Mar Romera: Educar con 3 Ces: capacidades, competencias y corazón - Ahora
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De la inconformidad con un modelo retrógrado (diseñado con buenas intenciones pero nefasto para nuestra infancia) durante la celebración de un congreso sobre competencias educativas, surge el modelo ‘Educar con tres Ces: capacidades, competencias y corazón’ (por cierto, Cruz Roja también empieza por C).
El modelo ‘Educar con tres Ces: capacidades, competencias y corazón’ pretende integrar los tres conceptos desde su significado real, dando cobertura a lo recogido en la Convención (también con C) de los derechos de la infancia. No podemos olvidar el art. 3; el art. 13 y el art. 31 (estos tres casi siempre los olvidamos).
Y es que, cuando en este proyecto de “Educar con tres Ces” hablamos de capacidades; hablamos de fortalezas de cada persona, de neurociencia, de la diferencia como proceso y como complemento de un enfoque del desarrollo que va mucho más allá de las disciplinas, áreas o materias y que deja atrás momentos de desarrollo únicos y restablecidos.
Todos los niños y niñas tienen derecho a encontrar su mejor versión. Estas capacidades nos llevan a las competencias, absolutamente necesarias. Y la competencia requiere “aprender a” y no “acerca de”.
Todos los niños y niñas tienen derecho a encontrar su mejor versión
Las capacidades se gradúan, las competencias no, pues las convertiríamos en conductas. Las competencias se contextualizan y personalizan; ni siquiera los criterios de evaluación pueden ser una excusa para convertir las competencias en conductas evaluables; con esto, perderíamos la gran conquista social de la escuela en los últimos años.
Los sistemas educativos nunca deben ofrecer oportunidad a la clasificación de personas, a los etiquetados lapidarios por procedencia, situación o razón social.
Las competencias “no se estudian”, no son objeto de “examen”, no pueden estar completas en el formato “libro de texto”. La adquisición de las competencias depende de la metodología, de las tareas, de las actividades, de los contextos pedagógicos en las que estas se enmarcan. Su relación con el resto de los elementos curriculares (objetivos, contenidos y criterios evaluación) es importante, pero no determinante. El grado de desarrollo de una competencia no lo marca el nivel en el que el niño o la niña está escolarizada; lo marca el niño o la niña, su espectro intelectual y sus experiencias previas en el resto de contextos en los que vive (no sólo la escuela).
Las competencias se adquieren en el ejercicio de la vida. Cada persona nace con circunstancias y los adultos que rodeamos el nacimiento de alguien somos responsables de ofrecerles un escenario justo y adecuado, sin juicios ni prejuicios.
Las competencias se adquieren en el ejercicio de la vida
La clave del trabajo por competencias está en la elección de las tareas, en la implicación y la responsabilidad del docente, en sus potenciales, en sus gustos, en su afán de superación y en sus propias “competencias docentes”, nunca relacionadas con los contenidos que se trabajan.
Todo lo escrito sobre estas líneas no tiene sentido sin corazón. Para ello, es necesario incluir la competencia emocional en los currículos escolares de forma explícita y coherente con el quehacer metodológico. El enfoque propuesto en esta capacidad y competencia (emocional) es una propuesta ecléctica que recoge las aportaciones del modelo cognitivo emocional y las investigaciones actuales de la neurociencia aplicada al aprendizaje. Se trata de la propuesta de educación afectiva y del afecto.
Por ahora en nuestro país está ganando la batalla el mundo burocrático, donde la ingeniería de la programación y la evaluación objetiva intentan demostrar “con estadística y estudios” que es el camino correcto… Pero yo, personalmente, no lo creo. Desde el optimismo espero que en las aulas triunfe el sentido común, el buen hacer docente, y siempre desde el respeto a la norma, tengamos en cuenta los principios de inclusión, igualdad y autonomía pedagógica, que también son norma.
Eso sí, esto solo será posible desde la complicidad y el trabajo en equipo con las familias y con las instituciones responsables de los menores. “Ayudemos cuando menos lo merece que es cuando más lo necesita”. Esto es un deber, no una obra de beneficencia.
La etapa de nuestro sistema en la que mejor se trabaja por competencias es la Educación Infantil, y quizá esto sea por la relatividad que en ella sucede en lo referente a la evaluación “cuantificada y objetiva”; quizá podríamos mirar desde todas las etapas mucho más hacia ella. Empezando por proponer un cambio radical en la formación inicial del profesorado.
La etapa de nuestro sistema en la que mejor se trabaja por competencias es la Educación Infantil
Pero el trabajo no es posible desarrollarlo solo desde la C de colegio: también necesitamos la C de casa y la C de Comunidad-Ciudad.
Necesitamos más que nunca trabajar en equipo por cada uno de los niños y las niñas que habitan en nuestro entorno y en nuestro planeta. Ha llegado el momento de sumar, de borrar protagonismos e individualidades; combinar esfuerzos para transformar realidades y mejorar la calidad de vida de nuestros menores.
El modelo “Educar con 3 Ces” incluye una forma de programar, un rol de autonomía y autoridad al pensamiento divergente tanto de profesorado como de alumnado del s. XXI; también la complicidad con las familias y para las familias; con las instituciones responsables, con los servicios existentes; trabajar en competencias, respetar las capacidades y parte de ellas e integrar la emoción desde una perspectiva profesional. Porque, como decía Francisco Mora, “solo se aprende aquello que se ama”.
Es importante terminar con estas declaraciones de intenciones. Es momento de ponernos a hacer.
* Las opiniones de los colaboradores y colaboradoras que se publican en AHORA corresponden únicamente a sus autores y podrían no coincidir con los valores y principios de Cruz Roja, que fomenta la participación, el debate y la libertad de expresión para contribuir a crear una sociedad plural e informada.