Luis Guanter: Urge mitigar las emisiones de metano para ralentizar el calentamiento global - Ahora
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A nivel global, el mes de julio de 2023 fue el más cálido desde que se tienen registros (1), siendo la temperatura promedio del planeta aproximadamente 1,5ºC más alta que la que se tenía en un típico mes de julio a principios del siglo pasado, cuando se iniciaba la Revolución Industrial. No hay debate en la comunidad científica sobre que este calentamiento global es causado por la actividad humana, principalmente a través de la emisión a la atmósfera de los llamados gases de efecto invernadero (2). ¿Cuál es el papel del metano en este proceso?
Los gases de efecto invernadero absorben la radiación térmica emitida por la Tierra, evitando que ésta se enfríe. Estos gases han formado parte de nuestra atmósfera de manera natural desde siempre, y su efecto en la temperatura ha permitido la vida en la Tierra como la conocemos. Sin embargo, el uso de combustibles fósiles por actividad humana, como la generación de electricidad o el transporte, está causando un aumento sustancial en las concentraciones de dióxido de carbono (CO2) y metano en la atmósfera, que son los dos gases de efecto invernadero de origen antropogénico con mayor impacto en el cambio climático. La concentración de CO2 en la atmósfera es ya de más del 50% respecto a los valores pre-industriales, y este porcentaje sube al 250% para el metano.
Hay diferencias importantes respecto a cómo impactan estos dos gases en el cambio climático, lo que afecta a las estrategias de mitigación. El CO2 está en una concentración mucho mayor que el metano en la atmósfera (unas 400 partes-por-millón para el CO2, frente a <2 partes-por-millón en el caso del metano). Sin embargo, este desequilibrio se compensa parcialmente por el hecho de que una molécula de metano en la atmósfera tiene un poder de calentamiento mucho mayor que una de CO2, lo que hace que las emisiones de metano por actividades humanas lleguen a ser responsables del 30% del calentamiento desde la era pre-industrial. Otra diferencia clave entre estos dos gases es que el metano tiene un tiempo de vida en la atmósfera mucho más corto que el CO2: el metano desaparece de la atmósfera por reacción con otros compuestos en unos 10 años, mientras que el CO2 necesita entre 100 y 200 años.
El metano desaparece de la atmósfera por reacción con otros compuestos en unos 10 años, mientras que el CO2 necesita entre 100 y 200 años.
Estas características del metano (alto poder de calentamiento y tiempo de vida relativamente corto) hacen que la mitigación de emisiones de metano haya sido señalada como una de las medidas prioritarias para frenar el calentamiento global a corto plazo: la reducción de emisiones de metano hoy tendrá un impacto significativo en las temperaturas en alrededor de una década, mientras que habrá que esperar siglos para ver el efecto de la reducción de emisiones de CO2. Esto ha hecho que se estén implementando diferentes iniciativas por la mitigación de emisiones de metano a nivel global, incluyendo el Global Methane Pledge (3) (compromiso de reducir las emisiones de metano globales en un 30% en 2030) promovido por la Unión Europea y Estados Unidos, y ya firmado por más de 150 países.
Cada vez se sabe más sobre las emisiones de metano causadas por la actividad humana, lo que es clave para la optimización de los recursos empleados en su reducción. Las fuentes antropogénicas de metano se pueden dividir en tres grandes sectores: agricultura (mayormente la ganadería y los cultivos de arroz, responsables de aproximadamente el 40% de las emisiones antropogénicas de metano), los combustibles fósiles (extracción de petróleo y gas natural, y minería de carbón, que representan aproximadamente el 35%), y el sector de residuos (vertederos y plantas de tratamiento de agua), que cubre prácticamente el resto (4).
De esos sectores, es el de los combustibles fósiles en el que la reducción de emisiones es más inmediata. Estas emisiones suceden durante las perforaciones para extraer petróleo y gas, y también durante la conducción y el almacenamiento del gas. Se estima que se podrían reducir un 75% de las emisiones de metano de este sector, siendo un 40% de estas reducciones sin coste neto. Primero, porque muchas veces la emisiones se deben a fallos técnicos que son, en general, subsanables, como el apagado fortuito de quemadores de exceso de gas en instalaciones de extracción de petróleo y gas natural, o pérdidas en tanques de almacenamiento y gasoductos. Segundo, porque estas emisiones a menudo implican la pérdida de combustible (en particular, gas natural) que puede ser comercializado (el gas perdido por estos fallos tendría un valor en el mercado de unos 34.000 millones de dólares). Por esto, tanto estados y organizaciones públicas como operadoras de petróleo y gas están intensificando los esfuerzos en localizar y reparar este tipo de emisiones.
El principal problema para la reducción de las emisiones debidas a la extracción de combustibles fósiles es la identificación de las fugas: mientras que la localización de un campo de arroz o un vertedero es conocida, no sabemos qué quemador puede estar apagado o qué gasoducto puede estar defectuoso. Por suerte, satélites dedicados a aplicaciones medioambientales están permitiendo la identificación de una gran cantidad de focos de metano asociadas a la extracción y transporte de combustibles fósiles. Las emisiones de estos focos aparecen a menudo como “penachos” de gas con alta concentración que emanan de elementos relativamente pequeños. La combinación de nuevos satélites y métodos de procesado de datos están permitiendo la detección de estos penachos de metano en todo el planeta, lo que hace posible la identificación y mitigación de los focos correspondientes.
La combinación de nuevos satélites y métodos de procesado de datos están permitiendo la detección de estos penachos de metano en todo el planeta
Por ejemplo, un estudio reciente ha utilizado satélites para la detección de cientos de ”ultra-emisiones” por extracción y conducción de combustibles fósiles a nivel global (5), lo que ha llevado a la implementación de métodos de inteligencia artificial para la monitorización continua de este tipo de emisiones en todo el planeta (6). Otro estudio ha utilizado datos de satélite de alta resolución para detectar los focos de emisión más potentes en Turkmenistán, que presenta una de las mayores concentraciones de emisiones de metano del mundo (7), lo que ha generado un gran interés político y mediático (8). Estos métodos están generalizándose y haciéndose operativos para su uso por administraciones públicas y operadoras de gas y petróleo. Esto ha llevado a la implementación del Methane Alert and Response System (MARS, que se puede traducir como sistema de alerta y respuesta a emisiones de metano) por parte del International Methane Emissions Observatory (IMEO, traducible como observatorio Internal de emisiones de metano) (9). MARS y IMEO son una respuesta del Programa Medioambiental de las Naciones Unidas a la necesidad de reducción de emisiones de metano acordada en el Global Methane Pledge. También diferentes organizaciones medioambientales sin ánimo de lucro están contribuyendo a la detección de fugas de metano desde satélite, lo que va a llevar al lanzamiento en el próximo año de dos potentes misiones de satélites diseñadas para detectar emisiones de metano (MethaneSAT, de la organización Environmental Defense Fund, y Carbon Mapper, de la organización con el mismo nombre).
No hay duda de que la mitigación de emisiones de metano es clave en la lucha contra el cambio climático, y de que la reducción de las emisiones asociadas a la extracción de combustibles fósiles son el primer paso. Los satélites prometen ser una herramienta clave en esta importante tarea.
Penachos de metano detectados por el satélite EnMAP en una cuenca de extracción de combustibles fósiles en Turkmenistan. Reproducido de https://www.dlr.de/en/latest/news/2022/04/ready-for-science, figura de Luis Guanter (UPV/EDF) e Itziar Irakulis-Loitxate (UPV/UNEP).
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