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Una mirada sobre el chemsex
Actualitat
mai
25
2023
25 mai Una mirada sobre el chemsex

Terminaba la década de los 90 cuando en Londres irrumpía una nueva manera de experimentar la sexualidad entre hombres gais que se iba a conocer como chemsex.

El vocablo anglosajón deriva de chemical y sex para darle nombre al uso intencionado y lúdico de drogas estimulantes con el fin de tener prácticas sexuales durante un periodo largo de tiempo.

En la actualidad este fenómeno se ha extendido a todas las grandes ciudades y es motivo de preocupación de las autoridades sanitarias por los riesgos que conlleva para la salud física y psíquica.

Los lugares donde se practica el chemsex son, fundamentalmente, las fiestas privadas, las saunas y los sex-clubs. En estas sesiones grupales las drogas que se utilizan varían a lo largo de los años y dependen de los diferentes contextos sociales y urbanos.

Las sustancias químicas empleadas tienen una denominación según los efectos que causen. Así podemos clasificar como estimulantes a la cocaína, la mefedrona y la metanfetamina; como alucinógenos a la ketamina y dentro del grupo de los depresores el GHB y el cloruro de etilo, por citar algunas.

La combinación de estos estupefacientes produce desinhibición, euforia y estimulación sexual y hace que quienes participan de los encuentros de chemsex asuman muchos más riesgos con respecto a la exposición al VIH y a las ITS en general (especialmente sífilis, gonorrea y VHC), por realizar prácticas desprotegidas y de larga duración con diferentes parejas.

Además, cuando se trata de personas que están en tratamiento para el VIH, muchas drogas de las que se consumen pueden interactuar negativamente con los medicamentos antirretrovirales y producir severas intoxicaciones.

Más allá de los motivos por los que alguien decide participar en chemsex (soledad, miedo al rechazo social, busca de reconocimiento, de pertenencia a un grupo, para que las prácticas duren más, para recuperar la autoestima, sentirse libre, etc.) se plantea un problema de salud pública que hay que enfrentar. Y para ello es necesario un enfoque multidisciplinar.

En ese sentido se deben implicar, entre otros, los centros de atención a las adicciones, las entidades de base comunitarias, las unidades de VIH y enfermedades infecciosas, las urgencias hospitalarias y los equipos de salud mental.

Se debe mirar a la persona relacionada con el chemsex como un todo que incluya la salud sexual, la salud física, la salud mental y el consumo de drogas.
Ese enfoque holístico (integral) de las personas que lo practican es el que permitirá un tratamiento adecuado para realizar las intervenciones de acuerdo con las necesidades y perfiles de cada una de ellas.

El objetivo debe estar centrado en concienciar sobre la gravedad que tiene el policonsumo de drogas que puede provocar graves problemas de salud, entre ellos, psicosis, accidentes cardiovasculares, sobredosis, coma, alteración del sistema nervioso central y en algunos casos hasta la muerte.

Este abordaje psicoterapéutico debe motivar a los usuarios de chemsex a creer en la posibilidad de cambiar conductas. Que se vayan planteando poco a poco propósitos de reducir la cantidad de droga consumida, de acortar el tiempo de las sesiones o de desprenderse de las aplicaciones móviles a través de las cuales acceden a estos encuentros.

La cercanía y la empatía son dos cualidades esenciales que debe contemplar todo abordaje multidisciplinario del chemsex. Desde el Plan Nacional sobre el sida se ha creado un grupo de profesionales con amplia experiencia en este ámbito con el fin de emplear las estrategias más eficaces de prevención, disminución de riesgos y de minimización de los daños de quienes participan en estas sesiones.

 

Fuentes:

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