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Sobrevivir para que otras sobrevivan

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SOBREVIVIR PARA QUE OTRAS SOBREVIVAN

Sobrevivir para que otras sobrevivan
El proyecto Juntes de Cruz Roja Castellón conecta a mujeres que sufrieron la violencia de género en el pasado con otras que están siendo víctimas en el presente. A través del acompañamiento en las acciones cotidianas y la escucha activa de sus historias, se resquebraja la barrera de la soledad y se tiende la mano hacia un futuro mejor

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PARTE 1 juntes

Cuando aquella mañana sonó el teléfono, ya habían pasado diez años. “Contactamos desde Cruz Roja porque tenemos tus datos en nuestra base y nos gustaría invitarte a participar en un proyecto muy especial”, dijo la voz al otro lado. Entonces le recordaron que, una década atrás, fue ella quien necesitó ayuda. “Todavía hay muchas mujeres que son víctimas de la violencia de género, por lo que estamos desarrollando un proyecto de intervención social para que puedan superarlo, en el que resulta fundamental la figura de la voluntaria resiliente”, así continuaba la propuesta. La mujer que sobrevivió al horror puede hacer que otras sobrevivan ahora. Una vez superado el maltrato, es más fácil comprender la posición de las víctimas y tender la mano para que se agarren cuando sean capaces. “Me pareció una gran oportunidad de transformar lo malo en una experiencia positiva, aprovechando lo que he aprendido en favor de otras”, afirma Vero.

Sobrevivir para ayudar, como agradecieron ser ayudadas. Con la finalidad de combatir la soledad y el desamparo que sienten las víctimas de la violencia de género, Cruz Roja Castellón impulsa un proyecto de ‘Empoderamiento de mujeres en situación de vulnerabilidad’, llamado ‘Juntes’. Aunque se enmarca dentro del Plan de Intervención Social y cuenta con la colaboración del Servicio de Igualdad de Oportunidades del Ayuntamiento de Castellón, la iniciativa partió de un grupo de mujeres con un pasado común. Habiendo superado situaciones de violencia de género, se marcaron el objetivo de acompañar a otras en el proceso. Todo empezó con Raquel, quien trabajaba en al área de Cooperación Internacional de Cruz Roja desde 2005 y, siete años más tarde, accedió a la sede de la organización por la puerta de Atenpro (el Servicio Telefónico de Atención y Protección a las Víctimas del Ministerio de Igualdad y la Federación Española de Municipios y Provincias que presta Cruz Roja desde 2005). Su marido había intentado estrangularla esa noche. 

Ese fue el embrión de una auténtica red de 'resilientes' que, tres años después de su puesta en marcha, ha ayudado a más de 300 beneficiarias de todos los orígenes y edades: la víctima más joven tenía 17 años y la más mayor, 70. Las participantes empezaron por señalar las carencias comunes que encontraron durante las fases de recuperación y, en base a este análisis, se pusieron a trabajar para que otras mujeres no tuvieran las mismas dificultades. “Lo peor de la violencia contra la mujer es el desamparo y la soledad en los momentos cotidianos. Agradeces tener a alguien de confianza que entienda por lo que estás pasando”, explica una voluntaria. “Queremos convertirnos en amigas y compañeras. Lo importante es que sepan que estamos ahí”, coincide otra participante, quien añade: “Al final, creo que actuamos como referentes para ellas y les lanzamos un mensaje muy claro: si yo lo he conseguido, tú también puedes”.
 

VIDEO JUNTES

PARTE 2 juntes

Mi historia se parece a la tuya

Carmen siempre se ha considerado una mujer muy independiente, y pese a ello, fue víctima de un maltrato psicológico. No es algo que entienda de fortalezas, clases sociales o niveles culturales; se cuela por todas las rendijas. "Lo peor es que no me daba cuenta, hasta que un día, una amiga me prestó un libro y me vi reconocida. Entonces entendí que tenía que salir de aquello, por mí y por mi hija", relata. Esta experiencia de identificación, que hizo que actuara, es la que ahora recrea en otras mujeres. Hace quince años que se dedica al acompañamiento de víctimas de violencia machista, tras un primer caso que le marcaría para siempre, y del que sacó una amiga de por vida. "Estaba convencida de que encontraría una mujer débil y acobardada, pero di con alguien poderosa y capaz que, sencillamente, estaba en un momento difícil", precisa.

Juntes’ no tendría sentido sin las voluntarias resilientes, que acompañan y apoyan: mujeres que han desarrollado nuevas herramientas y se sienten reconfortadas al usarlas en beneficio de las víctimas. “Para ellas, el programa también supone un balón de oxígeno y una forma de hacer amigas", explica Adela Moliner, una de las coordinadoras de Cruz Roja Castellón. El papel de la Organización pasa por poner en contacto a las víctimas que, casi de inmediato, crean un vínculo de empatía y ven reflejadas sus vivencias.

"Para ellas, el programa también supone un balón de oxígeno y una forma de hacer amigaS"

"También intentamos organizar actividades lúdicas, de encuentro, para generar ambientes más distendidos, que no sean siempre despachos ni aulas”, explica la profesional. Luego son ellas las que empiezan a quedar para realizar acciones cotidianas, como ir al médico o comprar en el mercado, y van afianzando una relación de confianza mutua.

Al final, se trata de "estar"; algo que parece sencillo, pero para nada lo es. Lo explica Carmen, quien entró a formar parte del programa por invitación del Ayuntamiento de Almazora. "Me pareció una iniciativa ilusionante y muy necesaria, así que me apunté. Me dieron algunas pautas, pero venía de otros grupos de ayuda y tenía bastante claro mi papel", recuerda. Al principio, hay que practicar la escucha activa, para que las chicas sepan que están siendo comprendidas y que tienen un apoyo para cuando lo necesiten. "Cuando hablo con ellas por primera vez, suele haber reticencia y atravesamos las mismas etapas. La primera es la negación, porque reconocerlo es demasiado duro. Luego viene la vergüenza, te preguntas cómo te has dejado hacer eso", explica. Son dos fases duras, y en cierto modo, desesperantes para quienes han estado ahí. "Durante todo ese tiempo, las ves en peligro, y eso te provoca impotencia e impaciencia, pero tienes que respetar su proceso", señala.

Aunque saben a lo que se enfrentan, produce mucho desgaste. Carmen acompañó a una mujer durante más de diez años, visitándola en la casa que compartía con su maltratador. "Salía de allí completamente destrozada y necesitaba espacios para descargar la angustia, llamaba a un profesional. Pero tampoco te puedes apartar de su lado, aunque te agote, porque entonces estás aislando a la víctima", explica. Ha llegado a compaginar dos o tres acompañamientos a la vez, atendiendo por teléfono a las víctimas, a través de su móvil personal y a cualquier hora del día. "Una mujer puede estar en riesgo a las 3 de la mañana. A lo mejor tenemos que ir a buscar a una compañera y recogerla en el coche para que ella esté segura", comenta. Así se va tejiendo la red de mujeres, valientes, empoderadas y supervivientes. Compañeras y amigas, las unas y las otras. 

Por fin, un día, la víctima se atreve a dar nombre a las cosas. Y entonces, ‘Juntes’ activa el resto de mecanismos de intervención. Hay un equipo de técnicas de Cruz Roja, formadas en el área social y de la psicología, que van realizando un seguimiento y prestando apoyo durante todo el proceso. “Se hacen acompañamientos de todo tipo: lúdicos, sociales, laborales… La persona nos va diciendo lo que necesita y nosotras también intentamos detectarlo”, comenta Adela Moliner. En el momento en el que reconoce el maltrato, se le ofrece desde asesoramiento en un juicio, hasta buscar un piso nuevo o cambiar de colegio a los hijos. Siempre trabajando desde el empoderamiento y la emancipación de la mujer, que no por víctima es débil. “Llegan con la autoestima muy afectada, y hay que trabajar en ello. Nos hemos encontrado con mujeres que no se sentían autónomas ni para firmar un papel. Hoy son personas libres, que han conseguido un trabajo, que salen con sus amigos y que se sienten mucho más poderosas que antes”, aseguran. 
 

PARTE 3 juntes

La lacra y el confinamiento

La violencia de género es aquella que se ejerce contra las mujeres por el mero hecho de serlo y abarca cualquier acto violento o agresión que se base en una situación de desigualdad sexual. Es un problema que, atendiendo a la gravedad de los datos, persiste en nuestra sociedad. Según la sección de Mujeres de la ONU, más de 243 millones de mujeres y niñas de todo el mundo, con edades comprendidas entre los 15 y 49 años, han sufrido violencia sexual o física por parte de alguno de sus compañeros sentimentales. En el caso de España, 1 de cada 2 mujeres (57,3%) ha sido víctima de esta lacra, ya sea de manera física y/o sexual (12,2%), o mediante el maltrato psicológico (31,9%), tal y como recoge la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2019.

Por tanto, la violencia contra las mujeres puede considerarse una pandemia en la sombra, que en la actualidad, se combina con otra emergencia de salud en la superficie. Las alertas se han disparado en tiempos de la COVID-19. La convivencia obligatoria que supone el confinamiento también ha incrementado el riesgo de que se produzcan agresiones contra las víctimas, así como sobre sus hijos e hijas. Según la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, entre los meses de marzo y mayo de 2020, se dispararon las llamadas y las peticiones de ayuda. Es por ello que el Estado siguió considerando servicios esenciales las medidas de protección, la acogida de las víctimas o el traslado a pisos tutelados, así como los dispositivos de atención 24 horas. Cruz Roja también mantuvo su apoyo a las víctimas y redactó un decálogo de recomendaciones, que van desde el contacto con los canales oficiales, hasta la búsqueda de ayuda en familiares.

Entre los meses de marzo y mayo de 2020, se dispararon las llamadas y las peticiones de ayuda

Dentro del Marco de Atención a las Personas (MAP), Cruz Roja trabaja analizando las situaciones por separado y tratando de dar respuesta de forma específica a cada necesidad, también en el caso de la violencia de género. Cuando las mujeres llegan a la Organización, son atendidas de forma personalizada y, junto a ellas, se analizan las diferentes esferas de su vida (económica, laboral, familiar, salud…). A continuación, se acuerda un plan personalizado de intervención, que puede incluir, además de las ayudas específicas para resolver lo más urgente, la participación en acciones de orientación, formación para encontrar empleo o acompañamiento en determinadas gestiones y trámites. Todo ello, con un seguimiento periódico por parte del equipo para valorar su evolución e identificar nuevas necesidades que surjan. Estos son algunos programas:

 

  • Programa de Mujeres en Dificultad Social. En 2019, Cruz Roja atendió a 38.600 mujeres en situación de dificultad social, de las que 24.500 eran víctimas de la violencia de género. Para ello, se valió de distintos proyectos, como el popular Servicio Telefónico de Atención y Protección para víctimas de violencia de género (ATENPRO), que recibió alrededor de 22.000 llamadas. La Organización también cuenta con dispositivos de acogida temporal, distribuidos en 12 provincias del territorio nacional, donde se intenta realizar una intervención integral para las mujeres y sus hijos e hijas. Un ejemplo de estos recursos de acogida es la Casa Malva, un dispositivo de la Administración Pública, en concreto del Principado de Asturias, que lleva en funcionamiento más de 10 años y se ha convertido en un espacio de apoyo para cientos de mujeres que necesitan romper con la situación de violencia que viven. Cruz Roja ha incrementado además la intervención hacia el empoderamiento y la autonomía de las mujeres en situación de dificultad social, aspectos clave para alcanzar la igualdad de oportunidades, así como para erradicar la violencia, incentivar el desarrollo personal y elevar su calidad de vida. Gran parte de nuestra labor se ha concentrado especialmente en la atención social de mujeres víctimas de violencia de género, aunque también hemos intervenido con mujeres que se encuentran ante otras situaciones de vulnerabilidad, como las generadas por entornos de prostitución y por situaciones de doble y/o múltiple vulnerabilidad (Ej. mujeres migrantes, mujeres en prisión, mujeres con discapacidad, mujer en entornos rurales...).
  • Plan de Empleo de Cruz Roja. Acercar el mercado laboral a las personas que lo tienen más difícil es uno de los objetivos de la Organización. La estrategia pasa por dotar de competencias a los colectivos más vulnerables para que, además de acceder a un puesto de trabajo, puedan mantenerse en un ecosistema profesional cambiante y competitivo. Para las mujeres que han padecido violencia de género, se ha desarrollado específicamente el proyecto ‘Puentes hacia el Empleo’, donde se diseñan itinerarios personalizados y se recurre a la intermediación laboral. Cruz Roja también apela a la implicación de las compañías, mediante la promoción de la Responsabilidad Social Corporativa con las mujeres. La iniciativa está dentro del programa INCORPORA, en colaboración con la Fundación La Caixa, y ya ha ayudado a 2.357 mujeres.
  • Perspectiva de Género de Cruz Roja Juventud. Tan importante como la respuesta ante el problema es la prevención del mismo, para lo que se requiere una labor de concienciación. El área de Juventud de Cruz Roja promueve la vida asociativa del voluntariado de menor edad y fomenta la participación de niños, niñas y jóvenes -con edades comprendidas entre los 6 y los 30 años- en acciones que previenen la discriminación de las mujeres y la violencia de género. Desde talleres de sensibilización con adolescentes a campañas a través de las redes sociales, como la que se lanzó el pasado invierno: el lema era ‘#NoTodasLasFormulasValen. El objetivo es situar a los hombres y a las mujeres como agentes activos en la prevención de la violencia machista, aprendiendo a diferenciar entre relaciones sanas y tóxicas. Construir, no destruir.
     

PARTE 4 juntes

Un vínculo para toda la vida

Volvamos a ‘Juntes’, ese programa conformado por mujeres que han tenido, y quieren ofrecer, una segunda oportunidad. "Sigo muy unidas a quienes me ayudaron a identificar lo que me pasó, he forjado amistades para toda la vida. Me pasa lo mismo con otras mujeres a las que ayudo, tenemos relación a lo largo de los años", reconoce Carmen. Entre las participantes del programa se crea un vínculo muy potente, difícil de explicar, que va más allá de la salida del maltrato. Por eso, el voluntariado no solo es en beneficio de la víctima presente, sino también de la pasada.

"Aprendo con ellas y de ellas. Es un aprendizaje mutuo. El acompañamiento no funciona si no hay una retroalimentación", asegura esta participante. Porque si bien el empoderamiento de una mujer es bueno para todas las mujeres, tiene una connotación especial para aquella que se siente identificada en el proceso. "Quiero seguir haciéndolo hasta que pueda. Me sigo reconociendo a mí misma en el proceso, y eso me sirve para reafirmarme y aprender cosas nuevas. He adquirido una nueva perspectiva sobre lo que viví", concluye.

Una perspectiva que, si puede, aplicará en beneficio de otras.
 

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