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Pax Dettoni: “La educación emocional debería ser una suma de comportamientos bondadosos visibles e invisibles”
LA MIRADA DE
PAX DETTONI
“La educación emocional debería ser una suma de comportamientos bondadosos visibles e invisibles”
PAX DETTONI
Foto: Monika Santos
14/02/2023
ESCRITO POR:
ENTREVISTA POR:
Silvia Llorente
14/02/2023
ESCRITO POR:
ENTREVISTA POR:
Silvia Llorente
Antropóloga social, dramaturga, experta en Educación Emocional y creadora del Teatro de Conciencia

Pax Dettoni sabe mucho sobre emociones. Y lo que es más importante: sabe mucho sobre cómo gestionarlas y aprender sobre ellas. Licenciada en Antropología Social y Cultural, y con un Máster en Estudios Teatrales, es creadora de la metodología de Teatro de Conciencia, que propone, precisamente, aprender a lidiar con las emociones utilizando para ello recursos propios del teatro. Una iniciativa que es interesante para niños y niñas, pero también para personas adultas, como demuestran los resultados de su programa de convivencia escolar “En Sus Zapatos”, y que evidencian que para que la sociedad sea mejor solo hace falta un poco más de empatía. 

Antropóloga social, dramaturga, experta en Educación Emocional y creadora del Teatro de Conciencia

 

¿Cuáles son las claves para educar en la identificación y gestión de las emociones, especialmente en un colectivo como la infancia? 

La primera clave para educar la inteligencia emocional de los niños y niñas es el comportamiento del adulto de referencia. Es decir, según la calidad de ese modelo adulto el niño y la niña harán sus primeros aprendizajes socioemocionales: que podrán ser en la línea correcta o no. Por ejemplo, si no queremos que los niños alcen la voz y contesten con agresividad, no sería pertinente gritar para pedirles que dejen de molestar a su hermano pequeño, o usar las amenazas para que dejen de molestar en clase.    

La educación emocional no debería tratarse de un cúmulo de conocimientos intelectuales que los más pequeños deben comprender, aprender e integrar, sino que debería ser una suma de comportamientos bondadosos visibles e invisibles (de manejo interior) que su docente, su madre, su padre, su tío, su monitora o su abuela muestran en su presencia, sobre todo hasta los 8/9 años. 

Así, los más pequeños aprenden (sin aprender) a identificar sus emociones y también, que no todas las emociones llevan a comportamientos que hacen el bien, y por ello poco a poco se debe ganar destreza sobre aquellas emociones que pueden dañar a otras personas o a nosotros mismos.  Después, cuándo son ya más mayores, podemos compartir con ellos explicaciones más profundas y darles recursos concretos para que vayan mejorando en sus habilidades socioemocionales.  

Una vez se identifica una emoción, ¿cómo se procede a gestionarla de la mejor forma posible? 

Sentimos que una emoción nos está secuestrando (es decir, cuando su impulso es el que  quiere determinar nuestro actuar), porque podemos observar las reacciones que provoca en nuestro cuerpo. Por ejemplo, la rabia nos tensará la mandíbula, la espalda, o incluso los puños. Además, la emoción al secuestrarnos alterará también nuestra respiración. Una vez nos damos cuenta de este secuestro emocional, estamos ya casi liberados, porque podemos gestionar la emoción y evitar que siga tomando el control de nuestro comportamiento.  Por eso, es tan importante identificar la emoción que sentimos porque sólo al nombrarla ya estamos, en cierto modo, dando inicio a su gestión.   

Cuando hemos identificado que una emoción nos ha secuestrado o está a punto de hacerlo, podemos recurrir a la respiración consciente para calmarnos (pues la calma es el peor enemigo del impulso emocional) y después podemos también recurrir al pensamiento con el mismo propósito. Con la gestión emocional impedimos actuar bajo la “órdenes” de nuestras emociones y facilitamos que sea nuestro propio “yo” quien decida cómo actuar ante una determinada situación.  

Te dedicas al Teatro de Conciencia, una metodología teatral que tú misma has creado, ¿en qué consiste exactamente? 

El Teatro de Conciencia es una metodología de aprendizaje socioemocional basada en el teatro. Su peculiaridad es que personifica las emociones, es decir, hace visible lo invisible, con el objetivo artístico y también pedagógico de mostrar los conceptos básicos de Inteligencia Emocional. Facilita tomar conciencia de las emociones, para aprender a identificarlas, a gestionarlas y también a reconocerlas en los otros, así como para aprender a resolver conflictos de forma positiva. Es un tipo de teatro que incluye modelos de gestión emocional, empatía, compasión, asertividad, perdón y bondad en sus obras (tanto en las que crean los participantes de los proyectos como en las que escribo yo misma).  

Con el Teatro de Conciencia se promueve la educación emocional y el desarrollo de las habilidades socioemocionales en adultos, jóvenes y niños con el fin de contribuir a la prevención de la violencia y a la construcción de una Cultura de Paz. Por ello, esta metodología que creé en el 2010 como arte escénico, a partir del 2013 la llevo al ámbito educativo con proyectos en España, Latinoamérica (Guatemala y Chile) y Marruecos. En 2017, a partir de ella creo el método “En Sus Zapatos: Un Espacio de Empatía Activa” para llevar la alfabetización emocional a los centros escolares en aras de fomentar la convivencia y prevenir el bullying, habiendo alcanzado ya más de 100 centros escolares y más de 50.000 personas (profesorado, familias y alumnado). Además, desde 2019, “En Sus Zapatos” se implementa de manera institucional en la Comunidad de Madrid. 

¿Qué ventajas ofrece esta propuesta a los y las docentes, por un lado; y a niños y niñas, por otro? 

Con “En Sus Zapatos” primero los adultos, docentes y familias, se forman en habilidades socioemocionales (identificación y gestión emocional, empatía activa y resolución positiva del conflicto) usando el Teatro de Conciencia, y después ya pueden formar a su alumnado con el mismo método: se trata de un aprendizaje en cascada que llega a toda la comunidad escolar. Por tanto, la primera ventaja – fundamental- es que se trata de un método que se centra primero en el adulto, ya que en éste recae la educación de los niños y niñas. Es decir, partimos de la base de que los menores aprenden principalmente a través del ejemplo, del modelo que reciben de sus adultos de referencia, por ello, el foco inicial tiene que estar puesto en la “auto educación” de los docentes y familias.   

Por otro lado, tanto adultos como alumnado hacen teatro para aprender. Es decir, a la vez que ríen, comparten, crean, juegan y reflexionan colectivamente, se alfabetizan emocionalmente con el objetivo de desarrollar una mirada compasiva que les permite estrechar sus vínculos mejorando su convivencia en el centro y en el aula.  La ventaja: que aprenden, conviven y crecen conjuntamente. Todos construyen una cultura de paz en su centro educativo.  

"LA EMPATÍA ES LA PREMISA QUE PERMITE ADENTRARSE EN EL MISTERIOSO CAMINO DEL AMAR"
FotoCita

¿Qué aporta el teatro en la educación sobre las emociones? 

El teatro es per se un arte que nos permite navegar e indagar en las emociones de sus personajes, es decir, es un arte que nos entrena a salir de nosotros mismos y a ponernos en los zapatos de los demás.  

En particular, el Teatro de Conciencia nos ayuda mucho, ya que nos permite ver a las emociones como personajes diferenciados de nosotros mismos: o sea, la rabia, la tristeza, el miedo o la alegría son personajes diferentes del “yo”.  Así dos actores, o más, representarían al mismo personaje, lo que facilita al público asumir que nosotros no somos nuestras emociones, y por ello podemos gestionarlas. Tanto en adultos como en niños, la personificación de las emociones nos ayuda a reconocerlas mejor y a asumir que podemos “ganarles la batalla interior” para actuar en libertad.  

Además, el Teatro de Conciencia nos facilita, gracias a los dos finales de sus obras, explorar las consecuencias de situaciones en la que dejamos que sean las emociones las que manden en nuestro comportamiento, y lo que ocurre cuándo no lo hacemos. Luego el público reflexiona sobre lo que ha visto y ese espacio escénico se convierte en alimento para hacer crecer una mirada empática y compasiva entre el claustro o en el aula.  

¿Hay emociones buenas y emociones malas? 

Inevitablemente, por nuestra condición de seres humanos, sentimos emociones constantemente. Por tanto, las emociones son una realidad interna con la que convivimos – de forma más o menos consciente- todos nosotros.  Que esta realidad interna se convierta también en una realidad externa, es decir que las emociones sigan su impulso (nos secuestren) gracias a nuestros comportamientos, sí es algo que podemos evitar. 

Qué emociones queremos sentir, en principio, no podemos decidirlo, pues ellas “llegan” a nuestro foro interior sin avisar. Sin embargo, qué emociones queremos que se queden en “nuestra casa” y cuáles de ellas queremos que hablen por nuestra boca y actúen con nuestro cuerpo sí está en nuestras manos decidirlo. No obstante, esto requiere de conciencia y práctica.  

Por tanto, está en nuestra libertad escoger qué hacemos con las emociones que sentimos y cómo queremos que sea nuestro comportamiento exterior: si queremos orientarlo hacia el bien, la bondad y la verdad, sin duda, tendremos que hacer un intenso trabajo interior para gestionar todas aquellas emociones que aparezcan y que no quieran llevarnos en tales direcciones.  

Muchas personas dirían que la rabia es “mala” y, quizás, las mismas personas dirían que el Movimiento de la No Violencia de Gandhi es “bueno”. No obstante, ¿quién sino la rabia ante la injusticia británica en la India fue el motor emocional de ese movimiento? 

Si tuviéramos que hacer una radiografía de la educación formal en estos momentos, ¿sigue faltando educar más y mejor sobre las emociones? 

Con toda la certeza diría que una radiografía hoy de la educación sería al mismo tiempo una radiografía de nuestra sociedad.  Y con toda certeza diría que sigue faltando una “auto educación” emocional en muchos adultos: docentes, padres, madres, políticos, jueces, médicos, bomberos y pastores (aunque haya pocos) …. 

Sin esa “auto educación” de los adultos se hace muy difícil una educación emocional de los niños y niñas, no nos vamos a engañar. Eso no quiere decir que no valga la pena llevar programas de educación emocional a las aulas, por supuesto que sí es útil. Pero es fundamental que esos programas vayan acompañados de calor en el corazón de los docentes, en el corazón de las juntas directivas y sobre todo que la educación emocional para la construcción de la paz y la armónica convivencia sea el eje central de la cultura de los centros educativos. 

De nada sirve tener emoticonos de las emociones en las puertas de las aulas para que el alumnado identifique cómo se siente por las mañanas, si ante un conflicto entre ellos se optará por su expulsión o el castigo estéril de dejarlos sin patio.  

 

 

¿Es la empatía un atributo que se puede trabajar? ¿Cómo hacerlo? 

Si soy docente, y un niño (Marcos) después de un rato de total inquietud mientras que yo doy la clase, se enfada con su compañera (Yaiza) y le parte su lápiz favorito en dos lo que la lleva a llorar; tengo dos opciones: 

a) (Digo con enfado y alzando algo mi voz) “Marcos, te lo he dicho mil veces: me tienes harta. Cuando no molestas a Yaiza, molestas a Lucía o a Jacobo. La cuestión es molestar, no atender a lo que yo explico. Pues sabes que te digo: ¡qué se acabó! Ahora mismo le pides perdón a Yaiza, le comprarás un lápiz nuevo, hablaré con tu padre mañana que viene a verme, y te vas al pasillo a reflexionar sobre lo que acabas de hacer”.  

b) (Digo con firmeza, serenidad y cariño) “Marcos, veo que la inquietud que lleva acompañándote toda la mañana ha logrado enfadarse con Yaiza y romperle su lápiz favorito. Estoy segura de que realmente no querías hacer daño a tu compañera, porque eres bueno en tu corazón.  Sin embargo, ahora tenemos un problema con un lápiz roto que además es su preferido. Por tanto, luego vamos a tener que dedicar un tiempo para ver cómo lo solucionamos para que puedas reparar el daño a Yaiza. También veremos qué ha pasado y cómo ayudarte a evitar que te vuelva a pasar. Ahora seguimos con la clase para acabar esta actividad ¿os parece?” 

En una de las dos opciones he trabajado la empatía con Marcos a través de mi empatía para con él. ¿En cuál? 

Aseguras que la empatía es clave para la convivencia, incluso para prevenir por ejemplo situaciones de bullying, ¿por qué? 

La empatía permite desarrollar el sentido del “yo ajeno”, es decir, de sentir lo que otra persona siente. La empatía permite ir más allá de uno mismo, o sea, podríamos decir que la empatía es la premisa que permite adentrarse en el misterioso camino del amar. Cuando podemos empatizar, se abren las puertas a sentir el dolor ajeno y querer evitarlo, es decir, podemos sentir compasión y actuar.  

Podríamos decir que cuando un niño o una niña realizan bullying, probablemente lo hace porque sufre y provocar sufrimiento en otros parece aliviar su propio dolor. Son niños y niñas que no pueden ser empáticos, no pueden conectar con el dolor que provocan en los otros, no pueden salir de sí mismos. Si los niños y niñas que reciben estas provocaciones no tienen tampoco empatía, seguirán provocando dolor en otros y así se hacen cadenas eternas de acoso. 

La empatía nos permite evitar situaciones de bullying, y nos permite convivir los unos con los otros en paz, a pesar de nuestras diferencias. No obstante, antes de conquistarla, obligatoriamente, hemos de conquistar la capacidad de reconocer nuestras propias emociones (dolorosas o no) y aprender a gestionarlas.   

¿Está alfabetizada emocionalmente la sociedad?  

Pienso que está más de lo que estaba hace diez años, y espero que menos de lo que estará en el 2033.   

La alfabetización emocional para el adulto es una elección que pasa por su autoeducación, quiero pensar que cada día somos más conscientes de ello y con mayor motivación para cruzar estos umbrales interiores. En el caso de los niños y niñas, adultos del futuro, podemos entre todos darles desde ya este tesoro que es, al fin y al cabo, una brújula para navegar en los mares más difíciles, que son aquellos que se mueven por dentro.  

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