“He vivido muchos campamentos y el último día, se genera una emoción inexplicable, porque toca despedirse. Decir adiós a muchas personas que durante varios días han sido amigos/as, compañeros/as, cómplices, máximo apoyo, familia…. es un momento de muchos abrazos y alguna que otra lágrima”. En estos términos se expresa Cristina Bravo, referente técnica estatal del área de ocio educativo de Cruz Roja Juventud. El verano ya ha arrancado y, con él, los habituales campamentos y colonias que pone en marcha la Organización para ofrecer opciones de ocio saludable a niños, niñas y adolescentes. Una experiencia que, en la mayoría de los casos, se convierte en inolvidable. 

Los campamentos pueden implicar pernoctar (esto es, dormir en el propio sitio donde se realiza el campamento) o no; mientras que las colonias (también llamadas campamentos urbanos) normalmente no van acompañadas de la pernocta, y se suelen desarrollar durante unas horas a la semana. Cada territorio, indica Bravo, ofrece uno u otro formato en función de las necesidades que detecta. Lo que es común a todos es el vínculo que se forma y, por tanto, la emoción que se desborda cuando llega a su fin. Después de todo, “se forma una pequeña familia”, explica Cristina Bravo. 

Este año, ciudades como Murcia, Madrid, Huesca, Vitoria-Gasteiz, Bilbao, Zaragoza, Valladolid, Soria, Segovia, Palencia, Burgos, León, Zamora, San Sebastián, Pontevedra, Ourense o A Coruña, entre otras, tienen en marcha campamentos y colonias. Por norma general, se dirigen especialmente a niños, niñas y adolescentes que ya tengan una relación previa con Cruz Roja Juventud o formen parte de sus programas, y en la mayoría de los casos son de carácter gratuito, de manera que cualquier peque pueda acceder al ocio este verano, sean cuales sean sus circunstancias.  

“Hacemos mucho hincapié en esto: ocio por el ocio, para todos y para todas”, dice Cristina Bravo. Eso no quita que haya una parte educativa o de valores que sea transversal a todas las actividades o acciones, pero el objetivo principal, asevera, es el “ocio”. Y es que divertirse debería ser algo al alcance de todo el mundo.

Desde tirolina hasta deporte rural vasco 

Las actividades que se realizan en los campamentos o colonias de Cruz Roja Juventud son muy diferentes y se adaptan según las edades y circunstancias de las personas participantes, esto es, niños, niñas y adolescentes de entre los 3 y 17 años. En el caso de la pernocta (dormir fuera), por ejemplo, suele conllevar desplazarse a algún entorno natural. “Es la idea: ir a un espacio más natural, donde hay otro tipo de recursos, tipo espacios de multiaventuras, por ejemplo”, dice Cristina Bravo, que reconoce que ahora, como hay cada vez más opciones en todas partes, es más factible “ir a un sitio de tirolinas en mitad de Cercedilla y luego volver a casa sin dormir fuera”. 

En cualquier caso, cada experiencia aporta algo distinto. “La pernocta fomenta el sentimiento más de grupo: se forjan más lazos porque convives. En las colonias también se comparten valores y otros aspectos, pero al final dormir juntos, lavarse los dientes, cenar, despertarse… es diferente”, expone Bravo. Depende del objetivo de las acciones y el contexto y necesidades de cada lugar. 

En Euskadi, por ejemplo, este año se han desarrollado fundamentalmente colonias. En Bilbao se han organizado dos, y en Basauri, otra. Han sido del día 4 al 8, y del día 11 al 15 de julio, de 9 de la mañana a 16:30 de la tarde. En Getxo, por otro lado, se celebró la colonia la última semana de junio; en este caso, enlazada con el proyecto DigiCraft.  

"La pernocta fomenta el sentimiento más de grupo: se forjan más lazos porque convives"

Hanneke Heuseveldt, coordinadora de Cruz Roja Juventud en Vizcaya, explica lo interesante que es generar estos espacios, “para relacionarse con sus compis”, por un lado; y para, a través del ocio, “fomentar la cultura y el deporte”. “Han tenido actividades de deporte autóctono, como subirse al funicular, un transporte emblemático de Bilbao, y acceder al monte Archanda”, señala. Con ello, el objetivo era también hacer (“o mejor dicho, imitar”) deporte rural vasco. También se han llevado a cabo actividades interculturales.  

“La verdad es que acaban encantados/as, quieren venir todos los días. Crean nuevas amistades, lazos con el voluntariado…”, dice. Y tanto que es así. “Uno de los chiquis del grupo de mayores, de 15 años, ha mostrado muchas habilidades de monitor. A lo mejor se anima a formar parte del voluntariado para el próximo curso. Nos encantaría que venga como voluntario en vez de participante”, alega. 

Las Escuelas de Ocio y Tiempo Libre, precisamente, son espacios de formación enfocados a participar en este tipo de proyectos. Aunque cada comunidad autónoma se rige por unos parámetros a la hora de organizar campamentos y colonias, sobre todo en lo referente a la logística, cualquier persona que quiera participar en el proyecto de Ocio y Tiempo Libre puede aproximarse a su oficina de Cruz Roja Juventud más cercana para informarse. 

Niños, niñas y adolescentes: pura emoción 

Ani, de 15 años, y Judith, de 20, son voluntarias en los campamentos urbanos que se están llevando a cabo en Toledo. “Quería hacer algo para pasar tiempo en verano, y también para ayudar a las demás personas. El primer día me enamoré ya de los niños y niñas”, explica Ani, que con el inicio de la colonia en Talavera de la Reina ha arrancado también su colaboración con Cruz Roja Juventud. Judith lleva todo el año escolar con peques, y ahora en verano, también está echando una mano. “Me encantan: los ves crecer, te cuentan mil cosas, te abrazan… y además, muchas veces tienen en sus casas algunas situaciones…”, suspira. 

Entre las actividades que están haciendo hay espacio para los juegos de mesa, ir a la bolera, o hacer piragüismo o manualidades. Por ejemplo, ya han confeccionado una carpetita para llevar recetas de cocina y un atrapasueños. Eso sí: la edad influye. Por eso mismo, hay tres grupos divididos por edades; los más pequeños van a principio de semana, y las adolescentes los viernes. Es algo que también corrobora Cristina Bravo: “Siempre hay subgrupos divididos por edades”, indica. Lógico que sea así. 

En apenas dos semanas de colonias, Ani y Judith atesoran tantas anécdotas que les cuesta elegir. “Un niño se cayó haciendo piragüismo. Ahora, cada vez que hacemos algo parecido, no se separa de mí: está todo el rato abrazado”, explica la primera. Para la segunda tampoco es sencillo escoger: “Te cuentan tantas cosas…”. Espontaneidad, desde luego, no les falta. “Una niña me dijo un día: ‘Eres la mujer de mi vida’”, añade Ani. 

Hábitos, también en  verano 

El ocio saludable que proporciona Cruz Roja Juventud no solo está dirigido a pasar el tiempo de la mejor forma posible en verano. Cuando acaba el colegio, muchas familias, y especialmente las que se encuentran en una situación de vulnerabilidad o dificultad social, se enfrentan a la difícil tesitura de qué hacer con los niños, niñas o adolescentes. Ahí precisamente entra la Organización, durante todo el año, y también en los meses estivales. 

“Estas familias a veces tienen dos o más trabajos, les es difícil compatibilizar… ¿y ahora en verano qué hacen? Porque el ocio también hay que enseñarlo y potenciarlo. Eso es lo que hacemos desde aquí. Enseñamos matemáticas, pero también damos espacios de ocio saludables”, indica Cristina Bravo. 

"El ocio también hay que enseñarlo y potenciarlo"

La finalidad que se persigue es crear hábitos que perduren en el tiempo. “Por ejemplo, si cualquiera de nosotros se queda todo el verano en casa sin que le propongan nada, pues tira del móvil, y puede haber mayor enganche”, dice. “Pero si generamos esos espacios de socialización, donde hacen amistades, y después se juntan entre ellos/as  en la plaza del pueblo… hacemos que no se quede en algo puntual, sino que estas actitudes y acciones las incorporen de forma autónoma a su día a día”, agrega.  

La felicidad de los niños, niñas y adolescentes es la mejor prueba de ello. “Al principio, las familias están muy de: ‘Cuidamelos, eh’. Pero cuando ven lo bien que se lo han pasado, cómo vuelven a casa, nos lo dicen: ‘Gracias por hacerlos felices’. Y eso no tiene recompensa”, concluye Bravo.