El empleo no es solo una fuente de ingresos: es también una herramienta de inclusión, autonomía y dignidad personal. Cuando el acceso al trabajo se prolonga o se frustra, aparece el desaliento y la sensación de invalidez, de no tener un lugar ni una utilidad en la sociedad. Frente a esa realidad, acompañar a las personas para que recuperen la confianza en sus capacidades, desarrollen nuevas habilidades y vuelvan a sentirse necesarias resulta tan importante como facilitar un contrato laboral. 

Es lo que lleva haciendo durante los últimos 25 años el Plan de Empleo de Cruz Roja, que ha supuesto una puerta abierta a nuevas oportunidades, un espacio de acompañamiento y un impulso decisivo para muchas personas que buscan reconstruir su futuro. Detrás de cada itinerario hay una historia marcada por el esfuerzo, la resiliencia y la confianza recuperada; un relato personal que nos habla de creer en las capacidades propias y superar barreras. 

Las historias de Adrián y Natividad lo demuestran. 

Estar en el lugar adecuado en el momento oportuno

Adrián Lousadas es un joven asturiano de 23 años con muchas ganas de dar lo mejor de sí. Llevaba un tiempo dándole vueltas a cómo acceder a un empleo, “pero sin llegar a centrarme, porque no encontraba nada que me gustara del todo”, explica, cuando un amigo le habló de Cruz Roja y el Plan de Empleo. “A él le habían ayudado, así que decidí intentarlo yo también”, expone. 

Si tuviera que destacar algo de su experiencia es la amabilidad y la completa disposición del personal de la Organización: “Están bastante pendientes de todo el mundo”, indica. Gracias a la ayuda de Cruz Roja, Adrián ha tenido la oportunidad de realizar un curso de Gestión de la Cadena Logística y Atención al Cliente que lo ha cambiado todo, ya que a raíz de este, y gracias a la ayuda de sus profesores, ha podido hacer prácticas en la cadena Supercash de Oviedo.  

“Si les encaja la persona, normalmente esperan a tener un hueco para contratarla, pero justo tuve la suerte de que, además de que les gusté, se fue un chico en ese momento y me contrataron prácticamente el mismo día que terminé”, explica Adrián emocionado. Su experiencia no podría ser más satisfactoria, y le parece que todos sus compañeros son muy “agradables y acogedores”.  

Hoy, Adrián no solo tiene un trabajo: ha encontrado un lugar donde seguir creciendo. 

Cuando querer es poder

Natividad (“Nati”) llevaba trabajando 40 años cuando se vio en la obligación de dejarlo todo para cuidar a su madre. Cuando ella falleció, tuvo que volver al mercado laboral, y acabó encontrando un puesto en un almacén de naranja. Sin embargo, el trabajo era estacional y al terminar la temporada, en febrero, Nati estuvo buscando oportunidades para formarse. Un día se le ocurrió que quizá Cruz Roja pudiera ser el lugar indicado para ello. “Sabía que hacían cursos de salvamento y socorrismo, pero me dije; igual hacen cursos también de informática, cocina…”, relata. 

Llegó a la Organización con 60 años y muchas ganas de aprender, aunque con pocas expectativas de encontrar un empleo. “Me comentaron que había un curso de comercio, yo solo quería algo que me sirviese en mi día a día sin saber que luego está la opción de optar a un trabajo… pero me animaron, y empecé”, cuenta. Después de 6 semanas con “excelentes” profesionales, Nati estaba contenta, pero sospechaba que no iba a encontrar un trabajo. “Era la mayor del curso, y hablaba con mis compañeros de que, a mi edad, no me querrían en ningún sitio”, señala. 

Hizo las prácticas en supermercados Consum con el entusiasmo que la caracteriza y, para su sorpresa, la contrataron. “Sin importarles mi edad, no me lo podía creer… y a punto de cumplir 61 años, ni en mis mejores sueños lo hubiese imaginado”, dice. Seis años después, y a punto de jubilarse, Nati sigue demostrando que no hay nada imposible. Por eso tiene claro que, si tienes un deseo, “lucha por él y lo conseguirás”.