Acompaña a estas palabras que me remite una colega periodista una imagen en blanco y negro en la que se ve a una niña pequeña, apenas de unos meses, pero ya en pie. Para mi sorpresa, va vestida como de enfermera de la Cruz Roja, con lo que me parece una medalla de la organización humanitaria en el pecho.

Lo es. Según me explica Teresa, la foto la tomó su abuelo en el municipio de Encinacorba poco después del estallido de la Guerra Civil. “Mi abuelo añoraba muchísimo a la Cruz Roja y el trajecito lo preparó él mismo con ayuda de mi abuela. La medallita que lleva mi madre en la batita era de las pocas cosas que conservaron”.

Encinacorba sería la primera ‘parada’ de una familia que, como tantas otras, se vieron obligadas a peregrinar por distintos municipios y ciudades en los tiempos convulsos de nuestra Guerra Civil y posguerra.

Pero, ¿quién sería ese caballero que añoraba tanto a la Cruz Roja y que le prepara un vestido así, con tanto mimo y detalle a su hija?
Teresa me facilita el nombre de su abuelo, Antonio A.B. “Fue miembro de Cruz Roja en Zaragoza, y tenía algún cargo honorífico”. 

Con estos pocos datos me remito a nuestro equipo del Centro de Documentación. Antonio A.B. fue ‘algo más’, bastante más, que un cargo honorífico de la Cruz Roja Española en los años 20 y principios de los 30 del siglo pasado. 

Era, entre otras cosas, doctor en Medicina y Cirugía, jefe médico de la Ambulancia 49 de Cruz Roja en Zaragoza, médico especialista del hospital del Comité Local de Cruz Roja y socio número 15.803. Antonio A.P. desempeñó además distintos cargos en la Junta de Gobierno de Cruz Roja en Aragón.
Por su compromiso con la Organización Humanitaria, en contextos especialmente complejos, obtuvo además algunos de los más importantes reconocimientos de Cruz Roja como las Medallas de Oro y Plata, la Placa de 2ª Clase y la Medalla Dunant.

Como decíamos, fueron tiempos convulsos en nuestro país. En julio de 1937, iniciada la Guerra Civil, Antonio, su mujer y la pequeña se mueven por distintas provincias hasta recalar en La Rioja. 

Antonio falleció a los 68 años. A pesar de arrastrar una apoplejía que le dejó paralizado parte del cuerpo siguió trabajando hasta que ya no pudo más. Y, siempre, estuvo enamorado de Cruz Roja.

Volvamos al principio. La niña de la imagen, la que nació bajo las bombas, la hija del jefe de la Ambulancia 49. Sigue viva. 
Hoy tiene 88 años, varios hijos (una de ellas, Teresa, socia de la Cruz Roja) y recuerdos nítidos de un padre comprometido siempre en ayudar a los demás.