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Cambiar el mundo desde la innovación es posible

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CAMBIAR EL MUNDO DESDE LA INNOVACIÓN ES POSIBLE

Cambiar el mundo desde la innovación es posible
Cuando la innovación tecnológica y la innovación social se unen son imparables. Lo demuestra a la perfección Red Social Innovation, una plataforma resultado de la colaboración entre Cruz Roja Francesa y Cruz Roja Española con un objetivo nada desdeñable: cambiar el mundo desde la innovación.

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parte 1 RSI

Los cambios se suceden en un mundo que cada vez parece girar más rápido. Los avances que antes resultaban una utopía son hoy una realidad. Lo que antaño resultaba el producto de mentes avanzadas y sueños imposibles en la actualidad existe. Probablemente el visionario escritor Julio Verne, quien ya aventuró en su día los viajes espaciales, los submarinos o las máquinas voladoras, no se creería todo lo que se ha conseguido en apenas unos siglos. Y lo que llegará en un futuro que, por el momento, se antoja muy inspirador y repleto de posibilidades.

El progreso tecnológico marca un rumbo en el que no se puede despreciar la aplicación de dichas evoluciones al ámbito social. Porque de nada serviría avanzar si con ello no se ayuda a la sociedad. Así lo piensan en Red Social Innovation, un centro internacional de recursos que nace de la mano de la Cruz Roja Española y la Cruz Roja Francesa para aunar lo que mejor saben hacer: innovar en materia tecnológica y social.

La Cruz Roja Francesa aporta su conocimiento sobre la innovación social, mientras que la Cruz Roja Española hace lo mismo con la innovación tecnológica

Cruz Roja Española, a través de la Fundación Tecnologías Sociales, TECSOS –y con el respaldo de la Fundación Vodafone España– y la Cruz Roja Francesa, a través de 21, su Acelerador de Innovación Social, son las principales patas de este proyecto, donde también participan Ashoka, el United Nations Sustainable Development Solutions Network y la Stanford Social Innovation Review. Anna Peñalver, project manager de la Fundación TECSOS, explica que Cruz Roja Española aporta su expertise tecnológico, mientras que la Organización en Francia, por otro lado, hace lo propio con el tema social. Y la combinación, no cabe duda, resulta imbatible.

«Lo que intenta la plataforma es sumarse al denominado impacto colectivo. ¿Cómo? Aunando esfuerzos de diferentes áreas, con la innovación social que aporta la Cruz Roja Francesa, y la innovación tecnológica que aporta Cruz Roja Española. El objetivo, sobre todo, es poner en el centro a la población y la sociedad», corrobora Peñalver. Una plataforma para entregar alimentos a personas que lo necesitan; una red de escuelas conectadas en campos de refugiados o una lona que es capaz de almacenar luz solar para proporcionar iluminación en la oscuridad de la noche configuran solo algunas de las iniciativas que se encuentran alojadas en la Red Social Innovation. Innovación tecnológica y social para que la sociedad avance y, sobre todo, no se quede nadie atrás.

Junto con la academia Solferino, y otros programas de voluntariado de Cruz Roja, la finalidad de esta plataforma, además, es ofrecer un «escaparate» que inspire a otras personas a dar un paso adelante. En otras palabras, también se pretende que estas propuestas «se puedan replicar en otros sitios», motivo por el cual se comparten los casos de éxito y procesos. Y es que, desde su creación en 1863, el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja –que comprende 192 Sociedades Nacionales de todo el mundo– lucha por una sociedad más humanitaria en la que se apoye y se proteja a las personas más vulnerables. Mediante la Red Social Innovation se elimina cualquier tipo de frontera para que esos cambios lleguen lo más lejos posible, sin barreras que puedan limitar las buenas ideas y voluntades.

«Hace cinco años los proyectos de drones eran ciencia ficción; o, por ejemplo, el blockchain, que parecía que quizá no funcionaría para las ONG, y ahora hay sociedades africanas que lo están usando para fomentar los microcréditos», pone como ejemplo Ana Peñalver. Proyectos, en algunos casos pilotos, y en otros soluciones ya asentadas, que se recogen en la plataforma Red Social Innovation para que cualquier persona pueda acceder a ellos. Y  no son precisamente pocos: el centro internacional de recursos dispone de 50 iniciativas de cerca de 30 países, a cada cual más interesante e inspiradora. 

parte 2 RSI

Cooperar en lugar de competir

En nuestro país vecino, Giulio Zucchini, director de Estrategia e Innovación de la Cruz Roja Francesa, señala que la innovación «está profundamente conectada con la historia de la humanidad». «Hombres y mujeres siempre han innovado y el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja siempre ha sido disruptivo, y ha integrado nuevos conceptos, herramientas y metodologías para responder mejor a las vulnerabilidades humanas. Pienso en la creación del derecho internacional humanitario o en el diploma profesional de enfermería», ejemplifica.

La innovación social, precisa Zucchini, es un concepto que hasta el año 70 estaba ligado con el desarrollo de nuevas tecnologías. Pero ahora, matiza, tiene más relación con «actuar de forma diferente» para servir al bien común. «Imaginando nuevos modelos socioeconómicos, creando nuevos usos para la tecnología o transformando la forma de trabajar, la innovación social nos permite actuar de la forma más adecuada y eficiente posible para hacer frente a todas las formas de vulnerabilidad», cuenta Giulio Zucchini. Dos ejemplos integrados en la Red Social Innovation son una buena forma de ilustrar estas ideas.

Son cuatro los principales criterios para acoger un proyecto en la Red Social Innovation

El primero de ellos es el hospital de Kumamoto, una iniciativa de la Cruz Roja Japonesa. Su particularidad es que se ha convertido en un laboratorio de innovación abierta dedicado a las tecnologías humanitarias mediante la creación conjunta con colectivos como la academia, el sector privado y las instituciones públicas/privadas –algo que incluye, por ejemplo, la colaboración y cocreación de personal del hospital con voces expertas de universidades y empresas privadas para discutir temas sociales y pensar en posibles soluciones–. Su ambulancia de hidrógeno de emisiones cero es una buena forma de comprender cómo se materializan las soluciones que están creando. 

Otra iniciativa a destacar es la de The Chime, la primera red mundial de comerciantes que ofrece servicios gratuitos a las personas más excluidas. Su misión, así, es romper la exclusión social y empoderar a los ciudadanos y ciudadanas con el interés de mejorar la vida de las personas en exclusión social. Concretamente, los comerciantes que quieran crear más interacciones sociales con sus vecinos y vecinas (con o sin casa) se pueden unir a la red y ofrecer servicios y productos en sus tiendas para las personas que los necesiten. La forma para identificarlos son las pegatinas que se encuentran en sus escaparates. Desde 2015, fecha de nacimiento de The Chime, esta red ha ido creciendo y actualmente opera en 6 países y 17 ciudades.

Para evaluar los proyectos e ideas que llegan a la Red Social Innovation, Zucchini recuerda que hay cuatro criterios básicos: el primero, que respondan a las necesidades sociales u organizativas de una o varias de las Sociedades Nacionales; el segundo, que aporten un valor añadido a una necesidad social u organizativa; el tercero, que generen impacto social, en otras palabras, que las soluciones hayan obtenido resultados concluyentes en sus primeros pilotos o que su impacto potencial sea prometedor; y, por último, el cuarto, que puedan ayudar a mejorar el impacto de una o varias Sociedades Nacionales del Movimiento de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. 

De la misma forma que el mar nunca se detiene, tampoco lo hace esta plataforma. Por ejemplo, desde la Red Social Innovation también se han puesto en marcha charlas de 45 minutos para explorar soluciones en torno a la innovación social. El primero de estos eventos se centrará en la entrega de alimentos y medicamentos, uno de los temas más importantes durante la pandemia, y tendrá lugar el 19 de octubre a las 17 horas. Para reservar plaza y estar al tanto de todo, se puede consultar toda la información en esta página web.

parte 3 RSI

Autofabricantes: niños y niñas que crean sus propias prótesis

Fran Díaz es uno de los fundadores del proyecto Autofabricantes. Este arrancó en Sevilla, mucho antes de que la iniciativa recalara en el Medialab-Prado de Madrid –en 2015–, y mucho antes de que pasaran a formar parte de Red Social Innovation –donde llevan apenas unos meses–. Pero dónde nació y por qué lo hizo, sin duda, marcó de forma fundamental su esencia.

«Una familia que conocíamos vino a vernos: iban a tener una niña a la que sabían que le faltaría una mano. Corría el año 2013, y ya por aquel entonces trabajábamos con impresoras 3D. Nos preguntaron si nosotros podríamos pensar en una alternativa para mejorar su autonomía. Y nos pusimos a investigar», cuenta Díaz. Así fue cómo se gestó Autofabricantes, un grupo de investigación de creación colectiva que se basa en crear prótesis en código abierto y que coloca a los niños y niñas en el centro del proceso y la toma de decisiones. Un tiempo después, y atendiendo al interés que estaba suscitando el proyecto, se trasladaron al Medialab-Prado de Madrid. 

 

 

Las prótesis, que en España facilita el propio Estado –a diferencia de otros–, muchas veces no cubren las necesidades concretas de los niños o niñas. No solo eso: la infancia es un estadio especialmente delicado para abordar estos asuntos. «Cuando pasa algo tan visible, como que te falte una mano, en una etapa de crecimiento, con un entorno, un colegio… puedes llegar a esconderlo, incluso aunque estando en el 2021 esto parezca mentira. Una prótesis que se hacen ellos mismos, con colores, a medida, es mucho más guay», explica Fran Díaz. En sus instalaciones, los niños y niñas no solo crean sus prótesis: también es un espacio que quiere agrupar a la ciudadanía en conjunto para pensar de forma colectiva en soluciones que aporten. Y en dicho espacio todo el mundo tiene cabida.

«Gracias a la Red Social Innovation, podremos ser más rápidos y estar en más países»

«Actualmente, en el equipo hay perfiles de terapia ocupacional, fisioterapia, ingeniería electrónica, software, diseño industrial, ingeniería mecánica, biomecánica, diseño, impresión 3D…», explica Díaz. Una labor que se realiza fundamentalmente desde la labor voluntaria y que también permite contar con la colaboración de estudiantes. «Tenemos un acuerdo con la Politécnica de Madrid. Todos los lunes, entre 8 y 12 personas de la universidad vienen para ayudar», señala Fran Díaz. En su caso, él se dedica también a dar clases en la universidad, pero junto a un grupo pequeño de personas, está implicado todos los días para que el proyecto siga avanzando. Pese a ello, admite, no hay una rutina diaria, sino que se va trabajando en distintas fases poco a poco, investigando y analizando mucho. 

Cuando alguno de los proyectos concretos está avanzado y se ha testeado lo suficiente, se organizan talleres para que otras familias interesadas puedan verlo. Así, entre convocatorias, pruebas y mucha colaboración, en Autofabricantes no se aburren nunca. Y menos ahora, que se han unido a Red Social Innovation, una decisión que califican de muy positiva y que tienen la seguridad de que les va a permitir llegar más lejos.

«Podemos aterrizar en otros países de mano de Cruz Roja, y gracias a la Organización conocer también las características del territorio y a todos los agentes necesarios. Un proyecto que puede funcionar bien aquí puede ser un fracaso en otro lugar, y no nos lo podemos permitir. Por tanto, esa capilaridad de Cruz Roja, que solo puede tener una institución tan grande y extensa, nos permitirá ser más rápidos y estar en más países», narra Fran Díaz. Autofabricantes es solo una de las últimas incorporaciones a una plataforma que quiere cambiar el mundo desde la innovación. Y no es poco.

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