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Ana Hernández: Romper los límites de la escuela
FIRMA INVITADA
ROMPER LOS LÍMITES DE LA ESCUELA
Ana Hernández
ROMPER LOS LÍMITES DE LA ESCUELA
En educación, cada día nos enfrentamos a retos más complejos. La pandemia por la CoVID-19 actuó como un gran escaparate en el que se hizo evidente lo que muchos docentes ya veníamos advirtiendo hacía mucho tiempo: el tejido escolar se rasgaba antes nuestros ojos, cada día, y nos encontrábamos desasistidos.

Para poder hacer frente a los retos educativos diarios a los que debemos dar respuesta en nuestras escuelas, debemos revisar y reformular las funciones, derechos, deberes y responsabilidades de los que son los protagonistas indiscutibles: alumnado, docentes, familias, administraciones y sociedad. Y en el desarrollo de nuestras actuaciones en esta nueva reafirmación, debemos velar por la inclusión y la solidaridad como eje fundamental. 

Para la formación de ciudadanos debemos contemplar lo que en alguna ocasión se ha denominado “ecología del aprendizaje”, entendido como un sistema en el que todos los actores son necesarios y solo funciona correctamente si trabajan de forma conjunta. La cooperación entre escuela, familia y comunidad, el cambio de rol del profesor y una formación adaptada a las necesidades del alumnado actual, unido a la necesidad de una formación de los alumnos y alumnas como ciudadanos críticos, comprometidos y responsables, más allá de su formación como meros trabajadores, se encuentran entre algunas de las necesidades más acuciantes en estos momentos. Y esta formación tan necesaria no solo debe encontrarse en la educación formal (colegios, institutos, etc.,) sino también en la educación no formal, que es aquella que se encuentra fuera de la estructura escolar propiamente dicha, y se adquiere en instituciones sociales, actividades extraescolares, actividades creativas, de ocio y deporte, etc., Y aquí es donde el tejido social debe contribuir a la adquisición de aprendizajes tan necesarios como la solidaridad, el trabajo comunitario, la cooperación y la adquisición de una actitud crítica hacia el entorno, etc. 

Esta simbiosis entre ambas formas de educar, necesariamente complementarias, ayuda a que las escuelas puedan trabajar para luchar contra las desigualdades. Muchas veces la escuela puede generarlas y perpetuarlas, ya que algunas políticas educativas que fomentan la privatización de la educación, no hace más que aumentar la desigualdad. Y debemos luchar por proteger lo público como garante de la igualdad de oportunidades. Y la escuela necesita repartir el peso que recae en sus espaldas. La escuela no puede ser el único organismo que se encargue de formar a nuestro alumnado de forma exclusiva. Si lo que buscamos es formar a ciudadanos que sean comprometidos con su realidad presente y futura, que sean solidarios y que tengan capacidad de comprender el mundo y actuar ante las emergencias que tienen (y tendrán) a su alrededor, necesitamos que el resto de agentes sociales complementen la educación formal de las escuelas para que el aprendizaje sea completo, plural y rico en matices.  

La escuela no puede ser el único organismo que se encargue de formar a nuestro alumnado de forma exclusiva

En estos años de pandemia que hemos sufrido, las desigualdades sociales se han mostrado con toda su crudeza. En educación, las consecuencias de la brecha digital fueron alarmantes, y no solamente durante los primeros meses, sino que la falta de medios para acceder a la educación durante los meses en los que la educación fue en línea, ha tenido una repercusión terrible en los años siguientes. Los alumnos que no disponían de medios para continuar su educación desaparecieron, literalmente, sin dejar rastro y esta desconexión ha tenido unos efectos devastadores en su recorrido escolar. 

Necesitamos, por tanto, de un tejido social que contemple lo escolar como complemento necesario, de forma que existan vínculos entre las ciudades, las administraciones y los centros educativos, para que los alumnos comprendan la necesidad de entender que la escuela y la sociedad no son dos entes abstractos e independientes, sino que deben estar en constante comunicación. Y esta forma de educar contribuirá en la construcción del sujeto multidimensional. Una construcción desde lo educativo, lo social, lo experimental, lo participativo, lo formal, lo no formal y la ciudadanía crítica. Y, por qué no, este puede ser uno de los ingredientes para que los alumnos puedan sentirse en consonancia con el mundo que habitan, en el que se dan las condiciones para la generación de lazos de aprendizaje con otros miembros de la comunidad y que podrían dar lugar a sistemas de aprendizaje entre iguales y podría romper la dinámica de aislamiento y soledad en la que actualmente, y lamentablemente, se encuentran muchos de nuestros jóvenes. Sentirse formar parte, participar en las tomas de decisiones y sentir que su opinión cuenta, podría servir como aliciente en el cuidado de su salud mental y emocional.  

La ciudad debe ser entendida en lo que tiene de comunidad, de relación. Las redes con la comunidad formarían un nuevo tejido, mucho más poderoso y rico que la suma de las partes. Una sinergia necesaria que procuraría nuevos aprendizajes. La idea de simbiosis entre escuela y ciudad parte de la idea de la posibilidad de ser partícipe en la transformación y toma de decisiones en ambos ámbitos. En elegir y colaborar con otros para generar conocimiento y diseñar estrategias de cooperación que sirvan de beneficio mutuo. La escuela y la educación como forma de hacer ciudad y viceversa. Y la ciudad como aula abierta y contexto educativo. Y los centros educativos creando ciudad, creando redes.  

Estas redes permitirán la comprensión y actuación ante situaciones que no deberían resultarnos ajenas y ante las que no deberíamos permanecer impasibles. Las injusticias sociales, las desigualdades, la inmigración, los conflictos bélicos, la lucha contra el cambio climático, etc., solo pueden ser combatidas cuando son comprendidas en toda su complejidad, vividas desde lo colaborativo y esto solo puede conseguirse desde la cooperación entre agentes educadores, tales como las escuelas, las organizaciones sociales y, cómo no, las administraciones. Una mirada rica y múltiple en la solución de problemas complejos, en la que los alumnos son alumnos, pero también ciudadanos. No debemos caer en la tentación de hablar sobre la formación de los ciudadanos del futuro porque estos alumnos ya son ciudadanos del futuro por serlo del presente y este es el momento de educarlos en la asunción de roles críticos, en el fomento de la creatividad en sus reflexiones y en la búsqueda de soluciones.  

Romper los límites de la escuela para formar ciudadanos comprometidos con el presente para lograr un futuro mejor. 

 

* Las opiniones de los colaboradores y colaboradoras que se publican en AHORA corresponden únicamente a sus autores y podrían no coincidir con los valores y principios de Cruz Roja, que fomenta la participación, el debate y la libertad de expresión para contribuir a crear una sociedad plural e informada.

Ana Hernández
Ana Hernández
Ana Hernández es Doctora en Bellas Artes, Jefa de Estudios y profesora de Dibujo en IES Julio Verne donde explica a Goya a partir de los Hermanos Chapman y que junto a otros profesores está revolucionando la educación con un nuevo concepto de trabajo en equipo de los propios docentes. Es también Secretaria General Mejora tu Escuela Pública (MEP). Imagen de Fondo

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