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Vivir entre rejas la labor de cruz roja en prisiones

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VIVIR ENTRE REJAS: LA LABOR DE CRUZ ROJA EN PRISIONES

Vivir entre rejas: la labor de Cruz Roja en prisiones
Cruz Roja trabaja en prisiones en diferentes proyectos para fomentar el desarrollo personal de personas privadas de libertad. Nos acercamos hasta Asturias y Galicia para comprobarlo.

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parte 1 cr prisiones

Se define una prisión, según la RAE, como “cárcel o sitio donde se encierra y asegura a los presos”. Pero, en realidad, una prisión entraña mucho más que esta definición. No en vano, las personas reclusas sufren un aislamiento social que puede derivar en un deterioro de sus condiciones de vida. La estancia en prisión, además, puede ocasionar una serie de procesos de desestructuración y distorsión tanto en las personas presas como en las familias de estas. 

Cruz Roja, a lo largo y ancho de España, trabaja en distintos proyectos que buscan llevar luz a un lugar generalmente oscuro. Y lo hace desmontando estereotipos, con la inclusión social y la reinserción como bandera, y unas personas voluntarias y técnicas que lo dan todo para ayudar a quien más lo necesita.

Esta presencia de Cruz Roja en las prisiones no es algo nuevo, sino que se fundamenta en los propios Convenios de Ginebra (tratados internacionales que contienen las principales normas destinadas a limitar la barbarie de la guerra). Mediante estos tratados,  la comunidad internacional ha dado al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) el cometido de visitar las prisiones y velar por que las personas privadas de libertad reciban un trato digno y trabajar con las autoridades para prevenir los abusos y mejorar las condiciones de detención.
 

parte 2 cr prisiones

Una bocanada de aire fresco 

Bárbara Noval está a punto de cumplir 29 años y lleva desde 2020 al frente del proyecto de Animación Juvenil y Prevención Comunitaria en Centros Penitenciarios de Cruz Roja Juventud en Asturias. Pero no le hace falta más tiempo para ser consciente de lo que supone liderar esta iniciativa que se materializa en talleres socioeducativos y visitas a la cárcel dos días a la semana.

“Es muy reconfortante ver que lo que haces sirve para algo. Pensar que estás contribuyendo a que las personas privadas de libertad no vuelvan a ingresar ni a reincidir”, expone, aunque no se olvida del camino bidireccional que lleva implícita esta iniciativa, ya que “las actividades son colaborativas con una metodología muy dinámica y participativa donde ellos son los protagonistas”. “Ellos” en masculino y plural, sí, porque en esta ocasión todos los presos que forman parte del proyecto son varones. 

Asturias es el único sitio de toda España donde se lleva a cabo este proyecto en cárceles por parte de Cruz Roja Juventud. Y tiene sus particularidades. Las personas privadas de libertad, para empezar, se encuentran en edades comprendidas entre los 18 y 30 años; las personas voluntarias, también. “Es cierto que en CRJ hay voluntariado más joven, pero este proyecto es para mayores de 18”, puntualiza Noval. También, por la sensibilidad de la temática y el colectivo, hay que realizar una formación específica. 

Como curiosidad, el perfil del voluntariado suele proceder de ramas sociales o sanitarias como Psicología, Pedagogía, Magisterio... “Les llama la atención desde lo profesional o lo personal. Es una forma, además, de acceder a un mundo poco conocido”. Estar en contacto con las personas privadas de libertad, sin embargo, engancha: “Te sueles esperar algo diferente, pero resulta tan gratificante… Reconforta”.

 

El estereotipo de preso, ese que quizá han ido alimentando las series de televisión o los medios de comunicación, tampoco tiene mucho que ver con la realidad.  “Los internos con los que desarrollamos el proyecto son chicos jóvenes como nosotros, que cometieron un delito; y por ello es importante no perder de vista el contexto donde estamos, de ahí la continua formación de equipo de voluntariado, ya que desde el miedo inicial a lo que no conoces y/o te imaginas puedes pasar fácilmente a ‘normalizar’ situaciones que no lo son. Algunos no tenían un entorno óptimo, y han vivido con la violencia toda su vida; con esa violencia que a veces se hereda y otras veces carencias, malas decisiones, que les han llevado a su situación actual”, incide Bárbara Noval.  

Desde Cruz Roja Juventud se trabajan las habilidades comunicativas y el ocio y tiempo libre, y se brindan herramientas que buscan impedir (dentro de lo posible) la reincidencia. Los talleres de resolución de conflictos y de autoestima, actividades culturales y de fomento de habilidades sociales, así como de promoción de la salud componen una buena parte de las actividades que pone en marcha la Organización. En realidad, precisa la responsable del proyecto en Cruz Roja Juventud en Asturias, no se diferencia mucho de la labor que se realiza en institutos, salvo que se lleva a este nuevo ámbito en el que hay limitaciones distintas, las propias de una prisión. 

A ello se suma el agradecimiento de las personas usuarias: “Si fuera por ellos, iríamos todos los días, de lunes a domingo”. Una bocanada de aire fresco es capaz de colarse dentro del centro penitenciario.

“Si fuera por ellos, iríamos todos los días, de lunes a domingo”.

parte 3 cr prisiones

Un reflejo de la sociedad 

Si hay alguien que sabe de cárceles esa es Marta García, responsable de los proyectos de Inclusión Social y Salud de Cruz Roja en el Centro Penitenciario de Asturias. Lleva 22 años trabajando con personas presas y por eso no duda en hacer una analogía: “La cárcel es un reflejo de la sociedad”. Con un matiz posterior: “La prisión no deja de ser un reflejo de nuestros fracasos como sociedad”.

Pero eso no impide, eso sí, que haya luz al final del túnel. “Recuerdo el caso de un preso que, después de todo el proceso de reinserción, decidió hacerse voluntario de Cruz Roja. Tenía necesidad de devolver lo que se hizo por él. Y lleva ya un montón de tiempo. Es un ejemplo de reinserción”, expone Marta. 

García lidera los proyectos de Cruz Roja en Asturias en materia de prisiones, donde se realizan distintos talleres y actividades en los módulos de aislamiento (primer grado o régimen cerrado) y en el de enfermería (segundo grado). El módulo de aislamiento, dentro del grado uno, se percibe como “la prisión dentro de la prisión”, y supone el ámbito más duro y estricto dentro de las cárceles. “Los internos están muy limitados porque las celdas no permiten el contacto de unos y otros y en las pocas horas de patio solo pueden estar un máximo de seis, siempre y cuando no existan incompatibilidades”, señala.  

“Recuerdo el caso de un preso que, después de todo el proceso de reinserción, decidió hacerse voluntario de Cruz Roja"

En ese módulo, Cruz Roja también realiza talleres de multiculturalidad y salidas al campo de futbol con reclusos. Por el tipo delictivo, cumplen íntegramente la condena en régimen cerrado, sin contacto con el resto de reclusos. 

En el módulo de enfermería (segundo grado) Cruz Roja trabaja estrechamente con las personas que tienen patología dual. De hecho, menciona Marta García, el espacio de enfermería  se asemeja al de un centro de salud. A diferencia del resto de celdas de los otros módulos de segundo grado, en enfermería las habitaciones se parecen más a las de los hospitales, con 4 o 5 camas, más la del interno de apoyo, que tiene como destino velar por el bienestar del resto de compañeros de habitación, internos de apoyo con los que Cruz Roja también realiza actividades de formación y ventilación emocional. 

En el módulo de enfermería residen personas con enfermedades crónicas, oncológicas; personas con demencia o adicciones. También se integran aquí el colectivo de personas mayores, personas que están en PPS (Protocolo de Prevención de Suicidios) y que forman parte del PAIEM (Protocolo de Aplicación del Programa Marco de Atención Integral a Enfermos Mentales en Centros Penitenciarios). Con estos grupos se realizan talleres desde Cruz Roja, adaptándose cada taller a las especificidades de cada perfil.  

 

Con todo, los proyectos que encabeza Cruz Roja versan sobre temas parecidos, aunque tienen objetivos ligeramente distintos. En el caso del módulo de aislamiento (primer grado), “el objetivo es que no se cronifiquen dentro de un marco tan restrictivo y que puedan en el menor tiempo posible pasar a un régimen de vida ordinario (módulos de segundo grado), lo que vendría a ser el ‘preso común’, y sepan y puedan convivir con el resto de compañeros”. Los talleres de pintura mural, que sirven para reforzar aspectos como el trabajo en equipo y la necesidad de compartir y cuidar el material, funcionan muy bien. “Todo lo relacionado con lo sensorial mejora el deterioro a nivel cognitivo”, cuenta la responsable de prisiones de Cruz Roja en Asturias.  

A esto se suman, entre otros, el taller de gestión de emociones, la terapia asistida con animales (TACA), el taller de gafas de realidad virtual, el de primeros auxilios, o deportes. “También hay una actividad de multiculturalidad, especialmente significativa, que supone acercarse al objetivo de abrir las posibilidades a la diversidad, al respeto, así como trabajar alternativas al odio y a lo diferente entre internos”, narra.  

El mayor reto es afrontar estas actividades con tantos valores implícitos de forma sutil. “Después de tantos años, [los internos] son “verdaderos” médicos, psicólogos, abogados… se saben todo, pero llevarlo a la práctica les resulta complicado”, señala Marta García. Por eso la narrativa es importante: “En el taller de gestión de emociones crean una historia que van contando y elaborando”. Sirve, además, para poner en común y comprobar que el estrés o la ansiedad no es algo individual, sino colectivo: algo a compartir y trabajar con el resto. 

“Tenemos que aprender constantemente que nadie está libre de meter la pata en la vida"

También se hacen monográficos centrados en distintas cuestiones relacionadas con la salud que se van repitiendo a lo largo del año (como la interpretación de analíticas). Destacable es el taller de TACA (Terapia Asistida con Animales), donde internos reacios totalmente a relacionarse con el resto de compañeros y/o personal laboral, consiguen empatizar, relajar, cuidar a un perrito que acaba siendo el “verdadero psicólogo” del recluso y de ahí generalizar y mejorar la relación con las demás personas con las que convive en la prisión. 

Se suma a las palabras de Bárbara Noval para evidenciar que otro de los objetivos es que las personas privadas de libertad no se sientan tan alejadas de la sociedad. “El voluntario puede venir con miedos, estereotipos, pero nuestra labor es intervenir con las personas sin etiquetas y trabajar con ellos para mejorar sus habilidades, rompiendo con nuestros propios estereotipos, miedos, ... ofertar a los reclusos la posibilidad de trabajar y creer en la integración y reinserción futura”. “Si el voluntario apuesta por trabajar en mi recuperación, es un motivo para que yo trabaje en ello también”. “El voluntariado es una forma de permitir ese acercamiento con la sociedad a la que volverán tras la puesta en libertad y ha de realizarse también una reconciliación entre ambos”, recuerda.

La ventilación emocional, en ese sentido, es muy importante: “Hacemos una reunión cuando llegamos por la mañana, y otra cuando salimos de los módulos”. 

El aprendizaje, tras estos 22 años, está claro: “Humildad, empatía y aprendizaje continuo”. “Tenemos que aprender constantemente que nadie está libre de meter la pata en la vida. Es muy fácil cuestionar y juzgar, pero nadie está en un pedestal. Nunca sabes cuándo te puedes encontrar en esa situación”, menciona. 

 

parte 4 cr prisiones

Hábitos saludables (también) en prisión 


El ejercicio físico como parte de unos hábitos saludables. Eso es lo que practican, entre otras actividades, en el centro penitenciario de Teixeiro (A Coruña), donde Cruz Roja trabaja con personas que han cometido delitos relacionados con el tráfico de drogas, la violencia de género, o robos. La capoeira es una de las últimas que se han sumado al plantel, y que seguramente continúe en septiembre gracias a la buena acogida de las personas usuarias de la prisión.

“Les preguntamos si querían hacer un taller de capoeira a final de curso y nos dijeron que sí. La sesión les pareció tan estupenda que la idea es hacer sesiones regulares una vez a la semana a partir de septiembre”, cuenta Anabel Vidal, directora provincial del Área de Salud de Cruz Roja en A Coruña. En esa despedida del primer semestre, además, se otorgaron diplomas personalizados por parte de la Organización a las personas reclusas y estas, a su vez, también quisieron reconocer la labor de Cruz Roja.



“Nos regalaron una pieza tallada en madera, realizada por ellos. ‘Cruz Roja, gracias por la paciencia, por la sabiduría, por los consejos, por las herramientas. Por apostar por nosotros. Por ayudarnos a encontrar el camino y escogernos”, explica Vidal. También recibieron una figura de papiroflexia, y una pulsera de hilo para cada persona (la psicóloga y las 6 personas voluntarias).

Además, Cruz Roja también trabaja la educación para la salud, tanto emocional y psicológica como física, en prisiones. “Lo relacionado con el sueño, los hábitos saludables, el autocuidado…”, expresa Vidal. El objetivo es que no se queden en meras sesiones informativas y atraviesen las barreras de la cárcel. “Queremos que tengan un compromiso con su propia salud, que sean conscientes de su autocuidado”, menciona. No en vano, a veces están alejados de la realidad, y consecuentemente de la actualidad: “Viven en un micromundo en el que tienen poco contacto con el exterior”.

“Queremos que tengan un compromiso con su propia salud, que sean conscientes de su autocuidado”

Junto a las emociones y una adecuada gestión de las mismas resulta imprescindible. “Las primeras sesiones están más cohibidos, pero luego van hablando. Muchos dicen que necesitan ‘paz y perdón’, que necesitan que les perdonen. Hablamos sobre cómo solucionar problemas o conflictos, y dónde les ha llevado el solucionarlos de determinada forma”, dice.

Los talleres también se adaptan. “Somos flexibles”, puntualiza Anabel Vidal. Para prueba de ello, una sencilla petición sobre el mundo de las drogas. “Nos pidieron que habláramos de ellas, de sus efectos y de los problemas asociados a su consumo”, agrega. Muchos no sabían lo que les podría acabar provocando a largo plazo, y también desconocían las principales enfermedades asociadas, más allá del VIH.

La ayuda que presta Cruz Roja también supone un revulsivo para muchas personas que, al cabo del tiempo, salen de la cárcel con muchos frentes abiertos. “Recuerdo una chica, con su carrera, su trabajo en la oficina, que desvió fondos y acabó en prisión. Tenía una niña pequeña a su cargo, y le ayudamos a gestionar toda esa culpa de estar separada de ella. Al principio, le decía que su mamá estaba trabajando fuera, pero después agradeció mucho las conversaciones con la psicóloga cuando quiso contarle que, en realidad, estaba en prisión”, añade.

El perdón es habitual entre las personas que viven en la cárcel. “Otro preso no tenía contacto con su hija mayor, y no sabía muy bien cómo afrontar esta situación. Después de tantos años, quería pedirle perdón. Hay muchas personas que intentan reconciliarse con sus seres queridos. Quedarse en paz”, concluye.

 

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Una labor que no entiende de fronteras 

Cruz Roja en Soria facilita que algunos internos de la cárcel puedan salir de la prisión por unas horas y olvidarse, así, de una condena que les impide, en muchas ocasiones, disfrutar del verano. Recoger setas para luego cocinarlas es una de las últimas actividades que han realizado. Una oportunidad para reconectar con espacios seguros y saludables. Respirar aire puro. Recordar que, más allá de los barrotes, sigue habiendo esperanza, perdón y vida.

Tú también puedes colaborar con nuestra labor ayudando a las personas reclusas a mejorar sus vidas en los centros penitenciarios.  ¿Te animas? ¡Haz voluntariado!

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