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En la soledad del lodo
EN LA SOLEDAD DEL LODO
Humanidad
CRUZROJA
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Un día de noviembre cualquiera, Lorena Abelle, técnica de Cruz Roja en Valencia y especialista en personas mayores, acudiría a la Asamblea Local de la Organización en Catarroja a acompañar y pasar un buen rato junto a los y las usuarias del programa ‘Enrédate’, en el que se busca hacer frente a la soledad no deseada. Lo que ocurre es que no era un día de noviembre cualquiera.
Cuando el equipo de AHORA tuvimos la oportunidad de acudir junto a Lorena Abelle a Catarroja, habían pasado veinte días desde el fatídico martes 29 de octubre. Desde aquel día en Catarroja, así como en los diferentes municipios afectados por la DANA, los días habían dejado de ser lo que eran y los rostros y las calles se resumían en dolor, lodo y soledad. A pesar de esta cruda realidad, en la cabeza de Lorena Abelle no había opción de parar. Había que seguir, como fuera, pero seguir. Y eso hizo desde el principio de la catástrofe: estar al lado de las personas. “No tenemos punto donde encontrarnos y hacer las actividades que realizábamos. Nuestra asamblea ha quedado destrozada a causa de la DANA, así que, no queda otra que cambiar el foco y estar más cerca que nunca. Ahora el acompañamiento está siendo más individualizado, escucho sus necesidades más urgentes, les visito a sus domicilios y mantengo el contacto vía telefónica con aquellas personas que han perdido sus casas y se les ha gestionado el traslado”, cuenta la técnica de Cruz Roja especialista en personas mayores.
Durante el trayecto hacia Catarroja, Lorena nos habla de algunas de las personas usuarias a las que acompaña. Nos habla del entusiasmo de Jose, de la sensibilidad de Salvador; así como de Francisca, una nueva usuaria a la que tiene especial interés en conocer.
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Unas horas de aliento para Jose
Accedemos al municipio y entre escombros, barro, rostros cabizbajos y ruidos de maquinaria, seguimos los pasos de Lorena por Catarroja hasta llegar a la casa de Jose, uno de los usuarios del programa ‘Enrédate’, que espera emocionado a la técnica con ganas de conversar y sentirse acompañado.
Jose tiene 91 años y vive solo en un primer piso. La DANA no se llevó su casa, pero sí sus paseos, su rutina y sus salidas a la Asamblea Local de Cruz Roja en la que, junto a Lorena, pasaba tiempo en comunidad con las demás personas usuarias. Algo que puede parecer insignificante, para él era un espacio en el que compartir y tejer lazos sociales. “No se puede explicar lo que vivimos aquel día, desde la ventana veía la altura del agua y los coches. Menos mal que vivo en un primero, sino no sé si hubiese podido salir”, expresa Jose.
Subimos a casa de Jose, y al llegar a la cocina, nos enseña orgulloso a su “Alexa”, asistente de voz perteneciente a la iniciativa ‘Voces en red’ y enmarcado a su vez dentro del programa ‘Enrédate’. “Me ayuda con las actividades que nos manda Lorena y me siento más cerca de Cruz Roja si necesito cualquier cosa”, explica.
Lorena, como ya es costumbre, revisa el cuadrante de la medicación junto a Jose, repasan sus tareas pendientes y deciden, ahora que el asfalto empieza a asomar de nuevo, salir a dar un paseo y conversar largo y tendido. “Estar con Lorena y con Cruz Roja… ¡Oye! pues para mí es una alegría, yo paso mucho tiempo solo y poder compartir con alguien un rato se nota mucho. Me alegra el día entero y me siento escuchado”, cuenta emocionado Jose.
Jose y Lorena recorren del brazo las calles de Catarroja. Recuerdan lo vivido y planean lo que vendrá. En momentos en los que la soledad llega sin elección, hablar se convierte en ese bálsamo que con el tiempo va sanando. Jose está en ese camino.
Volvemos a casa de Jose antes de que le lleven la comida. El usuario se despide con la mirada sonriente, las pilas cargadas y se funde en un abrazo cálido con Lorena que habla por sí solo.
Fotos: Borja Abargues
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La memoria y el arte frente a la pérdida
Pasadas las primeras horas de la mañana, Lorena escribe a Francisca, nueva usuaria de Cruz Roja a la que va a visitar. La acompañamos. Francisca tiene 74 años, es de Catarroja de toda la vida y la que era su actual casa se la ha llevado el agua. “Conocí la riada de 1957, tenía 7 años y me acuerdo perfectamente. 67 años después, el agua se ha llevado mis cuadros, mis recuerdos, mis pinturas; mi casa”, expresa Paqui, como le gusta que le llamen.
Aquel 29 de octubre, Paqui recibió la llamada de su hijo, le dijo que saliera de casa porque el agua venía con fuerza. “Cogí mi andador y salí a contracorriente hasta la casa de mi hermana, un muchacho me ayudó a subir al portal y me salvé”, cuenta. La usuaria estuvo unos días en casa de su hermana hasta que, por motivos personales, la trasladaron a un piso de acogida cedido por el ayuntamiento en el que compartía piso con varias personas más. “Todas ellas pasaron de ser desconocidas a ser un apoyo muy grande. Desde el primer día han cuidado de mí y se han preocupado por que tuviera de todo y estuviera bien y eso, no lo hace cualquiera”, dice agradecida.
Foto: Borja Abargues
Paqui no lo ha tenido fácil. Sentir que has estado, como ella dice: “toda la vida en el barro”, te lleva a armar una coraza difícil de atravesar, pero fácil de ver si tienes la oportunidad de sentarte y escucharla. Dar todo de ti para sacar a tu familia adelante y no ver esa reciprocidad cuando más lo necesitas, duele. Y este es el claro ejemplo de que la soledad, cuando no la escoges, cala. A medida que avanzaba la charla de Paqui con Lorena, su rostro cambiaba. Se sentía escuchada y comprendida. Tan sencillo como tender la mano. “Así que tú vas a ser mi ángel”, le traslada Paqui a Lorena.
Lorena le responde con una muestra de afecto y le habla de la importancia de transformar, poco a poco, el dolor en algo significativo. A pesar de la compleja vida de Paqui, su amor por el arte, la pintura y la escritura es arrollador, tanto es así, que seguro será el eslabón al que agarrarse con fuerza para poner, como Paqui dice, “punto y aparte” a su vida. “He perdido mis muebles, mis recuerdos, mis lienzos, todo. Solo pido conservar la memoria, es lo poco que me queda”, confiesa.
parte 3 el afecto en mitad de la tempestad
El afecto en mitad de la tempestad
Paseamos por una de las vías principales de Catarroja y Lorena nos muestra el estudio de arte de Salvador Nuñez, otro de los usuarios del programa ‘Enrédate’. Salvador tiene 72 años, padece movilidad reducida y vivía en aquel espacio hasta que llegó la DANA.
Salva conoció a la técnica de Cruz Roja, Lorena, semanas antes de la DANA. “Nos vimos en varias ocasiones antes del 29 de octubre y conectamos al instante, es sencillo conectar con Lorena, lo pone muy fácil y eso se agradece. Desde el primer momento se preocupó por mí y algo me hacía pensar que era alguien en quien confiar”, nos cuenta el usuario vía telefónica.
Y llegó la fecha que jamás olvidará Valencia. Después de una tarde de idas y venidas sin saber muy bien qué pasaría, el agua llegó al estudio de Salva. “Por suerte, en la entrada del estudio estaba Joel, vecino del sexto que me sacó de allí y me acogió en su casa. Desde arriba vimos todo lo estaba ocurriendo, la situación era devastadora”, explica Salva.
Al día siguiente los teléfonos no funcionaban y la imposibilidad de comunicarse dificultaba aún más la situación de Salvador. “Los teléfonos de emergencia estaban colapsados, nadie cogía el teléfono, así que decidí mandar un mensaje a Lorena. Era la única en la que confié, supe que algo haría para darme una solución”, confiesa. Y así fue, Lorena se puso en contacto con Salvador para que no desesperase. Iban a hacer todo lo posible para trasladarlo a alguna zona más cómoda para él, dada su falta de movilidad.
Finalmente, gracias a la mediación de la técnica de Cruz Roja, se consiguió ese cambio. Y el día 1 de noviembre, trasladaron a Salvador al albergue habilitado por la Organización en Torrente. “Ir hasta allí fue complejo, pero gracias a unos voluntarios que me llevaron un último tramo en brazos hasta el coche, conseguí llegar al albergue”, relata emocionado.
Salvador entró al albergue y todo se le hizo cuesta arriba. El ambiente era desolador y saber que, por el momento, no iba a poder volver al estudio se le hacía un mundo. Por suerte, apareció Xavi, psicólogo de Cruz Roja que estuvo en todo momento al lado de Salva. “Me colocaron cerca de la enfermería y los baños, me sentí arropado, atendido y escuchado. Mi movilidad es reducida y gracias su disposición me pude duchar días más tarde”, cuenta.
Pero eso no fue todo, porque entre tanto dolor, Salvador se cruzó con una persona que le cambió su estancia en el albergue por completo. “Mario es voluntario de Cruz Roja, tiene 18 años y desborda afecto por todos lados. Durante los diez días que estuve en el albergue se convirtió en una persona muy especial con la que sigo manteniendo el contacto a día de hoy. Sentir que cada día al dormir me daba un beso de buenas noches fue un gesto de amor que jamás voy a olvidar. A él le hacía falta un abuelo y para mí fue como un nieto. Mario es el ejemplo de cómo debe ser la Cruz Roja del futuro”, comparte profundamente agradecido Salvador.
Pasaron diez días aproximadamente y Lorena se puso en contacto con Salvador. Iban a cerrar el albergue provisional y a Salvador lo trasladaban a una residencia en Alicante, en la que se encuentra actualmente. “El traslado a la residencia no fue fácil, muchos vehículos de Cruz Roja estaban averiados y otros estaban desplazados en los diferentes municipios afectados. Finalmente consiguieron una ambulancia, iba atado y muy incómodo, pero Lorena subió conmigo y me acompañó hasta la residencia. Su mano durante aquel viaje fue mi aliento. Lo fue todo”, cuenta emocionado Salvador.
Ahora Salvador se encuentra en Alicante, sueña con volver a su estudio y tratar de poner solución al desastre, pero sabe que hay que ser paciente y esperar. “Ha pasado un mes de todo esto y he aprendido que la catástrofe ha sido inmensa, pero el corazón de las personas que me he encontrado por el camino es lo que me ha dado alas para seguir”, concluye Salvador.
El agradecimiento de Salva a su vecino Joel y a su mujer, a Xavi, a Mario y a Lorena, entre otros tantos que no olvidará, es un ejemplo más del papel fundamental que han tenido las personas en una catástrofe como esta. El afecto, la escucha y el tender la mano, ganan una vez más.
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