Tutu, para romper moldes no hay edad - Ahora
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- En su DNI figura como Francisca Zarzosa, pero todo el mundo la conoce como Tutu. Esta vecina de Donostia reside en el Centro Sociosanitario de Cruz Roja en San Sebastián y allí deja volar su imaginación para transformarla en una paleta de colores infinita. Hace tan solo unas semanas inauguró su primera exposición de pintura, nunca lo había hecho. Ahora, las paredes del centro están llenas de vida gracias a sus obras, a través de las cuales comparte lo que para ella es su “clímax espiritual”.
Enfermera de profesión, desde muy pequeña mostró un gran interés por el arte. Tutu es una mujer hecha a sí misma que todavía recuerda el bombardeo de Gernika, el que les hizo a ella y a toda su familia exiliarse a Venezuela para empezar de cero. Allí, gracias al apoyo de su marido comenzó a formarse en su pasión, en la pintura, primero como alumna y después como profesora donde llegó a tener cincuenta estudiantes en sus clases. “Yo siempre he sentido atracción por la pintura y por las artes en general. Yo soñaba con cuadros, era mi sueño y aprendí todo lo que sé de manera autodidacta. Mi marido era el que más me apoyaba, y eso me hizo superarme. Empecé a leer libros de pintura, y al llegar a Venezuela me fui a buscar a los mejores maestros que pudieran instruirme y encontré un montón”, explica Tutu.
Para romper moldes no hay edades y Tutu lo demuestra en cada cuadro. Obras que no solo sorprenden por su calidad y la precisión del trazo, sino que suponen una lección de vida. “Me gusta ver mi obra, para mí, los cuadros son como mis hijos y me pone contenta sentir que a la gente le gustan. Cuando uno llega a esta edad, ver ese cariño es lo que nos da la vida”, afirma Francisca.
"Fue maravilloso, lo que se desprende en este sitio es muy hermoso, hay gente muy delicada. Brillan las ganas que tienen de ayudarnos"
Las paredes del centro sociosanitario de Cruz Roja en Donostia, donde reside, dan fe de ello. Hay bodegones, composiciones florales, muchas escenas de mar… son variadas las temáticas de la artista, quien asegura que su vitalidad es tal, que es capaz de acabar una obra en un solo día. Un ejemplo de superación y energía que dice querer seguir viviendo, porque todavía tiene muchas cosas que hacer.
Una vida marcada por el óleo, los pinceles y los bastidores, en la que tuvieron cabida muchos profesores de pintura que le permitieron aprender todo lo que sabe ahora. “Recuerdo a Aranaz, a Luis Alfredo López Méndez, este era un genio de la pintura. Un día le confesé que cada vez que acababa un cuadro me quedaba triste, porque sentía que no había hecho nada de valor. Él me dijo: «Paquita, yo llevo treinta años pintando y todavía estoy esperando a hacer mi mejor cuadro». Eso me dio esperanza”.
"Cuando uno llega a esta edad, ver ese cariño es lo que nos da la vida”
Recuerda feliz su trayectoria como profesora donde llegó a tener más de cincuenta alumnos y alumnas en el aula. “Yo les decía a mis alumnos: poned una tela de color azul, amarilla, o roja en la pared blanca y contad hasta veinte. De repente quitad el paño y veréis cuál es el color complementario del que habéis puesto. El complementario tiene un papel fundamental en la pintura, ese es un buen ejercicio para aprenderlo”. La artista nonagenaria querida por todos los compañeros y compañeras, todavía se emociona al recordar el día de la inauguración de su exposición en el centro sociosanitario de Cruz Roja en Donostia. Una jornada que vivió como “si estuviera en una nube”, y a la que no dudaron en asistir toda su familia, su nieta y bisnietos, sus amigos y hasta el coro de Santa Águeda junto con el alcalde de Donostia, Eneko Goia. “Fue un día apoteósico, jamás pensé que iba a exponer mi obra propia. Fue maravilloso, lo que se desprende en este sitio es muy hermoso, hay gente muy delicada. Brillan las ganas que tienen de ayudarnos”, confiesa impresionada.
Tutu ama la pintura como ama a las personas voluntarias que le acompañan en el día a día. Se muestra totalmente agradecida por las facilidades que le han dado para seguir cultivando su faceta más artística y asegura que en el centro sociosanitario de Cruz Roja se siente plena. “Contentísima, estoy feliz de estar aquí. La Cruz Roja es el amor de mi vida, el cariño que nos dan es impagable”, concluye Francisca, mientras prepara ya su próxima obra.
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