Manuela Cabero: "Las guerras son la mayor imbecilidad del mundo" - Ahora
Eduki publikatzailea
El Genocidio de Ruanda de 1994 impactó al mundo entero por su crueldad. Más de 800.000 muertos en una vorágine de odio interétnico que aún no ha supurado. También impactó a una anestesióloga, una leonesa afincada en Toledo, que decide actuar. Comienza así un compromiso humanitario que llevará a la doctora Manuela Cabero por los principales conflictos, desastres, epidemias y crisis humanitarias del momento, desde la guerra de Bosnia (1994) hasta la de Ucrania, pasando por Balcanes, Kosovo, Irak, El Salvador, Senegal, Tindouf (Argelia) o Sierra Leona, haciendo frente al ébola. Su labor la ha llevado a recibir la máxima distinción del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, la medalla Henry Dunant. Fue también Vicepresidenta de Cruz Roja Española. Con 76 años, la doctora se retira de la ‘primera línea de frente’, pero no de su entrega hacia los más ninguneados, los ‘nadie’ de Galeano.
Doctora, ¿cuándo hace esa primera mochila ‘humanitaria’? |
Me ofrecí voluntaria para ir a Grandes Lagos por el genocidio pero, en ese momento, Médicos del Mundo tenía necesidad urgente de anestesistas para Balcanes, y allí que nos fuimos, a Móstar.
¿Qué te impacta más en esa primera misión?
Sin duda alguna, el alto número de amputaciones que generaban las minas antipersona, muy diferente al ámbito sanitario que yo conocía.
En las guerras mueren civiles, y también son asesinados los cooperantes.
Sí, en 1995 fue asesinada en Móstar una amiga y cooperante de Médicos del Mundo, Mercedes Navarro. Llegué al día siguiente a su casa; todavía estoy viendo los pétalos que cubrían la terraza donde fue asesinada.
Pese a todo, seguro que conservas algún buen recuerdo de esa primera misión.
A la pequeña clínica que montamos en un sótano, parte de un antiguo centro comercial, acudía siempre una mujer mayor, pero que no demandaba atención, al menos, aparentemente. Un buen día me acerqué y le pregunté qué hacía allí. Me contestó que no tenía otro lugar al que ir y que allí al menos una doctora le sonreía siempre... Conservo el collar que me regaló.
Y empiezas a dar tumbos por diferentes crisis y emergencias humanitarias, varias de ellas ocasionadas por conflictos armados. Doctora, dada tu dilatada experiencia en estas situaciones, ¿qué son para ti las guerras?
Las guerras son la mayor imbecilidad del mundo, porque no solucionan nada, nada. No sólo acaban con la vida de las personas, sino con los supervivientes. Sin contar el retraso económico que acarrean.
Después de todo lo que has visto, ¿tienes esperanza?
No, si te refieres a las guerras, no tengo ninguna esperanza, siempre existirán. Frente a la devastación que suponen, lo que aportamos es como un pequeño grano de arena. Es un deber moral el ayudar, pero es un grano de arena..
Pero ¿no ves algo de luz?
Sí, por supuesto, tengo esperanza en las personas, individualmente. El hecho de que una persona afectada por una emergencia sepa que le interesa a otra, que puede vivir a miles y miles de kilómetros de distancia, tiene un valor importante. Sí, creo en las personas.