Estado de la salud (física y mental) tras un año y medio de pandemia - Ahora
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- El segundo informe sobre el impacto de la COVID-19 en la población atendida por Cruz Roja mediante su plan RESPONDE dedica una parte fundamental a la salud física y mental de las personas atendidas por la Organización. Esto es lo que nos dice el estudio sobre el tema.
La salud física y mental está sobre la mesa. Representa uno de los temas que más en boga está actualmente y que no podemos descuidar, especialmente después del año y medio de pandemia que hemos vivido. Es una de las conclusiones que se observan en el segundo informe sobre el impacto de la COVID-19 en la población atendida por Cruz Roja mediante su plan RESPONDE (puedes consultarlo y descargarlo de forma íntegra aquí), un documento que aborda los cambios en la salud física y mental de las personas atendidas durante el año 2021, y arroja interesantes cifras y resultados al respecto.
El dato principal que se extrae es que el estado de salud de las personas participantes en el Plan Cruz Roja RESPONDE, en general, es autopercibido como bueno. Con especial hincapié en el cuidado de la salud o la higiene de los entornos, la salud se ha puesto en un primer plano para muchas personas tras el último año y medio de pandemia.
Eso sí, el estado de salud declarado es sensiblemente peor entre las personas que ya estaban siendo atendidas por Cruz Roja antes de la pandemia (también, frecuentemente, las de más edad). En este grupo, el informe evidencia que el 41,7% definen su salud actual como regular, mala o muy mala; y el 20,5% afirma que esta ha empeorado.
En cuanto al sexo, el informe revela que, a grandes rasgos, las mujeres acusan una salud peor que los hombres. El 40,5% de ellas define su estado de salud actual como regular, malo o muy malo; y un 21,3% afirma que se ha deteriorado con respecto al que tenía antes de la pandemia. En el caso de los hombres, estas respuestas descienden al 31,5% y al 14,3% respectivamente.
El informe también se enfoca en cuestiones tales como la salud mental, lo que ha significado la pandemia en estos términos para la juventud y personas mayores, y lo que ha supuesto los contagios y las vacunas en las personas atendidas.
La salud mental
Si bien el miedo a los contagios, las hospitalizaciones y las muertes aparecen de manera constante como un factor de estrés entre las personas atendidas por Cruz Roja, lo que más ha causado ansiedad, angustia y desesperación ha sido la situación de disminución o falta de ingresos que algunas han experimentado por causa de pérdida de empleo o regulación temporal de este, circunstancia que ha desencadenado problemas añadidos en el ámbito de la vivienda y la subsistencia. Se podría decir que a mayor nivel de vulnerabilidad social y pobreza, mayor nivel de angustia sobre la subsistencia, mientras que, cuando se tienen cubiertas las necesidades básicas, la preocupación está depositada en mayor medida en la salud.
También parece haber una relación entre la edad y los factores que producen ansiedad y angustia en tiempos de pandemia: a más edad, mayor preocupación por la morbilidad y mortalidad del virus, así como por la soledad en la que se han visto envueltas, a medida que decrece la edad, mayor preocupación por la crisis económica concomitante. La situación ha sido de tal nivel de angustia para algunas personas que ha dado lugar a pensamientos suicidas.
A mayor nivel de vulnerabilidad social y pobreza, mayor nivel de angustia sobre la subsistencia
Dimensionando estos problemas, según las respuestas de las personas entrevistadas en el informe frente a nueve problemas emocionales diferentes, se ha obtenido que un 36,9% padece alguno de ellos. Concretamente, las personas atendidas siguen sufriendo de forma continuada o la mayor parte del tiempo: preocupación (26,5%), dificultades para conciliar el sueño (19,1%), depresión (16,4%), ansiedad (16%), tristeza (15,9%), miedo (15,8%), soledad (14,3%), incapacidad para afrontar la situación (11,5%) o enfado (8,7%). Sin embargo, lo más habitual es no padecer ninguno de ellos de forma continuada (siempre o la mayor parte del tiempo), cosa que se aplica al 59,7% de las personas atendidas.
En general, las dificultades económicas impactan claramente en la salud emocional de las personas atendidas en el Plan RESPONDE. Y es que las personas en situación de incapacidad permanente para trabajar, las que están en desempleo, en economía sumergida y las que encabezan hogares monoparentales se ven acuciadas por un promedio significativamente mayor de problemas anímicos.
Por otro lado, no solo las personas usuarias de los programas de Cruz Roja han experimentado niveles altos de afectación psicológico y emocional, también el personal, tanto técnico como voluntario, se ha sentido desbordado por esta situación. La pandemia ha generado una crisis humanitaria que ha tenido a dicho personal en permanente alerta. Además, las jornadas se han alargado, se ha debilitado el límite entre el trabajo y el hogar con la implantación del teletrabajo, las demandas han sido múltiples y se ha creado la sensación de no poder ayudar a todas las personas que lo necesitan. En muchos casos han puesto en un segundo plano sus propias necesidades en salud, familiares y personales.
Toda esta situación ha provocado una sensación generalizada de incertidumbre y fatiga (conocida como “fatiga pandémica”) en la sociedad.
Las personas mayores y con necesidades especiales
El informe revela que se aprecia un empeoramiento del estado de salud entre las personas mayores de 80 años, precisamente uno de los grupos más afectados en estos últimos años. Y es que buena parte de las personas mayores han sucumbido a la tristeza, la incertidumbre, el miedo, la angustia o las preocupaciones debido a la prevalencia de la morbilidad y mortalidad en este tramo etario. También ha influido la insistencia de los medios de comunicación en señalar la edad como factor principal de vulnerabilidad ante la COVID-19 y a la sobreprotección ejercida por sus familiares, que en algunos casos han supuesto un control excesivo sobre sus vidas.
Las personas mayores y la juventud han sido algunos de los grupos que han sufrido especialmente la pandemia
La pandemia, además, ha provocado un empeoramiento de la salud de aquellas personas que requieren cuidados especiales (enfermedad, discapacidad, edad avanzada). La dificultad de acceso al sistema sanitario, la suspensión de un tratamiento de la pandemia o no poder costear los tratamientos han sido algunos de los motivos que han llevado a ello.
La juventud
La información cualitativa recogida en el informe señala que otro de los grupos especialmente afectado por el confinamiento y los cierres perimetrales ha sido el de adolescentes y jóvenes, cuya etapa vital precisa de sociabilidad, ocio y actividades en los espacios públicos. Su gran frustración ante la imposibilidad de ver a su grupo de pares ha podido causar conflictos en la convivencia. También ha traído aparejado una mayor dependencia de este colectivo a los móviles y a Internet, que con la nueva normalidad se ha convertido en la norma en muchos casos. Las relaciones interpersonales entre adolescentes y jóvenes se han transformado y no es posible entenderlas hoy sin la mediación de las tecnologías.
Los contagios y las vacunas
El informe explica que la expansión de la pandemia ha hecho aumentar el número de personas contagiadas por el virus a lo largo de estos casi dos años. Así, entre ellas, la percepción de que su salud no es buena y que se ha deteriorado está más extendida que entre las personas que no se han visto afectadas por la COVID-19. De hecho, el 27,5% de las personas atendidas en el Plan RESPONDE viven en hogares donde alguien se ha contagiado con el virus: ya sea otro de sus miembros o la propia persona atendida (24,7%).
Con la vacunación se aprecian los primeros avances hacia la llamada “nueva normalidad”, y una ligera esperanza y optimismo. El 91,2% de las personas atendidas en el Plan RESPONDE se ha vacunado contra la COVID-19, lo que supone un elevado dato que confirma el compromiso de la sociedad en poner fin a esta pandemia.
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