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Esperanza y refugio: tres años después del conflicto de Ucrania
ESPERANZA Y REFUGIO: TRES AÑOS DESPUÉS DEL CONFLICTO DE UCRANIA


Humanidad

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Cruz Roja

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Cuando el 24 de febrero de 2022 estalló el conflicto de Ucrania, millones de personas hicieron las maletas y dejaron atrás sus hogares para embarcarse en un viaje incierto. España se convirtió entonces en refugio para muchas de ellas; aquí han tenido que empezar de cero enfrentándose a distintos retos: el idioma, la vivienda, la búsqueda de estabilidad laboral… Cruz Roja ha brindado asistencia y protección en todo este proceso. Tres años después, hablamos con algunas personas ucranianas que residen en nuestro país para conocer sus historias, sus desafíos y cómo han logrado reconstruir su vida lejos de casa.
parte1
Buscando un lugar al que pertenecer
El 19 de marzo de 2022 no es una fecha que vaya a olvidar Anastasiia Rybalko con facilidad. Fue el momento en que ella y su hija Kateryna, de 6 años, llegaron a España. Hasta ese momento vivían en Járkov, en Ucrania, pero cuando comenzaron a bombardear la ciudad decidieron marcharse. “Al principio nos refugiábamos en el sótano, pero pronto decidimos buscar un lugar seguro. En Ucrania ese lugar no existía”, explica Anastasiia.
Primero estuvieron un tiempo en Polonia, donde plantearon sus siguientes pasos. El buen clima de España las convenció para poner rumbo hacia aquí. En Sevilla les recibió el voluntariado de Cruz Roja y una familia que les proporcionó todo lo necesario para que se sintieran cómodas: “Ropa, zapatos, juguetes, comida… nos ayudaron con los documentos, con que mi hija entrara en la escuela. Todavía hablo con ellos, son prácticamente una familia para nosotras”, dice Anastasiia.
Aunque fueron momentos complicados para ellas, “había buenas personas y naranjas en la calle, ¡era como un milagro!”, expresa, emocionada al pensar en esos primeros días. Ahora reside junto a su hija en Almáchar (Málaga). Después de aprender mejor el idioma, y gracias a unos cursos de Cruz Roja, Anastasiia trabaja parcialmente en una empresa especializada en servicios sociales que presta atención a domicilio. “El trabajo es difícil, a veces emocionalmente, a veces físicamente”, confiesa. Es consciente, además, de las dificultades que tiene al vivir en un pueblo pequeño y no disponer de automóvil para desplazarse.
“Solo puedo pagar el alquiler de la vivienda, y sigo dependiendo de Cruz Roja. Me gusta España, su naturaleza, el mar, el clima, las personas. Mi hija es feliz… pero mi marido sigue en Ucrania y yo no sé ser feliz sin él”, lamenta. “No puede venir aquí, y nosotras no podemos volver porque es peligroso. La verdad es que me gustaría quedarme en España, pero con mi marido… y por el momento eso es solo un sueño”, agrega.
parte2
Un futuro en España
Vladyslav Burdin recuerda perfectamente “el estrés y el miedo” de esos primeros días de inicio del conflicto, cuando él y su abuela huyeron del país que les vio nacer buscando un nuevo hogar. Las personas mayores y las mujeres, en concreto, son algunos de los colectivos que más han llegado a nuestro país escapando de la crisis de Ucrania.
Decidieron venir a España por una de sus primas, residente en Barcelona con su marido. Han pasado ya tres años de eso y Vladyslav, que tiene ahora 16 años, ya ha terminado la ESO y está haciendo un FP de Gestión y Administración en el IES Maestre de Calatrava de Ciudad Real con muy buenos resultados.
Fue Cruz Roja, como entidad colaboradora del sistema estatal de acogida del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, la organización que les ayudó y acompañó en Ciudad Real, donde finalmente han establecido su residencia. Aprender el idioma desde cero no fue fácil, pero Vladyslav no tuvo otra opción que adaptarse lo antes posible: “Mi abuela tiene una edad, y para ella todo era más difícil, así que el papeleo, todo, lo tenía que resolver yo en español”, indica. La lengua es una de las grandes barreras para conocer gente o encontrar un trabajo estable, por lo que supone una de las áreas donde más trabaja Cruz Roja.
¿Su deseo más próximo? “Encontrar trabajo”, contesta de inmediato. “Quiero terminar mi ciclo de grado medio y encontrar trabajo para que estemos todos felices, para conseguir dinero y tener un futuro”, afirma. Sobre si volver a Ucrania es una opción, Vladyslav duda: “Mi provincia, mi casa, están bajo el control ruso y todo está destruído. No sé cuánto tardará el conflicto, cuándo se resolverá todo y se reconstruirá el país… no veo nada allí para mí, no por ahora”, reflexiona.
parte3
La traducción como puente
Valentyna Haran y Olga Chystiakova, una en Soria y otra en Alicante, comparten historia aunque se encuentren a más de 600 kilómetros de distancia. Ambas son ucranianas y vinieron antes de que estallara el conflicto en su país en 2022. También las dos dieron un paso al frente y se ofrecieron como voluntarias para ayudar y ejercer de traductoras de las personas que venían huyendo de Ucrania.
Valentyna Haran Bondarenko trabaja en el Centro de Refugiados del Burgo de Osma, gestionado por Cruz Roja en Soria, y también continúa prestando su apoyo como voluntaria en el área de Emergencias de la organización. Además, lleva un pequeño negocio dedicado a los conejos junto con su marido. Lleva 22 años en España, toda una vida, y aquí han nacido sus dos hijas, que también son voluntarias de Cruz Roja.
Cuando arrancó el conflicto, Valentyna no sabía qué hacer, pero pronto descubrió que podía ofrecerse como traductora, papel que desempeña desde mayo de 2022. “Al principio el centro era solo para personas ucranianas. Había que ayudar mucho a traducir, acompañarlas a todos los sitios, ayudarlas a incorporarse y adaptarse a España”, cuenta de aquellos días que ahora parecen tan lejanos. Si hay algo que también recuerda son las historias: “Escuchar lo que les había pasado, relacionado con la guerra y sus pérdidas, e intentar dar un poco de tranquilidad y confianza, y facilitar todo lo que se pudiera para que se sintieran más seguras y protegidas”. Ahora considera que trabaja más de “monitora” que “traductora” pero sigue “satisfecha” por poder ayudar a la gente cada día.
Sus padres vivían en España desde 2018, así que cuando la situación en Ucrania le resultó insostenible, Olga Chystiakova decidió venir. Era verano de 2021. “En mi país no había trabajo y quería buscar mi vida en otro lugar”, admite. Cogió las maletas, dejó atrás Kiev y puso rumbo a Alicante. Meses más tarde, el conflicto los sorprendió a través de la pantalla de la televisión.
“Me acuerdo del día en que empezó el conflicto perfectamente. Estaba en casa con mis padres, mirábamos las noticias… Teníamos miedo, ningún sentimiento más que miedo. Mi hermana y mi sobrino estaban allí, también otros familiares como tíos y tías”, explica con la voz sobrecogida. “Después pensé en qué podía hacer desde España, incluso me planteé irme a luchar… una locura”, admite.
Fue a Cruz Roja dispuesta a ayudar a las personas que llegaban a España y lo hizo con un conocimiento escaso del castellano, pero muchas ganas de aportar. “Me acerqué a la oficina provincial y les dije la verdad: no hablo español, pero sí inglés. Quiero ayudar”, rememora. Después de dos días en los que solo recibieron a un par de familias, todo se desbordó: “Los trenes, los autobuses… fue todo un poco complicado. Yo me comunicaba con la gente que llegaba, pero teníamos la barrera del idioma. Todas las personas voluntarias que había querían ayudar, pero no nos entendíamos del todo”, expresa.
Olga aprendió castellano en apenas un mes. Después de varios días y noches empezó a probar a traducir, y poco a poco fue controlando mejor el idioma. Por esas fechas le ofrecieron un puesto en el CREADE de Torrevieja, una sorpresa que, asegura, “le cambió la vida”. En la actualidad, sigue trabajando en el centro, aunque ya no solo con personas ucranianas, sino con otras que han solicitado protección internacional. “Es un sueño trabajar en Cruz Roja”, declara.
parte4
Reconstruir una vida
Natalia y su hija también escaparon de Ucrania cuando el conflicto arrancó. Después de vivir cuatro meses con una familia española en Alicante, se desplazaron hasta Albacete, donde han contado con el apoyo de Cruz Roja. “Seguimos aquí, estamos contentas”, dice Natalia echando la vista atrás.
La organización también les ha ayudado con las clases de español, la vivienda y actividades formativas. “Estoy muy agradecida a Cruz Roja, nunca nos hemos sentido aisladas”, confiesa Natalia al considerar su integración en España. Su hija ya tiene el C1 de español y está cursando segundo bachiller; ella, por otro lado, está trabajando en una asesoría como auxiliar administrativa con un contrato que le permite formarse al tiempo que realiza su labor profesional. “En Ucrania trabajé 25 años en el sector bancario y el trabajo que realizo ahora es muy parecido al que hacía allí”, explica.
Preguntada por la posibilidad de volver, suspira. “Creo que no”, comenta, y después añade: “Nosotras vivíamos en Járkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania, y nuestra casa estaba a 30 km de la frontera”. La conclusión se vuelve triste, pero también contundente: “No, no pensamos volver”.
parte5
Asistencia y protección: la respuesta de Cruz Roja
Aunque las personas ucranianas siguen llegando a nuestro país hoy en día, las cifras son poco significativas. Los CREADE, uno en Barcelona y otro en Alicante y gestionados por Cruz Roja en colaboración con el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, siguen estando operativos, pero ya no son recursos exclusivos para la gestión de la protección temporal, sino que atienden a personas de todas las nacionalidades. En 2022, Cruz Roja atendió a 88.243 solicitantes de protección internacional, y 17.954 derivadas de la crisis de Ucrania; en 2024, las cifras son significativamente menores, siendo 9.193 los solicitantes de protección internacional y 1.209 personas derivadas del conflicto.
Las personas solicitantes de protección internacional y temporal permanecen en el programa entre 18 y 24 meses, si presentan una especial vulnerabilidad. En el caso de que el conflicto armado no se haya resuelto en 2026, “prorrogar la protección temporal sería una oportunidad para proteger la vida de esas personas y su dignidad, garantizando el acceso a la protección que necesitan y aumentando las vías legales y seguras para obtenerlo”, mencionan desde la organización.
“Este conflicto ha puesto de manifiesto que, si existe voluntad política y social, se pueden gestionar las llegadas de personas migrantes poniendo a las personas en el centro. Podríamos decir que se logró dar la respuesta de mayor dimensión, más rápida, más completa y más coordinada que había dado España a una contingencia migratoria hasta la fecha. Tampoco tiene precedentes la respuesta positiva dada por la población y las instituciones europeas”, defienden desde Cruz Roja.
La intervención con personas con protección internacional o temporal se centra y seguirá centrándose en 7 ejes prioritarios: cobertura personalizada de sus necesidades básicas; fortalecimiento de su bienestar emocional; asistencia jurídica en el proceso de solicitud de protección internacional/protección temporal; refuerzo de competencias y habilidades para la autonomía personal; adaptación de la mejora de la empleabilidad y acceso al empleo; la creación de redes con la sociedad de acogida y fomento de una participación ciudadana igualitaria; y éxito escolar, esto es, refuerzo y apoyo en la escolarización.
A pesar del dolor de haber dejado atrás su hogar, las personas ucranianas en España han demostrado (y siguen demostrando) una inmensa fortaleza. Con el apoyo de Cruz Roja y la solidaridad de la sociedad, han encontrado en nuestro país refugio, oportunidades y, sobre todo, esperanza.
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