Lehen Urratsa, del sinhogarismo a la autonomía - Ahora
Publicador de contidos
- Cuando estalló la pandemia y el posterior confinamiento, todo el mundo se recluyó en sus casas. Pero, ¿qué pasó con esas personas sin hogar que habitaban las calles? Cruz Roja puso en marcha un proyecto para acogerlas. Un año y unos meses después, los resultados demuestran que ha sido un completo éxito.
“Lehen urratsa” es una expresión vasca que significa “el primer paso”. No es casualidad que sea, también, el nombre que ha recibido un proyecto de Cruz Roja en País Vasco que persigue que las personas sin hogar adquieran autonomía y medios para insertarse en la sociedad. Una iniciativa que, en tan solo año y medio, ha logrado que de las 36 personas sinhogar atendidas inicialmente, 31 puedan vivir hoy de forma más o menos independiente y por su cuenta.
Todo empezó en junio de 2020, en plena desescalada. Después de que la pandemia obligara a confinar a toda la población y Cruz Roja desplegara un dispositivo provisional para acoger a las personas que vivían en la calle, llegó la duda: ¿qué iba a pasar con ellas cuando se regresara a la normalidad? Desde la Organización se dieron cuenta de que había que trazar un plan para que estas personas pudieran tener una vida digna fuera de las paredes de sus alojamientos.
Txomin Ondarre, director de las Áreas de Conocimiento de Inclusión Social y Empleo de Cruz Roja en Álava, expresa el por qué: “Durante todo ese tiempo habíamos ido trabajando con las personas que estaban en los centros. Les habíamos ofrecido algún curso básico, habíamos intentado controlar sus adicciones; incluso también tenían responsabilidades: un calendario con los turnos de comida; gente que se encargaba de las taquillas o las duchas; hacíamos asambleas para que se expresaran… queríamos que se sintieran sujetos activos, y no pasivos”. Dejarlos a su suerte en la calle de nuevo no era una opción. Por eso, comenzaron a buscar formas de revertir su situación.
Lo primero fue encontrar unos alojamientos temporales, que respaldó Cruz Roja con ayuda, en materia de financiación, del gobierno vasco. Paralelamente, se siguió trabajando con las personas sin hogar, ya no solo en materia de adicciones, sino también brindándoles su conocimiento y experiencia para que pudieran acceder a ayudas básicas o al ingreso mínimo vital si cumplían todos los requisitos. El objetivo principal era acompañarlos: estar a su lado. “Ofrecerles un apoyo para no caer al vacío”, precisa Ondarre. Algunas de esas personas fueron consiguiendo algún trabajo, pero la gran mayoría solo accedía a contratos temporales. “Y, si se acababa, corríamos el riesgo de que pudieran volver a la situación de calle”, cuenta el responsable de las áreas de Inclusión Social y Empleo de Cruz Roja. Por eso, insiste, era fundamental ayudarles a recorrer el camino que tenían por delante.
“Ofrecerles un apoyo para no caer al vacío”
A ello se sumaba, además, la fuerza de los vínculos creados. Después de haber compartido techo durante varios meses, en una situación especialmente extrema como el confinamiento, el equipo técnico de Cruz Roja y las personas sin hogar que habían acogido se sentían (se sienten) prácticamente una familia. “De hecho, se va a juntar todo el mundo en la casa comunitaria para hacer una despedida”, cuenta Txomin Ondarre. Una despedida que pone un punto y aparte en esta historia.
Y es que hoy, un año y unos meses después, 31 personas (de las 36 que llegaron al principio) ya viven en sus propios hogares. “No han vuelto a su situación de calle”, corrobora Ondarre con un orgullo y agradecimiento que traslada al equipo de Cruz Roja, comprometido con el proyecto desde el principio. Algunas de las personas sin hogar que llegaron, además, han tejido sus propias redes y se han ido a vivir juntas; mientras que en otros casos siguen necesitando, más o menos, la asistencia de Cruz Roja.
“Se les ha apoyado en su búsqueda de vivienda; para que controlen sus adicciones; con sus ingresos, ya sea el mínimo vital o ayudas de emergencia social; incluso a una chica para que recupere la custodia de un menor…”, indica el portavoz de Cruz Roja. Del empujón inicial, que consistió en pagar la fianza y alquiler de un mes, proveer de materiales o ayudar en la cuota de autónomos, hasta ahora, ha pasado mucho. “Todas las personas están ya en sus propios sitios. Cruz Roja sigue ahí para darles respaldo emocional y lo que necesiten, desde acompañarlos a los servicios de salud para el tema de adicciones hasta ayudarles a hacer un currículum o gestionar lo que les haga falta con el servicio vasco de empleo”, añade. Pero su reubicación, su autonomía, es sin duda un éxito del programa.
Porque salir de una situación de calle no es sencillo y el viaje a recorrer está lleno de retos. “No hay que darles el pez, sino la caña para pescar. Y estar ahí y darles herramientas para que no se vuelvan a caer”, evidencia Txomin Ondarre. Del sinhogarismo a la autonomía va un trecho; pero, si algo demuestra este proyecto, es que después de un primer paso, siempre va otro.
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