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Raúl Serrano Jiménez: De centros de tutela y familias acogedoras
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DE CENTROS DE TUTELA Y FAMILIAS ACOGEDORAS
Raúl Serrano Jiménez
DE CENTROS DE TUTELA Y FAMILIAS ACOGEDORAS
Hay pocas experiencias más valiosas en la vida que el amor incondicional. Esa vivencia te vincula al mundo de una forma enormemente positiva. Te enseña a querer, porque a querer se aprende; te hace sentir valioso, algo esencial para la autoestima, y seguro, sentimiento clave para proyectarnos en el futuro, que es hacia donde solemos lanzar casi todas las acciones de la vida. Quien vive en el sistema de protección a la infancia, concretamente en centros, difícilmente va a tener acceso a esa experiencia de amor incondicional. Mi periplo como niño tutelado durante 15 años da fe de ello.

Los servicios sociales y las administraciones, intentando evitar en muchos casos un mal mayor, caen en la paradoja de convertir a los niños, niñas y adolescentes que tutelan, en lo que yo llamo, los exiliados creados desde dentro. La condición del exiliado es la de alguien que debe viajar a otro país, que pierde su casa, su idioma, las categorías con las que define el mundo y los vínculos que lo unían a su microcosmos, o sea, su cultura. Y esa es precisamente la extraña circunstancia vital en la caen los niños, niñas y adolescentes que llegan a centros.  

Una de las causas de ese exilio reside en la enorme endogamia que el sistema ha creado en un exceso de sobre protección de las personas que tutela. En ningún caso existe mala fe. 

Bajo mi humilde opinión, hay otros elementos que constituyen tal endogamia: la falta de recursos humanos de calidad, o sea, los educadores/as, excesivamente jóvenes e inexpertos en muchos casos; la falta de medios, estudios y bases de datos, con los que plantear proyectos individualizados, en base a necesidades concretas, como cualquiera hace con sus hijos e hijas. Y, por mencionar un elemento más, el poco valor que desde las instituciones dan a la necesidad de que los niños y niñas de sus centros, se vinculen a semejantes que viven fuera del sistema, de tal forma que puedan compartir vivencias típicamente comunes, en entornos normalizados, permitiéndoles crear una red de amistades, enormemente valiosa para cuando uno/a sale del sistema de protección, como fue mi caso. Mi familia, siempre lo digo, más allá de mi pareja y mis hijos, son mis amigos.  Ellos me hicieron sentir que era uno más, que merecía su respeto y su cariño, o que, por ejemplo, no estaba solo en el mundo.  

Como consecuencia de esa falta de recursos que mencionaba, el sistema cae en una brutal rigidez donde son los niños, niñas y adolescentes, los que deben adaptarse al sistema y no al revés. Son sujetos institucionalizados. ¿Quién enseña a esos chiquitines unas categorías para valorar el mundo con las que es imprescindible una primera mirada sobre las cosas que nos rodean? ¿De quién aprende los modos de vida, el esfuerzo por el trabajo, las decepciones aspiracionales o lo que es pertenecer a una clase?  ¿Quién les calma cuando están tristes, angustiados/as o solos/as? ¿Qué pasa con todos ellos/as cuando les llega la mayoría de edad? ¿A dónde van? ¿A quién conocen fuera de las instituciones? Me temo que cuando se dice que los niños y niñas del sistema tienen sus necesidades cubiertas, se hace trampa. Pero, ¿cómo podríamos normalizar las vidas de esos chiquitines/as? Sencillo y muy complejo a la vez: con familias acogedoras.  

Tener uno o varios adultos de referencia que a su vez despliegan toda una red de familiares, es oro puro para estos chavales/as. La familia normalmente es un termómetro emocional y social, una escuela de valores, un refugio desde donde vincularnos con el mundo y crecer hasta donde seamos capaces. El ensamblaje de un niño o niña en una familia acogedora, no es algo sencillo. Acoger es aceptar, ante todo, que lo importante es la personita a la que invito a mi vida, y no mi paternocentrismo, o mi imagen de salvador. Esa personita, además, posiblemente arrastre una enorme mochila con ella y, casi seguro, aún tenga contacto con su familia biológica.  

La familia normalmente es un termómetro emocional y social, una escuela de valores, un refugio desde donde vincularnos con el mundo

Mi opinión es que Incluso si la integración de unos con otros es fallida y el chaval/a debe retornar al centro, salvo casos contados, esa experiencia se queda como una semilla desde la cual brotará un recuerdo muy valioso más adelante. Somos pura memoria. Arrastramos caras, emociones, olores, relatos, lugares... Y esa semilla, dará a ese chaval/a la vivencia de que, aunque salió mal, alguien intentó “volverse loco” por él, alguien le abrió las puertas de su casa y peleó por quererle. A veces 1, o 0,25, e incluso 0,01, parecen nada, pero son más que 0. El ser humano, sobre todo en edades tempranas, paga cara la indiferencia. Poco tengo que aclarar cuando ese ensamblaje entre familia y chaval/a es un éxito.  

Según todo lo mencionado, es fácil concluir que el recurso de centros, respecto al de familias acogedoras, tiene inevitables desventajas estructurales. Pero cuidado, pese a las bondades propias del modelo de acogimiento familiar, los centros son necesarios por múltiples razones. Hay niños, niñas y adolescentes que necesitan otros recursos, que tienen una familia biológica que les quiere, pero que no puede hacerse cargo de ellos o simplemente tienen familia, pero en sus países de origen, como son niños, niñas y adolescentes migrantes, mal llamados MENAS, que en muchos casos llegan a España buscando una formación rápida para comenzar a trabajar y mandar dinero a sus seres queridos.  

Me consta que de aquí a los próximos años se avecinan enormes cambios dentro del sistema de protección. Por desgracia, pero esto es algo inevitable, los cambios sociales son muy lentos, y la infancia, un paraíso tan fugaz como un soplo en la nuca.  

Por suerte para la infancia más desprotegida (y para la infancia en general), cada vez va calando más hondo en la sociedad la idea de que la familia acogedora es un modelo de familia tan válido como otro cualquiera. Y el niño o niña que tiene un adulto de referencia, tiene un valiosísimo tesoro, porque ni siquiera a querer, como dije al principio, se nace sabiendo.   

 


Raúl Serrano estrenó hace unos meses el documental 'Así crecen los enanos'

 

Raúl Serrano Jiménez
Raúl Serrano Jiménez
Raúl Serrano Jiménez es guionista y autor de series nacionales e internacionales para televisión. También ha trabajado en el mundo del cine y en el género documental. Ha impartido clases relacionadas con el audiovisual y ha escrito dos libros sobre la creación de personas en el cine y en las series. Hace unos meses estrenó como director y guionista ‘Así crecen los enanos’, un documental que pretende hacer visible el mundo de los niños y adolescentes tutelados así como definir una alternativa a las instituciones apoyada en familias de acogida. Imagen de Fondo

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