El Consejo de Delegados del año 2022 incluyó una resolución  orientada  a promover la eliminación de las armas nucleares. El análisis que incluía el documento de antecedentes insistía en que el riesgo que representan las armas nucleares, es de carácter total y absoluto: un conflicto nuclear cambiaría la vida tal y como la conocemos para siempre; provocaría una serie de consecuencias en cascada para las que no habría marcha atrás y unas necesidades humanitarias para las que no habría capacidad de respuesta.
 

En su ficha sobre los efectos de las armas nucleares en la salud humana, el CICR detalla los efectos  de las armas nucleares:

“La explosión de un arma nuclear libera una combinación de calor, ondas de choque y radiación que producen gravísimos efectos sobre la salud cuando no provocan la muerte en ese mismo instante o en los días o semanas sucesivos. De forma inmediata, la temperatura del suelo alrededor del epicentro de la explosión aumentaría a 7.000º C aproximadamente, vaporizando a todos los seres vivos de la zona. Las personas que sobreviviesen a esta situación sufrirían intensas quemaduras e incluso daños oculares permanentes.

Seguidamente a la bola de fuego generada en el instante de la explosión, aparecerían ondas expansivas que se desplazan a velocidades supersónicas provocando la muerte de las personas al derrumbarse sus viviendas, por la caída de escombros o al ser arrojadas por el aire y muchas personas quedarían sordas también debido al estallido de los tímpanos. Finalmente, las altas temperaturas que se generarían producirían una tormenta ígnea que consumiría todo el oxígeno provocando la asfixia de las personas que se hubiesen refugiado y las personas que sobreviviesen a estas circunstancias caerían víctimas de la radiación, por lo que a medio y largo plazo podrían sufrir cáncer o defectos congénitos causados por esa exposición a niveles elevados de radiación.

El poder destructor de las armas nucleares no puede limitarse ni en el espacio ni en el tiempo por lo que su uso, inevitablemente, provocaría una catástrofe humanitaria. La contaminación de extensas áreas y el grado de destrucción de las infraestructuras afectarían al traslado de personal y al socorro de las víctimas, así como a la salud de los trabajadores humanitarios que acudiesen a la zona porque su salud se pondría en grave peligro. Debido la radiación ionizante estarían obligados a trabajar con importantes medidas de protección y al ser las personas afectadas muy numerosas, se haría difícil priorizar las necesidades y asignar los recursos disponibles”.

Las armas nucleares son un riesgo real que, en los últimos años, se ha intensificado. En el comunicado conjunto del CICR y la Cruz Roja Japonesa en mayo de 2023, realizado con motivo de la reunión del G7 en Hiroshima, ambos líderes recordaban que el riesgo respecto al uso de armas nucleares se encontraba en su punto álgido desde la Guerra Fría, en mitad de tensiones políticas crecientes y de la adopción de nuevas medidas para ampliar los arsenales, con una capacidad destructora creciente pues la bomba empleada en Hiroshima que, con una potencia de quince kilotones supuso la muerte de 140.000 personas, se describiría hoy como un arma nuclear pequeña.

En una línea similar, el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, remarcaba ante el Consejo de Seguridad del pasado marzo cómo “Los países están invirtiendo recursos en nuevas tecnologías nucleares mortíferas y extendiendo la amenaza a nuevos ámbitos. Y algunas declaraciones han planteado la perspectiva de desencadenar un infierno nuclear, amenazas que todos debemos denunciar con claridad y contundencia.

Las armas nucleares son las armas más destructivas jamás inventadas, capaces de eliminar toda la vida en la Tierra. Hoy en día, estas armas crecen en potencia, alcance y sigilo. Un lanzamiento accidental está a un error, a un error de cálculo, a un acto precipitado de distancia. Y, en última instancia, toda la humanidad pagará el precio. Nunca debe librarse una guerra nuclear, porque una guerra nuclear nunca puede ganarse”.
 

La preocupación sobre las potenciales consecuencias de un conflicto de carácter nuclear se han mantenido desde el uso de la bomba atómica en el año 1945 en Hiroshima y Nagasaki.

El Tratado sobre la prohibición de las armas nucleares (TPAN), que entró en vigor el 22 de enero de 2021, fue aprobado en julio de 2017 en respuesta a esa preocupación persistente, comenzando con la prohibición clara de los siguientes 7 elementos relativos a las armas nucleares:

• Desarrollar, ensayar, producir, fabricar, adquirir de cualquier otro modo, poseer o almacenar armas nucleares u otros dispositivos explosivos nucleares;

• Transferir a ningún destinatario armas nucleares u otros dispositivos explosivos nucleares, o el control sobre dichas armas o dispositivos explosivos, de manera directa o indirecta;

• Recibir la transferencia o el control de armas nucleares u otros dispositivos explosivos nucleares de manera directa o indirecta;

• Usar o amenazar con usar armas nucleares u otros dispositivos explosivos nucleares;

• Ayudar, alentar o inducir de cualquier manera a nadie a realizar cualquier actividad prohibida a los Estados partes en virtud del presente Tratado;

• Solicitar o recibir ayuda de cualquier manera de nadie para realizar cualquier actividad prohibida a los Estados partes en virtud del presente Tratado ;

• Permitir el emplazamiento, la instalación o el despliegue de armas nucleares u otros dispositivos explosivos nucleares en su territorio o en cualquier lugar bajo su jurisdicción o control.

Los datos de Estados parte a la fecha pueden consultarse aquí: UNODA Treaties Database.

El Tratado persigue la eliminación total de las armas nucleares obligando a los Estados parte, entre otras medidas, a la eliminación de la operatividad y posterior destrucción de cualquier arma nuclear u otros dispositivos explosivos nucleares así como a la eliminación irreversible de su programa de armas nucleares.

También establece la obligatoriedad de los Estados de asistir a las personas bajo su jurisdicción que pudieran haberse visto afectadas por el uso o ensayo con armamento nuclear, incluyendo asistencia médica, rehabilitación y apoyo psicológico, así como medidas para su inclusión social y económica. Del mismo modo, deben tomarse las medidas para la restauración del medio ambiente en aquellas zonas bajo su jurisdicción o control que hubieran sido contaminadas como resultado del uso o ensayo con armas nucleares.

El tratado de Prohibición de armas nucleares complementa otras iniciativas en la materia como el Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares, el Tratado de prohibición completa de los ensayos nucleares y otros acuerdos que establecen zonas libres de armas nucleares.

Con el TPAN las armas nucleares quedan definitivamente prohibidas. Los siguientes pasos son ampliar la adhesión a la totalidad de los Estados y lograr el desarme.

No hay otra alternativa. Las armas nucleares no son una opción, porque no puede serlo cualquier medida que conduzca a la humanidad a un punto irreversible respecto a  su propia destrucción.