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Andrés Jaque: “La ciudad del futuro será una ciudad construida hacia la búsqueda de la justicia”
BEGIRADAK
ANDRÉS JAQUE
“La ciudad del futuro será una ciudad construida hacia la búsqueda de la justicia”
ANDRÉS JAQUE
Foto: Miguel de Guzmán
18/11/2025
IDAZLEA:
ELKARRIZKETAGILEA:
Irene Ronda

Humanidad

18/11/2025
IDAZLEA:
ELKARRIZKETAGILEA:
Irene Ronda

Humanidad

Arquitecto

Andrés Jaque es un arquitecto español, decano de Arquitectura de la Universidad de Columbia y fundador de OFFPOLINN (Office for Political Innovation), un estudio que opera entre Nueva York y Madrid, donde la arquitectura se convierte en un terreno para explorar la política, la ecología y la vida cotidiana. 

Jaque observa los espacios no sólo como construcciones, sino como agentes activos que moldean nuestras relaciones, nuestros hábitos y nuestro entorno. Su trabajo aborda el impacto ambiental de los edificios, la tecnopolítica del hogar y la emergencia de nuevas formas de comunidad, proponiendo una arquitectura que cuestiona, transforma y nos invita a imaginar maneras distintas de habitar el mundo.

¿Cómo describirías el momento que está viviendo la arquitectura hoy en día? ¿Qué ambiciones y desafíos ves por delante?

La arquitectura es la disciplina que de manera más eficaz ha anticipado y ofrecido un plan de acción para abordar cómo los grandes temas de nuestro tiempo se relacionan unos con otros.

Creo que la arquitectura ha aportado una plataforma para entender que los efectos de las crisis climáticas son inseparables de toda una construcción del día a día que está basada en la carbonización, el extractivismo y en las diferencias sociales. 

Lo que es valioso de la arquitectura es que ha propuesto maneras para reimaginar el día a día como una oportunidad para pasar de una cultura de la explotación mutua a una cultura de los cuidados, de la superación del antropocentrismo, de las alianzas entre especies, de sociedades más igualitarias y creo que eso se traduce en cosas muy concretas como por ejemplo, nuevos modelos de vivienda, nuevas tipologías de espacio público, nuevas formas de infraestructura que están basadas en la ciclabilidad, en las oportunidades para una vida más diversa que además, son bellas y emocionantes. Por ese motivo, yo soy arquitecto y por eso creo que la arquitectura está probablemente en uno de sus mejores momentos desde el siglo XIX.

¿De qué manera puede la arquitectura cambiar cómo vivimos y nos relacionamos en la ciudad cada día?

La arquitectura es todo lo que hacemos. No hay nada que hagamos en nuestro día a día que no sea arquitectura. Nos levantamos en habitaciones diseñadas, nos lavamos en baños diseñados, desayunamos a través de redes de infraestructuras de distribución de alimentos, nos relacionamos con nuestros vecinos a través de edificios de vivienda colectiva, nos educamos en colegios…

Todos estos escenarios de lo social y de lo ecológico son arquitectónicos. Por tanto, la arquitectura tiene la capacidad de reinventar un día a día en el que se aborden los grandes temas de nuestro tiempo como son los efectos de una atmósfera, de unos océanos y de unas tierras en transformación.

Pero hay alternativas. Hay alternativas en sociedades en las que los recursos se producen en proximidad, donde el espacio público es un lugar de convergencia, de empoderamiento, donde, por ejemplo, hay oportunidades de vivienda que previenen no solamente la situación de sinhogarismo sino que, además, crea oportunidades para que unos vecinos, de manera sencilla, ayuden a otros. Y todo esto es, al final, una imagen de una sociedad muy deseable, muy diferente a la que vivimos, pero que se avecina. 
 

"LA ARQUITECTURA ESTÁ PROBABLEMENTE EN UNO DE SUS MEJORES MOMENTOS DESDE EL SIGLO XIX"
FotoCita
Rambla Climate-House, Molina de Segura. Andrés Jaque / Office for Political Innovation + Miguel Mesa.

Frente a la crisis climática actual, ¿Qué principios o estrategias crees que deberían guiar un diseño urbano más sostenible?

El diseño urbano se ha convertido en una disciplina que tiene un vocabulario muy concreto. El vocabulario de la resiliencia, de la anticipación de procesos paisajísticos que tienen una fuerza en sí mismos que supera, muchas veces, la capacidad de organización de lo urbano. 

Cuando hay discusiones sobre el confort climático en los espacios públicos o su permeabilidad, es en realidad una manera de decir que el día a día es inseparable de transformaciones enormes que se están dando en los océanos, en nuestros bosques, en los flujos de agua, en los regímenes de lluvia y que hacen que nuestras sociedades tengan que prepararse para un grado de siniestralidad, de accidentabilidad o de violencia que no conocíamos en el pasado.

Este diseño para la resiliencia, para la anticipación de fenómenos que son inciertos, requiere una gran acción y una gran coordinación. Coordinación entre, desde luego, la ciencia, pero también desde la acción colectiva, tanto pública como privada. Y requiere, desde luego, un cambio estético radical a la vez que un cambio tecnológico. Solo a través de una conciencia de que no se puede seguir operando en un paradigma agotado, puede propiciar estos niveles de coordinación. 

Creo que en España ha habido una carencia sistemática de confianza en los cambios que desde la arquitectura y el urbanismo se pueden promover. Apostar por la arquitectura y el urbanismo en un país como España y en sus ciudades es fundamental para generar confort colectivo, para anticipar riesgos, para asegurar una transición climática que no solamente se viva como una tragedia, sino también como una oportunidad para el desarrollo económico, para la integración social, para la creación de nuevas estéticas y lenguajes artísticos e incluso, nuevas formas de confort y de riqueza cultural. Solamente con ese impulso se puede sacar una oportunidad de lo que ahora es un riesgo. 

Por ejemplo, ¿Qué medidas o acciones sencillas y de bajo coste podrían transformar un barrio en un espacio más verde y agradable para sus habitantes?

La noción de vecindad, normalmente, la entendemos como ser buenos vecinos con otras personas. Ahora hay que pensar que la buena vecindad es una vecindad también con los ríos, las lluvias, la erosión del suelo, la toxicidad presente tanto en el agua como en el aire, y generar un nuevo contrato ecosocial. 

Y esto pasa por grandes ideas como superar el antropocentrismo, generar urbanismo inclusivo, trabajar a través de los sistemas ecosociales, más que a través de la calle o de diseños del siglo XIX. En realidad son grandes ideas que se conectan con cosas muy pequeñas como trabajar con caminos del agua, asegurar que hay recorridos para el agua, la permeabilidad de los pavimentos, utilizar materiales naturales que albergan por ellos mismos vida, generar gradientes de toxicidad que permitan tratar in situ los residuos en lugar de trasladarlos y concentrarlos en zonas desfavorecidas, generar modelos habitacionales, modelos de vivienda que promuevan la solidaridad entre diferentes personas, generar modelos de movilidad que sean inclusivos… 

Todo esto son cosas para las que ya existe un conocimiento, lo importante es cómo se puede escalar, cómo podemos actuar con suficiente rapidez como para que estos cambios puedan llegar a la velocidad en la que son necesarios. Ese es el reto, pero es un reto muy hermoso y que además, las comunidades que lo están abordando están generando riqueza, porque esto es una economía que también produce empleos, que produce oportunidades empresariales, que produce oportunidades artísticas y esa visión es la que todos tenemos que impulsar. 

Mirando hacia el futuro, ¿Cómo crees que serán las ciudades dentro de 10 años?


Creo que la idea de ciudad es una idea que estamos arrastrando desde el siglo XV y que no es el lugar en el que vivimos. Diariamente tenemos reuniones a través de redes online, pero, al mismo tiempo, el impacto de nuestra vida también está distribuido en el territorio, el agua que hemos utilizado para ducharnos hoy, probablemente, esté ya en entornos rurales o circulando por infraestructuras;  la energía que consumimos depende de extracciones o producciones que se dan a cientos de miles de kilómetros de donde nos encontramos. A lo que me refiero con esto, es que vivimos a través de redes transescalares.

La contribución más importante que creo que he hecho al pensamiento arquitectónico es pensar que hemos excedido la noción de la ciudad y que nuestra vida está desarrollándose en habitaciones transescalares distribuidas en el territorio y que se reconstituyen a través de nuestras acciones. Pero esto supone un desafío porque no tenemos las herramientas de diseño que nos permita diseñar de esta manera. La transescalaridad impone una noción del diseño que nunca puede ser individual. Impone un modelo de trabajo colaborativo en el que el control de la acción sea colectivo. 

Pero claro, tenemos ciudades como Madrid o Seattle o Lagos que existen y que estamos imaginando sus futuros. Yo creo que la ciudad del futuro será una ciudad más que humana y construida hacia la búsqueda de la justicia. Pero no una justicia solamente para las personas privilegiadas, sino una justicia basada en la necesidad de una supervivencia colectiva. Una supervivencia basada en que la vida de unos contribuya a generar las condiciones de supervivencia de otros. Y esa interdependencia es lo que a los arquitectos nos toca diseñar. 
 

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