Una puerta al futuro - Ahora
Publicador de contidos
- Quieren ser cantantes, tal vez realicen tareas administrativas, pero el mero hecho de prepararse para un futuro profesional enriquece el día a día de jóvenes estudiantes con discapacidad intelectual o parálisis cerebral.
A Fatou Kine Sambe le gusta la música, pero también las tareas administrativas que aprende, porque sabe que le ayudarán a encontrar un trabajo. Lo mismo le sucede a su compañero Martin Nikolov, que disfruta con asignaturas como FOL, Atención al Cliente o Archivo y Comunicación. Aunque a todos les pasa lo que a Valentina Flórez: que se ríen cuando imaginan la entrada en el mundo laboral, porque en parte les produce nervios. Con edades comprendidas entre los 20 y los 23 años, todavía no han trabajado nunca, pero más pronto que tarde, alguien les permitirá demostrar sus habilidades. Será entonces cuando se abra la puerta al futuro para estos chavales con parálisis cerebral.
Hablamos de una de las diversidades funcionales más frecuentes de España, con la que conviven unas 120.000 personas, y que deriva en una discapacidad motora de mayor o menor intensidad. Además, suele presentarse desde la infancia puesto que se relaciona con un problema en el desarrollo o un daño en el cerebro. Sin embargo, no es un motivo para dejar de asistir al colegio, prepararse para el mercado laboral o presentarse a una entrevista de trabajo, hasta lograr una integración social normalizada. Porque disfrutar del contacto diario con los demás compañeros, al tiempo que los profesores atienden sus necesidades y estimulan sus sentidos, ya convierte en mejor el día a día de estos jóvenes.
El Programa Formativo de Cualificación Básica Adaptada que Cruz Roja coordina en Valencia, dirigido a personas entre 16 y 24 años, se lleva a cabo en la calle Vidal de Canelles y cuenta con financiación de la Conselleria de Educación, Cultura y Deporte. Es una de las líneas de intervención que la oficina provincial de la Organización tiene en marcha, junto con el Colegio de Parálisis Cerebral Infantil, el Centro de Día ‘El Cabanyal’ y la Clínica Odontológica para Pacientes Especiales. Una verdadera red de apoyo para las familias, de la que forman parte técnicos, fisioterapeutas, odontólogos o profesores especialistas en la materia. Es el caso de Anna Lleonart, que llegó al centro en 2010.
"Al principio, siempre quieren ser cantantes, modelos y pilotos de avión"
Está enamorada de su trabajo, pero sobre todo de sus estudiantes. “Al principio, siempre quieren ser cantantes, modelos y pilotos de avión. Vienen con ideas bastante infantiles debido a su maduración, la sobreprotección familiar o la evolución académica. Nuestro papel es trabajar la madurez, la autonomía y la aceptación de sus capacidades”, cuenta la profesora. Les enseña Lengua o Matemáticas, se encarga de la orientación laboral, pero ante todo, hace hincapié en el desarrollo de habilidades sociales. ”Organizamos un horario al empezar el curso, pero debemos ser flexibles para trabajar temas trasversales y aceptar que hay temporadas en las que están más o menos receptivos”, explica.
Cuando los estudiantes comparan su experiencia con la de centros anteriores -no siempre han acudido a colegios especializados-, celebran el cambio. “Aprendemos cosas que antes no. Hay asignaturas para empezar a trabajar y para que hablemos más”, destaca Martín, quien señala otro aspecto fundamental: “Aquí te juntas con otros y haces más amigos”. Es esencial sentirse integrado, formar parte de un grupo y estrechar lazos afectivos. Por supuesto, también hay dificultades en el día a día, pero son de otra índole. Los desafíos pasan por ensamblar sus diferentes niveles -cada quien está en una edad madurativa-, aceptar los efectos de la medicación y lograr que mantengan la atención.
Lleonart insiste en que su mayor satisfacción como docente, “por mucho que parezca un tópico, es lo mucho que te enseñan”. Así que anima a la sociedad a rematar el trabajo pendiente, en referencia a la forma de ver, tratar y entender la diversidad, también en los ambientes profesionales. “Hace falta educación para perder el miedo a lo diferente y la costumbre de etiquetar. Saber que si diez personas tienen una misma discapacidad, son diez personas diferentes con capacidades diferentes”, defiende. Y está convencida de algo: “Con las adaptaciones necesarias y construyendo una sociedad más tolerante, muchas de las personas con parálisis cerebral podrían ser completamente autónomas”.
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