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La pesada maleta con la que cargan las personas refugiadas
INCLUSION SOCIAL
La pesada maleta con la que cargan las personas refugiadas
17/06/2022
ESCRITO POR:
ENTREVISTA POR:
Cruz Roja
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ENTREVISTA POR:
Cruz Roja
  • El 20 de junio se conmemora el Día Mundial de las Personas Refugiadas. Sus historias no han sido nada fáciles y demuestran que las personas refugiadas y solicitantes han sido y son un ejemplo de fortaleza, adaptación y resiliencia.

Las personas refugiadas son aquellas que se han visto obligadas a huir de su país por sufrir persecución por motivos de raza, religión, nacionalidad, opiniones políticas, pertenencia a determinado grupo social, de género u orientación sexual. Personas que emprenden un nuevo camino, dejando todo atrás y empezando de cero. El 20 de junio es el Día Mundial del Refugiado, y se calcula que existen más de 89 millones de personas desplazadas a la fuerza en todo el mundo. 

La venezolana, afgana y maliense, además de la ucraniana recientemente, son las nacionalidades más comunes entre las personas refugiadas que atiende Cruz Roja, la entidad con mayor implantación territorial del Sistema Estatal de Acogida (con 47 provincias) desde hace más de 30 años, y la que mayor volumen de plazas de acogida ofrece (aproximadamente, un 30% del total). Y es que miles de personas se ven empujadas por el miedo o la esperanza de encontrar una vida mejor en un nuevo país, aunque sea alejados de sus familias y su ciudad de origen. 

 

Miles de personas se ven empujadas por el miedo o la esperanza de encontrar una vida mejor en un nuevo país
 

El programa de acogida consta de varias fases que cubren desde la primera atención hasta la fase de preparación para la autonomía, con una duración de 18 a 24 meses. Durante ese tiempo, se presta una atención integral e individualizada que incluye, entre otros, la primera acogida, la acogida temporal, la asistencia legal y psicológica, el aprendizaje del idioma, la traducción e interpretación. Y todo ello aplicando la perspectiva de género pues las mujeres no se enfrentan a las mismas formas de persecución que los hombres y durante los desplazamientos son especialmente susceptibles de sufrir violencia o ser víctimas de la trata de personas.

El 20 de junio se convierte en una fecha tan buena como otra para recordar varios puntos. El primero: que las personas refugiadas siempre suman, ya sea gracias a sus contribuciones socioculturales o al desarrollo económico y la prestación de servicios al que también contribuyen. Son personas con pasiones, habilidades, resiliencia y esperanza: son nuestros vecinos y vecinas, personas voluntarias, que trabajan y cuidan a quienes más queremos, entre muchos otros aspectos. 

En segundo lugar, la diversidad es una ventaja para el desarrollo social, cultural y económico de cualquier lugar. Hay que desterrar los estereotipos sobre las personas migrantes y refugiadas, y abrazar, en cambio, la interculturalidad. La diversidad cultural, además de ser una ventaja cognitiva e intelectual y un motor de desarrollo social y de crecimiento económico, aporta riqueza, color y dinamismo a nuestra vida.

Por último, el proceso de inclusión social comienza y se fortalece principalmente a nivel local. Las personas refugiadas parten de cero, y las redes asociativas de los barrios, las comunidades de vecinos, los grupos deportivos y culturales, y la ciudadanía en general tienen un papel fundamental de cara a tejer estas redes de protección y de apoyo mutuo. La solidaridad de proximidad se torna fundamental para el proceso familiar y personal, y resulta imprescindible no solo para la vida social, sino como soporte para un presente o futuro laboral. 

 

Cifras de los últimos años

En 2020, el cierre de fronteras y otras medidas restrictivas para frenar el coronavirus tuvieron un enorme impacto en los flujos migratorios hacia nuestro país. En 2021 se siguió la misma tendencia, y se formalizaron 65.404 peticiones cuyos países principales de origen eran Venezuela y Colombia. Cruz Roja atendió a un total de 16.376 personas refugiadas con el objetivo de garantizar su protección e integración social en España. En 2022, Cruz Roja ha observado un crecimiento de personas procedentes de Afganistán, Malí, y recientemente, Ucrania.

De acuerdo con los datos registrados por la Oficina de Asilo y Refugio del Ministerio de Interior a 31 de marzo de 2022, las solicitudes de Protección Internacional realizadas en España desde el comienzo del año ascienden a 28.682. Según los datos publicados por el Ministerio de Interior, en el periodo que comprende entre el 11 de marzo al 3 de mayo se han gestionado 86.677 solicitudes de Protección Temporal de personas que huyen del conflicto de Ucrania: el 67% de ellas son mujeres y el 38% menores de 18 años.

Estas son algunas de las historias de las personas refugiadas que Cruz Roja ha atendido en España. 

 

Desde Ucrania

Ya son más de 90.000 las personas atendidas por Cruz Roja en España afectadas por el conflicto en Ucrania. Más de 6.610 personas voluntarias hacen que la ayuda de Cruz Roja pueda llegar a través de 7 ejes prioritarios: la cobertura personalizada de sus necesidades básicas, el fortalecimiento de su bienestar emocional, la asistencia jurídica en el proceso de solicitud de Protección Internacional, el refuerzo de competencias y habilidades para la autonomía personal, los itinerarios de inserción laboral, la creación de redes con la sociedad de acogida, el fomento de una participación ciudadana igualitaria y el éxito escolar.

Yevhenii e Inna, matrimonio, huyeron del Donbás tras el estallido del conflicto. Tras desagradables peripecias, optaron por venir a España y pedir asilo. A su llegada les atendieron personas como Nadiia, que ya han pasado por todo este trámite; ahora realiza voluntariado en el centro de primera acogida extraordinaria de Granada, pero huyó de Ucrania junto a su pareja en 2016 debido al conflicto ruso; a su llegada pidió la protección internacional y estuvo en el programa 18 meses. Actualmente se encuentra en situación de búsqueda de empleo, a la vez que compagina su día a día con el voluntariado.

 

Desde El Salvador

Jorge Ernesto y Flor del Carmen llegaron a España en 2018 junto a sus hijos, Emerson y Eduardo. En El Salvador, su país de origen, sufrían extorsión (e incluso habían llegado a amenazar a su hijo mayor cuando aún tenía 15 años). Decidieron que nada era más importante que su propia seguridad, y dejaron atrás su empresa y su vida. 

Después de dos años desde su llegada, Jorge Ernesto y su familia consiguieron el estatuto de refugiados. Tras haber formado y haber trabajado en el cuidado de personas dependientes, están en proceso de montar dos pequeñas empresas: un taller de reparación y una empresa de dinamización de eventos. 

 

Desde Afganistán

La familia de Ali Sina, junto a sus padres, hermanos y hermanos, aterrizaron en agosto de 2021 en Madrid. La fecha no es baladí: fueron una de las familias evacuadas por el gobierno español tras la llegada de los talibanes al poder en Afganistán. Ali Sina estudiaba segundo de Economía en la universidad, y le gustaría poder retomar pronto su formación. Por el momento, ella y su familia están a la espera de pasar a la segunda fase del proceso del sistema de acogida de personas refugiadas. 

Asadollah, con 32 años, también huyó de Afganistán en 2021 para poder seguir estudiando. Los talibanes cerraron la escuela a la que solía ir, pero su profesor decidió seguir dando clases por las noches; uno de esos días, los talibanes les sorprendieron y tuvieron que salir corriendo para no volver. 

Latifa y su marido también tuvieron que salir del país; ella es bióloga; él, informático. Junto a sus dos hijos, llegaron al país sin ni siquiera hablar el idioma. Parte del trabajo de Cruz Roja con ellos incluye la enseñanza del castellano para, entre otras cosas, conseguir su inserción laboral gracias a la formación complementaria.

 

Desde Costa de Marfil

También conoce bien todo este proceso Awa, de Costa de Marfil. Llegada en el buque Aquarius hace ahora 4 años, huyó porque su familia, y la de su marido, no aprobaban su relación. En su huida pasaron por Libia, donde sufrieron encierro y graves violaciones de sus derechos humanos. A día de hoy, Awa trabaja en un restaurante donde es muy querida por sus jefes y compañeros de trabajo.



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