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José Carlos Bermejo: "La escucha mata de raíz la soledad no deseada"
LA MIRADA DE
JOSÉ CARLOS BERMEJO
“La escucha mata de raíz la soledad no deseada”
JOSÉ CARLOS BERMEJO
13/06/2024
ESCRITO POR:
ENTREVISTA POR:
Silvia Llorente

Humanidad

13/06/2024
ESCRITO POR:
ENTREVISTA POR:
Silvia Llorente

Humanidad

Director del Centro San Camilo

José Carlos Bermejo es el director del Centro San Camilo, una de las entidades que ha recibido una de las prestigiosas Medallas de Oro Cruz Roja por su enfoque humanitario en la atención a las personas vulnerables. Desde la institución, Bermejo defiende la necesidad de humanizar los cuidados y comparte sus reflexiones sobre temas tan importantes como el papel de las personas mayores en nuestra sociedad, la necesidad de escuchar a quien sufre y cómo las nuevas tecnologías se relacionan con gestionar el duelo. Todas son cuestiones de rabiosa actualidad que nos hablan de la sociedad que somos y, sobre todo, la que aspiramos a ser. 

¿Qué significa para vosotros haber recibido una de las Medallas de Cruz Roja?  

Es un reconocimiento que recibimos con mucho agradecimiento y sorpresa. Que se fijen en un pequeño centro y en su modelo de cuidados, como es el Centro San Camilo, en nuestra pasión por humanizar, nos desafía a mantener la fidelidad, la calidad de los cuidados y la aportación en el campo de la reflexión, la educación y la docencia. También es una oportunidad para conectar Cruz Roja con nuestra “cruz roja”. Somos una institución religiosa cuyo símbolo, desde hace 400 años, es la cruz roja latina. En la batalla de Solferino, en 1859, el fundador de Cruz Roja, Henry Dunant, vio las cruces rojas de los camilos asistiendo a los heridos. También nos hace darnos cuenta de los valores de las dos organizaciones y lo que compartimos: la bondad y la nobleza de cuidar por encima de todo; la neutralidad; la imparcialidad… 

¿Qué es el Centro San Camilo? 

Cuidamos y enseñamos a cuidar. Conjugamos el verbo “humanizar” en la atención a las personas ancianas y las que se encuentran al final de vida (con cuidados paliativos); acompañamos a personas en duelo complicado; y formamos con másteres, jornadas y cursos diferentes para la humanización de la asistencia sanitaria, y particularmente al final de la vida y en el duelo.  

Respecto a cifras… cuidamos a 140 ancianos en residencia y tenemos una unidad de cuidados paliativos con 33 camas. Cada año fallecen aquí unas 600 personas, y atendemos en nuestro centro de escucha a 200 personas que atraviesan un duelo. Tenemos una red de 38 centros de escucha repartidos por España. Se forman con nosotros 20.000 personas al año en diferentes niveles de formación.  

Efectivamente, el centro se dedica a cuidar, ya sea mediante la formación o mediante la asistencia, ¿qué significa el verbo “cuidar” para el Centro San Camilo? 

Es nuestra herencia carismática, la que recibimos de un gran innovador y revolucionario de la atención sanitaria del siglo XVI, Camilo de Lelis. Él propuso esto precisamente: cuidar con la misma ternura que tendría una madre para con su único hijo enfermo, con el corazón en las manos. Lo hacemos porque hemos heredado esta vocación de servicio, con una identidad concreta, que es la que también tiene la potencialidad de contagiarse (en el buen sentido); no solo contagiarse literalmente mientras se cuida, sino contagiarse de un modo entrañable, de acompañar procesos. 

¿Por qué cuidar? Porque hay mucho sufrimiento en el mundo que necesita ser atendido. Mucho de él es evitable, pero el inevitable también puede aliviarse mucho con la presencia competente. Queremos un mundo donde haya menos sufrimiento, y seamos más felices y pacíficos, aunque convivamos con la enfermedad, pero que no nos falte un “tú” que nos atiende, nos palía, nos acompaña, nos da soporte psicológico y espiritual mientras nos ayuda a satisfacer nuestras necesidades. 

¿A qué retos alrededor del “cuidado” nos enfrentamos como sociedad?  

Tenemos una urgencia de una mayor consideración del cuidar profesional. Una mayor consideración social significa un mayor reconocimiento a los cuidadores, una mayor profesionalización del cuidado. Tenemos una urgencia en el campo de algunos profesionales; hay escasez de enfermeras y médicos, o enfermeros y médicas. Probablemente es menos urgente y menos grave en el mundo del curar, pero es ya es grave en el mundo del cuidar a los mayores o a las personas con discapacidad y en clave paliativa. Aquí hay carencia de profesionales. Esto es un reto: los colegios profesionales tienen que disponerse en actitud de ayuda para incrementar el número de personas para desarrollar estos trabajos.  

Estamos asistiendo también a un movimiento global en torno a la necesidad de humanizar los cuidados para que la tecnología y la robótica nos ayuden, pero para que no desaparezca nunca el valor dado al encuentro cuerpo a cuerpo. El cuerpo a cuerpo significa la presencia, la carne, la mano, la lágrima, el pañuelo, el dar de comer. La robótica que nos ayude será bienvenida, pero el desafío es seguir poniendo en valor la envergadura del cuerpo a cuerpo, y su belleza y su bondad.

¿Qué lugar ocupan las personas mayores en nuestra sociedad? 

Está habiendo muchas iniciativas, pero son insuficientes. La soledad no deseada es siempre más de la debida, y es un reclamo en parte vergonzoso a la naturaleza relacional de todo ser humano. Siendo relacionales y conviviendo en las aldeas, los pueblos, las ciudades… que aún así haya soledad no deseada es una denuncia o llamada de atención al deber ético de atender a los que ya no producen, y en particular a los que, habiendo extendido la esperanza de vida, viven también años con deterioros muy grandes, como el cognitivo, o la demencia. Es un reclamo a profundizar también en algunas claves de valor como lo que significa la dignidad, igual, intrínseca, de todo ser humano, aunque ya no camine o no razone con la lógica o la inteligencia científico-técnica.  

Los mayores también son un reclamo a que nos miremos a nosotros mismos y nos descubramos lo que somos y lo que hemos sido: siempre interdependientes. Todos hemos sido dependientes: nos han dado de comer, han soportado nuestros patrones erráticos de sueño, nos han cambiado los pañales… los mayores son un reclamo a lo que hemos sido y a lo que seremos si no morimos de jóvenes o de muerte súbita. Debería ser un reclamo para despertar nuestro deber de “cuidadanos”, no solo de ciudadanos. 

"QUE HAYA SOLEDAD NO DESEADA ES UNA LLAMADA DE ATENCIÓN AL DEBER ÉTICO"
FotoCita

Mediante vuestro centro de día buscáis una alternativa al internamiento, así como que las personas mayores no se desvinculen de su entorno familiar, ¿por qué es tan importante un modelo de cuidados que permita esto? 

La desinstitucionalización del cuidado en la discapacidad y las personas mayores y en el morir nos viene de la OMS; no es una idea solo local, es una propuesta global de humanización. Ahora bien, creo que necesita ser profundizada porque es muy complejo… Los centros residenciales, los centros de día, las unidades de cuidados paliativos hospitalarias o en residencias (como la nuestra) son una necesidad y una alternativa porque la desinstitucionalización no produce solo bien: puede producir también un deficiente cuidado profesional y multidisciplinar que muchas personas necesitan y que no alcancemos a darlo en los domicilios. Por eso las respuestas complementarias son la clave. 

Si en algún momento nos pareció que había que construir muchas residencias, hoy todavía necesitamos más, pero no con el objetivo de que todo el mundo termine viviendo institucionalizado en su dependencia; la clave es promover otros servicios como la atención domiciliar. Nosotros es donde más trabajadores tenemos, más de 1000 personas fuera de estos muros en los entornos de domicilio, de vida, sean casas o viviendas comunitarias o diferentes modos de cómo viven las personas en el envejecimiento.  

También estoy reflexionado sobre el riesgo de tomar la desinstitucionalización de manera no suficientemente meditada para responder a las necesidades variopintas de la ciudadanía. El domicilio inspira confianza, referencias biográficas, protagonismo (“yo estoy en mi casa, mi familia, mis recuerdos”), pero esto también tiene otra cara: mi casa no tiene las puertas anchas para la silla de ruedas, no hay una grúa, no hay un psicólogo que vaya a venir cada día, y por eso hay que ofrecer un análisis de necesidades que, más allá de fuera de tópicos o preferencias, son eso: necesidades.  

¿Hasta qué punto la escucha ayuda a alguien que está sufriendo? 

Nuestro centro de escucha es sobre todo presencial y atendemos a 800 personas. En los 38 centros de escucha que tenemos en España las personas acuden a la sede y durante 50 minutos abordan sus dificultades, sus crisis, sus duelos… Es tan importante la escucha porque al narrar y, por tanto, al escuchar otro se pone orden en el sufrir, se empodera la persona, se libera, identifica recursos para abordar sus propias dificultades con sus propios recursos. También se cae en la cuenta, a la hora de narrar, de las propias contradicciones. La escucha permite o da autoridad al que escucha para confrontar, eventualmente para persuadir, para iluminar caminos nuevos de abordaje de las propias crisis, el sufrimiento o el malestar.  

La escucha es una caricia positiva y psicorelacional y espiritual que tiene efectos benéficos porque mata de raíz la soledad no deseada, pero también porque nos hace sentir lo que somos: seres humanos relacionales, buscadores del bien y del bienestar, y necesitados de comprensión, de consuelo genuino, de remotivación para activar la esperanza… porque, si no, nos entran ganas incluso de no seguir viviendo o de preferir la muerte antes que la incomprensión, la soledad o el sufrimiento.  

La escucha también es un deber ético de primera magnitud porque es ahí donde acogemos al otro, aceptamos la diversidad, damos hospitalidad compasiva al diferente, y también porque nos encontramos con nosotros mismos. El que escucha se escucha a sí mismo narrado incluso por el otro, y esto produce en el que escucha un desarrollo humano y un proceso humanizador como sanadores heridos que somos todos.  

Mencionabas en una entrevista el término “duelo digital”, ¿es distinto al duelo que se vive en el plano físico y tangible? ¿Cómo nos enfrentamos a él? 

Con ocasión de la pandemia hemos tomado más conciencia de algo que ya se estaba produciendo: muchos recursos y costumbres nuevas en el mundo digital con ocasión de la muerte de un ser querido. Millones de muertos en Facebook mezclados con los vivos, un memorial o cementerio digital, costumbres de crear asambleas o rituales digitales, algunos servicios nuevos para los dolientes como la posibilidad de relacionarnos con los muertos “resucitados” a partir de su rastro digital; entes digitales que intentan copiar la personalidad e identidad del fallecido incluso aunque sea con una presencialidad, con un avatar dudoso, pero con un perfil relacionado y semejante a nuestro ser querido fallecido. Estas costumbres nos lanzan el desafío de si todo lo digital nos ayudará a gestionar nuestro proceso a nivel psicológico o espiritual, o tendremos que introducir la reflexión ética sobre los posibles digitales.  

El duelo no solo tiene la capacidad de ser estudiado desde la psicología y la antropología, sino también que cada vez debe ser estudiado más desde el punto de vista de la ética, es decir, de la capacidad reflexiva, filosófica, de qué ayuda o qué complica, qué es bueno o qué es malo en concreto en estos posibles digitales; en qué nos ofrece una tecnología que no siempre ha sido sometida a la reflexión. En tiempo de pandemia se experimentó como un recurso más, o el único accesible, pero ahora nos tenemos que preguntar qué es lo que ayuda y qué es lo que complica y qué puede aumentar o no la vulnerabilidad frenteal duelo complicado o patológico.  

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