Enfrentarse a la soledad es siempre un gigantesco desafío porque los seres humanos necesitamos a las demás personas para crecer, compartir y proyectarnos, por eso, si nos aislamos de nuestros afectos, la vida deja de tener sentido.

La soledad nos puede conducir a la tristeza, a la pérdida de autoestima, a la depresión, a la falta de energía, a quedarnos sin una mínima poción de esperanza.
Incluso, en la actualidad este sentimiento es considerado como una epidemia producto de modos de vida individualistas. Sin embargo, es una cuestión mucho más profunda que también les afectaba a los habitantes de las cavernas.

El miedo al abandono, a que no nos tengan en cuenta, nos acompaña a lo largo de toda nuestra existencia, pero también hay que decir que la soledad que elegimos para reflexionar, para ordenar nuestros pensamientos y para crear, es positiva y necesaria porque nos ayuda a manejar las emociones.

La soledad elegida o la soledad temporal, no tienen el efecto negativo que genera la soledad impuesta que afecta a quienes conviven con el VIH, que muchas veces se vuelve irreversible como consecuencia de los prejuicios y el estigma.

Las personas que emigran y necesitan continuar con su tratamiento antirretroviral en el país que eligen para vivir, en general, se deben enfrentar solas a las dificultades ocasionadas por la exclusión social.

En ese sentido La Asamblea General de Naciones Unidas acordó en 2018 el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular, con el fin de reducir las vulnerabilidades de las personas migrantes protegiendo sus derechos humanos y garantizándoles atención y asistencia.

La eficacia de los nuevos fármacos ha mejorado la calidad de vida de quienes conviven con el VIH, pero no es suficiente si esas personas han perdido las redes de apoyo (familiares, amigos, etc.), no tienen trabajo ni perspectivas de futuro y se encuentran en una situación de vulnerabilidad. Ya hay una generación que transita más allá de los cincuenta años que convive con el VIH en estas circunstancias que deben ser cambiadas. 

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) la calidad de vida implicaría la percepción que tiene una persona en relación con su contexto (cultura, sistema de valores), sus objetivos, aspiraciones y preocupaciones.

Hasta el momento se ha incidido más en las características clínicas y epidemiológicas del VIH. Ahora, para equilibrar la balanza, hay que ocuparse de las personas que llevan muchos años conviviendo con el virus y contemplar todas las necesidades que conforman un estilo de vida saludable en el plano social y emocional. 

Es esta la respuesta que esperan quienes sobrevivieron a los años más despiadados del VIH. Porque como dice un proverbio: “La soledad es un buen lugar para encontrarse, pero uno muy malo para quedarse”.

Fuentes:
La Soledad: La habilidad de estar sin nadie - IEPP

DificultadesAccesoServiciosSanitarios_Final_2022.pdf (sanidad.gob.es)
gTt-VIH | La soledad se asociaría a una peor memoria y un mayor impacto de comorbilidades en personas con el VIH
Los determinantes sociales impactan en la salud de las personas con VIH - MSD | Spain

Ilustración:
Cuadro del pintor Edward Hopper