8 de cada 10 personas atendidas por Cruz Roja experimentan algún tipo de soledad - Creu Roja Catalunya
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- Los jóvenes son el colectivo en el que encontramos los indicadores más altos de soledad (sólo el 20% consideran que no están solos) mientras que los indicadores más altos de ausencia de soledad se dan entre las personas mayores.
- La soledad no deseada afecta especialmente a los colectivos que padecen pobreza, exclusión y marginación social y es inversamente proporcional al nivel de ingresos.
- Las nuevas tecnologías pueden contribuir a paliar las situaciones de soledad pero, sin embargo, las personas que se relacionan principalmente de forma virtual presentan unos indicadores de soledad más elevados.
- El confinamiento y las restricciones impuestas durante la pandemia provocaron un incremento del sentimiento de soledad y unos cambios en las formas de relacionarnos que, lejos de ser transitorios, tienden a convertirse en habituales.
8 de cada 10 personas atendidas y encuestadas por Cruz Roja experimentan algún tipo de soledad y, de éstas, el 22% admiten sufrir soledad grave o muy grave. Las personas que pertenecen a colectivos más vulnerables (migrantes, personas con enfermedad o discapacidad, en paro, madres monoparentales...) presentan unos indicadores de soledad superiores a la media y, en los casos en los que confluyen 2 o más factores de vulnerabilidad, la soledad aumenta exponencialmente.
Los indicadores más altos de soledad se dan entre el grupo de edad más joven del estudio (18-29 años), dentro del cual sólo un 20,25% se define como “no solo”, mientras que los indicadores más altos de ausencia de soledad se dan entre las personas mayores.
Éstas son algunas de las conclusiones del primer informe de L’Observatori sobre “Soledad no deseada” que se ha elaborado a partir de las encuestas realizadas los meses de febrero a mayo de 2022 a un total de 1.511 personas atendidas por Cruz Roja.
El informe remarca que la soledad no deseada afecta especialmente a los colectivos que sufren pobreza, exclusión y marginación social y es inversamente proporcional al nivel de ingresos. Se trata, por tanto, de una problemática que no afecta únicamente a las personas mayores, aunque la mayoría de estudios y los recursos para paliarla se han centrado en este colectivo.
El sentimiento de soledad no se da necesariamente en personas que viven solas y está relacionado con la carencia de relaciones o de vinculación con la comunidad. En este sentido, más de la mitad de personas encuestadas consideran que vivir solo/a no es bueno o que tiene más inconvenientes que ventajas, mientras que el 44,5% hacen una valoración positiva.
La visión de vivir solo es más desfavorable entre los hombres y esa diferencia se hace más acusada con la edad. Así, 1 de cada 3 personas menores de 65 años quiere vivir sola cuando llegue a la vejez y entre las mujeres ésta es la opción mayoritaria.
El informe también destaca que el 75% de las personas no disponen de ningún tipo de apoyo profesional ni tecnológico para su cuidado o el de su familia, pero este porcentaje varía en función de la edad: a partir de los 80 años, más de la mitad reciben algún tipo de servicio. De hecho, las personas mayores son también las que pueden contar con red más cercana frente a una necesidad puntual de apoyo o de acompañamiento.
El papel de las nuevas tecnologías
Las nuevas tecnologías pueden contribuir a paliar las situaciones de soledad y ampliar las posibilidades de interactuar con los demás. En esta línea, 7 de cada 10 personas encuestadas utilizan a diario aplicaciones y herramientas como Whatsapp, redes sociales y videollamadas para relacionarse con otras personas. El uso varía en función de la edad y son los grupos de edad más joven quienes las utilizan mucho o bastante.
De hecho, según el informe, 3 de cada 10 personas consideran que las nuevas tecnologías pueden ayudar a mejorar la calidad de vida y este porcentaje sube hasta cerca del 50% entre aquellas que tienen acceso a internet. Las personas que las utilizan mucho o bastante presentan indicadores de soledad más bajos que los que las utilizan poco o sólo ocasionalmente.
Sin embargo, las personas que se relacionan principalmente de forma virtual presentan unos indicadores de soledad más elevados. El hecho de que las redes sociales y la tecnología no puedan sustituir a las emociones y sensaciones provocadas por el contacto físico con otras personas podrían justificar esta situación.
El impacto de la pandemia
El informe también pone de relieve que el confinamiento y las restricciones impuestas durante la pandemia provocaron un incremento del sentimiento de soledad y unos cambios en las formas de relacionarnos que, lejos de ser transitorios, tienden a convertirse en habituales.
Así, 1 de cada 4 personas ha visto incrementado el sentimiento de soledad durante la pandemia, un aumento más acusado entre las mujeres de los colectivos más jóvenes y entre los hombres que viven solos.
Además, un 64% de las personas encuestadas han experimentado cambios en sus relaciones personales que todavía se mantienen actualmente, como reducción del núcleo de personas con las que se tiene relación o disminución de la presencialidad. Todos estos cambios han afectado sobre todo al grupo de edad más joven.