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10 consejos para gestionar mejor las emociones
OSASUNA
10 consejos para gestionar mejor las emociones
11/04/2022
IDAZLEA:
ELKARRIZKETAGILEA:
Cruz Roja
IDAZLEA:
ELKARRIZKETAGILEA:
Cruz Roja
  • Las emociones no son buenas ni malas: son, simplemente, emociones. Para gestionarlas de la mejor forma posible, desde Cruz Roja se ha organizado un taller de gestión emocional con 10 puntos clave.

En los últimos años, la salud mental ha ido ganando en visibilidad y aceptación. No en vano, y según dice la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud es “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Cuidarnos por fuera es tan importante como cuidarnos por dentro.

 

 

Por ese mismo motivo, desde Cruz Roja se ha organizado un taller de gestión emocional que propone 10 tips para gestionar mejor las emociones a raíz del Día Mundial de la Salud y su lema ‘Nuestro planeta, nuestra salud’. Estos son los 10 consejos propuestos:

 

1.    Reconoce tus emociones. A menudo, cuando alguien nos pregunta cómo estamos, contestamos “genial”, “bien” o “mal”. Sin embargo, estos términos no son realmente emociones. Para poder gestionar correctamente una emoción, es importante reconocerla. ¿Qué estamos sintiendo…? ¿Alegría, tristeza, enfado, excitación, asco…? Por eso mismo, cuando nos preguntemos (o nos pregunten) cómo nos sentimos, intentemos ponerle nombre a la emoción, ya que nos ayudará a posicionarla y estructurarla.

2.    Normaliza tus emociones. Las emociones surgen de forma libre, es decir, no las podemos controlar. Eso sí: las podemos gestionar. Después de reconocerlas, llega el turno de normalizarlas. Para ello es importante no juzgarnos ni sentir frustración, y huir de sentencias como “con todo lo que está pasando en Ucrania, no debería sentirme triste por esta pequeña discusión familiar”. Todas y cada una de las emociones que sentimos y vivimos son normales, independientemente de si nos parecen justas o no. Por ello, debemos dejar espacio a esas emociones y normalizarlas. No en vano, cada emoción tiene su función.

3.    Reduce la rumiación. Rumiar una idea es que esta dé vueltas continuamente en nuestra cabeza, como en una lavadora. Nos acostamos pensando en algo, y nos levantamos pensando en lo mismo, sin dejar de poder darle vueltas a un mismo tema. A veces sucede porque nos preguntamos “¿Y si…?” tratando así de anticiparnos a las consecuencias negativas de cosas que todavía no han ocurrido. Todo eso no nos permite descansar, y no nos lleva a ningún sitio, al contrario, ya que nos genera preocupación, cansancio, angustia… Por ello, es mejor actuar y dirigir nuestros pensamientos hacia acciones que tengan una repercusión positiva. A veces no podremos hacerlo de forma inmediata, pero tenemos que procurar limitar esa rumiación lo máximo posible. 

4.    Evita la sobreinformación. En el mundo en que vivimos, nos llega la información por multitud de canales, muchas veces incluso aunque no lo queramos. En este sentido, tenemos capacidad para poder decidir hasta qué punto queremos someternos a cierta información o no. Y aquí, precisamente, la naturaleza y el entorno natural cumplen una función imprescindible, porque en un parque o en una ruta por la montaña no hay televisión o radio. Por tanto, elijamos momentos para informarnos y otros en los que no lo hagamos, expresemos nuestro deseo de no hablar de algo cuando sintamos cierta saturación al respecto, y atendamos a información más positiva en la medida de lo posible. 

5.    Céntrate en las cosas buenas que pasan. Cuando nos sucede algo malo, tendemos a centrarnos en ello en lugar de poner el foco en otros aspectos positivos o buenos. La clave no es únicamente atender a las cosas buenas e ignorar las malas, sino ajustar el tiempo, la energía y el esfuerzo que dedicamos a ambas cosas. Todos los días de nuestra vida vivimos cosas positivas y cosas negativas, y al final de la jornada somos nosotros y nosotras quiénes decidimos a qué le damos más valor. 

 

6.    Refuerza las cosas que haces bien. Incluso aunque sea una obligación (una tarea doméstica, un tema laboral…) debemos reconocer cuándo hemos hecho las cosas bien. Sin embargo, lo más habitual es criticar lo que hacemos en lugar de reforzarlo. Darse una palmadita en la espalda no es pecar de poca humildad, sino de ser capaces de reconocer las cosas que hacemos bien, algo que repercute de forma muy positiva en nuestra salud.

7.    Pide ayuda. Pedir ayuda a nivel psicológico resulta más difícil de lo que parece. No obstante, cuando no sabemos cómo enfrentarnos a un problema, es mejor pedir ayuda lo antes posible, antes de que ese conflicto se convierta en una bola de nieve a la que no podamos enfrentarnos. El servicio Cruz Roja Te Escucha, por ejemplo, ofrece asesoramiento y apoyo psicosocial de forma gratuita a todo el mundo que lo pueda necesitar. 

8.    Realiza actividades. A veces no hacemos alguna actividad porque no tenemos ganas, y ambos comportamientos al final se van retroalimentando. Para cortarlos en seco, lo mejor es pasar a la acción, puesto que muchas veces no podemos esperar a que las ganas lleguen. Aunque no tengamos ganas, hay que ir haciendo actividades, paso a paso, y forzándose un poquito. Entre las actividades que podemos hacer, las más recomendables son las que tienen que ver con nuestro entorno natural: hacer deporte al aire libre, dar un paseo, o tomar el sol son solo algunas de ellas.

9.    Realiza actividades sociales. Está demostrado que cuando hacemos esas actividades en compañía el impacto es incluso más positivo. El planeta nos ofrece muchos recursos para ello: acercarnos a un huerto urbano que haya en nuestro barrio, jugar al ajedrez en un parque, irnos de picnic con nuestras amistades… sin duda tendrá efectos beneficiosos en nuestra salud.

10.    Evita el sofabowl. Las actividades pasivas no tienen un impacto tan positivo como las activas. Es cierto que ver una serie o película también es necesario, pero procuremos que nuestros momentos de ocio no sean todos en horizontal o estando en el sofá. Intentemos agendar en nuestro día a día rutinas saludables, actividades agradables periódicas, momentos concretos para disfrutar de nuestro entorno, y una alimentación sana y sostenible, que también nos ayudará mucho a cuidar de nuestra salud mental. 
 

 



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