Una noche en el centro de emergencias sociales de Valencia para personas sin hogar - Ahora
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Una noche en el Centro de Emergencias Sociales de València para personas sin hogar
UNA NOCHE EN EL CENTRO DE EMERGENCIAS SOCIALES DE VALÈNCIA PARA PERSONAS SIN HOGAR
Humanidad
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parte 1
Dormir en la calle a un grado bajo cero
El 27 de febrero de este año fue una de las noches más frías del invierno en Valencia. El termómetro se desplomó hasta los tres grados, pero el viento hacía que la sensación térmica fuese de uno bajo cero. A las 19:30 h. varias personas esperan en la puerta a que abriese el Centro de Emergencias Sociales (CAES) del Ayuntamiento de València gestionado por Cruz Roja. Algunas vienen andando desde la otra punta de la ciudad. Estaban cansadas. Tienen frío y hambre. Esa noche, al menos, podrían cenar caliente, darse una ducha y dormir resguardados. Esa noche será tratados con el respeto y la amabilidad que en general suele negarse a las personas que viven en la calle.
Alrededor de esa hora llegan los voluntarios y voluntarias encargadas de atender a las personas sin hogar. Vicen, la más veterana, lleva en el CAES desde que abrió en 2020; esa noche también está Andrea, Vicky; José Iván, Pepelu, Aline…Saludan a Alazne, la técnica de Cruz Roja que durante las próximas 12 horas es la responsable del centro. Hasta que se hagan las ocho, se abran las puertas y se llenen las 25 camas que llenan la sala, hay faena. Los voluntarios y voluntarias se encargan de hacer las camas y revisar que esté todo dispuesto para la cena. Algunas de las personas voluntarias se marchan a casa después de que la mayoría haya cenado, pero otras, como Vicen se quedan toda la noche allí para que al día siguiente, antes de irse, tengan el desayuno y la ropa limpia. Se intenta que cada noche, cinco voluntarios y voluntarias estén presentes en el turno corto y otras cuatro en el largo, de 20:00 de la tarde a 08:00 de la mañana. Hoy, además de Alazne, hay un jefe de equipo y cinco voluntarios y voluntarias.
Esa noche serán tratados con el respeto y la amabilidad que en general suele negarse a las personas que viven en la calle
Un poco antes de las 20 h., Alazne Gómez recibe el listado de personas que esa noche tienen plaza en el centro. Son las derivadas por los servicios sociales municipales. Para algunas es su primera noche, otras llevan varias noches aquí y cuando entran van directamente a la cama que les corresponde. Dependiendo del cansancio de ese día, algunas cenan primero, otras prefieren acostarse. Pueden darse una ducha caliente y también entregar su ropa a los voluntarios de Cruz Roja para recogerla al día siguiente limpia. Si no tienen ropa de repuesto, se les facilita. Esa noche, en el albergue hay tres mujeres, el resto son hombres de todas las edades y diferentes nacionalidades. Muchos se conocen y hablan entre sí. Los voluntarios y voluntarias les preguntan cómo les va. En ocasiones, el que alguien les escucha es más valioso que cualquier otra cosa. “Lo que más agradecen es, después de tener la plaza, el ser tratados con amabilidad. Al estar en situación de calle solo se relacionan con otras personas en su misma situación y están acostumbrados a recibir por parte de las personas que no comprenden su situación, faltas de respeto, mala educación o simplemente son ignorados”, afirma Alazne.
Esa noche la cena consiste en arroz a la cubana, ternera en salsa y plátano. Todos coinciden en que está buena, y nos invitan a compartir con ellos la mesa.
parte 2
Usuarios que cuidan de usuarios
Según la última encuesta del Instituto Nacional de Estadística, un total de 28.552 personas sin hogar fueron usuarias de centros asistenciales de alojamiento y/o restauración en el año 2022, aunque se calcula que la cifra de personas que viven en la calle en toda España podría llegar a las 33.000. En la última década, las personas sin hogar han crecido un 25% según los últimos datos. Aunque la mayor parte de las personas sin hogar son hombres (76,7%), cabe destacar que la proporción de mujeres que están en esta situación ha aumentado hasta el 23,3% respecto al 19,7% del año 2012. La edad media de estas personas se sitúa en 42,9 años, y respecto a su procedencia, el 50,1% tiene nacionalidad española y el 49,9% extranjera.
Foto: Borja Abargues
Idris nació en Gaza (Palestina) y se crió en Argelia. Tiene 58 años y habla, además de español, inglés, francés, alemán, danés y árabe. En España lleva viviendo 30 años y mientras nos cuenta qué le ha traído hasta aquí salpica la conversación con refranes y dichos populares. Se le dan bien los idiomas. Aquí tiene a su ex mujer y a dos hijos, con los que habla regularmente aunque hace tiempo que no ve. Conoce a las voluntarias del centro y solo tiene buenas palabras hacia ellas. “Si puedo echar una mano, lo hago”, afirma. Está durmiendo en el albergue desde hace cuatro días. De esos cuatro, Idris lleva tres acompañando a un chico de 21 años que llegó de Cuba y no tiene dónde ir. Idris le ha estado ayudado a realizar las gestiones para que a través de los servicios sociales le den una plaza. “Es más pequeño que mi hijo. No conoce a nadie, no conoce las calles… Me da mucha pena”, señala.
Las olas de frío y de calor son especialmente duras para las personas más vulnerables. Para paliar los efectos de las temperaturas, Cruz Roja cuenta con las Unidades de Emergencia Social (UES), encargadas de repartir entre las personas sin hogar comida caliente, ropa de abrigo si fuera necesario y lo más importante para estas personas: atención. En 2022 más de 16.783 personas fueron atendidas, un número similar al del 2021, cuando se intervino con más de 16.000 personas, casi la mitad, de los cuales un 22% eran mujeres.
Fotos: Borja Abargues
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parte 3
Vivir en la calle siendo mujer
Evelyn ya está tumbada en la cama a punto de dormir. Tiene 25 años y lleva alrededor de un mes con plaza en el CAES. Nació en Cali (Colombia), pero ante la inseguridad que se vivía en su ciudad, decidió hace cinco meses venirse a España. En Valencia no conoce a nadie. Nos cuenta que al día siguiente empieza un curso con tres meses de práctica y que después espera poder encontrar un trabajo. “Yo quiero una estabilidad y poder tener algún sitio donde pueda ducharme y dormir”. Ha dormido muchas noches en la calle y asegura que ha pasado miedo.
Sara tiene 26 años y una vida complicada de maltratos y adicciones. Sara conoce bien los peligros de vivir en la calle. “Yo sé bien lo que es vivir en la calle, lo que es la necesidad, el hambre, el que pasen por tu lado y no te miren ni a la cara, que te roben…”, se lamenta. No es la primera vez que duerme en el CAES junto a su pareja. Muchas de las personas que se encuentran en situación de calle, además de otros problemas de salud, padecen problemas mentales.
MUCHAS DE LAS PERSONAS QUE SE ENCUENTRAN EN SITUACIÓN DE CALLE PADECEN PROBLEMAS MENTALES
Sara y José Miguel se llevan bien. Esa mañana Sara ha compartido con él y con otras personas en su misma situación de calle los croissants y ensaimadas que tenía para desayunar. José Miguel es de Benidorm. Hace alrededor de un mes que vino a Valencia pensando que sería más fácil encontrar trabajo aquí. En este tiempo ha dormido en un cajero, en la estación de autobuses y también algunos días en el CAES. Algún día suelto ha trabajado repartiendo comida para un restaurante chino. Con lo que saca no puede pagar la manutención de su hijo de 13 años al que hace tres meses que no ve. “Hoy estás abajo y mañana arriba, hoy no tienes dinero y mañana sí. Yo solo quiero un poco de estabilidad hasta que encuentre algún trabajo”, comenta.
César ha venido al centro dos veces en dos momentos diferentes. Anoche durmió en el albergue, pero por la mañana se encontraba muy mal y una ambulancia se lo llevó al hospital. Insuficiencia respiratoria ha sido el diagnóstico. Paracetamol y nolotiles, y de nuevo a la calle hasta que se han hecho las 20:00 h. “Antes dormía en un bar, en una cama que me dejaban. Ahora aquí. Yo en la calle, calle no he estado nunca. Yo en la calle me muero. El día que no pueda dormir aquí o en cualquier sitio… yo no aguanto en la calle”, asegura. Tiene 60 años.
parte4
Vicky, voluntaria: “Esto te engancha”
Más de 15.000 personas voluntarias de Cruz Roja de todo el territorio nacional atienden y escuchan a aquellas otras que no tienen un techo donde cobijarse. Una de ellas es Adriana que ya lleva tiempo atendiendo a personas sin hogar. “Hay dos clases de usuarios, el que llega, come, entabla conversación con los demás y a dormir, y el que va directamente a dormir. Nosotras intentamos brindar la oportunidad para que hablen entre ellos y con nosotras y se olviden un poco de lo que hay en la calle”, señala.
Uno de esos usuarios que esta noche tiene plaza en el CAES se acerca a otra de las voluntarias, enseñándole el móvil con la traducción de lo que quiere decirle, ya que no habla español. Vicky es la persona que le atiende. La cara del chico cambia por completo, cuando Vicky le dice en ucraniano que le entiende, que no le hace falta el traductor del teléfono. De madre valenciana y padre ucraniano, la joven se animó a hacer voluntariado en Cruz Roja cuando estalló el conflicto entre Rusia y Ucrania. “Probé y ya no me he ido. Ya me lo dijeron en su momento, esto te engancha. Una vez entras no sales. Y es verdad”, comenta entre risas. ¿Qué es para ella lo mejor de hacer voluntariado? “La satisfacción que te llevas a casa. Cuando llegas a casa te das cuenta de cosas que antes no valorabas. Tengo una casa, un techo, estoy estudiando una carrera… somos afortunados”, añade.
"CUANDO LLEGAS A CASA TE DAS CUENTA DE COSAS QUE ANTES NO VALORABAS"
Pepelu es otro de los voluntarios que esa noche están en el CAES. Siempre se ha dedicado a la hostelería, así que cuando estalló la pandemia y cerraron los establecimientos, vio que tenía el tiempo y las ganas de echar una mano y no lo dudó. Ya sabía que era eso de ayudar desinteresadamente porque durante muchos años estuvo en Protección Civil. Además de con personas sin hogar, su labor en Cruz Roja es amplia y estos días previos a las Fallas ha formado parte de los servicios preventivos que la Organización despliega todos los años.
Con la llegada del buen tiempo, este centro cierra sus puertas hasta que llegue la época de más calor. En julio, en caso de que haya alerta roja por calor, volverá a estar activo, pero al contrario. Abrirá durante el día para cerrar cuando el calor baje y ya se pueda respirar en la calle. Pero la labor de Cruz Roja con las personas sin hogar no termina. Este es solo un recurso de los que disponen las personas más vulnerables, pero no es el único. En toda España, Cruz Roja dispone de 759 plazas disponibles en alojamientos temporales para los momentos críticos en 16 provincias, y 31 centros de día con los que poder ofrecer servicio de ducha, lavandería o comedor. En otras ocasiones, Cruz Roja facilita el transporte hasta plazas y alojamientos gestionados por otras entidades y administración con el mismo fin, ya que colabora con otras ONG y administraciones públicas de todos los niveles pertenecientes a la red de atención de personas sin hogar. Sea donde sea, y haga frío o calor, el principio de humanidad que guía a la organización permanece intacto para ayudar a las personas que más lo necesitan.
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