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Rubén Fernández: "De las lecciones aprendidas en el volcán de La Palma se puede escribir un libro"
A MIRADA DE
RUBÉN FERNÁNDEZ
“De las lecciones aprendidas en el volcán de La Palma se puede escribir un libro”
RUBÉN FERNÁNDEZ
20/09/2022
ESCRITO POR:
ENTREVISTA POR:
Paula Pons
20/09/2022
ESCRITO POR:
ENTREVISTA POR:
Paula Pons
Director del Plan de Emergencias Volcánicas (PEVOLCA)

Rubén Fernández es director técnico del Plan de Emergencias Volcánicas (PEVOLCA) del Gobierno canario y el 2021, probablemente, sea un año que no se borrará jamás de su retina. El 19 de septiembre del año pasado el volcán de Cumbre Vieja de La Palma entró en erupción, y dejó tras su paso centenares de hectáreas arrasadas, viviendas sepultadas por la lava y miles de personas evacuadas. Un año después, hacemos balance con él de todo lo ocurrido. 

Director del Plan de Emergencias Volcánicas (PEVOLCA)

¿Qué características tiene la emergencia por erupción de un volcán? ¿Qué lo diferencia de otras emergencias? 

Es una emergencia totalmente nueva para el sistema público de protección civil. Nosotros estamos muy acostumbrados a emergencias por incendios forestales, por lluvias, por vientos... pero no a emergencias volcánicas (aunque hayamos tenido erupciones históricas en los últimos 80 años, sobre todo en La Palma). Desde un punto de vista científico, conocemos los volcanes y cómo actúan las erupciones. En ese sentido, el comité científico tenía todo bastante claro. No obstante, desde el punto de vista civil no teníamos esa experiencia.  

Existe un plan especial de protección civil: el famoso PEVOLCA. Además, las islas (sobre todo las que tienen riesgo de erupción volcánica, como La Palma) tienen sus planes de actuación frente al riesgo volcánico, que ya recogen tipos y supuestos de actuación. Y algunos están muy trabajados. Evacuar a las personas, por ejemplo, no es complicado; lo que es difícil es prever. Estábamos en una situación en la que sabíamos que se podía materializar una erupción, pero desconocíamos cuándo iba a suceder.  

A diferencia de otros riesgos, como puede ser un incendio, el cuándo y dónde erupciona un volcán hace que sea totalmente inaccesible. No podemos atacarlo, no podemos defenderlo, no podemos desviarlo, no podemos hacer nada con el magma. Eso le da un punto de peligrosidad al proceso. Las erupciones volcánicas en Canarias, sobre todo las últimas en La Palma, eran de este tipo: estromboliano, muy fisural... sabíamos que este tipo de erupción se podría materializar. Pero ves esa lava bajando, ese magma, y sabes que no tienes opciones de nada. Al final, en un incendio forestal puedes tratar de defender zonas o de controlar el perímetro, pero aquí no puedes hacer nada. Esa es la gran diferencia. La capacidad de trabajo o de control que teníamos sobre el peligro en sí, y la falta de experiencia que comentaba antes.   

Un años después, ¿cuál es el balance que haces? ¿Qué habéis aprendido? 

De las lecciones aprendidas se puede escribir un libro. Destacaría el seguimiento científico previo y durante la erupción, que fue vital para la toma de decisiones. Lo que se deliberaba ahí y el informe que se emitía todos los días sobre previsiones y evolución nos servía para tomar medidas. También fuimos muy ágiles a la hora de abordar las situaciones sobrevenidas que se podían dar. Por ejemplo, si en el comité científico se detectaba cualquier cosa anómala se generaba una reunión extraordinaria, y eso nos permitía tomar decisiones ipso facto, sobre la marcha.  

Otra lección aprendida fue que la erupción de un volcán es un riesgo totalmente inabordable. Desde el punto de vista de atacar al riesgo, no podemos hacer nada. Sale el magma y evoluciona, y lo único que nos permite hacer es tomar medidas preventivas.  

Otra cosa importante (que creo que funcionó bien) es que movimos desde el primer momento muchísimos medios. Por ejemplo, desplazamos (de hecho llegaron una hora antes de la erupción) equipos profesionales de bomberos para actuar por si se producían colapsos por la sismicidad. Estábamos teniendo cada vez más sismicidad, algo que puede generar colapso, daños estructurales... así que nos adelantamos trayendo bomberos profesionales de otras islas para dar una respuesta más eficaz al servicio de bomberos que tenía La Palma. También preparamos un operativo contra incendios forestales. Una de las posibilidades que teníamos era que se produjera un gran incendio forestal, cosa que no se materializó por la propia evolución del volcán, y por las temperaturas, así como por la densidad de la lava, que no dejaba evolucionar ningún fuego hacia fuera. Es algo que prácticamente descubrimos sobre la marcha.  

Otro aspecto importante es la explosividad del volcán. Al estar tan próximo a las casas, cada detonación en el entorno del volcán producía vibraciones, incluso alguna rotura de cristales y demás. Se dieron indicaciones a la población para que mantuvieran las ventanas cerradas e incluso colocaran en las ventanas cinta americana.

En cuanto a la ceniza... sabes que va a haber ceniza. En función de la zona donde se generan pueden provocar mayor o menos caos, accidentes de tráfico en las vías que permanecen abiertas al tráfico, o colapso de todos los imbornales o de los sistemas de canalizaciones de agua. 

Otros aspectos importantes que fuimos aprendiendo durante la erupción fue la afección de la población en cuanto a la calidad del aire, que fue algo repetitivo. En muchas ocasiones tuvimos que confinar a la población y durante toda la erupción mantuvimos una obligatoriedad de uso de mascarilla FFP2 de protección para las personas, tanto en el entorno afectado por el volcán como en los municipios aledaños como El Paso, Los Llanos de Aridane y Tazacorte. La población se tuvo que ir acostumbrando a que había momentos puntuales donde se ordenara el confinamiento, aunque sí permitíamos a la gente salir a sus puestos de trabajo, a comprar y demás.  

Fue una emergencia que obligó a mantener durante muchísimo tiempo a más de mil intervinientes. La gestión de esta cantidad de personas no es fácil, sino compleja, y sostenerla durante tanto tiempo también. Ser capaces de establecer un perímetro de seguridad tan grande, en el que no pudieran entrar las personas, fue una circunstancia relevante.  

Mención aparte merece la gestión de los medios de comunicación. Los medios querían estar dentro, acceder a zonas y demás, pero la peligrosidad, sobre todo durante los dos primeros meses de erupción, lo impedía. Se articularon fórmulas para que los medios de comunicación pudieran acceder a determinados puntos de las zonas de riesgo y pudieran sacar sus imágenes, grabar lo que quisieran. Y, además, que en esos espacios fueran atendidos por personal científico y técnico y los responsables de los equipos de emergencia. En esas visitas que hacíamos a esas zonas evacuadas, los medios de comunicación podían hacer su trabajo. Eso alivió muchísimo la presión de los medios.  

Algo que también evolucionó durante la erupción fue la posibilidad de que la gente entrara a sus domicilios en las zonas evacuadas para recoger enseres. Incluso llegó un momento en que la población podía estar en su casa, visitarla y generar esa sensación de tranquilidad que mucha gente necesitaba. Y en aquellas zonas de exclusión donde no se podía acceder, nosotros grabábamos todos los días con el dron y se lo cedíamos a los ayuntamientos para que estos se lo pudieran mostrar a los vecinos afectados y que vieran cómo estaban sus casas y sus terrenos. La gente no solo tenía miedo a que la lava se pudiera llevar por delante su casa, sino a que las propias casas pudieran colapsar por la acumulación de cenizas en sus techos. El saneamiento de esos techos fue un trabajo muy importante.   

También se hizo un gran trabajo en las zonas agrícolas. Allí llegó un momento donde ya no se podía regar porque todas las canalizaciones estaban afectadas. Se decidió montar dos desaladoras que tomaban agua del mar, desabalan y la bombeaban a unos embalses que después distribuían el agua principalmente a través de las canalizaciones a los diferentes regadíos de platanera. Eso fue un trabajo ingente para tratar de que no se perdieran muchos cultivos de plátano.  

La gestión de la información también era muy importante. Se hicieron varias acciones enfocadas a la población. Recuerdo que la primera de ellas la hicimos un día antes de la erupción. En esa preparación decidimos hacer una charla. También informamos a la población de la situación en la que nos encontrábamos, lo que podía ocurrir, qué iba a pasar con ellos, cómo gestionar la evacuación y demás. Todas esas charlas, en cierta medida, ayudaban a que la población preguntara todo lo que quisiera y que representantes de los diferentes grupos operativos dieran respuesta, en la medida de lo posible, a los vecinos.

¿Cómo se prepara a la población civil para que entiendan y cumplan ese Plan de Protección Civil y Atención de Emergencias por Riesgo Volcánico como el que estuvo activo? 

Se supone que estos planes, por ejemplo el Plan de Atención por Riesgo Volcánico, llevan un proceso de implantación, pero en este caso era una estrategia que no había dado tiempo ni a implantar. Aprovechamos, por un lado, el conocimiento científico que teníamos; y, por otro, hablamos con la gente para contarles claramente lo que podía pasar por ellos si se daba una erupción volcánica. 

Tratamos de explicarles a las personas qué significa una evacuación en este contexto. En incendios forestales la gente no evacúa de la misma forma que en erupciones volcánicas, porque la sensación de peligro es muy diferente. Es habitual que, aunque tú quieras evacuar, la gente trate de volver a sus residencias con las mangueras, como sea. Sin embargo, aquí la gente veía cómo la lava se iba comiendo sus casas, pero no había nada que hacer. Hablar con la gente, decirles lo que iba a pasar por ellos... todo eso. Teníamos puntos de encuentro donde los vecinos tenían que acudir. Allí se les identificaba y después se les ofrecía una alternativa alojativa.

Evacuamos en torno a 7000 personas, y entre unas 600 o 700 estaban alojadas en albergues, en este caso, en un hotel. De 7000 a 600 hay una cifra importante, por lo que nos sugiere que había muchas personas que tenían capacidad de autoalojo, o que tenían más de una residencia... Evidentemente, aquellas personas que vieron como su primera residencia era devorada por las lavas fueron las más afectadas, porque al final lo perdieron todo: no tenían nada. Todavía quedan unas 200 personas alojadas en el hotel de Fuencaliente que no tienen una posibilidad realojativa.  

Algo que me resultó curioso es que la gente estaba muy preocupada por los cementerios. Con las personas sepultadas o enterradas todavía se podía hacer algo, pero cuando hablamos de cementerios en los que hay 1000 o 2000 cuerpos... eso es imposible de gestionar porque requiere órdenes judiciales. Pese a ello, generaba una angustia muy importante en la población. También cabe destacar el respeto de la gente: la colaboración ciudadana. No hubiese sido lo mismo si la población no hubiese colaborado de la forma que lo hizo. La gente era paciente y obediente, reclamaba lo que justamente tenía que reclamar dentro una lógica, es decir, que nadie reclamaba nada extraordinario. La respuesta de la gente fue vital, nos lo pusieron muy fácil.  

"NO HUBIESE SIDO LO MISMO SI LA POBLACIÓN NO HUBIESE COLABORADO DE LA FORMA QUE LO HIZO"
FotoCita

La coordinación entre las diferentes fuerzas y cuerpos de seguridad e instituciones es clave. ¿Cómo fue esa coordinación? 

Operativamente, funcionábamos de la siguiente manera. A primera hora de la mañana, hacíamos una reunión de situación en el puesto de mando con los integrantes de este (una directora, los responsables del grupo de intervención, el responsable de logística, el responsable de seguridad...). También hacíamos una evaluación con la Unidad Militar de Emergencias y valorábamos cómo había ido la noche, cómo había ido el día anterior, y qué esperábamos durante ese día para establecer una hoja de ruta.  

Aprovechábamos para visualizar los vuelos de los drones durante la noche o a primera hora de la mañana e íbamos preparando lo que después era el comité de dirección. Después, venía la reunión con el comité científico, a partir d ela cual se obtenía un documento: un boletín. Posteriormente, se acordaban las medidas desde el punto de vista de protección civil, y las medidas y funciones más genéricas. Las instrucciones llegaban hasta el puesto de mando por si tenían que cambiar algún procedimiento.  

Por las mañanas también teníamos rueda de prensa. En ella había un portavoz del comité científico. Nosotros nos encargábamos de hablar en materia de protección civil de lo que iba a ocurrir o que se iba a hacer. Después, respondíamos a las preguntas. La dinámica fue buena porque al final todos los días los medios de comunicación tenían un parte a la misma ahora y podían preguntar. La periodicidad ayuda mucho. 

En la actuación de esta emergencia, ¿se utilizaron medios técnicos para su vigilancia y análisis que no se habían utilizado antes? 

Los drones nos han ayudado mucho (tengamos en cuenta que la superficie afectada era gigantesca e inaccesible). De hecho, se sacrificaron drones en determinados puntos para poder llegar a hacer determinadas cosas.  

Hacíamos muchos vuelos programados y había una coordinación aérea para gestionar todos los vuelos de los drones, así como los diferentes operativos desde el punto de vista de la dirección. Esos drones no nos aportaban solo una visual con cámara óptica, sino también térmica, con lo que podíamos ver las canalizaciones que estaba cogiendo la lava, dónde se estaba acumulando o cuántos tubos había operativos. Eso, desde tierra, era imposible verlo, pero gracias a las cámaras térmicas sí. Nos ayudó muchísimo a hacer una previsión de la evolución.  

También se implantaron más sistema de medición. Los operativos estaban dentro de la zona de alto riesgo y establecimos un criterio en cuanto a la detección de gases, las órdenes de evacuación de la zona, el seguimiento de la calidad del aire y los medios de emergencia que estaban dentro. Había una zona de exclusión total en la que solo podían entrar los científicos bajo determinadas circunstancias y condiciones. 

¿Cuál crees que fue el papel del voluntariado en la emergencia?

Como siempre, vital. Es verdad que es una emergencia donde el voluntariado no tenía una operativa tan directa sobre el riesgo en cuestión porque no habían estado en ninguno así. Había tanta exposición al riesgo que había ciertas actuaciones que solo podían llevar a cabo los bomberos, o entornos de seguridad donde solo podían estar los cuerpos y fuerzas de seguridad. Ese perímetro de seguridad era infranqueable; solo entraban los servicios de emergencia para una actuación en concreto.  

El voluntario de Cruz Roja se centró sobre todo en cuestiones relacionadas con el albergue y la logística de comida; y el de protección civil en la logística de la comida, así como en la distribución y la gestión de las labores de acceso de los vecinos a su vivienda, lo que incluía también limpieza, saneamiento y demás. Fue un trabajo fundamental. En estas áreas estuvo activo el voluntariado durante mucho tiempo. Es fácil conseguir personas voluntarias para cuatro días de incendio forestal, pero para cuatro meses de emergencia, de forma constante... es muy complejo.  

¿Tenéis alguna estimación del número de personas voluntarias que participaron? 

Estamos hablando de mil intervinientes en total. Si hablamos de voluntarios permanentes... en torno a los 200. Y la Guardia Civil tuvo un dispositivo muy potente, alrededor de unos 200 guardias de manera recurrente; la UME también aportó otros tantos. Y habría que sumar a los equipos de medio ambiente, a los equipos técnicos de protección civil... En la isla seguía viviendo gente, y los bomberos de La Palma, por ejemplo, atendían las emergencias que se estaban dando en el resto de la isla. 

Después se estableció un consorcio entre Bomberos de Canarias y Bomberos de Las Palmas, un dispositivo específico donde se generaban unos turnos de trabajo que fueron rotando. Siempre teníamos una presencia de bomberos profesionales para atender todas las incidencias que se daban en relación con la erupción volcánica o aquellas situaciones complejas que se pudieran dar en la isla.  

Y ahora mismo, ¿cuál es la situación actual de la isla de La Palma con respecto al volcán? 

Ahora se está trabajando en la reconstrucción y la habilitación; sobre todo, habilitar una vía que vuelva a comunicar el norte y el sur por ese lado. Es fundamental para el trabajo, para el movimiento de las personas... para todo. Después se está trabajando también en lo referente a la construcción de viviendas. 

En materia de seguridad, de emergencia y de protección civil tenemos un problema: la emisión de gases en dos puntos concretos, en Puerto Nau y en la Bombilla. En cuanto a las zonas turísticas, tenemos los Llanos de Aridane, y Puerto Nao. En Puerto Nao creo que vivían en torno a 1500 personas que más o menos están evacuadas. No ha habido daños, pero sí ha habido que evacuar por la alta concentración de gases tóxicos que hacen incompatible que residan ahí personas, por lo menos durante un tiempo prolongado. Se está empezando a gestionar la entrada porque la gente quiere visitar su vivienda, pero siempre en un entorno muy controlado. La Bombilla es un barrio pesquero más chiquitito que pertenece a Tazacorte, en un entorno muy marítimo, que también está evacuado por la importante emanación de gases. ¿Previsiones de que eso vuelva a la normalidad...? Nadie las sabe. No sabemo si esto va a durar tres días, cinco días, un mes, ocho meses, o diez años. 

La emergencia dejó pasó a una segunda fase de recuperación ¿Qué necesidades tiene ahora mismo la población a la que afectó el volcán?

Es posible que exista alguna necesidad social de medios de vida, sobre todo para aquellas personas que lo perdieron todo: trabajo, empresas y demás. Entiendo que está habiendo un trabajo social en ese sentido.  

También recuperar las viviendas, en primer lugar, que no tienen una alternativa alojativa. Eso se está trabajando intensamente. Al principio quizá fuimos optimistas en cuanto al plazo. La realidad es que hay que buscar espacios, entornos... ahora se está trabajando en una primera opción alojativa, que se traduce en viviendas prefabricadas, pero paralelamente hay que ir buscar una opción definitiva de alojamiento.  

La zona afectada es muy importante. La Palma es un territorio, como toda Canarias, con muchísima protección ambiental. Se han liberado determinados espacios y se han habilitado determinadas herramientas legales que permiten usar suelos sobre los que antes no se podía construir. Hay barrios enteros que lo han perdido todo, como el famoso Todoque, un barrio rural relativamente importante para La Palma.  

Y después todo lo que tiene que ver con la explotación agrícola. El daño en hectáreas de platanera ha sido también relevante para una isla que vive del plátano. Hay que volver a regenerar y replantar todas esas plataneras afectadas por el volcán y las coladas. Ya se estima un tiempo de unos dos años para empezar a producir otra vez. Dos años en los que hay un esfuerzo evidente por parte del Gobierno de Canarias, y también del Estado, que ya compraron toda la producción del año pasado, se usara o no. Imagino que las ayudas y subvenciones van en esta línea para tratar que la gente no pierda sus trabajos y pueda volver a plantar y a establecer regadíos. Aun así, todo esto es complejo.

¿Cuándo calculas que las personas damnificadas podrán recuperar del todo la normalidad? Leí que algunas asociaciones que trabajan en la isla hablan de al menos 5 años. 

La normalidad no la van a recuperar en la vida. Me acuerdo, por ejemplo, de algunas propuestas que hablaban sobre volver a edificar tal cual estaba. Si queremos Todoque igual... eso no va a ocurrir. Es una realidad. La Palma se ha rehecho de muchas situaciones. El volcán de San Juan arrasó también en esta misma zona, en otras condiciones y otros años, pero arrasó con todo, y generó un delta lávico que es donde hoy está Puerto Nao. Aquello resurgió. Se hizo un trabajo muy importante sobre las propias coladas y se generaron todas las zonas de cultivo de platanera. 

Insisto: La Palma se ha rehecho de esto, pero para llegar una relativa normalidad pasarán algunos años hasta que la gente vuelva a vivir en algunas de estas zonas (por lo menos en alguna casa prefabricada), al menos que no estén en un hotel o en una casa de un familiar. Pero va a tardar. Eso se nota también después de la erupción: ves a la gente más preocupada aún sí cabe. Hay que hacerse a la idea de que no vas a volver nunca más a tu casa: a tu vida. La gente ya estaba acostumbrada a tener su espacio, su finca... y eso en muchísimos casos no va a volver.  

Otra cosa importante que se hizo con respecto a los intervinientes es que se ha trabajado mucho con ellos. Y esa línea sigue abierta. Equipos de psicólogos para hacer descargas emocionales, sobre todo con las personas intervinientes que estaban directamente relacionándose con la población. Todo ese voluntariado y servicios de emergencia estaban en contacto con la población, accedían a sus viviendas, les ayudaban a vaciarlas, limpiarlas, etc. Esos operativos no lo han pasado nada bien, porque al final han estado muchas horas con vecinos y vecinas que a su vez estaban mal y también se desahogaban con ellos.  

Es una situación compleja, que algunos han llevado mejor que otros. Algunas personas, durante la emergencia, decidieron no volver porque resultaba muy duro para ellos. Es una situación que no es fácil. El impacto emocional ha sido muy potente. Cuando uno vuelve a La Palma ve a la gente. Al final, ellos siguen allí. Cuando termina la emergencia propiamente dicha, no todos los que estábamos allí nos retiramos. Yo estoy en el cabildo de Tenerife, y los operativos son también de otros sitios, porque La Palma tiene la capacidad que tiene.  

"LA PALMA SE HA REHECHO DE ESTO, PERO PARA LLEGAR UNA RELATIVA NORMALIDAD PASARÁN ALGUNOS AÑOS"
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Ahora que ya no está en los focos, ¿la ayuda externa sigue llegando o nos hemos olvidado? 

Todo el mundo se ha volcado. Lo que pasa es que quizá se tendría que haber gestionad un poquito mejor. Recuerdo haber comentado en alguna rueda de prensa que la población de La Palma no necesitaba comida ni ropa; las tiendas seguían abiertas, y se seguía comprando. Pero la gente mandaba de todo a diestro y siniestro. Contenedores enteros que no éramos capaces de gestionar. Y eso que repetimos muchas veces que no necesitábamos material.  

Si se quiere aportar y ayudar, lo mejor que se puede hacer es aportar dinero, porque eso sí va a repercutir en que compremos y dotemos a las viviendas que ahora se están edificando de cocina, mobiliario, camas, etc. Eso sí que hará falta, y por eso intentamos focalizar toda la ayuda económica a través de administraciones u organizaciones como Cruz Roja. La solidaridad fue muy grande e incontrolable en algunos momentos. 

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