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Rodrigo Carrillo: “La libertad que te da el campo es una motivación muy fuerte"
LA MIRADA DE
Rodrigo Carrillo
“La libertad que te da el campo es una motivación muy fuerte”
Rodrigo Carrillo
31/10/2023
ESCRITO POR:
ENTREVISTA POR:
Silvia Llorente

Humanidad

31/10/2023
ESCRITO POR:
ENTREVISTA POR:
Silvia Llorente

Humanidad

Rodrigo Carrillo, 'Tractorista de Castilla' y emprendedor rural

Rodrigo Carrillo, también conocido como ‘Tractorista de Castilla’, es un joven agricultor que tras sus estudios de Sociología decidió volver al lugar que le hacía feliz: el campo. En el último año sus cuentas de Twitter e Instagram no han dejado de crecer a causa de las publicaciones de su día a día como tractorista en Villar de Cañas y Villares del Saz (Cuenca). Los diferentes colores, la paz que desprenden sus imágenes y su amor por el campo traspasan las pantallas. Una visión personal y sincera de la verdadera realidad del campo, con sus más y sus menos.  

¿En qué momento, y bajo qué circunstancias, decides irte a vivir al pueblo y empezar a trabajar en el campo?  

Fue en 2013, fruto de las circunstancias de aquel entonces. Estábamos en plena crisis económica, acababa de terminar la universidad... y, ante, el panorama que había, me replanteé cosas. En el pueblo siempre había estado vinculado a la agricultura, pero me lo tomaba más como aficionado que como un trabajo serio. Sin embargo, dadas las circunstancias y la situación en la que me encontraba, me planteé volver al pueblo y probar suerte. Así lo hicimos y desde entonces sigo aquí y con perspectivas de quedarme.  

La verdad es que, hasta estos años de pandemia, no me he podido quejar. Sí nos ha sorprendido la situación de la bajada de precios del sector de la lavanda (al que me dedico yo), y que no sabemos a qué se debe exactamente... pero hasta ahora no nos ha ido mal. Con este parón nos estamos planteando cambiar de cultivo o volver al tradicional del cereal. 

¿Y cómo surge ese interés de mostrarlo o difundirlo en redes?  

En un principio fue un hobbie. Durante la pandemia (como todos sabemos) tuvimos una gran cantidad de tiempo libre. Había que rellenarlo, y decidí adoptar este pasatiempo, que era para mí la fotografía, y utilizarlo como un elemento más de mi trabajo. 

Salía a trabajar al campo todos los días y, aprovechando que durante la pandemia todos estuvimos más conectados vía redes sociales, decidí empezar a subir mis fotos y mi día a día en el campo para tratar de ofrecerle a la gente un respiro, algo de oxígeno en medio del encierro. Con el tiempo vi que a la gente le empezó a gustar la idea y decidí continuar, aunque tampoco ha sido una profesionalización porque nunca he monetizado nada de esto. Pero me quedé con el hobbie y la obligación propia, en cierto modo, de actualizar el contenido. 

¿Cómo es la vida de un tractorista o un agricultor?  

Tengo la profunda suerte de que el cultivo de la lavanda es un tipo de cultivo en el que la planta puede permanecer durante 10 o 12 años en el campo. Tiene unos cuidados mínimos si lo comparamos con el cereal, en el que tienes que estar abonando, cosechando... de manera constante. El día a día habitual de un agricultor, además, depende mucho de la meteorología. Pero, fundamentalmente, consiste en estar en el campo, darle vueltas a la tierra, abonar, observar cómo van determinados cultivos... Es un trabajo desde que amanece hasta que anochece prácticamente.  

¿Qué puede aportar la formación en Sociología que tú tienes al trabajo que se hace en el campo (si es que aporta algo)?  

La Sociología me ha enseñado a conocer y a ver la realidad de mi pueblo: de la gente que me rodea; a no ser una persona prejuiciosa ni a ser una persona cerrada de ideas o dispuesta a cambiar la realidad del pueblo. Yo he venido aquí siempre a aprender. Y creo que es tanto por lo que me han enseñado en casa como por lo que he podido aprender en la universidad.

¿Qué piensas sobre sobre la romantización que se hace últimamente acerca de la vida en el campo?  

Hay que evitar romantizar la idea de la vida en el campo porque vivir en un pueblo tiene que ser una cosa vocacional... o que hayas aprendido a vivir aquí. No todo el mundo de ciudad está preparado para vivir en el pueblo y no todo el mundo de pueblo está preparado para vivir en la ciudad. Es cierto que durante la pandemia vino gente a teletrabajar y decidió quedarse por un tiempo, pero ahora ya no queda nadie de los que vinieron. Hay que aprender a vivir en el pueblo y analizar todo en su conjunto. 

Los obradores de pan lamentaban recientemente que no hay relevo generacional, ¿crees que pasa lo mismo en el campo?    

Sin duda, y además no sé cuál es la solución. La juventud de hoy en día quizás tenga inquietudes similares a las que teníamos nosotros en su momento, pero ahora mismo están gozando de unos estímulos de ocio a través de redes sociales que para nada tienen que ver con subirse a un tractor a las 7 u 8 de la mañana durante 12 horas conduciendo. Es algo que ni siquiera le estimula a un niño nacido en mi pueblo.  

Considero que la agricultura es tan de vocación y tan de familia que es verdad que cada vez se va a ver más arrinconada. Además, antiguamente en las fincas trabajaban muchas personas, pero ahora con la tecnología lo que hacían quince personas lo hace una. Todo eso va haciendo que la agricultura o el querer conocer más sobre la ella se vaya viendo más cercado. Si no hay estímulos para vivir en el pueblo, ni hay trabajo para que las familias vengan a asentarse... es muy difícil que el día de mañana haya agricultores o tractoristas nuevos y jóvenes. Y esto afecta a muchos de los oficios de aquí del pueblo. Si no hay estímulos, el relevo generacional va a ser muy complicado.  

¿Es tan sacrificado como parece desde fuera? De ser así, ¿qué es lo que a ti en particular te engancha de este oficio?  

Ahora mismo han pasado 10 años desde que me vine y no recuerdo exactamente las sensaciones que tenía por aquel entonces, pero sí que es cierto que la sensación de libertad, de tener un horario propio, de subirme al tractor y estar labrando... a mí eso siempre me ha gustado. Además, el contacto con el campo y la naturaleza es algo que yo he agradecido toda la vida. Se le suma ahora el tema de la fotografía, que siempre había sido un hobbie para mí y ha terminado siendo un aliciente más.  

Levantarme por la mañana y pensar en la parcela que me toca labrar,en  el paisaje que voy a poder disfrutar y fotografiar, así como en los amaneceres y atardeceres que me voy a encontrar... para mí es una motivación. La libertad que te da el campo es una motivación muy fuerte para mí.  

Ni siquiera las prácticas agrícolas pueden escapar en este momento de la sostenibilidad, ¿cómo lo haces tú para desempeñar tu oficio sin perder de vista la protección del medio ambiente?  

Es un debate extensísimo. El problema es que necesitamos producir más en menos espacio y esto, por ejemplo, la agricultura ecológica no lo permite. La agricultura ecológica lo que ofrece es menor rendimiento por hectárea a cambio de no abonar de determinada manera, pero eso encarece mucho los costes y, por tanto, la cesta de la compra. 

¿Nosotros qué hacemos? Nuestras plantas aromáticas ya no tienen ningún uso fitosanitario; no está certificado como ecológico, pero sí que es verdad que desde hace unos años ya no estamos utilizando productos herbicidas. Además, hemos renovado uno de los tractores (y son muy caros), para que lo único que salga por el tubo de escape sea vapor de agua. 

El balance de una explotación como la nuestra, en la que producimos oxígeno, verde, vida... es positivo. Las prácticas que nosotros desempeñamos son conscientes con que no podemos pasarnos ni debemos. Y no solo por la reglamentación que desde Europa nos van a imponer (y que acogemos con gusto), sino por un tema de principios. Aunque la titularidad de la tierra es nuestra, en cierta medida es un poco de todos. 

Ahora que se acerca el invierno y se acentúa la despoblación de las zonas rurales, ¿cómo es la vida del pueblo en estas circunstancias?  

Todo el mundo sabe que, cuando acaban las fiestas (a mediados de septiembre), el pueblo cambia: se viste de invierno y hasta Navidades no queda nadie. Mi abuela y mi abuelo siguen viviendo en el pueblo y lo notan mucho. Las horas del día y de luz son más cortas y viene la inseguridad porque, aunque estés rodeado de casas, no hay nadie. Es un pesimismo que yo llevo bien porque a mí este tiempo me encanta, pero la gente mayor ya sabe lo que hay y se resiente.  

Al final es un ciclo de luz y sombras que la gente mayor lleva peor. El ocio en un pueblo es reducido y tampoco puedes ofrecer alternativas para todo el mundo porque es imposible. 

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