Fernando Casado: Participación ciudadana y transformación urbana: claves para ciudades sostenibles y resilientes - Ahora
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Humanidad
El objetivo de la iniciativa era documentar procesos que hayan logrado promover la calidad de vida urbana mediante el rediseño de espacios públicos, la mejora de la movilidad, lograr barrios seguros, viviendas inclusivas, el acceso urbano a una alimentación sana o el acceso universal a la cultura. A lo largo de la implementación del proyecto, se documentaron más de 90 iniciativas en alrededor de 65 ciudades, en las regiones de Europa, Asia, América del Norte, América Latina y África. Y precisamente un denominador común que se observó a lo largo del total de iniciativas analizadas, fue el eje vertebrador que tiene la participación ciudadana en la transformación urbana, considerando a los habitantes como actores clave en la planificación y desarrollo de sus entornos.
En este sentido, en un mundo cada vez más urbanizado, el rol de las comunidades y barrios se ha vuelto fundamental para moldear el futuro de las ciudades. Esta capacidad de influir en el desarrollo urbano no solo fortalece el sentido de pertenencia y cohesión social, sino que también impulsa dinámicas que promueven la sostenibilidad, la inclusión y su propia resiliencia.
Varios estudios desde hace ya varias décadas, desde Jane Jacobs hasta más recientemente Jan Gehl, documentaron las virtudes de la implicación comunitaria y sus procesos participativos. Dicha participación fomenta la identidad local fortaleciendo el sentido de pertenencia; dota de redes de seguridad entre ciudadanos que son vitales en situaciones de emergencia o necesidad; promueven el desarrollo local, impulsando proyectos de desarrollo económico, educativo y ambiental en beneficio de sus barrios; o incluso facilitan la integración social, ayudando a integrar a personas de diferentes orígenes, fomentando la diversidad y la cohesión social.
Los ejemplos de estos procesos de comunidad participativa trascienden a los casos habituales de ciudades ejemplares europeas, como pueden ser Copenhague, Barcelona, Estocolmo o Ámsterdam. Varias ciudades de economías emergentes también han liderado los procesos participativos en varias modalidades de calidad de vida urbana.
Un ejemplo claro de ello es Bogotá, donde se ha implementado iniciativas como "Bogotá, Cómo Vamos," un observatorio ciudadano para evaluar políticas públicas, y proyectos como "Ciclovía" y TransMilenio, que promueven la movilidad sostenible; o Medellín, donde destacan sus "Parques Biblioteca" y programas de urbanismo social como el Metrocable, que mejoran el acceso y la cohesión social en áreas marginales a través de la participación comunitaria. En Brasil, Curitiba fue pionera en la planificación urbana sostenible, con un sistema de transporte público y espacios verdes desarrollados con la colaboración de sus residentes; o Quito en Ecuador y Puerto Alegre, también en Brasil, han promovido la participación ciudadana mediante el "Presupuesto Participativo" y proyectos de movilidad sostenible.
En la India, Mumbai, ha implementado el "Participatory Budgeting" y proyectos de revitalización de espacios públicos y Pune el programa "Smart Pune," que incluye proyectos de gestión de residuos y energía renovable diseñados y ejecutados con la participación de sus residentes.
En África, Cape Town ha implementado proyectos de agricultura urbana y energía renovable con la colaboración activa de las comunidades y Nairobi ha logrado transformar asentamientos informales en espacios públicos verdes a través de iniciativas como "Kibera Public Space Project".
Todas estas ciudades muestran cómo la participación comunitaria y el rol activo de los barrios pueden impulsar la sostenibilidad urbana, permitiendo una mejor adaptación a las necesidades locales y promoviendo un desarrollo urbano más equitativo y sostenible.
Para potenciar dicha participación es fundamental generar alianzas entre la ciudadanía y las instituciones públicas que gestionan la ciudad. Sin embargo, esa relación no suele ser fácil y la gestión de la participación ciudadana en la formulación de políticas públicas enfrenta diversas limitaciones que suelen condicionar su impacto transformador. Por ejemplo, la desigualdad en el acceso o la falta de información, a veces debido a procesos burocráticos lentos, pueden condicionar la representación equitativa y la implicación efectiva de sus ciudadanos. Asimismo, la manipulación de los procesos participativos por intereses políticos desgraciadamente suele ser habitual; y ello genera desconfianza en las instituciones públicas que desmotiva y limita la participación.
Otros desafíos incluyen la disponibilidad limitada de recursos financieros, los conflictos de intereses entre diversos grupos (que no hay que desestimar), y la necesidad de un compromiso continuo por parte de los ciudadanos (que no siempre es posible).
Para superar estas limitaciones, es fundamental mejorar la transparencia y construir confianza mediante una comunicación abierta y a través de mecanismos claros de rendición de cuentas, procesos de simplificación de procesos burocráticos y utilización de plataformas digitales que faciliten una participación efectiva. También es fundamental asegurar que todos los ciudadanos, independientemente de su nivel socioeconómico o educación, puedan contribuir a los procesos y para ello, es crucial fomentar la educación y la capacitación, proporcionando información clara y programas de formación que pueda empoderar a los ciudadanos.
En conclusión, el fortalecimiento de la participación ciudadana emerge como un imperativo para la gestión urbana de nuestras ciudades, siendo clave para impulsar ciudades más inclusivas, equitativas y sostenibles en un contexto global de creciente urbanización.