Acogimiento familiar - Ahora
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Ser Acogedor/A: cuatro años de puertas abiertas
SER ACOGEDOR/A: CUATRO AÑOS DE PUERTAS ABIERTAS
Cruz Roja
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“Tengo 60 años y, cada vez que cuido de un bebé, es como si me quitasen 20”, asegura Inés. Se encuentra en la red de Familias Acogedoras de Cruz Roja desde 2006, por lo que ha recibido a más de una decena de niños, niñas o adolescentes en su casa de Crecente (Pontevedra), y el caso es que le gustaría seguir haciéndolo. Cuando comenzó su andadura en el programa, contaba con el apoyo de su marido y sus dos hijos, así que afrontó algunos procesos con adolescentes. Pero ahora se ha quedado sola -su marido falleció, sus hijos han crecido-, y como familia monomarental ha afianzado su experiencia en el acogimiento de bebés. Desde el pasado agosto está al cargo de un niño de pocos meses y recibe a otro de 10 años de manera ocasional. Este último vivió durante una temporada en su casa, pero presenta una problema de salud y ya solamente regresa durante las vacaciones. “Cuando se marchan, no los vuelvo a ver, pero se trata de un caso especial”, admite, porque su vínculo ya es prácticamente familiar.
El acogimiento familiar es la modalidad de cuidado alternativo por excelencia para las personas menores de edad que se ven separadas de sus familias, normalmente por circunstancias complicadas. Sin embargo, muchas personas siguen sin saber en qué consiste esta figura. Fue en 1989 cuando el Programa de Infancia en Dificultad Social impulsó este procedimiento, que se gestiona de manera mixta entre los servicios públicos y Cruz Roja en Galicia, Castilla y León, La Rioja, Barcelona, Murcia y Almería. Desde entonces, se han convocado encuentros, elaborado manuales de buenas prácticas y diseñado todo tipo de campañas de concienciación. “Tener una plataforma web que centraliza todos los servicios hace más fácil el proceso de información”, señala Beatriz García, técnica de Infancia en Dificultad Social en el Departamento de Innovación de Cruz Roja. Se está refiriendo al multicanal Ser Acogedor/A, un servicio que trasladó al ámbito digital parte de la labor histórica de la Organización, y que este mes de noviembre cumple cuatro años de funcionamiento.
Desde 2017, la web ha marcado un antes y un después, por cuanto multiplica el alcance. Personas como Inés, que viven en pequeños núcleos rurales, pueden resolver sus dudas, independientemente de su situación geográfica o su posición social. Al mismo tiempo, fue un recurso esencial durante los días más desconcertantes del confinamiento. Porque más allá de visibilizar este procedimiento, Ser Acogedor/A constituye un punto de encuentro para la comunidad, que puede conocer otros testimonios, acceder a recursos de crianza en positivo y consultar documentación específica de su autonomía. Tal y como admite Sonia López, psicóloga del programa de Familias Acogedoras en Ourense, “se consigue una sensibilización más rápida que si pones una mesa en la calle o repartes material divulgativo en una asamblea, pero tema aparte es la adhesión”. Siempre será necesaria la entrevista personal, para que las familias manifiesten sus inquietudes y reflexionen en profundidad.
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¿Quiénes son lo/as acogido/as?
Según el último Boletín de Datos Estadísticos (número 22), en España hay unos 50.272 niños, niñas y adolescentes bajo programas de Protección de la Infancia y alrededor de 23.000 se encuentran en acogimiento residencial por las autonomías. Cabe preguntarse, ¿acaso el acogimiento familiar no sería una alternativa mejor? "Atendiendo a los avances de la investigación social, se podría afirmar que aporta mayores elementos de reparación que el cuidado dentro de las instituciones", confirma Beatriz García, técnica en Infancia. "Al posibilitar la atención desde un modelo de vida familiar, como el de cualquier otro joven, se garantiza una atención integral y personalizada de sus necesidades, basada en la generación de vínculos sólidos", añade. Porque sus circunstancias son muy distintas, pero por lo general, nada sencillas: abandono, progenitores en situación irregular, con adicciones…
El acogimiento es la modalidad de cuidado alternativo por excelencia para los menores separados de sus familias, pero muchas personas siguen sin saber en qué consiste
Siempre que la Administración Pública determine, en el ejercicio de sus competencias, que la situación de la familia de origen es insostenible, se debe proveer a estos chico/as de una opción de convivencia donde prevalezca el llamado 'interés superior' y se asegure su total protección. Un fundamento que ya recoge la Declaración de los Derechos de la Infancia de 1959, pero el ordenamiento jurídico español refrenda a través del Código Civil, así como las sucesivas leyes orgánicas y autonómicas relativas a la Infancia. Cruz Roja participó en el grupo de trabajo para la reforma legislativa de 2015 (LO 8/2015 y 26/2015), que prioriza las soluciones familiares frente a las residenciales. "Esto implica agilizar los procedimientos de acogimiento y adopción para que, al menos los menores de tres años, puedan vivir con una familia sin pasar nunca por un centro", explica la experta.
Así es como llegamos al acogimiento de bebés que realiza Inés, habitualmente antes de que se cierre una adopción. “Soy consciente de que están aquí por unos meses, porque si no se acostumbran a tu rostro y a tu entorno”, precisa. De hecho, prefiere no mantener el contacto después de la marcha, de modo que no afecte a sus vidas. Admite que es más difícil la convivencia con los adolescentes, ya que llegan “con una serie de conductas aprendidas” y no están acostumbrados a las normas. “Acogí a dos hermanas, una de ellas con 15 años. Continuamente teníamos que marcarle los límites y hacer hincapié en que aquí teníamos unos horarios para comer, para estudiar o para salir”, recuerda. Por no hablar de los chicos y chicas de países extranjeros que ingresan en las líneas de acogida -no confundir con los programas vacacionales- y tienen barreras idiomáticas.
García explica que trabajar la disciplina no es algo negativo, de la misma manera que una familia autóctona puede ser un refuerzo esencial para un/a joven de fuera. Aclara, sin embargo, que ante los casos más complicados se seleccionan perfiles acogedores con cierta especialización. "La edad, las barreras culturales o el periplo migratorio condicionan la participación. Por nuestra experiencia, sabemos que es más sencillo encontrar familias dispuestas a acoger a niños/as pequeños/as, sin importar el origen”, indica. Entonces, ¿hay que prepararse para afrontar el proceso? ¿Cómo se lleva a cabo el emparejamiento acogedor/a acogido/a? ¿Qué determina que una familia sea la más adecuada?
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¿Quiénes son lo/as acogedore/as?
"Yo no podría porque me encariño", es el tópico que más escucha Sonia López como psicóloga del programa de Familias Acogedoras. “Pero es que efectivamente te tienes que encariñar, porque si tras un año no quieres a ese/a niño/a, significa que no has generado un buen vínculo”, aclara. El requisito esencial es no tener intención filial y estar preparado para la despedida. “Porque no es más trágica que otras que realizamos a lo largo de nuestra vida (compañeros de colegio, de trabajo, de parejas). Sentirás pena, pero también alegría por la labor que has realizado a favor de esa persona", insiste. Además, el equipo de Cruz Roja ofrece apoyo en todas las fases del proceso, que está estandarizado y supervisado, desde la sensibilización y la integración, hasta el momento del cese.
Todo empieza con una sesión informativa de carácter grupal o individual, durante la que se explica a los interesados en qué consiste el acogimiento, así como la duración, los trámites, las ayudas o el seguimiento que comporta. “Es esencial que todos los miembros de la familia, incluyendo niños/as y abuelos/as estén de acuerdo, porque a lo largo de la convivencia va a haber momentos de dificultad y se hará necesario estar unidos, sin reproches”, señala la profesional. Cualquier tipo de familia puede ser acoger/A, con independencia de que el modelo sea monoparental, biparental u homoparental. "Los requisitos están mucho más enfocados a las motivaciones, las habilidades sociales y la estabilidad en todos los sentidos, incluyendo la capacidad económica", precisa la experta. Porque aunque existen ayudas autonómicas, son retribuciones pequeñas para los gastos más esenciales.
"El tópico más habitual es 'yo no podría acoger porque me encariño'. Pero es que efectivamente te tienes que encariñar para crear un buen vínculo”,
En caso de que las familias decidan continuar, se les pide la documentación necesaria y empieza la ronda de entrevistas valorativas, que realiza un equipo multidisciplinar. “Es casi una formación inicial, porque desencadena una reflexión sobre las responsabilidades que conlleva el acogimiento”, cuenta López. Se refuerza la madurez emocional para atender las necesidades psicológicas y afectivas del niño/a que llega. De hecho, el emparejamiento se lleva a cabo priorizando el criterio geográfico, pero sobre todo la conveniencia de la familia para el óptimo desarrollo del menor. “No tendría sentido un núcleo muy tranquilo para alguien diagnosticado de hiperactividad”, ejemplifica. Una vez que se accede a la Bolsa autonómica, solo queda esperar a que se derive algún caso.
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- Acogimiento familiar de URGENCIA.
- Acogimiento familiar TEMPORAL / PERMANENTE.
- Acogimiento familiar ESTIVAL o de respiro.
- Acogimiento ESPECIALIZADO / PROFESIONALIZADO.
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Atendiendo a la legislación, existen distintos tipos de modalidad acogedora, por lo que el formato depende de las circunstancias de las partes. En casos donde los progenitores dispongan de formación o experiencia específica, puede darse una acogida especializada o profesionalizada. Si todavía no se conoce el destino definitivo del menor, tal vez sea un caso de urgencia, y si solamente se quiere compartir el tiempo de ocio durante los fines de semana, es un acogimiento 'de respiro'. Más frecuentes son los procesos temporales, de hasta dos años de duración, mientras se solucionan las circunstancias que han separado al menor de la familia. También existen los acogimientos permanentes. Ahora bien, nunca se debe confundir con la adopción: ni parte de la misma vocación a largo plazo, ni se forjan vínculos firmes de parentesco.
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¿Cómo es el día a día?
Cuando Verónica decidió participar en el programa de acogimiento, no tenía experiencia en el cuidado de niños y niñas. Tuvo que someterse a distintas entrevistas y recibió el asesoramiento de Cruz Roja. Meses más tarde, dos hermanos de 9 y 11 años convivían en su casa, y por momentos, le tocaba afrontar situaciones de tensión. "Son chicos con una mochila grande y se producen momentos complicados. Hace falta comprensión y comunicación", admite esta burgalesa, que además es psicóloga. Pese a la dificultad del principio, lo que comenzó siendo un acogimiento de 21 días, solamente para verano, ha terminado por convertirse en una acogida parcial. "Poco a poco, me di cuenta de que no quería cortar la relación, porque era enriquecedora. Ellos ganaban, y yo también", dice.
"La clave está en hacer entender a estos niños y niñas, con historias difíciles, que siempre habrá personas dispuestas a ayudarles. Que no les abandonaremos"
Por más que la integración familiar sea un proceso mediado por parte de los profesionales -de hecho, se empieza con una serie de visitas para que las partes se conozcan y, tras un tiempo prudencial, se pasa a iniciar la convivencia-, no resulta un camino sencillo. Que los primeros días no lleven a engaño: cuando el menor se asienta en el hogar, todavía no se está viviendo la realidad. "Se llama fase de 'Luna de Miel', porque aún no hay suficiente confianza por ambas partes. Pero cuando el niño/a empiece a sentirse a gusto, pueden darse algunos conflictos, porque afloran sus emociones", avisa Beatriz García. Y claro, no siempre se expresarán de la mejor manera, pero sí de la única que saben. “Hay que asumirlo con total normalidad, como en cualquier otra familia. Saber que si el niño pasa a ser él mismo, es porque ya se siente en casa y tenemos la oportunidad de ayudarle con sus dificultades”, recomienda Sonia López, quien también pide paciencia en este punto.
Como decíamos, no son niños, niñas y adolescentes con biografías fáciles: han sufrido. Sus experiencias ante situaciones de riesgo pueden condicionar su desarrollo a nivel madurativo, hasta que se consiguen compensar mediante apoyo profesional y familiar. "Pero de eso se trata: de proporcionarles una estabilidad que les ayude a ser resilientes y a proseguir con su vida", afirma la experta. Dependiendo de la edad, se pueden manifestar problemas de falta de concentración en la escuela, retrasos en los conocimientos académicos, problemas de conducta, búsqueda de los límites de las personas que les rodean para asegurarse de que seguirán ahí, bloqueos emocionales de todo tipo… Por eso, García insiste en un eje fundamental que, en casi todos los casos, mejora el proceso: "Hacerles entender que, si ellos lo permiten, hay personas dispuestas a ayudarles. Que no les abandonaremos”.
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Y un día, nos despedimos
El cierre del acogimiento suele llegar cuando el menor es adoptado, sobre todo en el caso de los bebés, o regresa con su familia de origen. También puede finalizar por mayoría de edad o emancipación. “No podemos olvidar que la finalidad es el retorno, así que no tendría sentido que no tuvieran contacto con estos familiares”, señala López, psicóloga de Ourense. Aunque dependiendo del marco, estos encuentros se producen en puntos institucionales o lugares públicos, o incluso están restringidos. Otra posibilidad es que la acogida cese por falta de entendimiento entre la familia y el/la acogido/a. “Es algo más común en el caso de los adolescentes. Si no se está dando una buena convivencia, mejor frenarla, antes de cimentar pautas incorrectas la tutela siempre es de la Administración.”, aconseja. ¿Queda un regusto de frustración? "Puede ser, pero estos casos son los menos. De hecho, la mayoría de familias acogedoras acaba por repetir la experiencia, aunque hayan sido complicadas”, aseguran en Cruz Roja.
¿Merece la pena acoger? Es una pregunta personal, íntima, emocional. Pero si algo está claro, es que ambas partes ganan algo. El/la niño/a acogido/A tiene la oportunidad de crecer dentro de una familia, aún cuando esté resolviendo la situación con la suya, y mejorar sus habilidades sociales y afectivas. También gana la familia acogedora, puesto que la experiencia va más allá de la satisfacción por haberse mostrado solidaria. Es una oportunidad para trabajar aptitudes de tolerancia, generosidad o afecto, dependiendo del caso que afronten. “Cuando me dicen qué hago para no quererlos, siempre respondo lo mismo: que claro que los quiero, ¿cómo no los voy a querer?", concluye Inés: "Lo paso mal cuando se marchan, por supuesto, pero es parte de la vida. Así que intento quedarme con la satisfacción personal de que les di una familia, mucho cariño y les abrí mi casa".
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