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STAMINA: cómo colaborar para anticiparse y responder ante la próxima pandemia

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STAMINA: CÓMO COLABORAR PARA ANTICIPARSE Y RESPONDER ANTE LA PRÓXIMA PANDEMIA

STAMINA: cómo colaborar para anticiparse y responder ante la próxima pandemia
La COVID-19 ha cambiado el mundo que creíamos conocer. Equipos multidisciplinares de distintos países trabajan para que la próxima pandemia -que la habrá- no nos pille con las defensas bajadas. Observar, analizar y aplicar serán nuestras principales armas. Y también cuidar del medio ambiente

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parte 1 stamina

Mucho se ha hablado de la predicción que Bill Gates realizó acerca de la COVID-19 con cinco años de antelación. "No seremos tan estúpidos la segunda vez”, ha afirmado ahora el magnate, quien pronostica el estallido de otra pandemia más pronto que tarde. En este sentido, considera que una mejor gestión puede reducir el número de muertes y el daño económico, siempre que apostemos por la cooperación entre colectivos y países. "Este esfuerzo general por compartir información es de una importancia vital (…) Hemos aprendido muchas cosas de la actual situación que nos permitirán estar más preparados para la siguiente", afirmaba en una de sus últimas entrevistas. Comparaba la situación con Asia o con Australia, que esta vez han aplicado mejores mecanismos de respuesta. 

Dejando a un lado este llamamiento mediático, ya son muchos los grupos profesionales que trabajan en equipos multidisciplinares para la observación, predicción y, por tanto, mejor respuesta, frente a una crisis sanitaria. Queremos saber cómo será, pero sobre todo, queremos poder evitarla -o minimizar sus efectos-. En el centro de todo, se sitúa la recogida de datos que, cruzados de manera adecuada, pueden conducirnos a conclusiones valiosas. Esta información procede de fuentes muy diversas, desde los agentes ambientales hasta los cuerpos de seguridad, pasando por los estudios sobre el comportamiento humano. Pero la cooperación no solamente debe darse entre campos de especialidad, sino también entre distintos países, porque al hablar de pandemia, hablamos de una crisis mundial. 

"Hemos aprendido muchas cosas de la actual situación que nos permitirán estar más preparados para la siguiente" 

Cruz Roja Española participa junto a la Fundación Tecnologías Sociales (Tecsos) y otras 37 entidades de 16 países en una plataforma de soporte inteligente llamada STAMINA. Se trata de una línea de investigación, financiada con fondos europeos, para desarrollar tecnologías que apoyen a la toma de decisiones en la predicción y gestión de pandemias. Curiosamente, aunque el programa arrancó formalmente en septiembre de 2020, se venía trabajando en él desde antes del 11 de marzo de ese año, día en el que la OMS declaró de manera oficial la pandemia mundial. Ahora se encuentra en su octavo mes de ejecución y está previsto que se prolongue hasta agosto de 2022, centrándose en mejorar las dos etapas primordiales en la gestión de las crisis sanitarias: la fase de preparación y la de respuesta. 

"Hasta la fecha, los hitos principales que se han conseguido han sido la definición de la primera iteración de requisitos de usuario, la definición de los casos de uso, las primeras versiones de las herramientas y de los modelos predictivos, y los borradores de los diferentes trials/demostradores que van a llevarse a cabo", destaca Ana Isabel Arroyo Hernández, directora de proyecto en Tecsos. Entre esos trials, está prevista una prueba durante el segundo año, en la ciudad de València, para demostrar los avances logrados. También se ha trabajado en la obtención de datos históricos (de enfermedades, recursos sanitarios…) que nutran estas herramientas. Y por último, Arroyo hace hincapié en la formación del Advisory Board, "un consejo de expertos que acompañará a STAMINA en su ejecución y asesorará a los socios en la evolución", liderado por Tecsos y Cruz Roja. 

A nivel práctico, STAMINA pretende combinar diferentes herramientas, como es el análisis web y de redes sociales en tiempo real, para detectar posibles brotes de enfermedades, lo que permitirá a los organismos nacionales y los servicios de intervención inmediata anticiparse a las amenazas y dar mejores respuestas. "Nos encontramos todavía en una fase muy inicial. Hay ya desarrolladas algunas primeras versiones, pero ni son definitivas, ni se han testeado en casos reales ni simulados", explica Arroyo. La gestión de este tipo de crisis sigue siendo un enorme desafío debido al número de personas involucradas y los diferentes marcos legales, administrativos, profesionales y políticos de los países. A ello hay que unirle la falta de infraestructuras de gestión de crisis transfronterizas, por lo que es clave mejorar la cooperación entre los países miembros de la Unión Europea y sus vecinos. 

 

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Primero, cooperar

La representación española en STAMINA está a cargo de cuatro entidades: Tecsos, Cruz Roja Española, Plan Fundación Valenciaport y la Policía Local de Valencia (PLV)."Como bien ha demostrado la experiencia, la gestión de una pandemia requiere de distintos agentes, más allá de las autoridades sanitarias. Los centros de decisión política, los Cuerpos del Estado y hasta las empresas privadas tenemos que llevar a cabo una acción global, paralela y coordinada", defiende José L. Diego, jefe de la sección de Proyectos Europeos de la Policía Local de Valencia. El papel de este colectivo es especialmente activo, ya que disponen de mucha información sobre cómo se ha alterado su trabajo habitual en el último año. De hecho, ya venían trabajando con herramientas de recogida de datos para la predicción de catástrofes ambientales o asuntos de movilidad, que ahora emplean con fines sanitarios. 

"Nos encontramos todavía en una fase muy inicial de Stamina. Hay ya desarrolladas algunas primeras versiones, pero ni son definitivas, ni se han testeado" 

"Hoy en día, vivimos en entornos urbanos en un marco de creciente sensorización. Cada vez hay más herramientas que recogen información sobre lo que sucede en la ciudad, además de otros sistemas de Big Data y tratamiento masivo de datos que hacen posible la generación de lo que llamamos smart city", nos recuerda. Como ejemplo, se refiere al proyecto 'beAware', también de alcance europeo, que si bien recopila datos de índole meteorológica para la predicción de catástrofes climáticas, tiene un enfoque asimilable a STAMINA. "El reto es ser capaz de explotar adecuadamente la información y predecir posibles patrones y eventos futuros. También ir desarrollando, por el camino, nuevas herramientas y sensores de medición, que se sumen a todo lo que ya tenemos", añade. 

¿Estamos más preparados que hace un año? "Obviamente, sí", responde el jefe de sección, "pero igual que les ha sucedido a los países asiáticos con esta última pandemia, porque ya habían tenido experiencias anteriores". De lo malo, lo bueno. La COVID-19 va a permitir que los investigadores aborden, no una amenaza hipotética, sino una situación verídica que ya han atravesado. "Al haber trabajado sobre casos reales, somos capaces de concretar mucho más los problemas que puedan surgir y esto nos está obligando a encontrar soluciones específicas", explica, porque tal y como concluye: "Ahora mismo, los ejemplos que usamos en STAMINA dejan menos a la imaginación. Esta vez, contamos con la experiencia de situaciones que pueden pasar y, de hecho, ya nos han pasado". 

 

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Luego, predecir

Todo son matemáticas. Hemos escuchado hablar del 'número RO' que tiene cada enfermedad e indica el promedio de contagios que genera una persona infectada. De la teoría de las canicas, que van golpeando a dos más. Con independencia del modelo predictivo que utilicemos, todos se enfrentan a dificultades similares a la hora de medir el crecimiento exponencial de una enfermedad, que van desde la calidad de los datos -no tenemos registros de toda la población infectada- a los sistemas de procesamiento -hay que averiguar cómo cruzarlos de la manera más eficiente-, pasando por el siempre impredecible comportamiento humano. Es más difícil estudiar a una persona que decide coger el autobús en vez del coche, que anticipar la llegada de una borrasca atlántica. 

"Durante la pandemia se ha tenido que trabajar analizando datos a contrarreloj. Eso nos ha ayudado a tomar decisiones más acertadas, pero imagínate cuando dispongamos del tiempo y podamos empezar a buscar relaciones de interdependencias de los datos de modo contrastado", reflexiona Alejandro Carbonell, cofundador de Green Urban Data, una empresa valenciana de Big Data que proporciona información ambiental a los organismos públicos. "Ahora sabemos que los datos pueden servir, no solo para analizar algo tan importante como el cambio climático, si tan crítico como ha sido la COVID-19. Con la información podemos crear escenarios de propagación de la enfermedad en función de diferentes variables ambientales, sociales, económicas…", nos explica. 

"Durante la pandemia se ha tenido que trabajar analizando datos a contrarreloj, pero imagínate cuando dispongamos del tiempo y podamos interrelacionarlos" 

A lo mejor conseguimos averiguar el nombre de la siguiente pandemia, incluso los países en los que tendrá más impacto, y de este modo iremos trabajando en combatirla con mucha más previsión. Pero ahora viene la pregunta del millón: que podamos predecir una pandemia, ¿hará que podamos evitarla? Carbonell se sincera: "Durante esta pandemia, hemos tenido la sensación de que hemos ido por detrás en todo momento. Gracias a los datos recogidos, en el futuro quizás podamos estimar la aparición de otra crisis sanitaria y determinar cuáles serán sus efectos a nivel mundial, eso desde luego. Pero aunque logremos predecir la crisis, no creo que logremos evitarla. Iremos por delante y minimizaremos sus efectos, lo cual ya es muy importante", concluye el experto.  

 

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Y claro, actuar

Mireia Coscollá, investigadora del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas de la Universitat de València, está de acuerdo en que ahora sabemos cosas que antes no. "Ha quedado muy claro que no podemos subestimar a ningún patógeno contra el que no tengamos inmunidad, aunque no sea muy mortífero, porque entran en juego otra serie de características que pueden desestabilizarlo todo, como su alto índice de transmisión", indica. Si bien considera importante identificar las amenazas, no cree que lo esencial sea determinar qué virus viene a continuación, "porque eso es muy difícil de prever". En su opinión, la clave está en invertir en las líneas de investigación adecuadas, "antes de tener la pandemia encima, porque todo ese conocimiento es fácil de redirigir después".

En este sentido, valora la colaboración entre países y defiende la respuesta coordinada que se ha dado frente a la COVID-19. "Tenemos una gran capacidad de compartir datos. Se ha hecho un esfuerzo enorme, por ejemplo por parte de los científicos que trabajamos secuenciando el virus, que en pocos meses ya teníamos acceso a miles de genomas de todo el mundo", admite. Pero considera que no estamos sacando todo el partido posible a esta información. "Diría que falta integración entre los datos investigadores y los procedimientos sanitarios. Y aquí ya entra en juego el papel gubernamental", reclama. Porque aunque se ha favorecido la transición de las autonomías hacia la epidemiología genómica, seguimos careciendo de sistemas de respuesta ante una futura pandemia. 

"Si seguimos explotando la vida silvestre y destruyendo nuestros ecosistemas, en los próximos años tendremos un flujo constante de enfermedades de animales a humanos" 

"La experiencia demuestra que el conocimiento debe ir acompasado por la voluntad.  Incluso cuando no estemos viviendo momentos de tensión, las autoridades tienen la obligación de apostar por el desarrollo de la ciencia y por el impulso de determinadas industrias, para que no volvamos a vivir situaciones de caos y de desabastecimiento", reivindica. Pese a reconocer que ha habido una mejora con respecto al año pasado, Coscollá cree que podríamos hacer más en materia de prevención. "Hay muchas cosas que ya sabemos, como toda la teoría alrededor de las bacterías multiresistentes, o que la situación ambiental tiene un impacto directo sobre la salud humana, y no estamos poniendo las soluciones oportunas desde donde toca", concluye la investigadora. 

 

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La sostenibilidad, en el centro

Uno de los objetivos de STAMINA es "garantizar la sostenibilidad de las soluciones", que deben estar en consonancia, ya no solo con la realidad económica de los países que las aplican, sino también con el medio ambiente. Todo lo que no sea respetuoso con nuestro entorno es impracticable de cara al futuro. "El cambio climático es más difícil de resolver que una pandemia, pero, si no lo hacemos, los efectos negativos serán mucho peores", decía Bill Gates. Y ya no es solo eso, porque en los últimos tiempos, muchos investigadores han establecido una relación directa entre los niveles de contaminación y la propagación de la COVID-19. El aspecto ambiental ha pasado a cobrar importancia en todos los estudios acerca del virus, y por ende, también en los relativos a la predicción. 

"La experiencia demuestra que el conocimiento debe ir acompasado por la voluntad, incluso cuando no estemos viviendo momentos de tensión" 

La directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Inger Andersen, y el director general del Instituto Internacional de Investigaciones Pecuarias (ILRI), Jimmy Smith, son los autores del nuevo informe ‘Prevenir la próxima pandemia: Zoonosis y cómo romper la cadena de transmisión’. En él, hablan de que la aparición y propagación del nuevo coronavirus y otras zoonosis -enfermedades que se transmiten entre animales y humanos- hacen que sea necesario estudiar el medio ambiente como conjunto. "La ciencia ha dejado claro que, si seguimos explotando la vida silvestre y destruyendo nuestros ecosistemas, en los próximos años tendremos un flujo constante de enfermedades pasando de animales a humanos", afirma Andersen. 

Por este motivo, los científicos de la ONU ofrecen un conjunto de recomendaciones, que pueden ayudar a los responsables políticos a prevenir futuros brotes. Por ejemplo, reducir la demanda de proteína animal, frenar el aumento de la agricultura intensiva y zanjar la explotación de la vida silvestre, desencadenante de la crisis climática. En este sentido, el texto señala a la gestión de las pandemia que se hace en continentes como África, que ha experimentado y respondido a una serie de epidemias zoonóticas, incluidos los recientes brotes de Ébola. “Están aplicando enfoques novedosos de control de enfermedades basados en los riesgos en lugar de las normas, los cuales se adaptan mejor a entornos de escasos recursos", explica Smith. Así que el futuro pasa por afrontar la experiencia en humanos, animales y medio ambiente de forma  integrada y paralela. 

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