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Gabriel Heras, medico intensivista y director del Proyecto HU-CI: “El coronavirus nos puede robar la humanidad”
LA MIRADA DE
GABRIEL HERAS
“El coronavirus nos puede robar la humanidad”
GABRIEL HERAS
19/01/2021
ESCRITO POR:
ENTREVISTA POR:
Paula Pons
19/01/2021
ESCRITO POR:
ENTREVISTA POR:
Paula Pons
Jefe de Gestión Clínica de Medicina Intensiva del Hospital Comarcal Sta. Ana de Motril (Granada). Creador y Director de Proyecto HU-CI.

Después de contemplar cómo el sistema sanitario se alejaba de todo aquello en lo que creía, este médico intensivista se propuso hacer algo para humanizar la sanidad. Así nació HU-CI un proyecto que dirige en la actualidad y que supone una nueva forma de entender los cuidados centrada en la dignidad de pacientes, familiares y personal sanitario. Una revolución que ha llegado hasta muchos hospitales de Hispanoamérica y que se vio interrumpida por el estallido de la pandemia. Heras ha dejado constancia de todo ese infierno por el que pasaron él y muchos otros sanitarios en un libro ‘En primera línea’ (Península, 2020) y en el documental ‘2020’ que recoge su trabajo durante los meses más duros de la pandemia.

Jefe de Gestión Clínica de Medicina Intensiva del Hospital Comarcal Sta. Ana de Motril (Granada). Creador y Director de Proyecto HU-CI.

¿Qué es el proyecto HU-CI y cómo surge?

El proyecto HU-CI nació en febrero de 2014 después de una profunda reflexión personal que me llevó a abandonar el sistema sanitario en 2013 porque no quería ser cómplice de cómo se estaban haciendo las cosas en la sanidad. Aquello era bastante distinto de lo que yo soñaba cuando decidí ser médico. El sistema te mete en una vorágine que se aleja bastante de lo que es la atención centrada en las personas. Fue un tiempo en casa pensando qué hacer, pero, como me gusta mucho mi profesión, empecé a revisar la literatura para ver si había más gente que sentía algo parecido a lo que yo sentía. Vi que había varias cosas que se estaban haciendo alrededor del mundo que inicialmente parecían inconexas pero que estaban conectadas. Creé un grupo de investigación con esas personas donde hablábamos de flexibilización de horarios, de la participación de la familia en los cuidados, del cuidado de los profesionales, de los cambios arquitectónicos que hacen falta en los hospitales, de la prevención de las secuelas, del acompañamiento en el proceso de morir… Decidimos hacer un grupo de investigación para demostrar que esto es lo que hay que hacer y así transformar el sistema. Fue sumándose gente y ahora somos 26 personas, estamos en más de 25 países y tenemos más de 100.000 seguidores. Todo ese concepto de la humanización de la sanidad lo creamos nosotros.

¿Qué significa humanizar la sanidad más allá del concepto? Dígame algún ejemplo concreto.

Significa escuchar lo que quiere la gente, y lo que quieren es que toda la atención esté centrada en su dignidad: los pacientes, las familias y los profesionales. Preguntamos a la gente: “Si tú pudieras elegir el sistema, ¿cómo sería?” Recibimos más de 10.000 respuestas y todas esas ideas se resumieron en nuestras líneas de investigación: flexibilización de horarios de visita y participación de la familia en los cuidados; mejoras en la comunicación; asegurar los cuidados del paciente; cuidados al profesional; la prevención, detección y manejo de las secuelas; la arquitectura humanizada y los cuidados en el proceso de morir. De estas ocho líneas van saliendo procesos de investigación para demostrar científicamente que todo esto tiene sentido. En seis años hemos publicado más de 100 artículos en revistas de impacto demostrando que, además de que es lo que quiere la gente, es bueno y es necesario, y probablemente hasta ahorre costes al sistema. Uno de los conceptos que hemos introducido es el de los cuidados de lo invisible: si la gente se encuentra bien emocionalmente se recupera antes. Eso es algo intuitivo pero hay que demostrarlo.

¿Cómo afectó la llegada de la pandemia al proyecto HU-CI?

Todo iba estupendamente, llegó el virus y tiró todo por tierra. Todo. Aunque por otro lado, ha puesto de manifiesto lo importantes que es esto, a pesar de que lo ha hecho de una manera muy dolorosa. Esto te hace reflexionar acerca de la vulnerabilidad del ser humano. Llevábamos seis años construyendo y cambiando la mentalidad de la gente y, de repente, en apenas tres meses, algo que ni siquiera es visible tira todo por tierra. Por otro lado, para mucha gente yo creo que lo de la humanización en los hospitales era algo como naif. Con el coronavirus todas las decisiones que tomaron las autoridades se han basado en el miedo y cuando uno tiene miedo lo primero que hace es prohibir. Se ha puesto de manifiesto que el coronavirus nos puede robar la humanidad. Lo hemos visto: la gente se ha muerto sola, nadie cuida al cuidador, los espacios no estaban centrados para proteger la dignidad de las personas...

¿Cómo se consigue conjugar la seguridad de médicos, familiares y pacientes con la humanización en tiempos del covid?

Con equipos de protección individual. Esto ha sido la gran diferencia entre la primera ola y las siguientes. En la primera ola, muchos profesionales caímos enfermos porque hubo déficit de materiales, pero por suerte, ni en la segunda ni en la tercera esto está ocurriendo. Si los profesionales con los equipos no nos infectamos, cada vez sabemos más de la enfermedad y tenemos menos miedo, eso se aplica igual para el resto de las personas. Si tú le das un equipo a un familiar, se lo explicas, le hablas de la distancia, de la higiene de manos… la gente es responsable. Nadie quiere ponerse en riesgo ni poner en riesgo a sus seres queridos o a los profesionales sanitarios. Es cierto que hay gente que se salta las normas, pero es una minoría. La inmensa mayoría intenta hacer las cosas bien por el bien común.

Un año después de que irrumpiese la pandemia ¿Ha visto algún avance? ¿Cree que se ha humanizado el sistema sanitario?

Sí, en la primera ola algunas unidades de cuidados intensivos, muy pocas, permitimos que los familiares acompañaran a los pacientes. El pasado mes de junio, la Sociedad Española de Medicina Intensiva, la de Enfermería Intensiva y la Federación Panamericana e Ibérica de Medicina Crítica y Terapia Intensiva publicó un plan de desescalada para la segunda ola, para que estuviésemos preparados. De ese plan, que tiene 70 páginas, el capítulo más extenso es el de la humanización y está basado en todo el trabajo que habíamos realizado desde 2014. De hecho, ese capítulo está escrito por tres miembros del proyecto HU-CI y yo estoy muy orgulloso, porque gracias a que algunos de nosotros pensamos que las familias tenían que estar dentro, eso ahora se ha convertido ahora en una práctica que se ha extendido no solo a España sino a todas las UCIS de América Latina. Eso es una satisfacción. No puedo decir que no existan hospitales donde haya gente que muera sola, pero estoy seguro que hay mucha menos gente que tiene esa desgracia, seguro. La propia sociedad científica ya recomienda el acompañamiento.

Decidió relatar toda la experiencia de aquellos primeros meses en un libro. ‘En primera línea’ (Península, 2020) fue escrito cuando se contagió de Covid-19, ¿Qué supuso para usted poder contarlo?

Fue una terapia, porque hemos vivido cosas trágicas, demoledoras y angustiosas. Yo caí enfermo precisamente cuando empezaron a escasear los equipos de protección individual. Si yo no hubiera tenido ese espacio de reflexión y casi de vomitar todas las cosas que habíamos vivido, ahora tendría algún tipo de secuela o estrés post traumático. En los hospitales no había día en que no hubiera un médico que no se rompiera y que pensara que no podía más. Ha sido una época muy difícil y el libro me sirvió como catarsis.

Las secuelas psicológicas a las que se están enfrentando los sanitarios no son ninguna tontería. ¿Cómo va a afectar a los trabajadores sanitarios esta crisis a largo plazo?

Antes de la pandemia, el 50% de los profesionales sanitarios, si pudieran, elegirían hacer otra cosa. Hay muchos motivos: la sobrecarga laboral o los contratos inestables, en España dos de cada tres sanitarios no tienen un contrato estable. Por desgracia, los hospitales son lugares muy poco hospitalarios para todos, para los pacientes, para las familias y para los profesionales. Otra cosa que ha puesto sobre la mesa la pandemia es que nadie cuida al cuidador. De hecho, desde el proyecto HU-C, durante la pandemia pusimos en marcha un plan de soporte psicológico para pacientes, familias y profesionales de cuidados intensivos metiendo dentro al psicólogo. Esto no lo hizo nadie. Todo el mundo hacía atención telefónica o por videollamada, pero lo que había que hacer era poner el recurso cerca. Gracias a la ayuda de diferentes fundaciones y empresas pudimos contratar esos psicólogos durante dos meses y estuvieron haciendo atención in situ con las familias y los pacientes y haciendo sesiones de ventilación de emociones con los profesionales. Si los psicólogos veían que había algún profesional con riesgo de romperse, lo derivaban a salud mental. Conseguimos meter un psicólogo en 16 unidades de cuidados intensivos de España, en Castilla La Mancha, Madrid y Cataluña, las regiones más afectadas. Se beneficiaron 2000 personas e hicimos 700 intervenciones. Y de paso pusimos encima de la mesa que no hay psicólogos suficientes en el sistema y que no hay psicólogos especialistas en cuidados intensivos.

¿Cree que todavía falta reconocimiento del trabajo de los sanitarios?

Durante la primera ola, a mí me encantaba lo de los aplausos. Me parece que había una sintonía entre la población y nosotros. A mí me gusta, pero entiendo también que haya críticas de muchos profesionales que digan, “mira, yo no quiero ni aplausos, ni premios, lo que quiero es trabajar con los recursos materiales y personales adecuados, con un sueldo digno y un contrato estable”, y eso, hoy en día, no lo tenemos.

¿Cuál es la lección más importante que saca de la pandemia?

Saco muchas lecciones. La primera, que si hubiéramos trabajado en el bien común, nos habría ido mejor. Estamos todos interconectados. Si hubiésemos prestado atención de lo que estaba pasando en China, nos habríamos preparado antes. Otra, es que yo tengo la sensación de que no hemos aprendido nada, nos ha pillado el toro en la segunda ola y prácticamente con los mismos problemas. En la primera ola teníamos excusa, pero ahora ha habido una distribución muy irregular de la pandemia y la manera de bajar la presión asistencial es muy sencilla, o trasladas pacientes a comunidades autónomas donde hay menos presión o te traes a esos profesionales. Creo que tener el sistema sanitario fragmentado en 17 comunidades es un problema, porque al final la toma de decisiones hace que cada comunidad quiera lo mejor para sí misma. Otra lección, que la humanización es una necesidad, que nadie puede mirar hacia otro lado; y por último, que es esencial que que cada uno haga su parte. Se ha puesto mucho el foco en lo que ha pasado en los hospitales, pero es fundamental que cada ciudadano ejerza su responsabilidad, si no, por mucho que hagamos nuestro trabajo, si hay más enfermos de lo que podemos atender, no salimos de esta.

Termino preguntándole con una afirmación suya de hace unos meses ¿Merece la pena jugarse la vida por mil euros al mes?

No. Ni por mil, ni por dos mil, ni por diez mil. Eso lo dije en un contexto en que estaba habiendo muchas conductas irresponsables. Yo no me juego la vida y hago 300 horas al mes en el hospital para verte a ti luego de botellón. En la segunda ola muchos sanitarios dejaron la profesión porque no merece la pena jugarse la vida. A los profesionales no nos cuida nadie y si estamos presumiendo de que tenemos la mejor sanidad del mundo… eso es una gran mentira.

"GRACIAS A QUE ALGUNOS DE NOSOTROS PENSAMOS QUE LAS FAMILIAS TENÍAN QUE ESTAR DENTRO, AHORA SE HA CONVERTIDO EN UNA PRÁCTICA"
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