Una tortuga de vuelta al mar - Ahora
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- En Santa Cruz de Tenerife, Cruz Roja ha participado en el rescate de una tortuga que ha podido retornar al mar hace apenas unos días. Ángela es la socorrista que ha intervenido en todo el proceso, y así nos cuenta su experiencia.
Desde los 7 años Ángela está convencida de que su lugar está en el mar. Socorrista de profesión en Cruz Roja en Canarias (donde todavía en algunas zonas se mantiene este servicio), se encontró hace un mes con una situación muy insólita que no ha hecho más que reafirmar su vocación: una tortuga había quedado encallada en unas rocas en una playa en Taganana, en Santa Cruz de Tenerife. “Una señora fue la que nos avisó. Acto seguido, fuimos para allá”, explica Ángela.
Cuando llegaron, pensaron por un momento que estaba muerta. “Tenía unos cabos entrelazados que parecía que estaban ahorcándola. De hecho, tenía la garganta hinchada. Mientras un compañero la sujetaba, con las tijeras más fuertes que tenemos fui cortando los cabos. Enseguida, la tortuga cogió aire: se le iluminó la cara. Recobró la vida”, cuenta Ángela con emoción.
"Tenía unos cabos entrelazados que parecía que estaban ahorcándola"
La tortuga quería volver al mar, pero no era posible, puesto que había que asegurarse de que estuviera en óptimas condiciones para ello, así que parte del equipo de Cruz Roja la llevó en el coche (con una toalla mojada debajo y otra arriba para mantener la hidratación) hasta el centro de recuperación de fauna silvestre ‘La Tahonilla’, donde ha permanecido un mes en observación. “Cuando me avisaron de que iban a soltarla, dije que por supuesto que iría. Al verla, pensé: ‘se llama Sally’. Cuando la soltamos, fue precioso”, cuenta Ángela, que se reafirma en que “voy a trabajar con animales; voy a ayudarles”. Considera que lo sucedido es un paso en esa dirección. A sus 19 años, está a punto de empezar un curso de especialista en mamíferos marinos para ir acercándose más y más a ese sueño.
“Deporte, animales y naturaleza: eso es lo que me mueve”, concluye la socorrista, que espera que algún día (si es pronto) pueda reencontrarse con la tortuga. “Creo que la podría reconocer, porque le quedó la cicatriz, y además me fijé mucho en su caparazón”, dice. Quién sabe.
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