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La Cañada Real: casi medio siglo sin luz

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LA CAÑADA REAL: CASI MEDIO SIGLO SIN LUZ

La Cañada Real: casi medio siglo sin luz
Hay barrios marginales, y luego está la Cañada Real. Un territorio muy singular, que discurre por tres municipios de Madrid, donde viven más de 6.000 personas. La mayoría, en situación de vulnerabilidad. Durante el temporal Filomena, una persona falleció. Llevaba semanas asegurando que hacía mucho frío debido a los cortes de electricidad que viene sufriendo la zona, aunque para estos vecinos y vecinas, la luz se apagó hace mucho. Cruz Roja trabaja en la zona desde hace más de una década, ahora con una estrategia de intervención en tres áreas: Extrema vulnerabilidad, Empleo y Educación.

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Cruz Roja

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Cruz Roja

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PARTE 1 La cañada real

“El día de la nevada, cuando me levanté a preparar el desayuno, se agotó el butano, que también usamos para la estufa. No calienta mucho, pero algo hace. No era posible conducir hasta Villa de Vallecas, que está a 15 kilómetros, para comprar otra bombona. Así que fue un día horrible. Con tres niños en casa que pedían el desayuno y un bebé que necesitaba su biberón, cubriéndoles con mantas para que no pasaran frío. Como madre, sientes mucha rabia por no poder atender las necesidades de tus hijos”, cuenta Darifa, de 31 años. Llegó desde Marruecos siendo una niña y se instaló con sus padres en la Cañada Real Galiana. Tras formar su propia familia, intentó vivir en otras áreas de Madrid pero, por circunstancias económicas, siempre ha acabado regresando. Ahora se ha propuesto estudiar, “para salir adelante y buscar una vida mejor”. No quiere seguir sufriendo -ni que sus hijos sufran a la vez- unas condiciones que califica de “infrahumanas”.

El último temporal que azotó España el pasado enero ha puesto en evidencia la gran vulnerabilidad de las personas que residen en esta zona de Madrid, donde hacen falta soluciones reales. La borrasca Filomena coincidió con cortes y limitaciones de la electricidad en la zona, debido, al parecer, a sobrecargas en la red producidos por consumos no localizados destinados a plantaciones de marihuana. El resultado es la muerte de un hombre de 74 años, que llevaba dos meses sin luz, y las denuncias de otros tantos afectados, porque se enfrentaron a escenas de miseria. “Las casas estaban heladas. Yo tengo un bebé, pero había niños dando clases virtuales en casa. ¿Qué culpa tienen ellos?”, pregunta Darifa. Las tuberías se congelaron, los camiones de ayuda humanitaria se encontraron con dificultades para acceder a la zona y algunos vecinos optaron por cortar troncos de madera para montar hogueras dentro y fuera de las viviendas.

En colaboración con otras organizaciones humanitarias y cuerpos del Estado, Cruz Roja puso en marcha varias líneas de intervención ante la emergencia climática. Por un lado, la atención y seguimiento de las familias más vulnerables para concienciar y ofrecer teléfonos de emergencia. Por otro, el reparto de alimentos y ropa de abrigo, además de 1.000 mantas, 120 bombonas de butano y 100 estufas catalíticas. Se recurrió a las Unidades de Respuesta Social Básica para el reparto de los productos y se activó el dispositivo de albergues junto a los Ayuntamientos, ofreciendo camas a las familias afectadas. Es la última entrega de una zona donde los problemas son una triste constante. Una ‘ciudad lineal’ en la que las soluciones nunca terminan de llegar.

PARTE 2 La cañada real

Una realidad compleja de 15 kilómetros

Situada en las inmediaciones de Madrid, la Cañada Real está dividida en seis sectores y ocupa 15 kilómetros de recorrido, atravesando los municipios de Madrid, Coslada y Rivas-Vaciamadrid. Se estima que en su interior viven más de 6.000 personas -aunque el censo del Ayuntamiento de Madrid (2017) solo registra 5.666-, de las que 1.800 son menores. Como dice Darifa, “no somos los malos que se piensa, sino gente luchadora y trabajadora. Nosotros hemos comprado nuestra casa y mi marido lleva 15 años cotizando en la Seguridad Social. Que otros cultiven marihuana o trafiquen con droga no es un motivo para que a mí me corten la luz”. Lo cierto es que, dependiendo del sector de la Cañada en el que nos adentremos, desde la ‘normalidad’ del 1 hasta la conflictividad del 6, se pueden apreciar realidades sociales muy distintas. Es un conglomerado de diversidad laboral, cultural o religiosa, que impide medir el conjunto por un solo patrón.

Vayamos a la historia. Todo empezó en 1978, cuando Gregorio Montes decidió delimitar su propia finca en mitad del campo, junto al camino de una cañada real. Estas cañadas son vías pecuarias, reservadas para el tránsito de ganado, y puesto que pertenecen al Estado, está terminantemente prohibido construir en ellas. Sin embargo, una ley de los años 60 permitió instalar casas de aperos, y ahí vino la trampa. Casi medio siglo después, nos encontramos una sucesión de asentamientos ilegales en las afueras de Madrid. Una miscelánea de construcciones y colonias, en función de las posibilidades de cada propietario. Hay familias con pocos recursos económicos, inmigrantes en busca de una oportunidad y, entre medias, un complejo entramado de negocios ilegales. A la cabeza está el hipermercado de la droga, uno de los más conflictivos de España, donde Delegación de Gobierno calcula ventas de 12.000 dosis diarias.

Hasta la fecha, no se ha conseguido una regulación efectiva del área. En 1985, se acometió un primer intento para aplicar la normativa de urbanizaciones ilegales, pero los vecinos y vecinas se opusieron. Algunos apelaban a que habían comprado las parcelas y pagado impuestos a la Administración. Se empezaron a organizar en asociaciones, que defendían sus derechos ante los tribunales y reunieron fondos para generar sus propias infraestructuras, como el alumbrado de algunos tramos. Ya en los 90, se produciría un auténtico boom poblacional, debido a la afluencia de personas inmigrantes y la recolocación del poblado de etnia gitana del barrio de San Blas. Aunque una parte del sector 6 ya servía de almacén para los cargamentos de droga, con el desmantelamiento de núcleos madrileños estratégicos, como las Barranquillas de Villa de Vallecas, el tráfico y el menudeo terminarían por instalarse en el seno de la Cañada.

En este punto de la historia, debido al crecimiento exponencial de colectivos vulnerables, se produce el desembarco de las asociaciones humanitarias. Entre ellas, Cruz Roja, con diez años de experiencia en la zona. “Empezamos con proyectos para dar cobertura a necesidades básicas, además de combatir la drogodependencia y el absentismo escolar. Eran acciones paliativas y nos centrábamos en la reducción del daño”, explica Gonzalo Herrera, responsable de proyectos en Cañada Real. Pero poco a poco, y en consonancia con la evolución de la organización en todos los territorios, las emergencias dejaron paso a un modelo de trabajo a largo plazo, con unidades móviles y equipos multidisciplinares. Hoy en día, se apuesta por el esquema de competencias y se han definido tres líneas de intervención: Extrema Vulnerabilidad, Empleo y Educación.

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PARTE 3 La cañada real

Las intervenciones a largo plazo

“El día después de la nevada, se hizo entrega de kits de alimentos para 120 familias de la Cañada Real, con café, leche, arroz o garbanzos. También se repartieron cajas con productos infantiles. Fue posible gracias a la activación del convenio con la Fundación Carrefour y la colaboración con el Ayuntamiento de Rivas, que cedió la Casa de Asociaciones para las recogidas. En el caso de las familias que no pudieron acudir, los compañeros de las URS (Unidades de Respuesta Social) se encargaron de llevar kits de alimentos a sus casas”, recuerdan desde Cruz Roja. Frente a la visión de los afectados, la de trabajadores y personas voluntarias. La borrasca Filomena evidenció que las reacciones frente a las emergencias constituyen un punto fuerte de la Organización, con una capacidad de respuesta muy ágil y versátil, demostrada a lo largo de toda su historia. En estos casos, se prioriza reducir la alta vulnerabilidad de las personas que sufren el impacto, como el frío y los cortes de electricidad, porque su riesgo es mayor. Sin embargo, la labor diaria va más allá.

Cruz Roja ha estado, y estará, para ayudar en situaciones críticas- como sucedió cuando hubo que actuar ante los meses más duros de la COVID-19. Pero tras una década de permanencia en la Cañada Real Galiana, el enfoque de trabajo ha ido evolucionando, desde la mera asistencia y mediación, hasta la intervención prolongada en las distintas áreas. “Estos 10 años nos han permitido adquirir un conocimiento del entorno y ser una entidad confiable para la gente que vive en la Cañada. Poco a poco, se han incorporado distintas figuras y hemos creado equipos multidisciplinares, que nos permiten abarcar más competencias gracias a los voluntarios y voluntarias”, explica Gonzalo Herrera. Y así es como se han definido diferentes proyectos de larga duración, que siempre giran alrededor de tres líneas fundamentales, con una serie de competencias básicas, transversales y estratégicas.

En el apartado de Extrema Vulnerabilidad se incluyen las acciones de apoyo a las familias, gestionando recursos y ayudas económicas si fuera necesario. “Pero también trabajando todas las competencias personales y sociales para que accedan a itinerarios de empleo o mejoren sus habilidades parentales y marentales”, detalla. Los itinerarios de Empleo son de alta intensidad, porque, dado el perfil de personas que viven en la Cañada, interesa que accedan rápidamente a puestos de trabajo. Y por último, la línea de Educación aborda la parte de Infancia y Juventud, interviniendo con los niños y niñas, “no ya en la parte de la escolarización sino en la prevención del absentismo escolar y en la motivación del éxito educativo”. Esto incluye desde el reparto de material escolar, hasta trabajar el tiempo libre y de ocio de manera constructiva.

“Si bien durante años nos centrábamos en la atención individualizada, que nunca vamos a dejar de lado, uno de los cambios que más impacto poblacional ha tenido es la apuesta por trabajar desde el plano grupal, entendiendo que es un elemento transformador y generador de redes”, explica el técnico. En este sentido, destacan acciones de capacitación, como talleres formativos en convivencia, acceso al mercado laboral o habilidades básicas, entre otros ejemplos. “Por otro lado, si antes interveníamos con unidades móviles y entrábamos en el terreno de forma puntal, ahora hemos hecho una apuesta mayor y disponemos un espacio propio, que sirve de punto de atención”, cuenta Herrera. Garantiza el lema de estar más cerca de las personas. A su vez, las familias cuentan con un lugar digno para participar en procesos de intervención, como talleres de alfabetización, clases de castellano para inmigrantes, nuevas tecnologías o hábitos saludables.

“Uno de los cambios que más impacto poblacional ha tenido es la apuesta por trabajar desde el plano grupal, entendiendo que es un elemento transformador y generador de redes”, explica Gonzalo Herrera, responsable de proyectos en Cañada Real

¿Se puede actuar de manera unánime sobre realidades tan dispares como las que conviven en la Cañada Real? “Es uno de los principales retos”, admite el coordinador, “ya que las condiciones en las que viven son absolutamente poliédricas. Fluctúan desde la nada absoluta del sector 6 sin asfaltar, hasta la normalidad deseable del sector 1, entendiendo por normalidad los mínimos y la calidad de vida”. Hablamos de 16 kilómetros absolutamente cuarteados por sus condiciones. “En este sentido, uno de los grandes avances de Cruz Roja ha sido la territorialización de la intervención, al igual que venía sucediendo en otras zonas de Madrid. Nosotros podemos redirigir las acciones del sector 1 y 2 a Coslada; decidir que la Asamblea Comarcal del Tajuña se centre en la zona de Rivas; e impulsar el punto de presencia en los sectores 5 y 6, donde hay que hacer más incidencia”, afirma Herrera. Así es como se desempeña un cometido que repercute en 450 familias, lo que supone atender a 1.500 personas, dato que aumenta con la detección de casos.

PARTE 4 La cañada real

¿Quién tiene el interruptor?

La multiplicidad de competencias ha sido uno de los grandes obstáculos en la resolución de problemas que afectan a la Cañada Real. Las autoridades designadas son el Comisionado para la Cañada Real del Ayuntamiento de Madrid, la Comunidad de Madrid y la Delegación del Gobierno, pero también el Ayuntamiento de Coslada o el Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid. A lo largo de los años, este nudo burocrático ha ralentizado la toma de decisiones, hasta que finalmente, en 2017, los miembros de la Asamblea de Madrid firmaron un documento en el que se proponen dar solución a la situación de la zona: se trata del Pacto Regional por la Cañada Real Galiana. El texto recoge propuestas y compromisos “encaminados a determinar la solución más favorable para el asentamiento, ponderando los intereses y derechos de carácter general”. Hay intención de que se mantenga su implementación durante varias legislaturas, para lo que se han creado distintos órganos de trabajo permanente, y se va informando del avance a través de Internet

¿Y dónde quedan las organizaciones humanitarias? “Nuestro papel es auxiliar a los poderes públicos y, por lo tanto, cada vez que hay una petición por su parte, intentaremos dar respuesta en la medida de lo posible”, afirman desde Cruz Roja y concluyen: “Lo más urgente es que las Administraciones se comprometan con el tema de la luz. Por nuestra parte, seguimos trabajando nuestro modelo de intervención con las personas más vulnerables de toda la Cañada Real”.

De nuevo, la voz de Darifa, a la que poco le importa la cuestión normativa. Como madre, sigue sin entender por qué sus hijos pasan las noches a oscuras. “Estamos en Europa, en el siglo XXI, y nunca nos imaginamos algo así. Somos una familia como cualquier otra, que ha invertido dinero en su casa, y que lo ha pasado muy mal con la pandemia. Ya venimos muy tocados a nivel psicológico, como para que encima nos quiten la electricidad y no podamos ni defendernos”, lamenta. A la pregunta de si le gustaría dejar atrás la Cañada Real Galiana y, con ella, todas estas dificultades, responde: “Claro que me gustaría, sobre todo pensando en darles un futuro mejor a mis hijos. Pero no podemos con lo que estamos cobrando, no nos llega. No tenemos otra puerta a la que tocar. Así que solo pedimos que, por lo menos, nos permitan vivir con dignidad”.
 

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