María Esclapez: “Necesitamos más referentes positivos e historias de amor sanas” - Ahora
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Humanidad
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María Esclapez empezó a hablar de psicología en redes sociales cuando muy poca gente lo hacía. Han pasado 10 años desde entonces y en la actualidad atesora cerca de 500 mil seguidores en Instagram gracias a su rigurosidad y cercanía. Psicóloga sanitaria con formación en psicología clínica y de la salud, también desarrolla su carrera como sexóloga clínica y terapeuta de parejas. Es autora de 6 libros, entre ellos la novela superventas Me quiero, te quiero, o Tú eres tu lugar seguro, y atesora una comunidad de más de 200.000 lectores. Su última obra, Mujeres que arden, es su primera incursión al mundo de la ficción, pero no por ello deja la psicología de lado, como ella misma nos cuenta a continuación.
¿De dónde nace la pulsión por escribir ficción en Mujeres que arden, tu última novela?
En la novela, aunque sea de ficción, sigo hablando de psicología y divulgación a través de los personajes. En lo que podría ser diferente a otros de mis libros es que nos encontramos con unos personajes que hablan por ellos mismos, suceden una serie de acontecimientos… pero es verdad que he intentado seguir reflejando aspectos de la psicología que consideraba que no había tocado o en los que quería ahondar más a través de las historias o las relaciones entre los personajes.
Me quiero, te quiero fue un superéxito, y luego publiqué Tú eres tu lugar seguro, ambos de divulgación. Mujeres que arden lo empecé a escribir antes de que saliera Tu lugar seguro, y lo hice porque cuando terminé Me quiero, te quiero sentía que seguía necesitando divulgar sobre relaciones sanas y tóxicas, pero necesitaba darle un giro más, algo que no fuera sólo teoría, o lo que ya podíamos ver en Me quiero, te quiero y en mis redes sociales. La realidad es compleja, los seres humanos también lo somos. Por tanto, qué mejor que hacer esto a través de personajes, historias “reales”, con unas mochilas “reales”… todo entre comillas. Y lo aderecé con el argumento, con algo que enganchara al público. No quería algo sólo dramático, sino también divertido, y que tuviera esa sensación de no poder dejar de leer; de aprender mientras te entretienes.
La protagonista tiene una relación tóxica que vemos cómo evoluciona a lo largo de la novela. ¿Por qué te interesa tanto explorar y divulgar sobre este tipo de relaciones?
Todas nos hemos podido ver en alguna situación similar, parecida, y no es raro que pase. No es raro que estés en una relación dependiente, tóxica o incluso de maltrato; por desgracia son situaciones que se viven bastante, que veo bastante en consulta, y que se sufren mucho. Necesitaba seguir hablando de esto, pero también de más cosas, porque no todo es ruptura, no todo son relaciones tóxicas; también hay relaciones sanas que tenemos que visibilizar, que tenemos que dejar claro que existen y que se pueden construir.
La protagonista, no sé si es casualidad, también tiene formación en psicología.
Justo, necesitaba que, aún estando formada en psicología, también estuviera dentro de este tipo de relación. Es un mensaje: tú racionalmente lo puedes tener claro, pero aun así emocionalmente no es así. Es también un ejemplo para que la gente entienda que le puede pasar a cualquiera. No por caer en una relación dependiente eres más o menos tonto, o estás más o menos formado. Le puede pasar a cualquiera. Nadie tiene esa gracia de librarse así porque sí; es verdad que cuando conoces más qué es una relación tóxica, qué es la manipulación, qué es un abuso emocional… tienes un factor de protección, pero aun así nadie está 100% libre de caer en una situación de estas características.
Ya sabemos lo que es el amor romántico y pese a ello en la adolescencia y juventud vemos que siguen persistiendo muchos de estos mitos tan perjudiciales, ¿por qué es así?
Hay que tener en cuenta muchos factores. Lo primero es que nos falta educación, nos falta formación tanto en las instituciones como en las familias, y esto es lo más difícil de conseguir porque al final es un cambio estructural social desde cero. Si hubiera una educación basada en todo esto que hablábamos (llamémoslo “educación emocional” o “salud mental”), luego tú tienes más capacidad de discriminar aquellas cosas que ves y que no ves; no porque las veas o no, sino porque las puedes disfrutar igual pero desde un prisma diferente.
A lo mejor disfrutas viendo 50 sombras de Grey, que no es el mejor ejemplo de relación sana, desde luego, pero sabes lo que estás viendo: una relación dependiente, con un tío superdominante, que perfectamente podría ser un acosador… ya sabes discernir entre lo que sí y lo que no. Eso para mí es el principal problema: que nos sigan gustando, no ya porque nos gusten (y esto es lo triste), sino porque queremos algo parecido o similar.
También creo que es porque estamos faltos de referentes positivos; hay muchos referentes, pero no todos son positivos (por desgracia), y aunque tiene que haber de todo y no podemos censurar así porque así, considero que necesitamos más referentes positivos e historias de amor sanas.
Lo que pasa es que eso no vende porque estas relaciones son muy estables, muy tranquilas, y parece que no hay chicha, pero sí la hay, y hay que saber exponerlo y mostrarlo al público. Yo lo he intentado en Mujeres que arden con la relación de Leonor y Beltrán. Y siempre pregunto por eso a la gente que ha leído el libro: ¿y qué te parece Beltrán? A ver si ha calado esto de alguna manera.
Tenemos a Beltrán y Álex. Álex es una persona narcisista, manipuladora, con una relación supertóxica con Eleonor; y Beltrán es todo lo contrario, una balsita de aceite. Y lo sorprendente es que todas están enamoradas de Beltrán. Entonces dices: vale, pues entonces el problema no es que la historia de amor sano no gusta, sino que a lo mejor estamos tan acostumbradas a ver lo tóxico, la montaña rusa, “ahora te dejo, ahora vuelvo”, “ahora sí, ahora no”... hay un efecto de subir y bajar que crea en el espectador un enganche que alucinas. No digo que hagamos una montaña rusa en una relación sana, pero si la hacemos atractiva a lo mejor podemos empezar a cambiar esos esquemas.
¿Cómo podemos reconocer una relación sana y una que no lo es?
La red flag de una relación tóxica o dañina es precisamente esto que hemos dicho: que es dañina; que no te llegas a sentir del todo bien; que nunca estás tranquila; que siempre hay algo que te hace dudar; que hay una sensación constante de intranquilidad; de que cualquier cosa puede pasar en cualquier momento; tienes miedo constante a que la otra persona te pueda abandonar…
En una relación sana, siempre lo digo, no es que no haya problemas o discusiones, claro que los hay, pero es diferente, porque los problemas se solucionan desde la calma, la tranquilidad y la comunicación. ¿Te puedes enfadar? Claro, te puedes enfadar muchísimo, no quiere decir que nunca te enfades, pero la gestión es diferente. Nunca hay miedo a qué puedes esperar de la otra persona, porque de alguna manera tiene dos caras… no: lo que ves es lo que hay, y eso es lo que te mantiene en tranquilidad, porque sientes que el vínculo es seguro, sano, estable; que no te va a dejar mañana. Confías en que esa persona va a estar ahí, no por el simple hecho de que esté atrapada, sino porque quiere estar. Esa es la diferencia.
Hemos llegado a normalizar un tipo de relación que ahora vemos de otra manera, con otros ojos.
Me ha pasado hasta a mí. Yo empecé a escribir sobre este tipo de relaciones porque yo había tenido muchísimas, y me preguntaba cómo era posible que siguiéramos cayendo en esto… Hace falta más información para que la gente entienda dónde está, dónde no: dónde quiere estar. Y es lo que decía antes: le puede pasar a cualquiera, y seguro que nos ha pasado.
Hemos normalizado tanto cosas que no están bien... Lo que Beltrán explica un poco en Mujeres que arden: es la historia de Romeo y Julieta, que siempre es la misma pero con diferentes protagonistas y distintos nombres. Siempre es lo mismo: un amor imposible, un “sí, pero no”, uno quiere pero el otro no, una lucha por amor… y no. Déjate de historias. Esto tiene que ser un poco más fácil.
¿Estamos en un momento más complicado para relacionarnos con otras personas debido a las redes sociales?
Claro, es que depende de cómo las uses… Si usas las redes para stalkear, para llevar tus celos más allá, para controlar, para manipular… desde luego que van a ser un problema. Si, en cambio, las usas para conectar con los demás, compartir cosas que te gustan y llenan, informarte… ahí tenemos la parte de divulgación. Aunque, eso sí, que haya tanta divulgación es un problema, porque al final hay gente que se sube al carro, que no tiene mucha idea pero ve que esto está de moda, y dice “como yo también he tenido relaciones tóxicas…” y luego no tienen formación, o tienen un minicurso de algo. Eso muchas veces contamina bastante el discurso y lía mucho más al público.
Las redes no te dan ni mucho tiempo ni mucho espacio y ahí hay un pequeño hándicap. Yo intento que se confundan las cosas lo menos posible, pero puedes encontrar de todo. Siempre digo que la gente fiable es la que respalda sus argumentos en bibliografía, por ejemplo. En qué se basa esa información si no. Tienes que saber. Esa persona tiene el deber de comunicárselo: si se ha basado en algo fiable o no. Si no, ya empezamos mal.
Tenemos lo bueno y lo malo de todo esto. Las redes sociales también invitan muchas veces al stalkeo, al control… pero insisto, es una mala gestión. En las clases de educación emocional o de salud mental que decíamos antes yo también incluiría todo esto. Hay emociones que no sabemos cómo gestionar y nos refugiamos en las redes y eso es un grave error, porque eso nos sigue machacando, nos ayuda momentáneamente, pero luego forma parte del problema. Se genera cierta adicción a las redes por eso. Hace falta más educación con estos temas.
Hay gente que se siente especialmente atrevida a la hora de opinar y ofrecer consejo cuando hablamos de psicología y sin embargo nunca lo haría con otras disciplinas…
Hay gente que se sube al carro porque está de moda. Hace 10 años, cuando yo empecé, nadie divulgaba sobre esto: no se ganaba dinero, no estaba de moda, no vendía, no era atractivo. Con los años, la gente que nos hemos dedicado a esto lo hemos ido haciendo atractivo y se ha puesto de moda. Es verdad que la pandemia fue un tema importante y un antes y después en materia de salud mental.
Es como todo: me imagino que habrá pasado con muchas disciplinas, pero con la psicología lo vemos más y más porque es lo que está pasando ahora mismo. No se habla de física o medicina, porque entiendo que son cosas más difíciles o quizá menos aplicadas al día a día… Y nadie que no sepa exactamente de física se mete a hablar de ello. Sin embargo, en campos como la psicología, el intrusismo es tremendo y no se denuncian ni la mitad de casos que se tendrían que denunciar de gente que no tiene ni idea y que termina hablando de estos temas. Y es gente que puede acertar o no. Ahí también hay un problema, porque tampoco hay responsabilidad de cara a quien te lee.
Divulgar en redes sociales es una labor compleja, requiere mucha responsabilidad, es arduo, tienes que saber qué decir y cómo decirlo… y aun así siempre hay cosas que no llegan como quieres, o la gente no reacciona como esperas. Es superdifícil.
¿Cómo podemos fortalecer la autoestima? ¿Qué pasos deberíamos seguir?
Lo primero: la autoestima no está en las redes sociales, ni en los likes, ni en la validación de los demás, ni en que la gente te aplauda. Está en ti mismo. Al final la autoestima no es un trabajo de mirarse en el espejo; la autoestima va mucho más allá: es saber comunicar, poner límites, conocer tu historia, saber quién eres, de dónde vienes, a dónde vas, qué quieres en la vida… Todo eso es autoestima y todo eso se trabaja con uno mismo y con su propia cabeza, no con lo que digan o no digan los demás. Eso al final es aprobación externa. Aunque la necesitamos, porque de alguna manera todos necesitamos que nos digan que lo estamos haciendo bien, es un refuerzo, y es normal, no podemos depender de eso. Por eso digo que no está ahí la autoestima. Lo más importante es lo que tú sientes con respecto a ti mismo y eso fuera no lo vas a encontrar: va a estar dentro de ti siempre.