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Carmen Sánchez Alegre: “Hablando del suicidio de la forma correcta, se puede prevenir”
LA MIRADA DE
CARMEN SÁNCHEZ ALEGRE
“Hablando del suicidio de la forma correcta, se puede prevenir”
CARMEN SÁNCHEZ ALEGRE
05/10/2022
ESCRITO POR:
ENTREVISTA POR:
Silvia Llorente
05/10/2022
ESCRITO POR:
ENTREVISTA POR:
Silvia Llorente
Superviviente de suicidio

Carmen Sánchez Alegre se define como “superviviente” de suicidio, concretamente, el de su hermano Carlos. A partir del momento en que conocieron la noticia, ella y su familia emprendieron un camino de aceptación y adaptación a esa nueva realidad transitando por las diferentes fases del duelo. Todo ello se plasma en ¿Hablamos del suicidio? (Universo de letras, 2021), un libro que Sánchez Alegre, periodista de formación y vocación, ha autopublicado para ahondar en sus experiencias y sentimientos y representar un rayo de esperanza para personas que se encuentren en una situación idéntica.  

“Los suicidios son muertes que se pueden prevenir”, dices en el libro. ¿Cómo podemos prevenir el suicidio? 

Lo primero: hablando más sobre ello. El suicidio es la segunda causa de muerte en España, y es un tipo de muerte que también está muy extendida en todo el mundo. Sin embargo, es un tema tabú, del que no se habla lo suficiente. Y eso que muchos estudios muestran que, hablando del suicidio de la forma correcta, se puede prevenir. ¿Por qué? Porque cuando se habla de manera correcta y se muestran alternativas, las personas que piensan en quitarse la vida se dan cuenta precisamente de eso: de que (valga la redundancia) hay otras alternativas. Y también adquieren más fuerza para hablar sobre el tema. 

Yo ya sabía la teoría, pero algo que he vivido después de publicar el libro, es que mucha gente que me conoce y otra que no, me ha escrito para hablarme de sus sentimientos. O para pedirme consejo de a qué psicólogo acudir. Me cuentan que han pensado en suicidarse o lo han intentado, que se sienten mal… Como personas humanas, todos sentimos dolor y experimentamos momentos difíciles en nuestra vida. Abrir un espacio seguro para que esas personas se muestren y se atrevan a pedir ayuda es importante.  

Ha sido bonito y considero que es una de las mejores formas de prevenir el suicidio. Por eso decidí publicar el libro y exponerme, que ha sido una decisión complicada para mí. Pero ha valido la pena y he experimentado en mi propia piel que funciona hablar de ello. 

¿Somos plenamente conscientes de la importancia que tiene el suicidio? Las cifras son irrefutables: un total de 3.941 personas se suicidaron en España en 2020, según las últimas cifras anuales del Instituto Nacional de Estadística (INE).  

A pesar de las cifras, no creo que seamos conscientes. Se estima que se suicidan 11 personas al día, que es una cifra tremenda que impacta. Pero es que, por cada persona que se suicida, hay 20 que lo intentan. Eso quiere decir que hay 220 personas al día en España intentando suicidarse. Es una realidad superextendida y a pesar de ser cada vez más visible, de tener cada vez más importancia (por ejemplo, se ha creado el 024, el teléfono del suicidio, una señal clarísima de ello), todavía queda camino por recorrer para tomar más medidas, y que se le dé el peso que verdaderamente tiene esta problemática.  

RTVE publicaba hace unos meses que el suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte entre los más jóvenes en España. ¿A qué crees que se debe que este grupo de población esté experimentando esta situación? 

No lo sé, quizá sería una pregunta que respondería mejor un psicólogo. Lo que intuyo es que a lo mejor la juventud tiene menos herramientas para enfrentarse a esta situación; herramientas que, con la madurez, quizá sí adquieres. Pero de jóvenes, sobre todo en la adolescencia, nos abruma y nos da miedo relacionarnos con las emociones, no sabemos cómo gestionarlas. 

Reflexionas sobre que el suicidio es la causa de muerte de una “enfermedad” de la mente, de la misma forma que hay personas que mueren por cáncer o por problemas de corazón. Sin embargo, los estigmas asociados a unas cosas y otras no son iguales, ¿de dónde viene el estigma del suicidio? 

Por el tabú que ha habido alrededor del tema, porque no se habla de ello, porque la gente no lo comprende. Cuando alguien tiene cáncer u otra enfermedad, dentro de que son siempre temas delicados, se suele tratar con cierta naturalidad. Pero la gente no sabe cómo enfrentarse o acercarse al suicidio. Está muy estigmatizado y mucha gente piensa que las personas que se suicidan son enfermos mentales, cuando no es así. Es una muerte multicausal, es decir, que responde a muchas razones; porque no sabes cómo enfrentarte a un momento determinado de tu vida, por una crisis existencial de la que no sabes salir; porque no ves otra salida… pero no necesariamente está relacionado con enfermedades mentales. Es una de las causas del suicidio, pero no es la única. 

Por eso es importante tener más información y que esta sea accesible. Si hay psicólogos en la Seguridad Social, pero dan cita para dentro de 8 meses (como me ha pasado a mí)… hay una falta de recursos total para tratar cuestiones de salud mental, además de la falta de información y el tabú que existe alrededor de esta realidad.  

Además, siempre se ha creído que hablar de suicidio, por ejemplo en los medios de comunicación, despierta un “efecto llamada”.  

Sí, hay una falsa creencia ahí, aunque tiene parte de verdad en cuanto a que el suicidio no puede tratarse de cualquier forma: se tiene que hablar y tratar de la manera correcta. A los periodistas nos han enseñado que tenemos que tratarlo todo con la regla general de las 5W… pero eso no vale para el suicidio. No puedes contar toda la información, ni siempre tiene por qué ser noticia. Y el cómo contarlo. Hay muchas cosas que hay que omitir y otras, sin embargo, que sí se deberían tratar, como las alternativas al suicidio. La cuestión no es no informar sobre suicidio, sino informar de la manera correcta: esa es la auténtica prevención.  

También hay que tener en cuenta cómo pueden sentirse las personas que han perdido a alguien por suicidio al leer ciertas informaciones. Mi hermano se tiró por una ventana. Si cojo un periódico y leo las noticias, y describen que alguien saltó de un edificio… te crea un impacto emocional. Quizá no hace falta dar ciertos detalles. Una chica (con toda su buena intención) escribió algo sobre mi hermano tipo: “Carlos probablemente en un momento de su vida imaginó que…”; ni siquiera yo, en mi libro, me he atrevido a plasmar qué pudo imaginar Carlos. Es que no lo sabemos. Hay que aplicar la empatía. Pensar: “Si yo he perdido a alguien, y voy a leer algo sobre suicidio, ¿cómo me gustaría que se presentara la información?”. 

¿Cómo afronta o vive una superviviente el suicidio de un familiar o de alguien cercano? 

Lo más complicado para mí, y creo que en general para todos los supervivientes, es la gestión de la culpa. Estar constantemente pensando: qué hice mal, cómo no lo vi. Y asumir que todas esas preguntas no tienen respuesta. Y aunque la tuvieran daría igual, porque no cambiarían la situación, ni seguramente tampoco valdrían. Para mí eso es lo más complicado. También es cierto que depende mucho de la personalidad de cada uno.  

Es un proceso que hay que tomarse con mucha paciencia porque es largo. El duelo por suicidio es de los peores que hay y nunca acaba. Realmente nunca acaba. También es bueno tratarse con autoamabilidad y compasión hacia uno mismo, porque si no la culpa te machaca. Y al final esa culpa no sirve de nada. Hay que relacionarse con la culpa escuchando el mensaje que nos trae, pero sin identificarnos con ella. No es culpa nuestra que haya pasado esto.  

Por otro lado, está el tema de aceptar la nueva realidad. Hay suicidios que tienen intentos previos; ahí uno se puede imaginar lo que puede pasar, o quizá puede prevenirlo. Pero hay suicidios, como el que nos pasó a nosotros, donde no había ningún tipo de indicio, o ningún tipo de indicio que supiéramos ver. El hecho de que sea algo tan repentino hace que sea difícil afrontar esa nueva realidad; de hecho, creo que una de las cosas más difíciles es precisamente aceptarlo.  

En mi caso concreto fue fundamental la intervención de los psicólogos de emergencia el día en que ocurrió todo. La forma en que lo comunicaron, cómo nos acompañaron, el seguimiento… no todo el mundo cuenta con eso, desafortunadamente. La psicóloga del Instituto Anatómico Forense, y finalmente mi psicóloga, que me ayudó muchísimo. Pero insisto: no todo el mundo puede cruzarse con este tipo de profesionales en su camino. Por eso me gustaría, además de visibilizar, reivindicar que haya más medios a disposición de todo el mundo. No todo el mundo puede permitirse ir al psicólogo hoy en día. 

¿Cómo podemos aprender a aceptar la muerte? Cuentas en el libro que en tu caso fue un viaje a México, donde se relacionan de forma totalmente distinta con la muerte, lo que te hizo cambiar el chip. 

Ese viaje me ayudó mucho a tomar una nueva perspectiva de la muerte. En Occidente lo vemos como algo oscuro, que da miedo, es triste, pero al final es parte de la vida. Es imposible que exista la vida sin la muerte; si no existiera la muerte, no existiría la vida. Hay que aceptar la muerte como parte de la vida que es. 

Evidentemente, causa dolor porque perder a alguien que quieres es así, pero el dolor también forma parte de la vida. Es imposible vivir sin sentir dolor. Es una cuestión de aprender a relacionarse y tener las herramientas para, primero, aceptar ese dolor y vivirlo; y lo mismo con la muerte. Lo que hace que la vida sea tan preciosa es que tiene un final. Suena un poco romántico, pero es verdad.  

A mí me sirvió mucho ese viaje que hice a México porque me di cuenta de que otras culturas tienen la muerte super integrada: la aceptan como parte de la vida y a pesar del dolor y la nostalgia por que no estén sus seres queridos, lo que hacen es celebrarlos en lugar de llorarlos. Y me pareció un aprendizaje bonito entenderlo así.  

En tu caso, fue la gratitud uno de los antídotos para sobreponerte a la situación dramática que viviste. ¿Por qué? ¿De qué sirve la gratitud en este contexto? 

Para mí la gratitud es una de las herramientas más potentes que existen en la vida. Nos ayuda a poner el foco de atención en todo lo bueno que tenemos. Cuando ponemos el foco en las cosas buenas, nos damos cuenta de que son muchísimas más que las malas, aunque a veces en nuestro día a día se nos olviden.  

Lamentablemente, la mente tiene tendencia a pensar en las cosas negativas, a hundirse, a abandonarse a la queja en lugar de fijarse en lo que es bueno. Hacer este ejercicio de dar las gracias cada día, o cada cierto tiempo, nos ayuda a poner el foco en las cosas buenas que nos rodean. Verdaderamente, si nos ponemos a pensarlo, somos muy afortunados. Solo el hecho de tener agua para beber ya hace que tengamos mucho más que el 80% del resto de habitantes del mundo.  

Y también sirve para distanciarse y valorar. Durante todo este proceso, que fue durísimo y muy doloroso, ejercitar la gratitud me ayudó a fijarme en lo afortunada que era de haber tenido profesionales que me ayudaron en el proceso, como las psicólogas de las que hablo aquí y en el libro. Y de todo el amor que recibimos por las personas que nos rodeaban en una situación tan horrorosa y tremenda. Ha sido superdoloroso, pero a la vez ha generado una cadena de actos de tanto amor a nuestro alrededor… que verdaderamente es para estar muy agradecido. Recomiendo a todo el mundo practicar la gratitud, independientemente de si ha pasado por una situación así o no. 

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