Ángela Quintas: “Para comer bien lo más importante es hacer un buen menú” - Ahora
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La alimentación puede convertirse en una gran aliada para alcanzar un estilo de vida saludable. Es uno de los puntos de partida de los libros de Ángela Quintas, química de formación; experta en nutrición y microbiota; y divulgadora científica. El último de ellos es De la boca a tu salud, donde aborda específicamente cómo se relaciona lo que ingerimos con la inflamación, el control del peso o los picos de insulina. Directora del podcast ¿Cómo comes? y colaboradora del programa A vivir, que son dos días, también dirige su propia consulta de nutrición desde hace veinte años. De su mano, desmontamos mitos, desgranamos consejos y exploramos nuevos hábitos a incorporar para vivir mejor y más feliz.

En tu libro De la boca a tu salud hablas de la conexión entre lo que comemos y nuestro bienestar general. ¿Cuál es el mayor error que solemos cometer en nuestra alimentación diaria?
Hacemos malas elecciones muchas veces al día. Vivimos en un país increíble con una materia prima maravillosa. Prácticamente todo el mundo tiene a su alcance fruta, verdura, carne y pescado. Pero luego, muchas veces, hacemos malas elecciones, por ejemplo a la hora de ir al supermercado. Eso si hacemos la compra, porque a veces ni eso; tiramos de comida preparada o ultraprocesados que hacen que el principio de nuestra alimentación empiece a fallar.
¿Qué mitos podemos desmontar al respecto?
Hay muchos. En la consulta me encuentro con mucha gente que quiere perder peso, sobre todo mujeres (que es mi mayoritariamente mi público). ¿Y qué hacen? Empiezan a comer fruta y verdura, fruta y verdura, fruta y verdura. Eso está fenomenal, pero si no metes una buena porción de proteína difícilmente vas a bajar de peso. Y cuando les pregunto lo que cenan, me dicen: “Pues una crema de verduras, una ensalada y algo de fruta. Y no consigo bajar de peso”. Normal, porque antes de irte a la cama, precisamente, estás tomando hidratos de carbono, que serían frutas y verduras; a nivel de composición son maravillosas, pero estás generando un pico de insulina justo antes de irte a dormir, con lo cual tienes difícil bajar de peso.
Cada vez hay más información sobre alimentación saludable, pero también mucha desinformación. ¿Qué consejos darías para que las personas puedan distinguir lo que realmente es saludable de lo que solo parece serlo?
Creo que desde que salió mi primer libro en el 2017 hasta ahora hemos evolucionado un montón. Hay grandes comunicadores hablando sobre nutrición, gente que realmente tiene detrás una formación y sabe lo que dice. Las redes sociales por un lado están bien, pero por otro dan altavoz a personas que no tienen estos conocimientos. Por eso creo que lo más importante es buscar a alguien que realmente esté aportando una solvencia y tenga una formación detrás. Eso para empezar. Y no buscar soluciones rápidas porque estas no existen. Lo que existe es un cambio de hábitos alimentarios, y que podamos mantenerlo en el tiempo.
No tiene sentido estar una semana a manzana y jamón (me lo invento), porque seguro que vas a bajar de peso, pero ¿cuánto tiempo vas a poder mantener eso? ¿Y luego qué va a pasar? Es mucho mejor hacer pequeños cambios que sepas seguro que vas a poder sostener a largo plazo y que esos cambios te hagan sentir bien, porque eso es lo que te va a ayudar a querer seguir en este proceso.
Supongo que todo lo de las dietas “milagrosas” va en esa línea.
Darle propiedades mágicas a un alimento solo no tiene sentido. Es como el tema de los suplementos. Yo soy química de formación, con lo que reconozco que los suplementos me gustan mucho, pero es cierto que un suplemento es precisamente eso: suplementa una buena alimentación, pero nunca tiene que ser un sustitutivo. La base de la alimentación es lo que yo tengo que hacer cada día y luego, a raíz de ahí, puedo suplementar lo que necesito en cada momento. No todos los suplementos son iguales para todo el mundo y el momento vital en el que nos encontramos.
En Cruz Roja hablamos mucho sobre la alimentación como un factor clave en la salud y el bienestar. ¿Cómo podemos hacer que comer bien sea accesible y sostenible para todos, sin importar su situación económica?
Creo que para comer bien lo más importante es hacer un buen menú. Muchas veces los alimentos ultraprocesados, por ejemplo, son mucho más caros de lo que puede costar comer como comíamos toda la vida. La industria está introduciendo alimentos que nos facilitan la vida y están muy bien, como los garbanzos cocidos en bote, pero es cierto que va a salir más caro que si tú pones los garbanzos a remojo y los cueces.
Si queremos ajustar el dinero para elaborar un menú más acorde a nuestra economía, siempre podemos volver a cocinar como cocinábamos antes. Lo más caro es la proteína, es cierto, pero también se pueden hacer guisos de patatas con muchas cosas; con verduras… aunque, claro, eso requiere un esfuerzo de cocinar. Pero si hacemos una buena planificación y cocinamos podemos ahorrar en la cesta de la compra seguro.
Supongo que también intentando comprar productos de cercanía, de temporada…
Es verdad que ahora tenemos de todo todos los meses del año. Antes yo recuerdo que estabas deseando que llegara el verano para comer sandía y melón. Y ahora hay siempre. Si esos productos se encuentran fuera de temporada y vienen de Sudamérica, por ejemplo, son mucho más caros. Por tanto, come productos de temporada y de cercanía… pero, sobre todo, cocina. Si no cocinas en casa, si te acostumbras a pedir comida, si utilizas ultraprocesados… todo eso al final va a encarecer tu cesta de la compra.
También es cierto que los alimentos ultraprocesados son baratos y están ricos: no nos vamos a engañar. Están llenos de grasas, de azúcares; son palatables, nos producen placer al comerlos. Y, como esto es así, a veces nos enganchamos a ellos.

Más allá de lo que comemos, ¿qué papel juegan nuestros hábitos, como los horarios de comida o la manera en que combinamos los alimentos, en nuestra salud digestiva y general?
Influye muchísimo: los horarios, la manera de combinar alimentos… No es lo mismo mezclar un hidrato con una proteína que tomar solamente un hidrato. Por poner un ejemplo: la fruta. El efecto que produce la fruta en mi cuerpo no tiene nada que ver si la tomo entera o la tomo en forma de zumo. Porque cuando yo tomo fruta en forma de zumo la fibra se queda en su mayoría en el exprimidor, entonces de repente lo que acabo ingiriendo es una molécula de azúcar libre que va a pasar de golpe a mi torrente sanguíneo y me va a producir un pico de insulina.
Ese efecto saciante que tiene una manzana o una naranja comida a mordiscos y poco a poco se pierde cuando la tomamos en zumo. Es el mismo producto, pero ingerido de manera distinta genera un efecto totalmente diferente en mi cuerpo.
El estrés y las emociones influyen en la manera en que nos alimentamos. ¿Cómo podemos mejorar nuestra relación con la comida para que sea más consciente y equilibrada?
Se utiliza muchas veces la comida como premio o castigo. “He tenido un día maravilloso, vamos a salir a celebrarlo” o “he tenido un día horrible, me merezco esto”. Yo siempre hago mucho hincapié en los padres de niños pequeños. Les digo: “Nunca utilicéis la comida como premio o castigo. Te has portado bien, vamos a comer esto; te has portado mal, no lo vamos a comer”.
Porque esa relación que hacemos de las emociones con la comida se queda a lo largo de la vida. Y luego veo a adultos que vienen a la consulta que les sucede esto. La comida no es un premio: comemos porque tenemos que comer, pero no podemos usarla a nivel emocional.
Encima vivimos en un país en el que todo se celebra comiendo. Absolutamente todo lo celebramos alrededor de una mesa. Que por un lado es una manera de socializar, pero por otro también hay que tener cuidado con qué tipo de alimentos ingerimos en esta situación.
Incluso qué bebemos…
Incluso lo que bebemos está asociado con nuestra cultura. Hasta hace poco el hecho de beber se consideraba “bueno”. El alcohol es un hidrato de carbono, calorías vacías, y no te está aportando absolutamente ningún nutriente. No es saludable y por tanto no podemos recomendar que tomes vino. Que te tomas una copa de vino… tampoco va a pasar nada, pero desde el punto de vista de mi profesión no puedo sugerirte que lo hagas.
Con el ritmo de vida actual, muchas personas buscan soluciones rápidas para comer. ¿Es posible llevar una alimentación saludable sin dedicar demasiado tiempo a cocinar? ¿Qué estrategias recomendarías?
Te digo lo que hago yo: tengo tres menús que voy rotando. Esos tres menús están asociados a tres listas de la compra y sé que si compro todo lo que hay en esa lista tenemos para comer toda la semana. Otra cosa es que un día decidamos ir a algún sitio a comer porque nos apetece, pero no porque no tengamos comida en casa para ese día.
Yo, por ejemplo, me llevo la comida todos los días a la consulta. ¿Por qué? Porque me he dado cuenta de que si como fuera de la consulta las tardes se me hacen eternas. Al final acabas comiendo cosas que no son habituales para ti, o más grasas, o más hidratos… entonces prefiero llevarme táper, así que la noche anterior me preparo la comida. Y si un día por lo que sea me apetece salir a comer, lo hago. Pero ese orden me permite no tener que ir pensando todo el rato en lo que como porque ya tengo mi menú. Y mi cabeza, por tanto, se dedica a otras cosas.
Si tuvieras que recomendar un pequeño cambio en la alimentación que tuviera un gran impacto en nuestra salud, ¿cuál sería?
Para mí es muy importante mezclar los hidratos con las proteínas. No tomar solamente verduras, sino hacerlo como hacíamos antes: verdura con carne o pescado. Esta combinación va a hacer que tus niveles de glucosa en sangre se mantengan más o menos constantes y no te va a dar, por ejemplo, esa “bajona”, ese cansancio, que puedes experimentar después de comer si te tomas una paella y una copa de vino.
¿Qué opinas sobre la demonización de algunos productos, por ejemplo, dulces, para el público infantil?
Es recomendable que no sea algo que se haga en casa. Mis hijos son ya adolescentes, y me parece todavía una etapa todavía más complicada porque cuando eran pequeños yo controlaba más lo que podían comer. Y es verdad que si iban a un cumpleaños, comían lo que querían, pero luego les daban una bolsa de chuches y eso después desaparecía: no estaba en casa.
Ahora es más complejo porque ellos ya tienen algo de dinero y pueden comprar cosas. ¿Y qué van a comprar? No va a ser brócoli, no nos engañemos. Suelen ser cosas ricas en azúcares, en grasas o, mucho cuidado, bebidas energéticas. Es una pasada la de adolescentes de 16 o 17 años que están consumiendo este tipo de productos. Y lo veo en la consulta. El grado de obesidad es muy alto, pero no solo eso, sino que estamos viendo enfermedades como la diabetes tipo 2, que antes era una enfermedad bastante asociada a la edad adulta o al sobrepeso extremo, que está apareciendo cada vez más en gente más joven. Hay que tener ojo porque los adolescentes ya tienen un poco de poder adquisitivo para poder comprar cosas.
En mi caso lo que he hecho es involucrar mucho a mis hijos en la cocina. Que ellos cocinen. De hecho, el regalo de Navidad de uno de ellos fue un curso de cocina porque a él le gusta. Eso no quita que a lo mejor algún día salga con sus amigos y se coma una hamburguesa. Y no pasa absolutamente nada. Pero que aprendan a cocinar y vean que se pueden hacer cosas ricas en casa puede ser una solución.
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