Estudiar desde el hospital - Ahora
Publicador de contidos
- Que un niño o una niña resida durante un tiempo en un centro hospitalario no es sinónimo de que renuncie a su educación reglada. Cruz Roja en Ceuta, a través de una subvención del Ministerio de Educación, pone su granito para ayudarles a seguir estudiando.
Una operación de apendicitis, una rotura de hueso o algún problema respiratorio pueden provocar que cualquier persona se vea obligada a ingresar en un hospital durante un tiempo indeterminado. Cualquier persona y, por supuesto, también un niño o una niña. De hecho, las situaciones anteriormente descritas son las más habituales entre la infancia del hospital de Loma Colmenar de Ceuta, donde Cruz Roja, a través de una subvención del Ministerio de Educación y Formación Profesional, se encarga de que no pierdan clases mientras están en el hospital.
Sandra Mora es maestra y responsable del proyecto SAEIH ‘Servicio de Atención Educativa en Infancia Hospitalizada’ de Cruz Roja Ceuta, que persigue, así, que el alumnado no renuncie a su educación reglada por razones de convalecencia hospitalaria. La rutina de muchos niños y niñas se rompe debido a cualquier enfermedad o a circunstancias hospitalarias, y Cruz Roja se convierte en el vínculo entre el centro escolar y el alumnado para no descuidar sus estudios siempre que sea posible. En Ceuta, alude Mora, se da una idiosincrasia particular: dado que es una ciudad pequeña con pocas especialidades, la mayor parte de los casos graves se trasladan a la península, por lo que la Organización suele atender a niños y niñas con una estancia no demasiado larga en el tiempo y enfermedades, en la mayoría de los casos, más leves.
"A algún niño le han dado el alta y ha pedido quedarse un poco más”
Por la mañana, de 9 a 10h, el equipo de Cruz Roja pasa por cada centro escolar para recoger los deberes y tareas y hablar con tutores o profesores. El resto de la mañana (igual que el horario de cualquier colegio) los niños y niñas ingresados en el hospital hacen sus actividades acompañados por el personal de la Organización. Antes de la irrupción de la COVID-19, en el aula se congregaban niños y niñas de diferentes niveles educativos, pero ahora la atención es individual según el protocolo del centro. Desde septiembre, Cruz Roja ha atendido a unos 80 niños y niñas; menos estudiantes que otros años (donde se han llegado a alcanzar los 300 a final del curso escolar, en junio) debido también a la pandemia y la estrategia de no hospitalizar a no ser que sea totalmente necesario.
Aunque no todos los niños y niñas reciben con entusiasmo sus obligaciones escolares, en general su actitud es muy positiva. “Siempre vamos con el chaleco de Cruz Roja, y a veces se sorprenden porque no les encaja que no sea una bata blanca. Cuando les decimos que venimos a ayudar en las tareas del cole, a alguno se le cambia la cara: ‘No me voy a librar ni en el hospital’”, sonríe Sandra Mora. Además de apoyar la educación reglada, la Organización también propone actividades manuales, celebra las efemérides más destacadas y cuenta con un vasto material que hace las delicias de los más pequeños y pequeñas. “A algún niño le han dado el alta y ha pedido quedarse un poco más”, añade la maestra.
Entretenerse y aprender
El 13 de mayo se celebra el Día de la Infancia Hospitalizada. Desde Cruz Roja Juventud, como todos los años, recuerdan su trabajo fundamental: que los y las peques no estén solas y que la hospitalización no suponga una ruptura en su desarrollo tanto personal como educativo. Y es que a través de este proyecto también la Organización ayuda a que niños y niñas sigan adelante con su educación.
Blanca Jiménez es voluntaria del proyecto en el Hospital Clínico de Zaragoza. Aunque no niega que la COVID-19 ha causado estragos (reduciendo, por ejemplo, las personas que pueden entrar en el centro), hace ya unos meses que se pudo retomar la actividad. Además de escolares (niños y niñas de entre los 4 a los 10 años de edad, aproximadamente), una de las particularidades del hospital zaragozano es que acoge a chicas (generalmente, de 12 a 14 años) con Trastorno de Conducta Alimentaria (TCA).
“Aunque nos centramos mucho en el ocio, una parte de lo que hacemos también está orientada a la formación. Les preguntamos qué quieren hacer cuando sean mayores, qué quieren estudiar, qué les interesa… Y si tienen alguna tarea que no entienden (dan clases por la mañana que gestiona el Ministerio de Educación), intentamos también brindar apoyo escolar”, cuenta Blanca. A ella se le da particularmente bien el inglés, y trata de incitar a las chicas a practicarlo. Porque estudiar desde el hospital, aunque a veces no sea sencillo, resulta esencial para facilitar el tránsito futuro hacia las aulas.
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