguna pequeña moto puede hacer de enlace, pero ya no es una unidad específica dedicada a cubrir este tipo de servicios”, alude Isidre Monferrer. “Los tiempos cambian, y las circunstancias también”, añade. 

Pese a ello, no considera que los modernos drones puedan sustituir lo que la unidad hacía. “El dron te puede ayudar a ubicar a alguien, pero en la moto puedes llevar a dos personas, puedes hacer llegar al personal sanitario… Son utilidades diferentes”, concluye. Aunque con tecnología, qué duda cabe, su labor hubiera sido ligeramente más sencilla o, en todo caso, menos pesada. 

Un ejemplo práctico: en las motos transportaban también las emisoras para poder hablar entre ellos. “Pesaban unos diez kilos”, recuerda Monferrer. Y no solo eso: en muchas ocasiones, antes de que pudieran incluso llevar las emisoras, para comunicarse debían establecer previamente puntos que contaran con algún servicio de telefonía, como restaurantes de carretera o masías. Ni móvil en el bolsillo ni, por supuesto, WhatsApp.  

Manel Fabregat también es consciente del inevitable paso del tiempo. Unido al motociclismo durante toda su vida, también participó en la década de los 80 junto al piloto Juan Porcar en el Rally Dakar (anteriormente conocido como Rally París-Dakar) como mecánico de BMW. “Era muy diferente a ahora”, menciona Fabregat, “primero, porque no había GPS. Te daban un plano y una brújula y te tenías que espabilar”, recuerda. Todo ha cambiado mucho. 

parte 5 bultaco alpina

Un adiós a tiempo, un recuerdo para siempre 

En 1991, Isidre Monferrer dejó la Organización, pero en ningún momento perdió la relación o el recuerdo de lo vivido. En 2015 se jubiló y empezó a escanear todas sus fotografías, no solo relacionadas con la Bultaco Alpina, sino también con Cruz Roja Barcelona. Dos años después, en 2017, empezó a hacer lo mismo con el material de la Organización. “Por suerte o por desgracia, justo quince días antes del confinamiento me llevé todo, y así me pasé los tres meses que no pudimos salir de casa”, cuenta. Manel Fabregat también conserva buenos momentos, buenos recuerdos, de la Unidad de Moto Alpina. El olvido no entra en sus planes. 

Gracias a la labor de Isidre Monferrer, y a los recuerdos que él y Manel Fabregat han atesorado y compartido, es posible conocer todo lo que significó la bultaco alpina para Cruz Roja. Una moto, no cabe duda, que encierra en su leyenda muchas historias y más de un aprendizaje.  

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