“Pues yo no sé dibujar”. Es una de las respuestas más frecuentes cuando en Cruz Roja se propone hacer algún taller artístico a distintos colectivos que forman parte de diversos programas. El arte, frente a lo que se pueda pensar desde fuera, no va únicamente sobre dibujar o pintar, ni siquiera sobre dibujar o pintar bien. Estas actividades persiguen otros fines muy enriquecedores, y sus efectos positivos están más que comprobados. 

El arte es una gran oportunidad para trabajar de manera transversal aspectos, por ejemplo, relativos a la enfermedad mental. Así es como se hace en Cruz Roja en Valencia, donde la arteterapia es una de las actividades fundamentales del Programa de Atención Integral a Personas con Enfermedad Mental (desarrollado con financiación del IRPF convocada por la Vicepresidencia y Conselleria de Servicios Sociales, Igualdad y Vivienda de la Generalitat Valenciana). “El arte les ayuda a comprender qué les pasa. Incluso sin hablar propiamente de las cosas, permite hacer un abordaje del tema”, explica Eva Lleó, psicóloga sanitaria y responsable de programas de enfermedad mental en Cruz Roja en Valencia. Virgina Pérez, arteterapeuta en el CREAP, que presta sus servicios a través de Grupo 5 Acción y Gestión Social S.A.U y que colabora con Cruz Roja a través de la empresa Ambits Socials, capitanea algunas de estas sesiones. Explica que la arteterapia ha sido una forma de intervención psicoterapéutica en el tratamiento de enfermedades psiquiátricas “durante más de medio siglo”. Su efectividad, además, se ha probado desde hospitales psiquiátricos hasta servicios de salud mental en áreas rurales y, como modalidad terapéutica, ha ganado reconocimiento como complemento significativo a la farmacoterapia.  

El arteterapia y otras terapias creativas presentan, de esta forma, una alternativa “menos intensiva y amenazante a las intervenciones psicoterapéuticas tradicionales” ; algo que resulta especialmente beneficioso en trastornos como la esquizofrenia, “donde la construcción y la afirmación de la identidad personal suelen ser desafiantes”, indica Virginia, que respalda todos sus argumentos citando estudios y referentes en la materia. El proyecto realizado este 2024 en Cruz Roja en Valencia ha girado en torno al autorretrato, y en él se ha abordado el concepto de identidad como algo “potencialmente variable”. “Abordar a través de lo creativo la identidad permite trabajar y fomentar el autoconcepto, la autoestima y, por tanto, el autoestigma”, expone Virginia. “Algo característico de la enfermedad mental es no identificar dicho problema, y a través del arte salen a la luz muchas cosas”, agrega, por otro lado, Eva Lleó. 

"A través del arte salen a la luz muchas cosas"

No hay una manera correcta y otra incorrecta de hacerlo: “Simplemente expresamos las cosas que nos pasan a través del arte”, recalca Eva. Así es cómo se rompen las barreras y las personas usuarias de Cruz Roja son capaces de enfrentarse a sus circunstancias de forma diferente. Estas actividades se hacen con carácter anual, y tienen lugar durante un trimestre al año.  

Arcilla, arte y sueños por cumplir 

Un taller de alfarería, además de permitir crear una pieza de cero con nuestras propias manos, también es un espacio donde combatir la soledad no deseada. En Cruz Roja en Jaén se llevó a cabo esta actividad de la mano de la asociación Modelando entre Olivos y bajo el marco del proyecto CRECE, financiado con fondos de Next Generation de la Unión Europea a través del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, y tuvo una gran participación de los colectivos implicados, tanto mujeres y jóvenes como mayores de 65 años. 

El bloque de arcilla fue el punto de partida. “La actividad estaba muy enfocada a nivel manual, de sensaciones, tocar texturas, trabajar en el torno…”, declara Elena Cánovas, técnica del proyecto CRECE en Cruz Roja en Jaén. La modelación y decoración de la pieza se completó, además, con una parte dedicada a la historia de la alfarería y su recorrido en la ciudad.  

"A todo el mundo le encantó"

Las personas usuarias tuvieron la oportunidad de llevarse a casa lo que habían creado: un cuenco, una bandeja, un jarrón, una maceta, una cajita… “La verdad es que a todo el mundo le encantó”, revela Elena, “en especial a las mujeres, que contaban que de pequeñas o jóvenes pintaban, pero que luego, por circunstancias de la vida, no habían logrado volver a coger un pincel o sacar un hueco para ellas”. Otras no se atrevían a pintar, expresaban que lo harían “mal” o, debido a afecciones como el síndrome del túnel carpiano, pensaban que no tendrían fuerza para desarrollar la actividad. Pero nada más lejos de la realidad. 

“Que a pesar de esos prejuicios o de su condición física pudieran sacar una pieza adelante fue muy motivador y satisfactorio”, indica Elena. También las palabras de aliento que surgieron a lo largo del taller. “Muchas mujeres se conocen de haberse juntado otras veces, pero otras no, y en este tipo de actividades comparten mucho”, menciona Elena, que remarca que, a pesar de ser una actividad grupal, también tenía un punto muy individual. “Se decían las unas a las otras ‘qué bonito’, ‘tú tienes que dedicarte a esto que te sale muy bien’... había mucho refuerzo positivo”, alega.  

Las anécdotas, como era de esperar, no faltaron, y una en concreto se quedó grabada en la cabeza de Elena: “Una señora hizo un plato de barro en el que ponía ‘Miguel, déjame vender el campo’. Le preguntamos si era su hijo, que no se lo dejaba vender, y nos contestó que era su marido, que ya había fallecido y estaba enterrado bajo el olivo. Ella quería vender, pero decía que él no le dejaba, así que iba a colocar el platito de barro ahí, a ver si tenía suerte”, cuenta y remata: “Pues después vendió la casa. Le decíamos, en broma, que tenía que hacer algo de médium con alfarería. Además, he de decir que el plato era muy chulo, con una ramita de olivo dibujada”. 

Migración y desarrollo personal de jóvenes migrantes a través del arte 

En la Comunidad de Madrid, el proyecto CRECE, y TransmigrArts, iniciativa financiada por la Unión Europea y gestionada por la Escuela TAI, han unido fuerzas para llevar a cabo un taller de cinco sesiones centrado en paliar la soledad no deseada a través del arte. Para ello, se  han proporcionado herramientas creativas y de empoderamiento personal en una metodología que también ha incluido técnicas de teatro, música y artes visuales y que ha permitido explorar diversas formas de expresión artística.  “El arte puede transformar a las personas” reivindica Monique Martínez, una de las responsables de TransmigrArts. Estos talleres artísticos con personas migrantes, así, les ayudan a mitigar la fragilidad que pueden encontrar al dejar su país atrás y enfrentarse a una nueva realidad: “Cualquier persona que emigra tiene añoranza de su país, de su familia, de su pasado… y es muy importante que tenga un espacio para que esto salga en el escenario de su vida ya estabilizada en otro país”, simboliza Monique. 

Los y las participantes han aprendido cuestiones relacionadas con la paciencia y la comunicación y también han podido romper mano, por ejemplo, con la cámara de fotos. “Yo no sabía hacer fotos, y ahora sí”, concluye una de las jóvenes con emoción.