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La España despoblada se conecta
LA ESPAÑA DESPOBLADA SE CONECTA
Cruz Roja
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brecha espana despoblada parte 1
Hace unos meses, la historia de Carlos San Juan, un valenciano de 78 años, saltaba a buena parte de los periódicos del territorio nacional. En sus páginas, San Juan denunciaba mal trato que sufrían (y sufren) las personas mayores ante la inminente digitalización de servicios, y ponía como ejemplo de ello a la banca, que, aseguraba, se había “olvidado” de personas como él. El cierre de oficinas, la constante avería de algunos cajeros, o la disminución de la atención presencial eran algunas de las inquietudes que compartía con abatimiento este ciudadano, pero no las únicas. Carlos San Juan es el rostro más visible de una problemática que se ceba especialmente con los colectivos más vulnerables, entre ellos, las personas mayores.
Según uno de los últimos boletines publicados por Cruz Roja, el 73,4% de las personas mayores encuestadas no accede nunca a Internet. La cifra, además, asciende en el caso de personas mayores que viven solas involuntariamente (79,2%) y en el caso de las mujeres de más de 80 años (89,9%). Son datos que chocan frontalmente con un contexto donde el mundo virtual cobra peso. Desde un trámite bancario cotidiano hasta la compra en el supermercado pasando por una cita médica, todo cada vez más se ubica en la nube: en Internet. Y eso deja fuera de la ecuación a muchas personas mayores, especialmente a las que viven en el ámbito rural, que son más susceptibles de experimentar situaciones de aislamiento social.
La brecha digital es un asunto especialmente preocupante en territorios con baja densidad de población que pertenecen a la llamada “España despoblada”. Este término engloba a municipios que, por un lado, han experimentado una evolución de la población negativa en los últimos 20 años y, por otro, tienen una densidad de población es inferior a 12,5 habitantes por kilómetro cuadrado (la densidad de población de Laponia, una de las zonas más inhóspitas del planeta).
Pero la población rural que vive en estas zonas no solo se enfrenta a la exclusión social, económica o política. La falta de conectividad también causa estragos en otros ámbitos. Estos déficits desalientan a empresas y personas emprendedoras a realizar sus proyectos en estas zonas. A menudo, muchas personas emigran para buscar oportunidades en las grandes ciudades. Muchas veces, sin billete de vuelta.
Otros factores determinantes de la brecha digital, además de la carencia de infraestructuras, son los aspectos culturales (esto es, la falta de interés) y el aprendizaje (la falta de competencias), según se estima en uno de los últimos boletines sobre la España despoblado elaborado por Cruz Roja. Y de formación, precisamente, tratan algunas de las iniciativas de la Organización para darle una vuelta de 180 grados a esta situación.
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Formar y aprender sobre competencias digitales
Cerrar la brecha digital es uno de los objetivos que persigue Cruz Roja en toda España, también (claro está) en los territorios que forman parte de la España despoblada. En las zonas despobladas, no en vano, se presentan varios hándicaps, como son el nivel de estudios o la experiencia laboral, que aleja todavía más a muchas de estas personas que se han pasado su vida trabajando en el campo de los recursos digitales.
En Castilla La-Mancha, uno de los últimos proyectos dirigidos a aumentar la capacidad de personas mayores para acceder a estos recursos es ‘Mayores digitales’, que busca centrarse especialmente en la autonomía personal de las personas usuarias. Por eso, frente a otros talleres o iniciativas de alfabetización digital, en ‘Mayores digitales’ se apuesta de forma clara por el componente práctico.
Antes de la incorporación al proyecto, los y las participantes detallan las herramientas digitales que conocen, algo que permite evaluar a la Organización dónde tiene que poner el foco. “El proyecto solo tiene sentido si identificamos las necesidades de lo que la gente de verdad necesita aprender”, expone Jorge Cubillana, responsable del proyecto en Cruz Roja Albacete.
Las aplicaciones que permiten la geolocalización o comprar productos en el supermercado suelen ser bastante demandadas
Las aplicaciones que permiten la geolocalización, hacer llamadas o comprar productos en el supermercado suelen ser bastante demandadas. Curiosamente, otras no suelen causar tanto furor. “Nos hemos dado cuenta de que el taller de cita médica online genera más interés en el ámbito urbano que en el rural”, explica Cubillana. Mientras que en la ciudad la gente suele pedir cita en el centro médico a través del teléfono, en lugares pequeños la población está acostumbrada a pasarse directamente por el centro de salud, donde conocen al personal que les atiende. “No todo es peor en los ámbitos rurales”, recuerda el responsable del proyecto ‘Mayores digitales’.
En cambio, consultar las farmacias de guardia sí es una necesidad en zonas más despobladas frente a las ciudades. “Ahí sí tienen más problemas para acceder, porque a lo mejor se encuentran en un pueblo que está a una hora del suyo”, evidencia Jorge Cubillana.
El piloto de ‘Mayores digitales’ arrancó en Guadalajara en 2021 y actualmente se está desarrollando en Albacete con la financiación de la Fundación Accenture y la colaboración de Globalcaja con muy buenos resultados. Tras los talleres realizados hasta la fecha, el 63% de personas usuarias ha incrementado el uso de los recursos digitales, el 68% considera que ha mejorado sus conocimientos gracias al proyecto y el 89% siente una mayor motivación a aprender más y seguir mejorando en estos aspectos.
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Ángel, Gregoria y Pilar: conviviendo con lo digital
Ángel tiene 67 años y vive en Cotillas, en la provincia de Albacete, un pueblo “donde solo somos unos 90 o 100 habitantes”, puntualiza desde el otro lado de la línea telefónica. Él es uno de los participantes de ‘Mayores digitales’, donde ha aprendido distintas funcionalidades para sacarle más partido a su teléfono móvil. Convencido de que “siempre es bueno aprender”, tanto él, como su mujer, de 66 años, no dudaron en apuntarse a los talleres y ya han incorporado en su día a día, entre otras cosas, las videollamadas o, por ejemplo, los audios vía WhatsApp. Ángel, aun así, no es amigo de estos últimos: prefiere escribir, aunque reconoce que a la hora de contestar rápido estos audios tienen su utilidad.
Satisfecho con el proyecto, Ángel recuerda que su punto de partida es bien diferente al de otras generaciones: “Nosotros ya somos mayores. Cuando iba al colegio, no había ordenadores ni móviles. Me hubiera gustado aprender a escribir a máquina”, confiesa. Aprovecha a continuación para lamentar las llamadas continuas de teleoperadores móviles que quieren ofrecerle algún descuento o promoción que Ángel descarta enseguida: “Son muy pesados, y ni siquiera son conscientes de que aquí en el pueblo ni siquiera todas las compañías tienen cobertura”, expone, evidenciando otra problemática habitual en la España despoblada.
También en Albacete se encuentra Tobarra, municipio en el que vive Gregoria. De 58 años, admite que al principio estaba reacia a participar en el proyecto ‘Mayores digitales’, pero tras pensarlo un poco se animó a probar. El resultado es que ahora se siente más “segura”. Las transferencias bancarias siguen resultándole algo complejas, pero ve ‘bizum’ con muy buenos ojos. “Lo vi más sencillo, con solo el número de teléfono y una cantidad”, señala. Está más que feliz con la formación recibida y valora muy positivamente su participación en esta iniciativa.
Desde Cruz Roja Valencia llega un caso similar a los anteriores. Pilar Lázaro, de 78 años, reside en Villar del Arzobispo, una pequeña localidad de València. Aunque tiene móvil, apenas lo usa. Gracias al taller al que ha asistido, y que se ha realizado por parte de la Organización, es capaz de escribir un mensaje de WhatsApp a su hija. La conversación mantenida entre ambas demuestra la ilusión que comparten por este hito: “Pilar: ‘Hola’ / Contestación de su hija: ‘Holaaa’ / Pilar: ‘Estoy haciendo un curso’ / Contestación de su hija: ‘No me lo puedo creer, que estés tú escribiendo *aplausos*’”.
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Creando empleo desde el campo
Emprender desde el campo no es solo una posibilidad remota, sino una realidad al alcance de cualquiera. ‘Sierra de la demanda’, un coworking rural (sí, rural) es el perfecto ejemplo de ello. La Sierra de la Demanda, situada en la provincia de Burgos, comprende (ni más ni menos) 2.000 kilómetros cuadrados y cuenta con 4,5 habitantes por kilómetro poblado, lo que hace que sea una zona altamente despoblada. Situada en plena montaña, presenta también la dificultad añadida de una orografía que no siempre es buena amiga de la conectividad.
Pero, a pesar de todo ello, es un espacio donde florecen las ideas. Quien mejor lo sabe es Francisco Javier Ruiz Ruiz, técnico de Empleo y Emprendimiento de esta red de coworkings de la Sierra de la Demanda. Después de colaborar con Cruz Roja en Startup Olé, una feria de emprendimiento realizada en Salamanca, cuenta, como ya hizo en su día en este evento, las ventajas que tiene crear desde la España despoblada y, concretamente, desde un coworking rural.
“Lo más importante en un coworking es que ocurran cosas”, explica Ruiz. En el de Sierra de la Demanda se ofrece un espacio a emprendedores y emprendedoras de zonas rurales y se fomentan las sinergias con otras iniciativas, así como los programas de formación y mentorización dedicados a consolidar sus proyectos. Actualmente, disponen de tres espacios repartidos por la Sierra de la Demanda, y ya hay otros dos en camino. Desde el coworking también se han asociado con grupos de acción locales para no solo crear empleo, sino atraer población a la zona.
El por qué Francisco Javier Ruiz Ruiz lo tiene claro: las ventajas de las zonas rurales son innumerables. “Hay vida, Internet, la vivienda es más barata en el mundo rural… y hay suficientes aditivos culturales y naturales”, menciona. Por eso, el propósito no solo es llegar a gente que vive en las ciudades, sino a esas personas que abandonaron los pueblos en su día por creer que no había posibilidades para ellas. “Lo bueno de los negocios digitales es que se puede trabajar en cualquier sitio”, insiste Ruiz.
Las ventajas de las zonas rurales son innumerables
Y será casualidad o no, pero las mujeres (que sufren todavía más la vulnerabilidad en la España despoblada, según se recoge en el mencionado informe de Cruz Roja) son las principales impulsoras de los proyectos que llegan al coworking. “Una mujer rural no es distinta de una mujer urbana, solo vive en una población de menos de 5000 habitantes”, recuerda Francisco Javier Ruiz Ruiz, técnico de Empleo y Emprendimiento de la red de coworkings de la Sierra de la Demanda, que añade que el 98% de las personas usuarias son mujeres. “En este tiempo he aprendido el significado de la palabra ‘sororidad’. Son las que más arrancan, las que más se unen”, añade.
Distintos casos de éxito, como el de Blanca López, acompañan sus palabras. Blanca es organizadora profesional de espacios, una ‘Marie Kondo’ a la española “que no solo te ayuda a poner orden en tu casa, sino en un trastero, o en una casa de pueblo que hay que vaciar”, pone como ejemplo Ruiz. Su proyecto, Minari Orden, bebe de la economía circular y sostenible y genera un triple impacto: social, económico y medioambiental. Su trabajo, además, no se limita únicamente al ámbito doméstico: incluso las compañías ven interesantes sus servicios. “Imparte cursos en empresas para evitar la pérdida de tiempo, por ejemplo, cuando vamos a buscar una herramienta y no sabemos dónde la hemos dejado. Si está en su sitio, no pierdes tiempo”, asegura Ruiz.
La de Blanca es una historia especialmente relevante porque, cuando llegó al coworking, ni siquiera sabía encender su Mac. El cambio, en un año, ha sido abismal. Tanto es así que la emprendedora ha recibido el segundo premio en el programa ‘Extraordinarias’, una iniciativa a nivel nacional de la Fundación Cibervoluntarios y Zona From Facebook, que reconoce proyectos impulsados por mujeres en zonas rurales.
No es la única iniciativa a destacar: un proyecto inmobiliario que aglutina distintos gremios para agilizar y facilitar aspectos relacionados con la vivienda, degustaciones de vino con monólogos de humor, pequeñas panaderías… Las zonas rurales tienen mucho que decir, y hacer, para que la brecha digital no se acentúe, sino todo lo contrario: que se difumine y, en el mejor de los casos, pueda desaparecer por completo.
“Mis amigos viven en las ciudades y no van a la ópera todos los días”, apunta Ruiz, desmontando un mito frecuente, y vuelve a apostillar que “aquí hay calidad de vida”. “Puedes venir un día, una semana, toda la vida…”, concluye. La España despoblada está esperando. Y lo hace con los brazos bien abiertos.
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