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Un lugar al que llamar “hogar”

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UN LUGAR AL QUE LLAMAR “HOGAR”

Un lugar al que llamar “hogar”
Cruz Roja atiende cada año a cerca de 3.000 jóvenes en proceso de extutela y/o riesgo social. Irene, Ayoub y Vanessa cuentan sus historias en primera persona para mostrar una realidad no siempre visible.

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Cruz Roja

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parte 1 extutelados

Cuando Irene (nombre ficticio) tenía 11 años, su vida dio un vuelco de 180 grados. Ella, sus cuatro hermanos, su madre y la pareja de esta acababan de recalar en un pueblo de Soria buscando nuevas oportunidades. La situación de maltrato que sufría su madre por parte de su pareja, sin embargo, se tradujo en que le retiraran la custodia de sus cinco hijos al poco de llegar a su nuevo hogar. Irene acaba de cumplir los 23 años, pero el recuerdo de lo sucedido hace más de una década sigue vívido en su memoria. 

Irene, que hoy nos atiende desde Soria con una sonrisa (pese a no haber tenido una vida fácil), ha pasado 12 años en hogares para jóvenes que no pueden crecer con su familia; más de 10 años, en conjunto, en el sistema de protección y tutela de menores de la Gerencia de Servicios Sociales de la Junta de Castilla y León. Ella es una de las personas que ha estado en situación de tutela por el Sistema de Protección a la Infancia y ha crecido en un contexto de grave riesgo de vulnerabilidad. En ese viaje, no exento de retos, no puede evitar acordarse de Cruz Roja. “No podría olvidar a Cruz Roja nunca”, explica.  

Hace más de dos décadas que Cruz Roja mantiene, con el apoyo de administraciones públicas, una red de servicios residenciales y de acción socioeducativa dirigidos a este sector de población para ayudarles a definir y consolidar un proceso de autonomía personal y de vida emancipada en diferentes puntos de España. Cada año, atiende a cerca de 3.000 jóvenes en proceso de extutela y/o riesgo social. Bien lo sabe Irene, que estuvo en el centro de acogida de Cruz Roja, y después en el piso de emancipación, también regido por la Organización. “De los 12 a los 18 años: toda la adolescencia prácticamente”, declara. 

De esa etapa, recuerda especialmente dos nombres: Sergio y María. Si bien reconoce que en ese momento quería tener su libertad ante todo (“y lo mismo que tenían mis amigas en el colegio: salir hasta 5 de la mañana, dormir fuera de casa… pero eran muchos papeles los que había que hacer para eso”, lamenta), también guarda buen recuerdo y un cariño infinito hacia las personas con las que se encontró en esa fase de su vida.  

“Hay una familia que nos toca, pero otra que podemos elegir”

Tanto es así que Sergio y María todavía forman parte del día a día de Irene. “Siempre han estado ahí”, relata. Ahora María está embarazada, e Irene no podría estar más emocionada: “Voy a tener un hermano”. Ella, que es madre desde hace un año y medio, también ve a Sergio y María como mucho más que una pareja de educadores de Cruz Roja: son, de hecho, como el abuelo y la abuela de su pequeño. “Hay una familia que nos toca, pero otra que podemos elegir”, recuerda.  

No todo ha sido fácil, no obstante. Irene, pensativa, expone que muchas veces las personas extuteladas sufren ciertos prejuicios. “Nos miraban raro. Hay padres que no me aceptaban para sus amigas, que decían ‘pero si está en un centro de menores’, seguro que es una delincuente. Luego, al final, me invitaban ellos a ir a dormir a casa de sus hijas. Tu percepción de las cosas cambia cuando conoces a las personas”, señala Irene. 

Los años han pasado, Irene ha podido reencontrarse con la mayoría de sus hermanos, e incluso tiene relación con su madre. La ayuda de Cruz Roja ha sido inestimable en todo el proceso y aunque Irene voló del nido (del piso de emancipación) relativamente pronto, a los 7 meses de instalarse en él, evidencia que hay consejos que la acompañan desde entonces. Cruz Roja, consciente de ello, tiene en su haber ‘¿Y ahora qué?’, una guía para la transición a la vida adulta enmarcada en el proyecto ‘Acompaña’ de la Organización, con el que sigue apoyando y ayudando a esos y esas jóvenes una vez cumplen los 18 años.

Con un trabajo en una tienda de decoración, una familia y una casa, Irene ha reconstruido su hogar. Muchas lecciones aprendidas en un camino no siempre sencillo con un final, eso sí, esperanzador. “Estamos felices, no nos podemos quejar”, concluye Irene. 

parte 2 extutelados

Seguir luchando pese a todo 

Ayoub Serbouti, un joven de 21 años afincado en València, conoce bien la palabra “extutelado”. De nacionalidad marroquí, llegó a España en 2017, momento en que recaló en el hogar de acogida ‘Casa de las Andorinas’ del Puig. Al cumplir los 18, accedió a un Hogar de Emancipación de la Red Pública (YMCA) en València. 

Los inicios, asegura, no fueron nada sencillos. Apenas sabía hablar castellano, aunque a los 6 meses comenzó a conocer lo básico sobre el idioma. Cursó una FP de Informática que compaginó durante un tiempo con distintos trabajos. Pero cuando llegó la pandemia y el consiguiente confinamiento, todo se derrumbó. “Si no hubiera sido por el piso de emancipación… quizá yo no existiría ahora mismo”, afirma. Sin este recurso, dependiente de la Generalitat Valenciana, y sin Marta, técnica de Cruz Roja que le ha apoyado a lo largo de todo el proceso, Ayoub reconoce que todo hubiera sido mucho más complicado.  

“Si no hubiera sido por el piso de emancipación… quizá yo no existiría ahora mismo”

Actualmente, continúa formándose (está haciendo un Grado Medio de Electromecánica) y trabajando los fines de semana. “La situación es difícil, pero se puede llevar”, dice este joven que forma parte de la Unidad de Emancipación Externa-Proyecto Mentora de la Generalitat Valenciana, y que gestiona en València Cruz Roja. Al igual que Irene, Ayoub no lo ha tenido fácil, pero encara la vida futura con esperanza. “A por ello”, dice. Y lo dice sin dudar. 

parte 3 extutelados

Dar y recibir 

Vanessa, de 19 años, también está en la Unidad de Emancipación Externa-Proyecto Mentora de la Generalitat Valenciana que gestiona Cruz Roja en València. La iniciativa, que busca acompañar a jóvenes en situación de extutela en su transición a la vida adulta, la ha ayudado en muchos aspectos. Y eso que ya ha llovido desde que, con 9 años, la joven fuera a parar a un centro de menores, tal y como cuenta no sin antes suspirar. 

“No me explicaron muy bien nada, solo que me tenía que ir allí”, explica. A día de hoy, Vanessa desconoce los motivos que llevaron a su padre a dejarla en un centro de menores, pero sospecha que quizá tuvo que ver con su madrastra. Hace años que no ve a su progenitor, pero en cambio, sí mantiene una buena relación con la familia que la acogió años después. “Es la que considero que es mi madre”, reconoce Vanessa, pese a que también alude a que la convivencia no siempre ha sido sencilla con ella.  

"Quiero volver a donde empezó mi historia: al centro de menores"

El apoyo de Cruz Roja ha sido fundamental para Vanessa, especialmente la psicológica. De todo lo vivido destaca que la ha obligado a “espabilarse” y a “madurar”. “Llegó un momento en que se convirtió en una necesidad el hacer las cosas a mi manera, con mis normas”, declara al volver la vista atrás. Actualmente, Vanessa está independizada y cobra la Renta Valenciana de Inclusión (RVI), una prestación económica dirigida a las personas en riesgo de exclusión de la Comunidad Valenciana.  

Después de hacer un Grado Medio en Dependencia, y hacer las prácticas en un proyecto de Cruz Roja con niños y niñas, Vanessa tiene claro que ese es su camino a seguir. “Ahora estoy estudiando integración social, y quiero volver a donde empezó mi historia: al centro de menores. La ayuda que me han prestado está dentro de mí, y ahora quiero ayudar a la gente y devolver todo eso”, asegura.  

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