María Neira: “La salud empieza mucho antes de los hospitales” - Ahora
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María Neira es médica y directora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Reconocida por su labor en la lucha contra el cambio climático y sus efectos en la salud, ha desempeñado su carrera también en organismos internacionales promoviendo políticas de salud ambiental y prevención de enfermedades. Hablamos sobre salud mental, envejecimiento de la población y cambio climático con una de las voces más influyentes en salud pública a nivel global.
¿Cuáles consideras que son los principales retos para la salud pública a nivel mundial en los próximos 5 a 10 años?
Para definir cuáles son las prioridades en salud pública se pueden llevar a cabo diferentes actuaciones. Una es mirar cuáles son los factores de riesgo más importantes. Cada año sale un informe global sobre los indicadores de salud. Ahí vemos que, en la actualidad, los riesgos más importantes para la salud son la hipertensión, el tabaco y, muy importante, la polución del aire. Esa ya sería una razón para dirigir y elegir prioridades de salud pública.
También hay que valorar a cuánta población afecta, cuáles son las intervenciones que puedes poner en marcha para combatir esta situación y definir, a partir de ahí, las prioridades. Ahora mismo, todos esos factores de riesgo ambientales, el cambio climático y todo lo relacionado con el acceso al agua potable y al aire limpio (evitando estas sustancias cancerígenas que nos rodean) también son prioridades.
Otra prioridad tiene que ver con nuestro estilo de vida, algo que se relaciona con la obesidad y el sedentarismo. Son estas enfermedades no transmisibles, o crónicas, las que nos están, literalmente, matando; y están ahí las demostraciones de cuáles son las enfermedades más comunes.
Por otro lado, una tercera prioridad es, claramente, todo el sistema sanitario. Para responder a todos estos factores de riesgo determinantes para nuestra salud los sistemas sanitarios tienen que funcionar bien. Una cobertura sanitaria universal sería el sueño. Después hay que abarcar desde la prevención hasta la rehabilitación incluyendo, obviamente, la respuesta a emergencias, epidemias, brotes… lo que sea. La salud mental también se está volviendo una prioridad enorme.
Hay que entender que la salud pública no es luchar contra la enfermedad. Eso es el aspecto sanitario o curativo. Salud pública significa prevenir y actuar allí donde se pueda tener un impacto para proteger y prevenir la enfermedad.
¿Cómo está la OMS preparándose para afrontar todos estos retos?
La OMS trabaja muchísimo en la parte de determinantes ambientales, cambio climático… Hemos estado en todas las cumbres, hemos dado todos los argumentos, hemos demostrado todas las intervenciones que funcionan, no para luchar contra el cambio climático, sino porque promoviendo acciones para luchar contra el cambio climático hay enormes beneficios para la salud.
La transición energética es una cuestión de salud. No es una cuestión ambiental o una cuestión de transición energética: es una cuestión que afecta a nuestros pulmones, a nuestros cerebros, a nuestro sistema cardiovascular.
La transición a una producción de alimentos más sostenible desde el principio hasta el final, el uso de pesticidas y fertilizantes, toda la comida que se tira y se gasta (un 30% de la producción de los alimentos va a la basura), el transporte de sustancias, los aditivos… todo eso lo regula la OMS también
Tenemos que asegurarnos de que haya acceso a agua potable, al saneamiento. Son cuestiones que pueden parecer muy básicas, pero en muchísimos países (en Cruz Roja lo sabéis muy bien) son cuestiones de lujo y eso es absolutamente inaceptable.
¿Cómo trabajamos? Con muchos estándares de calidad de aire, de agua; qué sustancias pueden ir en el agua, cuáles no; qué sustancias son cancerígenas; cuáles son los productos químicos que nos ayudan en nuestra vida diaria y cuáles representan un disruptor endocrino… La basura electrónica ahora mismo supone la exposición a metales pesados. Tenemos también el programa de los disruptores endocrinos de todas esas sustancias químicas que nos rodean y que hacen que nuestra fertilidad esté en riesgo.
Problemas emergentes de salud pública hay muchos. Hay que anticiparlos también.
La pandemia de COVID-19 nos ha enseñado la importancia de la colaboración global en salud. ¿Cómo está trabajando la OMS para fortalecer las alianzas internacionales y asegurar una respuesta coordinada ante futuras emergencias sanitarias?
La pandemia supuso una colaboración entre distintos organismos debido a algo muy potente: el reglamento sanitario internacional. Esto es algo legislativo: existe una obligación de colaboración por mandato legal entre países para prevenir ciertas sustancias infecciosas. Además, en el reglamento sanitario internacional no se incluyen solo los agentes biológicos, sino también las sustancias químicas y nucleares. Es una colaboración muy intensa porque implica que todo el mundo está en riesgo.
Y es un mecanismo muy fuerte, quizá el más fuerte que tenemos por ser un instrumento legal, pero también trabajamos codo con codo con ministros de energía, de transición ecológica, de transporte, de agricultura… con todo lo que pueda tener un impacto en nuestra salud antes de llegar al hospital. Siempre recalcamos que no somos la Organización Mundial de la Enfermedad, sino la Organización Mundial de la Salud. Y la salud empieza mucho antes de los hospitales.
La salud mental ha cobrado gran relevancia en los últimos años, especialmente tras la pandemia. ¿Qué pasos está dando la OMS para abordar la creciente carga de enfermedades mentales a nivel global?
Está ganando mucha relevancia el tema de la salud mental, pero definitivamente no la que sería necesaria. Hay varios aspectos en los que tenemos que trabajar. Primero, obviamente, necesitamos un sistema de salud que pueda responder a estas enfermedades ya diagnosticadas e identificadas. Es una parte muy difícil y muy costosa.
Desde la OMS también actuamos en el otro extremo: ver qué tipo de factores de riesgo pueden tener un impacto también en la salud mental. Sabemos, por ejemplo, que la demencia se relaciona con la contaminación del aire. Ese material particulado tiene un proceso inflamatorio que puede empujar enfermedades degenerativas y neurológicas. La parte de prevención sería fundamental.
Luego, también, el abuso de sustancias, como las drogas, que puede acelerar este proceso. Todo tiene que ver también con la comunicación, el raising awareness, de sensibilizar e influenciar a los gobiernos para que se tomen con más seriedad este problema de salud mental y promover una serie de medidas basadas en un estilo de vida más saludable que puedan ayudar también a prevenir enfermedades mentales como la depresión.
A medida que la población mundial envejece, ¿qué medidas está impulsando la OMS para asegurar que los sistemas de salud estén preparados para enfrentar los desafíos relacionados con el envejecimiento de la población?
Ahí tiene mucho que ver la sostenibilidad del sistema sanitario. Tenemos que pensar en un sistema sanitario que no cubra a personas que van a durar entre los 70 y 80 años, sino a personas que van a tener una esperanza de vida mucho más larga. Además, en esos últimos 10 años de vida van a requerir una asistencia sanitaria muy intensa, costosa y probablemente aun así difícil de asegurar. Todo esto se tiene que tratar en esa discusión general sobre sistemas sanitarios, e identificar como prioridad ese coste; esos últimos años de vida en los que las personas van a necesitar una asistencia sanitaria y social.
Ahí hay un desafío muy importante porque creo que la mayor parte de los países todavía no hemos sabido adaptarnos al hecho de que la esperanza de vida se alarga. La curva demográfica tiene que estar perfectamente dentro de esa discusión sobre el sistema sanitario, la financiación y la sostenibilidad. Y todavía no está como debería estar.
En términos de salud pública, ¿cuál es el papel que desempeñan los países de ingresos bajos y medios en la lucha contra las enfermedades infecciosas, y qué apoyo está proporcionando la OMS en este sentido?
Evidentemente, nuestro apoyo está focalizado sobre aquellos países que tienen menos recursos. También movilizamos recursos financieros a través de GAVI (Alianza Global para Vacunas e Inmunización), del Fondo Global, o de nuestros propios fondos. Lo que hacemos es reforzar la capacidad de estos países, ayudarles a financiar el acceso a los medicamentos o darles asistencia técnica a nivel de país para que puedan responder. Nuestros esfuerzos se concentran muchas veces, en efecto, en enfermedades infecciosas.
Intentamos movilizar también a otros partners o socios como la Banca Mundial o las bancas de desarrollo en los países donde trabajamos para que inviertan en cuestiones como el saneamiento o el acceso al agua potable. Nuestro rol no consiste sólo en ofrecer esos recursos y ayudar técnicamente a nivel de país: también generamos a nivel global esas discusiones para que las bancas de desarrollo o los bancos de inversiones inviertan en donde creemos que van a tener mucho más impacto en la salud.
Esas negociaciones las llevamos adelante con mucha frecuencia, y tal vez es la parte de nuestro trabajo menos conocida. Nosotros tenemos que influenciar también mucho esas discusiones a nivel de país o priorizar intervenciones que no son directamente en el sector de la salud per se, pero sí van a tener un impacto enorme en la salud de las personas.
Si hay un tema transversal es la salud. La salud, como decíamos, no es solo la ausencia de enfermedad. Para tener salud hay muchas cosas que hay que tener en cuenta; que las personas no estén en un ambiente que sea de mucho estrés, que las personas tengan la capacidad de vivir en una ciudad que no les contamine con el aire que respiran, que lo que van a comer tenga una seguridad alimentaria, que lo que van a beber no contenga arsénico (porque viene de un pozo), que la crema que se pongan esté probada técnicamente, que tengan una prevención para los mosquitos, que se puedan vacunar para enfermedades que lo necesitan… El espectro es enorme y fascinante, y cubre también esa parte incluso social; de ese aislamiento o conexión social, de esa capacidad de interaccionar con otros, de tener una asistencia cuando la necesitas y, sobre todo, de poder disponer de un sistema de salud que no te arruine cuando estás enfermo.
La sostenibilidad y el cambio climático son temas que impactan directamente en la salud pública. ¿Qué acciones está promoviendo la OMS para enfrentar los efectos del cambio climático en la salud de las poblaciones más vulnerables?
Ahora es un tema que habla por sí solo. Antes teníamos que tener mucha pedagogía y narrativa para explicar qué es el cambio climático y cómo se relaciona con la salud… ahora son los países los que nos lo cuentan a nosotros. Costa de Marfil, por ejemplo, sabe perfectamente el impacto que tiene el cambio climático en su salud porque sus terrenos antes eran cultivables y ahora son áridos, secos. Saben que ha habido lluvias donde antes no las había y por tanto ahí hay una transmisión de enfermedades más importantes que antes. En Kenia, en el Kilimanjaro… no tenían mosquitos y ahora sí y por tanto hay malaria. Nos lo cuentan ellos.
También está la parte de nutrición. Evidentemente si no puedes cultivar, tienes un problema; si las tierras están secas, tienes un problema de agua; vas a tener problemas de enfermedades transmitidas por agua como cólera o diarreas… Se está volviendo atrás. Muchos países nos explican perfectamente, de una forma muy concreta, qué significa el cambio climático para ellos. Otros entienden la relación entre cambio climático y polución del aire, como en los países ricos, donde tú ves que las mismas causas del cambio climático son las causas de la contaminación del aire, de la combustión de la energía fósil. Cuando transitemos a energías más limpias el primer ganador serán nuestros pulmones porque vamos a mejorar la calidad del aire y por tanto a reducir esas enfermedades.
¿Cómo está evolucionando la estrategia de la OMS para la promoción de la salud y la prevención de enfermedades a nivel global, y qué papel juegan la educación y la sensibilización en este enfoque?
Usamos todos los medios que tenemos a nuestro alcance. Todos. Lo que pasa es que las cuestiones de salud son tantas y tan variadas que tampoco puedes estar alertando de forma permanente. Usamos las redes sociales, las conferencias de prensa, los gobiernos para informarles… trabajamos muchísimo con el sector académico, con las ONGs, con las instituciones.
Todos nuestros mensajes están ahí para que se utilicen. La cuestión está en transmitirlo también en positivo. Obviamente no le puedes decir a la gente todo el tiempo que “vamos a morir” o “vamos a tener una catástrofe”. Lo que tenemos que decir es que a todos nos conviene trabajar en acelerar la transición a energías limpias.
¿Qué pinta una médica, como yo, hablando de todo esto? La contaminación del aire es algo muy importante y si no la combatimos vamos a seguir tratando enfermedades crónicas respiratorias en los hospitales, que nos cuestan mucho. Hay cáncer de pulmón, la gente se muere… No es ninguna broma. Hay que decirles a las personas que la mejor motivación para luchar contra el cambio climático es la salud. Es el argumento más poderoso.
¿Qué le dices a una persona con diabetes tipo 2 relacionada con el sedentarismo? Que hay que tener calles donde podamos caminar, y para eso hay que sacar los coches, y hay que meterse en cuestiones de tráfico y de tránsito. ¿Qué pinta una médica hablando de transporte público? Pues pinta mucho porque se nos va la salud en ello.

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